De la R.A.E. “Apostatar: Del latín tardío apostatàre. 1.-intr. Dicho de una persona: Abandonar públicamente su religión. (Sinónimos: Abjurar, renegar, retractarse) 2.-intr. Dicho de un religioso: Romper con la orden o instituto a que pertenece. Apostató de la orden y fue excomulgado. (Sinónimos: Abjurar, renegar, retractarse) 3.-intr. p. us. Abandonar un partido o cambiar de opinión o doctrina. (Sinónimos: renunciar, abandonar, desertar, repudiar, traicionar).”
Una comunicación de un miembro de Córdoba Laica me vino a recordar un asunto personal pendiente, apostatar, o lo que es lo mismo renunciar a pertenecer a la Iglesia Católica como miembro. Teniendo en cuenta que esta membresía se consigue por el bautismo, acto sobre el que nadie me preguntó antes de efectuarse. Yo nací un diecisiete de marzo de 1947 y fui bautizado un veintitrés de julio del mismo año, tenía pues cuatro meses y nadie podía preguntarme nada. Soy consciente que esta decisión que hace años debí tomar, es una decisión personal y libre. Aunque la tramitación administrativa está cargada de incongruencias, por ejemplo: te exigen un Certificado o Partida de Bautismo, cuando el Artículo 28.2 Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas. Dice: “Los interesados tienen derecho a no aportar documentos que ya se encuentren en poder de la Administración actuante.” Es una contradicción que te digan aportes una Partida de Bautismo que la expido yo porque la tengo yo, y además (en algunas parroquias) la cobro (En cada parroquia una tarifa distinta).
Un ejemplo: en San Pedro te dicen, que una nota de bautismo que refleja nada más que el libro donde estás registrado vale diez euros. A la petición de factura te dice el sacristán que el párroco ha puesto en el sobre el precio, pero que si es una Partida vale más (no pregunté cuánto), sin embargo en el Sagrario de la Catedral te dicen que es gratuita (te dan un certificado en toda regla, donde figuran todos los actores), eso sí, puedes dar un donativo según tu voluntad. Manifestar que el trato recibido en el Sagrario ha sido muy correcto. La certificación en papel de categoría, de color verde, tiene la curiosidad de poder conocer el nombre de los padrinos que fueron D. Francisco Rubio y Maria Rosa Rubio, la hija de D. Paco, vecinos y propietarios entonces de la finca La Calzada. De los familiares cercanos y su naturaleza. Y del ministro oficiante que en mi caso fue el Canónigo José María Padilla, vecino del barrio de la Judería, de la calle Deanes, luego director del Monte de Piedad (Impiedad) y Caja de Ahorros del Sr. Medina.
Del nombre del padrino se desprende el del entonces “nuevo católico”, que entrecomillo porque salvo el hecho concreto de que con doce o trece años, yo estaba trabajando de aprendiz de joyero y aportaba un sueldo a la casa. Mi madre muy preocupada me dijo que yo no había hecho la primera comunión, que tenía que hacerla porque podrían encarcelar a mi padre por ello. Está cuestión no la comprendía ni compartía, pero como lo decía mi madre era suficiente. Confesé y comulgué, un domingo a las siete de la mañana, sin más acompañante que mi madre en la Real Colegiata de San Hipólito. Primera comunión, primera confesión (que el jesuita que la recibió no tuvo ninguna duda de que era la primera vez), y como yo no estoy obligado por el secreto de confesión, decir que hablamos del tema que me había dicho mi madre de la cárcel de mi padre, nada de pecados. Pero me aclaró a su manera que eso no era así. Los jesuitas han sido siempre muy listos.
