Del palacio de Barcia
Antes de entrar al trabajo Pascual, Eduardo y yo que pensábamos estábamos fondones -los tres compañeros de trabajo-, salíamos a correr por esas huertas de la entrada del Blog de la Alameda del Obispo. Precisamente por esa cornisa que seguramente la había modelado el río con sus crecidas. Casi llegábamos a la Huerta de los Ríos, por lo menos el camino acababa en la carretera de Casillas, huerta que a mí me recordaba las almezas de niño y la aventura que significaba ir desde la Mezquita a por almezas tan lejos. Casi cuatro kilómetros y otros tantos de vuelta.
Las huertas en el siglo XIX
Las huertas en el vuelo de los americanos
Eduardo nos daba a Pascual y a mí, y él se comía otro, un altramuz, porque decía que un altramuz en ayunas era muy bueno para adelgazar. Aquella ingestión daba pie a empezar la mañana con un chiste, por el nombre popular del altramuz. Yo intuía por ser más lector de temas científicos que ellos, que era un cuento chino, pero que más me daba si Eduardo lo pensaba así. Pascual que era un presumido, hizo unos juegos atléticos que le hicieron caer de espaldas en el suelo, se había escurrido con unas hierbas. Aparentemente no se adoleció de mucho, y siguió como si nada haciendo boxeo de salón sin espejo. Todo quedó ahí.
Vuelo interministerial de 1977
Vuelo de 2010
Eduardo era novio de Mari Pepi, y Pascual de Manoli, ellos y otras parejas más nos reuníamos en nuestra casa, la de Conchi y mía, porque nosotros fuimos los primeros en casarnos, en tener casa propia. Aquello era como la fonda de todos. Los fines de semana dábamos cuenta de los pollos del Kikiriki de la Avd. de Barcelona, Muhammad Iqbal para ser más exactos. Tenían cada uno en nuestra casa hasta su vaso para el wiski del final. Me acuerdo del vaso de Pascual ponía en letras blancas un nombre de whisky “Dewar's White Label”. Voy a salto de mata con la cronología de las cosas que salta de atrás a delante, o viceversa, sin miramientos haciendo lo que llaman flashback.
Antiguo laberinto
Mari Pepi en mi casa estaba embarazada, en la calle no. En casa era donde se quitaba todos los artilugios que llevaba oprimiéndole la barriga, para que sus padres no notaran que estaba creciéndole. Allí era libre sin tener que ocultar nada. Al final se casaron y nació un niño muy guapo por cierto. Luego la fatalidad hizo que un camión dando marcha atrás dentro de un solar derribara una pared y el niño que iba con un familiar por la acera murió debajo de los escombros. Un verdadero drama que nos hizo a todos polvo.
Dentro del laberinto
Pascual ya llevaba tiempo con problemas de salud, un médico que teníamos ambos, que murió muy joven, me dijo un día contestándome a mis preguntas siempre pesadas y comprometidas, que tenía cáncer, no fue tan claro por aquello del secreto profesional pero se intuía. A mí no hay quien me quite que el tumor empezó con el golpe de la caída tonta, en el camino de la cornisa de las huertas. Siempre pensé eso, ese golpe desencadeno algo. Ahora otro flashback o analepsis en castellano.
Parte de los muros gordos del Maimón
Pascual me había contado que su padre le había obligado a hacerse un análisis de sangre porque tenía metido en la cabeza que no era su hijo. Como si eso se pudiera averiguar así, pero la celotipia alcohólica que tenía diagnosticada, por su afición al vino –nos sabemos que era antes si el huevo o la gallina- le hacían sospechar de la fidelidad de su mujer. Los alcohólicos al sufrir de impotencia piensan, si yo no puedo hacer nada con mi mujer, ésta se buscará otro. Luego se descubrió que era verdad, el hombre sabía más de la cuenta, era borrachín pero no tonto. Pascual era hijo de su mujer y un vecino vivo que le pilló a la señora uno o varios momentos débiles.
Más sobre los muros
Eduardo llevaba semanalmente a Pascual en un seiscientos a Sevilla al tratamiento de la quimioterapia, o radio no lo recuerdo bien. Aguantó el tiempo reglamentario hasta casarse con Manoli. Pasaron unas semanas después de la boda, pocas. Cierto día Manoli apareció en mi casa diciéndome que Pascual quería verme -ya apenas se levantaba de la cama, la morfina lo tenía muy cansado-, porque quería despedirse de mí, ya que pensaba que esa noche se moriría. Allí que fui y estuve con él tratando de convencerlo, de que la medicación le creaba ciertos delirios, me decía que habían venido a visitarlo varias veces unos personajes a avisarle de que se moriría pronto, fue una situación compleja. Nos dimos un abrazo y le dije que me tenía que marchar, nos despedimos y esa misma noche murió.
Del antiguo palacio de Barcia
Todas esas cosas las fui pensando por el Camino de las Huertas, porque todas esas cosas forman parte de ese extraño e incontrolado almacén del subconsciente, recuerdos que se van enlazando, o entrelazando, en una maraña de esas historias que nadie escribe, y que se queda solo en eso, en recuerdos personales. Luego el tiempo y otras circunstancias me hizo conocer a su hermanastra, es una excelente persona, mujer y madre, yo sabía que eran hermanos, el parentesco es hermanastros pero suena mal. Con toda la confianza del mundo, me dijo; -Paco te tengo que contar una cosa de Pascual, porque sé que era muy amigo tuyo. Y yo le dije: -¿Te la cuento yo? Coincidimos. A ella le pareció raro que yo lo supiera, pero es que un cabo de aquí y otro de allí te hace hilvanar cosas, que no te interesan pero que están ahí.
Detalle de los muros
Manoli lo pasó muy mal con el fallecimiento de Pascual, muy mal. Él en el fondo no se merecía la entrega de esa mujer, por lo menos es lo que pensaba yo. Todos los días era una visita al cementerio, aunque cayeran chuzos de punta. Luego la vida arregla las cosas, conoció a otra persona, se volvió a casar y tiene ahora una familia maravillosa, me consta y me alegra mucho. De Eduardo hace mucho tiempo no sé de él, era un tipo muy especial, vivimos alguna que otra anécdota berlanguiana, pero no es el momento, ya que todo se centra en un recuerdo motivado por un paseo de amigos, con altramuz previo por las antiguas huertas de los alrededores del Palacio de las fiestas del Obispo Barcia, por aquello de que la jodienda no tienen enmienda.
Fotografías del autor y planos de Internet
Bibliografía cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
2 comentarios :
Pues aunque tú digas que no le interesa a nadie, a mi me ha parecido una de tus mejores entradas del blog, casi un relato corto...muy bien relatado
Un saludo!
Paco que bien me tratas siempre, cuando las cosas salen del corazón salen bien, son gente que has querido, que no se te pueden olvidar, aunque tengamos todos algo porque callar, aquello famoso de la primera piedra, por eso siempre hay un mucho de autocensura, de medir hasta dónde llegar. Pero son cosas tan reales, una mujer que tuviera que estar fajada hasta parir, por unos padres anticuados, y la desgracia después como les atacó, se cebó con ellos. Casi medio siglo si no más, ya está todo prescrito. Y la conversación con mi amigo despidiéndose de mi y contándome quien le había dicho que se tenía que ir, que yo no creí desde luego, pero el creía sin lugar a dudas. En fin muchas gracias. Un abrazo y muchas gracias por tu comprensión.
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