Cartel anunciador
El marco de la casa árabe
de Córdoba, en lo que fue la Casa Mudéjar y en su día Museo Arqueológico, es
incomparable. La paz que se respira en sus patios escalonados, tanto en el mudéjar
como en el andalusí, es maravillosa. La temperatura, el olor del azahar, el
sonido cadencioso de sus fuentes, configura una melodía en tres dimensiones que
se sale de lo habitual. Necesaria sin duda, después de ver el criminal atentado
a los Derechos Humanos que se está cometiendo con el pueblo sirio.
El ajedrez
de la estrategia internacional del capitalismo, ha colocado a Siria en
intención de darle jaque mate, pero en realidad quienes lo están sufriendo son
las miles de familias, desplazadas, obligadas a errar (verbo intransitivo)
llamando a la puertas de la "democrática" y miserable Europa (que ha llenado el mundo de sus emigrantes y refugiados), sin que
a sus dirigentes hipócritas, se les mueva un ápice sus conciencias, si es que las tienen.
Como decía después de ver
las fotografías, en la exposición Wa Habibi (*) de la comprometida fotógrafa con causas semi perdidas Carole
Alfarah, de que se te haga un nudo en la garganta, pensando que lo mismo
pueden verse en esa tesitura tus hijos y tus nietos, pero que lamentablemente
les ha tocado a ellos, es necesario salir y sentarse en el poyete del patio del
pozo y la palmera y dejar que te embargue el olor, y sobre todo la paz que allí
se respira.
El patio de desintoxicación
Cuando ves los rasgos de
Carole, o de cualquier sirio, reconoces en ellos los rasgos de los
andaluces, bueno de los descendientes de aquellos altivos y orgullosos sirios, familiares de los omeyas, que trajeron a esta tierra la modernidad y las artes, en una oscura edad media. Para mí
estamos más cerca de estos mediterráneos, que de los pueblos del norte, que también
dejaron por aquí descendencia.
Dice
Carole:
"Mi nombre es Carole Alfarah. Nací en Damasco y
he vivido allí desde julio de 1981 hasta diciembre de 2012. Inicié mi carrera
en 2008 como fotógrafa editorial y documental independiente, una profesión poco
común entre las mujeres de la sociedad siria. He orientado mi interés y
dedicación a contar historias de hombres y mujeres marginados en mi país.
Escogí el papel de mensajera con el fin de difundir la voz de personas y temas
silenciados. Cuando estalló la guerra en Siria, no cambié mi posición y
permanecí del lado de la gente. De aquellos que quedaron atrapados en la sombra
de la guerra. víctimas silenciosas que se negaron a formar parte de su
brutalidad. Gente como yo, que detesta la violencia. Hice lo que pude para
mantenerme fuerte, pero la guerra fue más fuerte que yo.
La violencia demencial me obligó a abandonar Siria
con mi familia. Fue en la Navidad de 2012; nuestro destino era Barcelona,
España. Sólo me trasladé físicamente. Mi alma, mis pensamientos, mi corazón y
espíritu se quedaron en Siria. Desde que salí de mi tierra, he regresado varias
veces por encargo de medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales
internacionales, hasta mi último viaje en octubre de 2015. En cada visita a
Siria, vi cómo cambiaba el rostro de mi país hasta que fui incapaz de
reconocerlo Éste fue el sentimiento más difícil de aceptar.
Pero soy fotógrafa, la cámara es mi única
herramienta, ml voz. Por ello he estado documentando la vida durante la guerra,
las huellas que dejan los combates, los supervivientes mudos, la silenciosa
muerte, los lugares: nuestros hogares, calles, ciudades... Nuestro presente
herido y nuestro pasado destruido. Debido a la enorme pérdida causada por el
conflicto en Siria, decid¡ reservar y proteger lo que he presenciado para
conservarlo en un proyecto en forma de memoria impresa, la memoria de una
vergüenza histórica que debe permanecer viva para siempre. Esta exposición
invita al público a identificarse con las experiencias de hombres y mujeres que
fueron obligados a sobrevivir y perder una guerra que no eligieron."
"El
6 de enero de 2012, temprano, una enorme explosión sacudió el corazón de
Damasco. El ruido se oyó en toda la ciudad. BOOM. Es un sonido que se produce
de repente, luí sonido terrorífico, ensordecedor, que corta la respiración. Le
siguen el miedo, la confusión, el pánico. Cuando llegue, encontré una escena
dantesca: cadáveres, restos humanos, charcos de sangre... El olor era
espantoso: el hedor de los cuerpos y coches calcinados, de los explosivos.
Fotografié la sangre en el suelo sin saber a quién pertenecía. Era de un rojo
intenso. Lo peor es que alguien había tirado una colilla ¿Es que nuestra sangre ha perdido su valor? (... )
Fui
al edificio de al lado para tomar una vista general desde la azotea. En el
portal, me encontré con una mujer joven cubierta de hollín. Al dirigir la
cámara hacia ella, pronunció mi nombre. Era mi amiga Zeina. Me abalancé para
abrazarla y se puso a llorar. Me dijo "tengo miedo, Carole". Pensé en
lo que había estado a punto de hacer ¿Es ético fotografiar a las personas en
una situación tan extrema, cuando lo han perdido todo y solo les queda su
dignidad? Horas después de la explosión, los habitantes de la ciudad intentaron
retomar sus quehaceres cotidianos. Pese al intento de continuar con sus vidas,
los hogares de todo Damasco estaban heridos y lloraban en silencio."
"Consecuencias del conflicto en curso desde
marzo de 2011:
- 13,5 millones de personas necesitadas de asistencia humanitaria
- 6,6 millones de desplazados internos
- 4,8 millones de refugiados registrados
- 1 millón de solicitudes de asilo en Europa
- 470.000 muertes estimadas según el Centro Sirio para la Investigación Política.
- La mitad de los niños sirios han perdido el acceso a la educación
- 400.000 hogares han sido completamente destruidos
- La esperanza de vida en Siria se ha reducido más de 20 años
Sacos terreros para ver la proyección
Libro de denuncia
No hacen falta pies de foto,
las imágenes lo dicen todo.
(*) Traduzco Wa Habibi por "Si mi amor."
(*) Traduzco Wa Habibi por "Si mi amor."
Fotos del autor de la exposición
Texto de la exposición y web de la fotógrafa.
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