Tracker de la ruta, el tramo sin salida es una inclusión arroyo santo Domingo arriba
Es materialmente imposible hacerle sombra a las didácticas descripciones de la ruta circular, del Sendero Local, SL-A92, Salesas-Sto. Domingo, que hace el Patronato Municipal de Deportes, publicada también en la página de Senderos Locales de la federación Andaluza de Montañismo, o la romántica del Club Senderista "Deaquípalla", aderezada de múltiples y hermosas fotografías, o la de la Plataforma A Desalambrar, más técnica.
Sólo se puede optar a complementarla y a actualizar pequeños detalles de la misma, y esto es lo que se pretende con esta descripción personal modesta y simple, como se podrá comprobar si la comparamos con alguna de las primeras. Por lo tanto vaya por delante mi respeto y admiración para todos los trabajos citados.
Es curioso citar que, la mencionada ruta comienza en una institución religiosa, tiene su punto de retorno en otra, y pasa por un mirador dedicado a un santo, porque lo era simplemente por su putativez, un arroyo dedicado a otro, y un monte a otro más, y seguro que me dejo lugares, como el nombre del alguna calle, de la urbanización del santuario -que sus primitivos propietarios, los frailes, consideraban lugar enfermizo según D. Teodomiro-, o cualquier otro sitio.
Luego en otro sitio me quejo de la dedicación santera de Ávila, y me paro a considerar lo difícil que será transformar un estado controlado por una ideología religiosa hasta la saciedad, en un lógico y natural estado laico respetuoso con todas, no anti una determinada, como en un alarde victimista -como siempre a lo largo de la historia ha hecho-, quiere esa una hacerle creer a la sociedad que es el laicismo. El laicismo es respeto e igualdad, pero cada ideología en su casa, y "dios en la de todos".
Llevo unos días andurreando la zona de la Palomera, y cada vez que uno escarba en cualquier sitio, se da cuenta de la riqueza en matices de los distintos lugares. Echo de menos tener una capacidad, cuando menos elemental, en conocimiento de la fauna vegetal, porque la variedad es notoria y la ruta podría ser una tesis sobre de esas formas de vida. O de la mineral que nos señala como se han formado esas montañas y la riqueza que atesoran.
A una escala pequeña, comparado con las fuerzas de la tierra que crearon cursos de agua, y barrancos, etc. podemos ver los que hacen pequeños torrentes y como esculpen en la tierra grietas profundas. Como modifican caminos a la media de las necesidades de la naturaleza. Y como colonizan vegetalmente zonas con otras especies, que llegaron por casualidad a estas latitudes.
Comenzamos al lado de la Carretera de Obejo, como dije en el camino que empieza en la esquina del chalet, de la Avenida San José de Calasanz (el mismo santo del mirador), llamado La Romería. Ahora todo está seco y los dorados del cereal silvestre, y otros ocres, son los colores predominantes. Bajamos a la orilla del arroyo de la Palomera, que baja como el ojo de un tuerto. Dejamos a la derecha la alberca y la noria que no está. Lo vadeamos (es un decir), mirando los tres sillares de canto.
Le dedicamos una mirada a la hermosa higuera del margen derecho, e iniciamos la subida descarnada, ancha de lo que en los planos topográficos del siglo XIX llaman camino de los Santos Pintados, o de Coches de Santo Domingo. Olivos que parece nadie recoge, nos acompañan un rato de la subida. Pinar, encinar, monte bajo, jara, lentisco, algún perdido madroñal.
Ahora podemos optar por el camino matriz, ancho y teóricamente cómodo, o seguir un poco más para subir por una trocha, hasta enlazar nuevamente por el citado. Yo hago lo segundo y subo por la trocha. Vuelvo a considerar la poca importancia personal que le he dado al mirador, al comprobar que hay otros puntos muchos más atractivos, paisajísticamente hablando.
Casi todo el camino vamos por terrenos de la Palomera Alta, Baja o Palomera a secas, según los datos catastrales actuales, sin que esto quiera decir que son de la misma propiedad, sólo es la nomenclatura catastral. Lindamos tímidamente con los de San Pablo (otro santo), para luego con los de Santo Domingo (otro más). Dos pinos, uno mayor que otro, nos señalan la curva a derecha para introducirnos en el pinar espeso.
Ahora se nos aparece una mesa, como la citadas en otras entradas, del terreno de fondo marino levantado en el que estamos, en esta ocasión sembrada de olivar y tapizado éste de dorados suelos. Dejamos el cortijo a la izquierda (estos cortijos son ya casa de segunda residencia o chalets), que ya no cumplen la misión de antaño.
Ahora el asfalto y la corte de guardianes eventuales, fuera de plantilla, que cumplen sobradamente su misión de asustar al caminante, por un miserable plato de agua y sobras del carnicero posiblemente, o a lo mejor está bien alimentado. Normalmente son mastines, pero también algún que otro provocador de compañía se une a la orquesta. La calle creo que es San Álvaro de Córdoba (otro santo), el de la leyenda similar a la de Roelas. No sabemos si consumiría pan de centeno y el dichoso cornezuelo -de donde se sintetizó el famoso LSD de los cincuenta-, le hizo efecto.
