Cartel de la Exposición
Si algo se puede decir de este artista cordobés, nacido en Peñarroya, es principalmente que es un artista plenamente comprometido, su obra variada, como las de los hombres del Renacimiento, escultura, cerámica, pintura, vidriera, etc. encierra en sí misma una constante denuncia, de todo lo denunciable de la sociedad, que es mucho desde luego. Es un artista además forjado a sí mismo.
Cuando recuerdo su bonita casa de Muñoz Capilla (ahora la llaman Azul), con un precioso patio que allí está aún, con reminiscencias de Gaudí, Dalí, Picasso, y las vanguardias, por lo menos a mí me lo parecían y la presencia de todo aquello que pudo configurar un Museo de la ciudad y no lo fue, siento algo de nostalgia y pena. La primera vez que entré en esa casa me impactó.
Los datos de la Web del Ateneo se entremezclan con los Cordobapedia, no sé si una bebe de la otra o la otra de la una, pero es igual, la semblanza es muy similar. Dicen ambas que ve la luz en Peñarroya en 1944, un 27 de abril, la cruel guerra y los desmanes fascistas lo dejan huérfano de padre. Aún no conoce el paradero de los restos de su padre, que fue uno de los represaliados de la guerra incivil, una vez terminada.
Represaliados, mejor dicho asesinados, que llegaron a la cruel cifra de 50.000 seres humanos, después de la guerra de trincheras de tres años, en la que murieron cientos de miles, que se dice muy pronto, para que ahora nos vengan con otras historias. El fascismo y muchos que después se hicieron demócratas, participaron después de la guerra incivil de la eliminación sistemática de 50.000 personas que se sepa. Estos fueron asesinatos oficiales bendecidos por la autoridad eclesiástica.
Con tres años, el año de la explosión de Cádiz y la muerte de Manolete, 1947, es un niño de la Casa Cuna de San Jacinto, antiguo Hospital de San Sebastián, ese que vio morir a Ambrosio de Morales. Con diez años, aprueba ingreso y primero en la Escuela de artes y Oficios de Córdoba, y se dispone a cursar sus estudios de dibujo, pintura y escultura que duraron siete años.
Con ese bagaje intelectual y artístico marcha a distintos países de Centroeuropa y con treinta y dos años vuelve. Allá por 1976 se instala definitivamente en Córdoba. Cinco años después en 1981 expone individualmente en la Caja Provincial de Ahorros, la que fue su puesta de largo.
Luego ha expuesto en muchos lugares de la geografía patria. Madrid, Zaragoza, Valencia y Granada. No hay que entrar en consideraciones más allá de lo que significa la reseña de la persona, del artista, del amigo, pero hay que decirlo la vida no ha tratado bien a Salvador, aunque mi satisfacción personal es haberlo visto muy bien después de unos años. A la vejez viruelas, está físicamente, de aspecto, mejor que antes
Quedó viudo joven con hijos, y trató de seguir adelante, pero más palos le puso la vida en las ruedas. Son muchos los años que conozco a Salvador Morera, casi treinta, años de contacto personal, antes era para mí solo un artista. Luego lo conocí algo más. Tuve el honor de representar al Ayuntamiento de Córdoba en, creo recordar 1992, en Zaragoza, en el acto de inauguración de su tercera exposición individual, todo un éxito.
Mi cercanía con él vino porque allí en Zaragoza, en su ayuntamiento, estaba Acacio Gómez amigo, fallecido joven, de Montemayor, criado en Peñarroya, por culpa del destierro de su padre -por el régimen del aquel cruel general bajito-, a aquellos lares mineros. Luego pudieron buscarse la vida en Zaragoza.
Eso me permitió conocer a otro hermano, Gabriel Gómez, buena persona donde las haya, con el que me une una entrañable y saludable amistad. Pero la cosa no va de mis recuerdos, aunque estén relacionados con el artista, sino con la alegría de haber coincidido con él, y haberlo visto pletórico, como siempre sin perder el ánimo. Y como me lo corroboró Carmen su hija.
