Como consecuencia de la publicación de la entrada referida a la Chorrera de la ribera, cerca del Molino de Martos, la arqueóloga y amiga Guadalupe Gómez Muñoz (palabra que no es familia, que más quisiera), que dicho sea de paso tiene unos instrumentos ópticos típicamente cordobeses, de los que gustaba reflejar en sus cuadros a Julio Romero, y que cuando los usa profesionalmente, ve cosas que a los demás se nos escapan.
Me dijo que había bajado también a esa zona del río el mismo día que yo -una coincidencia- y me habló de un tercer venero, que "el murallón de Wingaerde aún perdura", y que en "el tramo anterior al siglo XVIII tiene algunos parches de reparaciones, pero se observa el sillarejo típico alargado", además de la cuestión "¿qué es ese vano cegado que forma parte de la fábrica del murallón?" , "...que se hizo a la vez que el murallón y su cegamiento parece también bastante antiguo."
Además me acompañó una fotografía de la puerta cegada, preciosa. Todo ello en principio me puso en ascuas, y decidí ver lo expuesto esta misma mañana para poder determinar por donde andamos. Daba para un comienzo de leyenda urbana de esas a las que somos muy dados. Un pasadizo tenebroso que pudiera venir del convento de la calle del Sol, como vía de escape, o de la casa entre el callejón del Cañaveral o Nacimiento, dónde dicen que ahorcaron de la viga a la hija de los Bañuelos. Pero no, nada de eso, me acordé de un simple texto de D. Teodomiro sobre la alcubilla de la Puerta de Almodóvar que decía:
"A la alcubilla -o sea, la abertura que tiene la atarjea de que antes hablamos- se baja, hace muchos años, por la escalera actual; mas los asientos que la rodean fueron puestos en 1848, llevándolos de la Ribera, donde servían para una bajada que había a las tenerías o fábricas de curtidos, que se conocían por los Pelambres, mejora que realizó el alcalde don Francisco de Paula Portocarrero."
Pues ya está el vano cegado a posteriori de la construcción del murallón, no era ni más ni menos que el acceso desde la Plazuela del Peso, a la isleta de Pelambres para las "tenerías y los curtidos". Era una zona y época en la que la industria local de los paños y las pieles estaba en su máximo apogeo, como seguía diciendo D. Teodomiro:
"así como con la Ribera, a donde da el postigo de una casa muy capaz en que está establecida la fábrica de paños y capotes de don José Blancas, en la que los hacen de excelente calidad."
También un poco más abajo frente al embarcadero nació el industrial por excelencia del paño, Sánchez Peña, que introdujo la máquina de vapor en nuestra ciudad.
Y relativo a la construcción del murallón D. Tedodomiro, el imprescindible, a pesar de que se le criticaba de mitómano, decía lo siguiente:
"Sigue el barrio hasta la casa contigua a la salida de la calle de Valderramas. En esta dirección había una calle muy estrecha llamada del Peso de la Harina, y desapareciendo para la construcción de la muralla una fila de casas cuyos corrales daban al río quedó expedito al tránsito público. En su principio formaba una plazuela que decían de las Peregrinas, y otro tramo seguía al molino, llamándose Bajada al Molino de Martos.", "En aquel frente hay dos barreras o callejas sin salida, una dicha del Cañaveral, por uno que había en ella, y otra del Nacimiento, que tuvo comunicación con la del Tinte o Góngora.".
Esta última se llamó también del Portichuelo, actualmente del Aceite, y en ella existía una casa propiedad de un Venegas que luego marchó con Ximénez de Quesada a Colombia. En la citada casa ahora propiedad de la familia de José Antonio y Carmen, esa bonita que se adorna para patio, aún está el portichuelo del paso a la Ribera desde la Calle del Sol. Ahora a mirar planos. El de los franceses, de 1811, determina perfectamente la Plazuela del Peso, el rincón de la muralla, y el islote de Pelambres, y el de 1851 detalla hasta el extremo de dibujar las piletas para la limpieza de las pieles.