Después dos opciones; o santificarte del todo en el Santuario, y después bajar la cuesta pronunciada de hormigón, o al pasar la barrera (no sé su función), girar a la derecha y bajar directamente al arroyo. Yo opté por esta última. El camino está en muchos tramos casi destruido, el arroyo ha hecho de las suyas, y ya no está la cantera que sirvió para la construcción de la variante de la NIV, en uso y su mantenimiento es cero. Con algunos años de agua puede destrozarse al completo.
Tengo que pararme, me he dañado un dedo del pie izquierdo con una piedra en una bajada, me duele mucho y debo comprobar si me lo he fracturado. Busco una roca para sentarme y paso a diagnosticarme el daño, afortunadamente no hay fractura, pero si se me pondrá la uña de color cardenal. Me lo vendo, rocío abundantemente de agua oxigenada, y vuelta a calzarme. Ahora tendré que modificar la pisada para evita el dolor, que me cargará otros músculos, y aún me queda algo menos de la mitad del recorrido.
La cantera. Una enorme cicatriz en la piel serrana, que será símbolo durante muchos años, de la extracción de mineral y de la destrucción del entorno, incluso se abandonaron los útiles de trabajo y allí están testigos del fin de los trabajos. Está zona es preciosa, a pesar del daño del territorio. Luego una media subida nos lleva a Los Velascos, siempre impresiona la categoría del cortijo. El sol de la mañana da de frente y lo remarca en su contraluz. Siempre es espectacular su situación y porte, y sobre todo imaginar su pasado.
Bifurcación, o bajar a la Fuente de los Mártires (más santos, ilusos, engañados o tontos) en el Pedroches, o dirigirnos hacia abajo buscando el arroyo de Santo Domingo que lo hemos dejado a la derecha, para girar al oeste y buscar nuevamente los terrenos de la Palomera y bajar al punto de partida. Cruzo el arroyo de Santo Domingo por un puente, ojo, aquí se puede subir por el arroyo, margen derecho, o bajar a la izquierda buscando la curva que nos llevará al comienzo.
El arroyo de Santo Domingo es una gozada por aquí, frondoso, agreste, e incluso con agua de algún venero, seguramente me dejo llevar por lo bucólico y vuelvo a subir casi hasta Los Velascos, cuando me doy cuenta ya he subido como un kilometro. Como no hay mal que por bien no venga, lo precioso del recorrido atenúa, el recorrido extra y el dolor del pie que dice aquí estoy yo. Así que no cogíamos en casa y parió abuela, con un pie dañado, deseando llegar y tengo que hacer dos kilómetros extras más o menos.
Acelero la vuelta, y en un santiamén (siempre la religión hasta en el refranero) me pongo en el cruce. Sigo unos metros el margen derecho hacia abajo, dirección sureste y giro al oeste buscando la subida que se me hace pesada. La molestia del pie, el calor, la calor, y el cansancio acumulado, me pesan. Creo que hoy me he pasado. Afortunadamente los dos bastones son una comodidad. Busco las escasas sombras y paro de vez en cuando. Unos ciclistas pasan y hacen que repita mi buenos días, en un tono más alto, pues o son sordos o no tienen...
Corono la cuesta y de nuevo he enlazado con el tramo de bajada, antes subida, al arroyo de la Palomera. Ahora está Antonia SanJuan (joder) en la Ser (llevo la radio en el móvil), es un pedazo de artista, y de mujer (y pensar que creía hace años que era un travesti), con una profundidad filosófica fuera de lo normal, aunque ¿qué es lo normal? La higuera, el vadeo seco del Palomera, y a pensar en la árida subida con treinta y tantos grados ya, hasta la carretera.
Ya veo el coche y me alegra que lo pusiera en un lugar de semisombra. Los eventuales perros que están siempre en las cocheras, se conoce no están, porque no molestan. Fin del recorrido. Me doy cuenta que no completo nada de lo mencionado en el segundo párrafo, es una crónica de un paseo que, en el fondo no aporta nada nuevo a la ruta.
¡No paras, macho! Me alegro de tu actividad, por ti y por las consecuencias, que son las entradas en tu blog.
ResponderEliminarNo sé si eres consciente de la cantidad de información que aportas a nuestra ciudad.
Ya te lo pregunté una vez:
¿Para cuándo la Pacomuñozpedia?
Un abrazo (y perdona la broma)
Muchas gracias José Manuel, pero esta vez me heh hecho la puñeta en un dedo, aunque hoy he salido otra vez. Le estoy sacando producto a ir solo, porque me paro, miro, cambio de ruta, hago lo que me gusta y sin pedir opinión. Se que es complicado pero tengo un grupo de amigos que están detrás de la cortina en el WhatsApp, y eso me da un cierto apoyo.
ResponderEliminarNunca la Pacopedia, creo que un amigo editor se me ha enfadado porque no acepté su oferta desinteresada de publicarla en papel, pero lo hice porque no lo considero importante. Hay mucho publicado y además no me llama la atención, dos hijos, dos nietos y medio, y un árbol, por lo que no hace falta escribir el libro.
Un abrazo.