Luego buscamos un fotógrafo para la foto de recuerdo, a pesar de que yo no iba vestido de marinero o de almirante como los niños iban normalmente a ese acto. Mi madre me había arreglado una chaqueta y los pantalones eran los cortos normales. Como es lógico no había fotógrafo en la calle Capitulares a la que nos desplazamos, a esas horas de un domingo. No hubo fotografía pero mi madre compró jeringos en la Plaza del Salvador y vuelta para la Judería. La segunda vez que he comulgado en mi vida, y la última, fue cuando me casé, un 14 de octubre de 1973 (hace 51 años, después de un noviazgo de diez), creo que lo hice para no dar la nota, o simplemente porque me daba igual. No sé si esa segunda vez tiene valor pues no confesé previamente, y tampoco sé si estaba ya vigente esa norma de comunión sin confesión previa, antes hasta ayuno como al hacerte analítica, lo cierto es que no me importó mucho.
Luego la asistencia a actos religiosos ha sido la habitual de bodas y entierros, procurando asistir con el respeto debido por el acto en sí y las personas que creían en ello. En el periodo de 1991 al 1995, en el que tuve una responsabilidad pública acudí a determinados actos religiosos obligado por el cargo. Hace unos años decidimos no asistir a actos religiosos en entierros, sólo el protocolo del pésame en el tanatorio o domicilio del finado. Hasta hoy. Por lo tanto mi vida a estas alturas no va a cambiar mucho, en materia religiosa por apostatar, pero si tendré una satisfacción personal por haber cumplido con esa asignatura pendiente. No comparto declaraciones de dirigentes católicos en muchos temas de la vida, y algunas me ocasionan vergüenza ajena. No comparto que tengan una emisora en la que le pagan una millonada a filibusteros por cizañar a la gente contra los gobiernos de izquierdas (bueno tanto como de izquierdas…), a la vez que incitar al odio.
Luego está la pederastia y su gestión de protección de culpables y negación de la evidencia. En mi infancia que también la había, destacaba más el incumplimiento del celibato, parecía que el barraganismo no lo habían erradicado. En esto último yo he sido siempre partidario del matrimonio de los sacerdotes, pero lo que yo pensara tiene el mismo valor para el clero que este acto de Apostasía realizado. Institución misógina y con miedo a la mujer en el fondo. Y no quiero olvidar el hecho de las inmatriculaciones, que he criticado en todos los foros que he podido. Podría pluralizar porque hemos sido dos los apostatas, pero lo estoy singularizando por considerar esta acción estrictamente personal. En una palabra, soy consciente que poco va a cambiar mi vida por haber apostatado, aunque te queda en el haber el no compartir nada, oficialmente, con una Institución (también hay buenas personas, pues no tiene nada que ver el hábito) retrograda, hipócrita, y porque no muy facha, en España.
Nota de Bautismo a 10 euros
Y también soy consciente que no me van a borrar al modo egipcio, con el cincel, de los sitios en los que esté, todo lo más me pondrán una nota al margen, si la ponen. Nota que no necesitó el párroco del Sagrario en los años cincuenta, cuando mi padre fue a pedirle una recomendación para una casa del Campo de la Verdad y le dijo que no se la daba porque no lo veía normalmente por la iglesia. Era verdad, él iba a otra iglesia, a los Dolores. Este párroco no necesitaba libro ni notas al margen. Estaba en su derecho desde luego, como aquellos que le subastaron la colcha de novia que empeñó mi madre, por no renovar los intereses, y la hicieron llorar por ello (Monte de Piedad o “Impiedad”), pero eran las normas. No sé tampoco si se van a comunicar conmigo para decirme si han modificado algo en los libros, o contestarme a la solicitud. La señora Margarita “Guerra”, perdón Robles, fue la ponente del Supremo que rectificó una sentencia favorable de la Audiencia Nacional, que dijo entre otras lindezas que los Libros de Bautismo no son fichas con datos de carácter personal. Lo importante es que algo hemos avanzado, pues en otras épocas hubieran sido quemados sin lugar a dudas, lo que osaran apostatar. Y para terminar, tanto si responden como si no, estoy satisfecho con haber realizado este acto administrativo.
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