Eremitorio Padre Cristóbal (Foto web Eremitorio)
El día 16 de octubre habíamos estado en Valdejetas, uno de los mejores castañares de Córdoba, por lo menos conocidos por mí. Siempre, cuando con mi amigo Juan Martínez “Juani”, íbamos en bicicleta por lo que entonces eran los caminos vecinales de la sierra, del Lagar de la Cruz a Trassierra, nos llamaba la atención en la zona de Piedrahita los castañares que había. Muchos años después, muchísimos, cuando le alquilamos la finca a Daniel Jiménez, nos maravillamos por los extensos castañares de su finca. La visita a Valdejetas ya la habíamos realizado años atrás, 25 de julio
de 2015, cuando nos hicimos una foto, tres matrimonios, menos el fotografo, que
parecíamos los personajes de los Santos Inocentes de Delibes, en la película
del mismo nombre, y admirado su bien cuidado castañar. El sábado 16 como comento arriba, estuvimos en Valdejetas, siempre hermoso, pero las cuestas nos pasaron factura, concretamente a Conchi, creo que forzamos la maquinaria más de la cuenta.
El Padre Cristóbal (foto web Eremitorio)
Patio del Eremitorio y Capilla V. de Villaviciosa(Foto C. Carnago)
Ese día y como consecuencia de la vuelta, tuvo la gentileza de bajarnos a la carretera desde su finca, José Sotomayor en su coche -cuestión que agradecimos bastante porque Conchi estaba agotada-, nos habló de que los castañares que se secaban, por una poda inadecuada, y nos imaginamos que la falta de agua también será causa. Nos dijo que había que hacerla en un determinado número de años, treinta y algo, si se hacía a destiempo se secaban. Nos comentó que esos castañares estaban sembrados para la utilización de varetas para el vareo de la aceituna, por eso de la configuración circular de la base, y no pudimos hablar más pues el recorrido desde su cancela a la carretera no dio para más. Observar también que en los castañares de Piedrahita hay muchos secos, y en los que estuvimos el domingo 17 del Desierto del Bañuelo, ocurría lo mismo.
Subida a la Ermita
El domingo decidimos ir a ver los castañares de la subida a la Ermita del Padre Cristóbal de Santa Catalina (1632/1690, 52 años), el emeritense fundador del hospital de Jesús Nazareno y de la Orden que los sustenta, en el Desierto del Bañuelo y Eremitorio del mismo nombre. Lo primero fue aparcar en la entrada del camino de Sandúa, para tratar de entrar al camino de la Ermita, pero un candado nos cerraba el paso, la otra vez entramos por la cerca que tenía un hueco por donde pasamos. Decidimos ir al Eremitorio y pedir las llaves pues tenía conocimiento de que a otras personas se la habían dejado. Vuelta al coche y entrada al Desierto del Bañuelo. Llamamos a la campanilla y nos atendió una amable religiosa, más o menos de nuestra quinta. Nos enseñó la capilla de la Virgen de Villaviciosa, y nos dio las llaves. Luego supimos que es la Hna. Leonor y que en este mes había cumplido las bodas de oro en su congregación.
Subida a la Ermita (Foto C. Carnago)
Salimos por la puerta que da al camino de Sandúa, que estaba abierta, vamos sin candado, una vez escuchadas las explicaciones de la Hna. Leonor sobre apertura y cierre de las puertas. Ahora con todas las bendiciones íbamos a poder incluso entrar en la restaurada Ermita del Padre Cristóbal, porque de la original no quedaban sino ínfimos restos. En ese lugar vivió el eremita 6 años en el siglo XVII. Para conocer más sobre la historia del lugar recomiendo entrar en la página web. El camino a la subida de la Ermita es precioso, un bosque en galería en gran parte del mismo, mucho pinar y menos castaños de la última vez, estaban secos bastantes. El suelo tapizado de los erizos protectores y las doradas y otoñales hojas. Dos caballos uno bayo y otro blanco pastaban cómodamente la incipiente hierba fruto de las últimas y escasas aguas, ni se inmutaron a nuestro paso.
