martes, 5 de febrero de 2019

LOS RESTOS DE MI BISABUELA ANTONIA CARRERAS BELLERIN

Necro composición fotográfica de Cordópolis

Ayer por la mañana, con un frío invernal como es lógico, estuve viendo los trabajos de excavación de las fosas de la Memoria Histórica en el Cementerio de la Salud. He de decir que, por el contrario a lo publicado en Cordópolis referido a un comentario de un afectado, el tratamiento de los trabajos por el personal que los está efectuando es exquisito. Por mucha sensibilidad que tengan siempre será poca para los afectados, es verdad, pero es que están trabajando en condiciones pésimas con este frío, sumado al agua de días pasados. Creo que debemos dejar de ser algunos “tiquismiquis”, porque esos restos llevan ahí tirados, la mayoría en una fosa común muchos años. No me pareció oportuno hacer fotos por eso utilizo las publicadas en el medio cordobés citado, uno de los medios que consulto todas las mañanas.

Aérea del lugar de la fosa y cuadro de Santa María

Restos de la fosa (Foto Cordópolis)

Cuando estuve haciendo mi árbol genealógico familiar, hace unos años, descubrí que mi bisabuela Antonia Carreras estaba, desde el 15 de abril de 1931, en el Cuadro de Santa María, había encontrado un fotografía que guardaba una prima, había localizado después de mucho buscar en los microfilms del AMC, el lugar de su enterramiento, y fui a verlo. Cuando llegué descubrí que, en su lugar había otra persona. Pregunté en la oficina y me dijeron que la habían 'trasladado' –es el eufemismo- a la fosa común. La realidad cruda es que son tirados los despojos o restos, con más o menos delicadeza. Y más realidad es, que si no pagas te tiran a una zanja, por el puto dinero siempre. Por eso cuando cumplió mi madre y mi tío Fernando, y ante la inhumanidad de su “querida esposa” Maruja, de no querer pagar para sacarlo y evitar la zanja, decidí hacerlo yo, y así lo hice, no sin una pequeña problemática administrativa, guardando sus restos después en el columbario familiar, con sus padres y los míos, “ad eternum”.

Profesionales en el tajo (Foto Cordópolis)

Plano Cecosan Sta. María y lugar fosa actual

Mi bisabuela Antonia Carreras Bellerín, nació un 28 de octubre de 1860, en el barrio de Santa Marina, parroquia donde fue bautizada. Falleció el 15 de abril de 1931, en Carbonell y Morand 30. Sólo fue un día oficialmente republicana. Sus padres; Juan Carreras Enríquez y Josefa Bellerín Obrero, mis tatarabuelos. Sus abuelos paternos: Juan Carreras y Rafaela Enríquez. Maternos: José Bellerín y María Obrero, mis tastatarabuelos, que es la nomenclatura de parentesco que los representa, nacidos a primeros del siglo XIX y alguno a finales del XVIII. Luego Antonia acabó en una bovedilla del cuadro de Santa María que es el que cierra el Cementerio de la Salud -otro eufemismo, este gracioso, como lo de la Once en Vista Alegre y los Ex Alcohólicos en los Olivos Borrachos-, por el oeste, bovedillas que por detrás, por el campo entonces, sintieron los impactos de fusilamientos en los criminales años del inicio de la “negra paz”, que ahora unos nostálgicos, o muchos, quieren blanquear con cal negra también. 

Mi bisabuela Antonia

Mi primo Rafael Torrero 

Agujeros de balas que de niños, nos llevaba el más listo de la pandilla a verlos, porque aún en mi infancia estaban todavía allí los desconchones. El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República, mi primo Rafael Torrero -hoy fallecido-, estaba sentado en las rodillas de su abuela –como me contó-, en el patio de su casa de Carbonell y Morand, 30, cuando la gente expresaba su alegría por la calle Alfonso XIII, ellos sintieron el jaleo y el niño por la curiosidad infantil, bajó desde Carbonell y Morand, frente al Bailío que era donde estaba la casa de Antonia, a ver la manifestación de gozo de un pueblo por haber echado de este país a un Borbón putero y vividor, y haberse abierto un horizonte de esperanza que casi siempre no es para los pueblos llanos. 

Libro necrológicas del AMC

Dirección fecha y ubicación en el cementerio

Genealógico

Al día siguiente, Antonia murió, con 70 años, como figura en el libro de Necrológicas, estuvo unos años en una bovedilla, del cuadro de Santa María del Cementerio de la Salud, pasados los cuales y como ningún familiar se acordó de renovar, o no tuvo dinero para ello, fue sacada y tirada, como era normal, porque el trato no era exquisito como el de los actuales arqueólogos, a una fosa común, la que ahora excavan los profesionales con exquisitez. De los asesinados en la incivil guerra y cruel, cuando los tiraron a la fosa, podía incluso haber dado la criminal casualidad, que alguno estuviese aún con vida, otras cosas hay más lejos. Hay muchos casos datados de personas que han podido salvarse de la muerte al haber sido dados por fallecidos en los fusilamientos. Así que en la fosa común que están excavando los profesionales con exquisitez, toda la que permite el penoso trabajo que realizan, están también los restos de mi bisabuela Antonia Carreras Bellerín

Fotos del autor y Cordópolis
Bibliografía de Cordópolis

2 comentarios :

PATXI GUERRIKABEITIA dijo...

Buenas tardes, amigos. Paco, magnifica y doloroso relato. Jodido dinero. Ya se sabe; “Ante Dios y el dinero, lo segundo es lo primero” yo pasaba cuatro veces todo los días por la puerta del Cementerio de la Salud. Pasaba porque estaba en el Instituto Seneca.
Como estaba muy cerca de dicho Centro, un profesor nos llevó un día a verlo por dentro.
Terminada la visita nos preguntó que era lo que habíamos visto. Uno tras otro fuimos relatando las tumbas de los famosos. Como según él no habíamos reparado en uno de los detalles de las visita, ya lo podía a ver dicho, volvimos a entrar, no sin antes habernos dicho que mirásemos las fechas de defunción y años de nacimiento de los finados.
Fimos mirando y según íbamos pasado de la parte antigua a la más moderna la gente había muerto más viejos. Esto fue una magnifica lección del progreso de la salud. El recorrido habría sido muy bueno, si al pasar por donde estaban unos hombres ataviados con monos azules que habían abierto un nicho, digo nicho, porque el hecho hubiese sido impensable en una tumba. Habían sacado un ataúd y de él el cadáver por la ropa era un hombre. Lo metieron dentro de un saco y lo pisotearon, supongo que para reducir el volumen y se lo llevaron.
Seria por la edad, tenía 13 o 14 años, pero ha sido la escena más desagradable que he visto, y eso que por mi trabajo, lamentablemente he visto demasiados arroyamientos con fatales consecuencias. Así que no hay nada mejor que la incineración, sin caja para que no tanguen a la familia. Un abrazo

Paco Muñoz dijo...

Muchas gracias Paco. Interesante reflexión del profesor sobre el progreso de la salud. Y en cuanto al espectáculo, es su trabajo, y seguramente eso serían ya restos para la zanja. Yo lo viví con mi madre pero claro en presencia de los familiares se limitaron a introducir lo que quedaba en una caja de cartón para la incineración de los restos. La realidad es que es trabajo se las trae.
Un abrazo.