Vista del Museo Rodín desde el norte
Después de haber subido a la Torre Eiffel nos sentamos en el césped del Campo de Marte. Todo es grande en París. Por un lado y debajo de la Torre veíamos el Palacio de Chaillot, desde su terraza, la vista de la Torre es impresionante. Esa terraza que hemos visto en las películas al nazi de Hitler mirar la conquista de París. Pues como decía echados en el césped del Campo de Marte se nos acerca un Sr. y nos dice -Si vous plait ¿son de Córdoba? Nos miramos asombrados y le dijimos al ciudadano que preguntó: -¡Siii! Leche, que alegría y ¿cómo lo sabe usted? ¿En que se nos nota? -Bueno –contestó- el acento es inconfundible, y la verdad es que yo voy todos los años a La Carlota, y son muchos ya.
La escuela militar
Los Inválidos
-Pues no sabe la alegría que nos ha dado señor, muchas gracias. –Que disfruten me tengo que marchar me llaman del autobús, mucho gusto. –Muchas gracias, adios. Y se marchó el buen señor. Nosotros nos levantamos al poco rato y enfilamos el Campo de Marte hacia la Escuela Militar con la estatua ecuestre del Mariscal Joseph Joffre. Son inmensos los edificios, increíblemente inmensos. Y esta zona que es de grandes espacios abiertos lucen más. Giramos a la izquierda por la Avenida de Tourville y la dorada cúpula de los Inválidos brilló con el sol del atardecer. Ahora el Boulevard de los Inválidos buscando la salida al Sena.
Detalle de la Puerta del Infierno
La puerta del Infierno
A la derecha la Rue de Varenne y el Museo Rodin, había que verlo, era por la tarde y nadie nos dijo nada al entrar, hace muchos años, lo menos un cuarto de siglo. Entramos sin pagar nada, olímpicamente, en el patio, a la izquierda, estaba la maravillosa Puerta del Infierno, nos ensimismamos en ella y delante del edificio central a la izquierda también, los Tres Hombres y a la derecha el Pensador con su preocupación manifiesta. No se podía pasar al edificio central, estaba pendiente el cierre, le dimos la vuelta y un hermoso jardín se nos presentaba hacia el sur, nos paramos y cuando acordamos habían cerrado, vamos las puertas estaban ya cerradas: -¡¡Ne pas fermer, ne pas fermer, si vous plait ¡¡"y nos la tuvo que abrir el personal. Nos dijo lo que fuera en un chaval joven empleado del museo.
Los tres hombres
El pensador
Nosotros pensamos lo del dicho: “Arte diabólico es, pues para hablar el gabacho un Fidalgo en Portugal, llega a viejo y lo habla mal, y aquí lo habla un muchacho”. No sería muy agradable lo que nos dijo, pero pudimos salir, menos mal sin problemas. Luego un barrio de embajadas de todo el mundo. Seguimos la larguísima Rue de Bourgogne, hoteles de lujo y famosos comercios conocidos, nos llevó a la Plaza del Palacio del Borbón (hasta aquí pensamos, claro son oriundos, luego al final se hacen de Bermudas), espaldas de la Asamblea Nacional. Ahora el Sena majestuoso, un ejemplo de río integrado en la ciudad. Vuelta a mirar el frontal neoclásico de la Asamblea Nacional, desde el puente de la Concordia.
La Asamblea Nacional
La plaza de la Concordia
Ahora no había problema, estábamos delante del obelisco que se trajeron de Egipto. Jardín de las Tullerías a la derecha y Avenida de los Campos Elíseos a la izquierda, con el arco del Triunfo que enmarcaba el lejano de la Defense. Nosotros íbamos a cenar esa noche a un restaurante coqueto de la Rue Rivoli. Pedíamos el Menú del Día, y cuando decían de beber siempre decíamos: -Eau de robinet (del grifo) o fraiche (fresca), porque si pedías algo de beber te cobraban más que el propio menú del día. Entonces pagábamos en francos, no existía el euro. Tenía un traductor electrónico que ponía la frase y me daba la traducción. Pero si había pegas, mímicas de jarra y giro de muñeca como de grifo.
El hotel
La torre de Montparnasse
La “grandeur française” es cierta, negarla es una verdadera tontería, París es una ciudad maravillosa, y su agua magnifica, la del “grifé”. Eso sí para entrar al servicio tienes que pasar por taquilla. Fue un momento complicado político de atentados, que en ocasiones parecía una ciudad tomada por el ejército y la policía. Pero no tuvimos ningún problema ni en el transporte ni andando por la calle de día y de noche. Pudo ser suerte desde luego. Luego había que volver al Hotel Montparnasse, frente al rascacielos negro con las Galerías Lafayette debajo y lo haríamos en el metro y andando. Los hoteles son peores que en España a igual número de estrellas, salvo que sea de super lujo, ahí no hay grandeur que valga. En el nuestro daban unas instrucciones para pasar al otro lado de la cama y la ducha era un tubular. Por lo menos no nos quedamos a dormir dentro del Museo Rodin.
Fotografías de Google e Internet
Bibliografia del recuerdo personal.
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