Caballos en el camino
Contraluz (Foto C. Carnago)
Castañas (Foto C. Carnago)
Mensajes de amor y paz pintados en las grandes rocas del camino nos dan la bienvenida. La cuesta se las trae. La Ermita está en la cima del cerro de 524 m.s.n.m. que al sur tiene los terrenos de la antigua aldea del Bañuelo, hoy cortijo que ha cerrado el paso el camino 27 de los Lagares simplemente por capricho de su actual propietario, para no perder la costumbre. Al suroeste los del lagar de San Llorente (desaparecido) engullido por una parcelación. Y al noreste los terrenos del Soldado, la Torrecilla y Melgarejo. Rompe el bucólico paisaje, una cutre cerca de plástico verde de una parcela que linda con la Ermita. Accedemos a la misma y comprobamos la estructura del eremitorio. Estimamos que no a imagen y semejanza, de la primitiva del eremita, porque está no estaba en pie, luego esta es como se suponen son las Ermitas de los anacoretas.
Acebo (Foto C. Carnago)
Las primeras setas (Foto C. Carnago)
Un castaño (Foto C. Carnago)
Una habitación con un poyo con un esparto que servía de cama, un gran rosario de cuentas como pelotas de golf, colgado de una pared, tres piedras doradas, decoradas con motivos religiosos en una repisa frontal; una cocina de campo con dos utensilios; cayado, túnica, cruz de madera y sombrero de paja; algunos instrumentos de suplicio para mortificarse, en otra pared. Una mesa con un crucifijo y un libro de oraciones, y hornacinas en la pared con un exiguo ajuar de cocina. Unos troncos cortados a modo de sillas. Un ventanuco junto a la fachada de la puerta. Un cielo raso de varas, y unas vigas de madera soportan el tejado, del que destaca la chimenea del hogar. Unos escasos seis metros cuadrados de planta, a ojo por ciento. Pero si no fuese por un pesado perro de la parcela adyacente, que está sudando la camiseta las veinticuatros horas –no será plantilla-, éste sería el lugar ideal para escuchar el silencio.
Los textos
Más textos en las rocas
La Ermita
Unas cuantas fotografías y a dejar la Ermita como estaba cuando llegamos, todo cerrado. Ahora la bajada es más cómoda aunque sean otros músculos los usados. Mi fascitis plantar había desaparecido casi del todo. No pienso que fuese un milagro del Padre Cristóbal si se me permite la broma, no dudo de la bondad personal del mismo y su vida ejemplar, y su muerte, sucedida por involucrarse en la epidemia de cólera que azotó la Córdoba del siglo XVII. Los obispos no mueren en las epidemias, por lo menos de los primeros, sin embargo los curas y frailes comprometidos con su creencia, sí. Una leyenda para mi seguro, pues el hielo, el naxoprofeno, y la pomada incluidos los estiramientos habrán hecho algo, supongo. En lo que sigue a continuación, para los creyentes seguro existirá una mano divina:
Más textos
El rosario y el esparto
La cocina
“En una ocasión, mientras ora en su ermita, oye un fuerte griterío. Creyendo que es una reyerta entre los trabajadores de la viña, se acerca al lugar. Los hombres le explican su empeño por matar una culebra que ha salido de entre las piedras y parece peligrosa. El Padre Cristóbal les pide que no hagan daño al animal y lo dejen vivir. Conseguido tal permiso con sus palabras, la culebra sale asustada de su escondrijo y, cuando el P. Cristóbal se dirige de nuevo a su ermita, allá le sigue detrás. Desde aquel momento, el animal se refugia de noche en su ermita, y durante el día la vigila delante de la puerta. Por aquellos pagos todos la conocen como “la culebra del P. Cristóbal”.”