Tuvo taller cerca de mi casa, en la calle Sagunto, casa que tuvo que vender y ahora, creo que su taller está en la cuesta de San Cayetano, dentro del compás. Su obra impacta, todos ella tiene la constante de llamar la atención sobre un hecho de la vida cotidiana. Cubismo, surrealismo... en suma “moreraismo”. Su estilo peculiar de esculturas de hierro forjado podemos verlas por distintas plazas de la ciudad y la provincia. Sus cerámicas adornan también otras plazas.
Un precioso mural que simbolizaba el escudo de Córdoba estuvo en la pared del ayuntamiento y desapareció como por arte de magia, y se supone estaba inventariado. Es una obra de arte perdida. Otra de sus facetas fue trabajar la vidriera. Llamativa la del restaurante La Almudaina en uno de sus salones, o la del marcado Sánchez Peña.
Músicos Callejeros |
Intentó ayudarse con un establecimiento de bebidas, el café Lindaraja, que pretendía ser un moderno café Gijón, por lo menos a mí me lo pareció, pues ya tenía experiencia en los debates de su casa de Muñoz Capilla, y no cuajó. El nombre como el patio de la Alhambra, contiguo al de la Reja, con su mirador y fuente de piedra de Sierra Elvira.
Nos hicimos un “selfie”. Después bajé a mi barrio de la Judería, a la calle de Manríquez, Centro de Arte Rafael Boti, -barrio que no lo conoce ni la madre que lo parió todo un zoco-, donde en el patio de entrada está una de sus vidrieras, la llamada “Adán y Eva en el paraíso” y arriba, en el primer piso del funcional y hermoso edificio, sus pinturas y cerámicas.
Llamativo el homenaje a las “Catorce Rosas”, esas a las que le ha dado la gana vituperar al facherío, y que según el artista son catorce por otra compañera que el fascismo fusiló después, pero pertenecía al mismo grupo, en ese alarde nunca comprendido de matar en nombre de la patria, de eliminar todo lo que le estorbaba. Las catorce rosas están arropadas por otras cien mujeres más.
También están sus amores, y sus artísticas cerámicas. Toda una retrospectiva de su amplía obra aunque mucha de ella está en colecciones particulares. En la calle, las esculturas Homenaje a la Paz, de Córdoba y Peñarroya, a la Paz del Sur y de Andalucía, el homenaje a los maestros, el mural cerámico del cante jondo con cantaor y guitarrista en escultura de hierro. El bonito mural cerámico del escudo de Córdoba, fatalmente desaparecido.
Dice en el folleto José Ignacio Pérez Peinado:
“La producción de Salvador Morera se transforma tempranamente en océano inmenso desde el momento en que se manifiesta en prisma de múltiples caras: la pintura y el dibujo, la cerámica y las vidrieras, la escultura y la forja. Temática sin límites y procedimientos multiformes para configurar un lenguaje adecuado que, a través del pincel y del color, del horno y del plomo, de los electrodos y del acero consigue expresar con plenitud.
A quienes lo quieran tachar de surrealista hay que decirles que es más certeramente el visionario que no acepta lo que aparentemente se capta con la primera mirada. Su visión crítica se dirige hacia la luz y las sombras de la vida. Con su pincel filma un repertorio de imágenes cuyo rostro aparece recubierto de máscara, o de antifaz, o de cristales opacos. Un mundo extraño de falsos dioses que tienen miedo a ser descubiertos y se disfrazan para no ser identificados.
Salvador Morera se muestra como el ser desgarrado que lucha entre la utopía y la realidad. Que no acepta la mediocridad y quiere convertir en lucidez lo que se llama enajenación. Es el viejo profeta que media entre lo sagrado y los hombres y ofrece sustituir el adorado lirio de san José por la visión levantisca de un cardo donde sólo florecen las espinas.”
Notas de Prensa
Fotografías y vídeos del autor y de la exposición
Bibliografía de la Web del Ateneo y Cordobapedia
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