Las piedras decoradas
Buenos estas cosas son así, cuando hacía unos trabajos el año 2016, sobre Antonio del Castillo en el Hospital de Jesús Nazareno hable con una amable señora: Independientemente de no ser creyente, le comenté a la señora: -Este hombre debió ser una buena persona. Le dije. -Es que es santo. -me contestó la señora: -La santidad es un título que dan los hombres, como el Nobel, y no tiene para mi valor, le he dicho como el Nobel porque le han dado el de la Paz a asesinos en masa. Me quedo con el título de buena persona que lo dan los de abajo. -le dije yo. Nos pusimos de acuerdo. Me encendió la luz de la cueva para que entrara, y al apagarla siempre se quedaba encendida, nunca la podía apagar por mucho que actuara en el juego de llaves que había en la pared, porque era la del sol que entraba por un pequeño ventanillo. Me regaló, en un proselitismo sano y sincero un boletín informativo que le prometí leer y que he leído, además de dos besos. Lo dicho, buenas personas."
Silicio, sombrero, cruz y cayado
Jarra y plato
La cama de esparto
Creo que con lo expuesto no proceden más comentarios, las personas son buenas o malas independientemente de que crean o no en este o en aquel dios. Saramago lo decía: “No creo en Dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la Historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen los unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en Dios, no lo necesito y además soy buena persona”. Pues el Padre Cristóbal en el lado de los creyentes era una buena persona, seguro. Si ahora existen muchas injusticias y jueces parciales, en el siglo XVII sería un verdadero drama. Yo me considero del montón con muchos defectos, subsanables algunos, eso sí, pero muchos defectos.
La mesa y los libros de oración
El hábito
El techo
Continúo: “Ermitaño en el castañar del Bañuelo, de sus bajadas a Córdoba conoce las miserias del pueblo, y -para no perder la costumbre- el mirar para otro lado de los poderes públicos y la nobleza, le hace decidirse a fundar el Hospital, seis camas tenía en el siglo XVII. Cenotafio porque los restos están un arca en la que fue su celda. He de significar la amabilidad con la que me han atendido la personas que estaban en la iglesia, dos veces estuve y todo fueron facilidades, hasta me permitió una señora entrar en la cueva de sus oraciones.” Pues igual la religiosa que nos atendió y nos dio las llaves, otra buena persona que dedica su vida -hizo este mes cincuenta años de dedicación-, a colaborar con los demás en lo que considera es útil. Nos comentó la Hna. Leonor que la causa de secarse sus castaños, los del Desierto del Bañuelo, le habían dicho que era culpa de los pinos que habían invadido su hábitat, comiéndoles el territorio.
El pequeño jardín (Foto C. Carnago)
Las campanas del Eremitorio daban el segundo aviso de la misa dominical, a celebrar en la recoleta capilla de la Virgen de Villaviciosa, muy de la sierra. Mi abuela Antonia era de Villaviciosa y se llamaba así de segundo apellido, Jurado Villaviciosa, Antonia Bernarda. Luego sé de esta imagen por el sacristán de San Juan de Letrán, de Córdoba, Miguel Serrano (hay otro San Juan de Letrán en Roma), después parece se llevaron la imagen a San Lorenzo, cuando desapareció la parroquia e hicieron pisos. La Hermandad está datada en 1490, año arriba año abajo. Luego no es de ayer es de anteayer o más. Nosotros nos despedimos y partimos para otro lugar donde se celebra el Ángelus al mediodía. La casa de la familia Ramírez/Armesto. Y así se acabó la mañana de un domingo recoleto.
Bibliografía de la Web del Eremitorio y este Blog.
Me encanta ese rincón Paco, aunque no he tenido oportunidad de visitar el interior, de hecho tengo muchas fotos de diversos años del entorno, porque antes me colaba con la bici o por donde esa valla verde tan fea, o por una esquina de la cancela que tenía un solo hilo de alambre aunque recientemente la han reparado.
ResponderEliminarBuen reportaje que he disfrutado, y comparto tu filosofía respecto a religiones y personas, buenas y malas 👍🏼
Muchas gracias Paco ¿Dónde no has estado tú de nuestra sierra? Nosotros entramos una vez por la cancela, cuando se podía. Pero las religiosas son personas muy amables y te dan las llaves subes entras fotografías y ya está. Es un lugar precioso si no te da la tabarra el perro. En cuanto a las religiones no me interesa ninguna, pienso que todas son similares, y ya ves lo que dice Saramago. Un abrazo y espero estés bien con la jubilación, seguro tienes menos tiempo.
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