Claro ¿qué ocurrió? cuando el murallón primitivo estaba en la ruina, que nos permitió conocer Wingaerde, el acceso al río era cómodo, pero cuando se construyó el actual murallón ya no se podía bajar a efectuar las labores del curtido y elaboración de las pieles, entonces se determinó construir a su vez una bajada posiblemente con rampa que permitiera el acceso de los animales para carga a Pelambres. Hemos estimado que pudiera ser parecida a la que hay en la casa del Baño frente a la cárcel del Alcázar. Luego esos asientos al desaparecer la isleta, se los llevaron a la alcubilla de la Puerta de Almodóvar. Por esa razón ya no figura la isleta en el plano de 1884, y posiblemente por esos años se cegó el vano de la puerta citada.
La zona es rica en patronímicos relativos a la industria, calle del Tinte, que a propósito mi suegro José Carnago Rodríguez, continuó la industria del tinte, heredada de su padre, en su casa familiar llamada del Tintorero en la calle Mucho Trigo. La isleta estaba bien surtida por agua, por ser necesaria para el curtido y la limpieza de las pieles. El tercer venero estaba en el centro exacto de la isleta de Pelambres y siempre ha tenido caudal. Luego la salida de esos veneros además de la posible natural, pudiera estar derivados allí como necesidad para esa industria.
Por lo tanto, tenemos un primer venero casi en el embarcadero, el de la Chorrera que también estaba en la isleta, y que tiene tallada la salida en el sillar, éste que ha apuntado la Arqueóloga Guadalupe Gómez Muñoz, y un tercero que está en el canal de entrada al Molino de Martos, total cuatro. Ninguno deja nunca de correr y con un caudal considerable, y es de pensar que están surtiendo al lugar desde por lo menos los siglos citados.
Por lo tanto, gracias a la Arqueóloga, Guadalupe Gómez Muñoz, a su vista profesional, y a la casualidad creo, hemos aclarado una curiosidad más de la ciudad, salvo que otra mente más privilegiada y conocedora de la cuestión nos rebata estos extremos y entonces, mi gozo en un pozo.
El lugar tiene un canal a la derecha en el sentido del molino, que se bifurca a la izquierda a la salida del muro donde estaban los trampolines, por lo que no es posible llegar al molino sin cruzar cuando menos uno de ellos. Yo tenía intención de acercarme para ver una entrada en el muro pegada al molino pero desistí por una posible caída y consiguiente mojada. Llovía en ese momento. El otro ramal se dirige al muro nuevo, bordeando el molino, para entrar por el túnel principal uniéndose al que viene del otro embarcadero y salida del arroyo de Santa Matilde. Todos llevan una poca de agua y el fondo es un lodazal, además de tener un desnivel considerable de aprox. un 45% y un par de metros de profundidad.
A esto que viene un individuo, ligero de paso, casi corriendo, desde el embarcadero. Al verlo venir derecho para mi de esa manera me puse en guardia y traté de recordar las clase de kun-fu que me dieron en el Servicio Militar en 1968, un sargento que no sabía kun-fu pero como parecía japonés, pues eso.
Me dio la impresión que el Sr. era un perturbado (a lo peor los niveles de incienso soportados estos días superaron lo normal). Le dije amable y diplomáticamente:
-Buenos días Sr.
No hubo contestación creo que generó un gruñido.
No había duda era un perturbado, pero no quise precisar más. Cruzó el primer canal, lo perdí de vista, pensé se ha quedado clavado en el barro, pero no hice nada por averiguarlo, todo lo contrario me alejaba disimulando, silbando el Puente sobre el río Kwai, dirección embarcadero. Miré para atrás lo vi salir a gatas, y cruzó el segundo. Me pregunté cómo pasaría el principal que llevaba más agua. No lo sé porque lo perdí de vista. Lo curioso es que iba vestido de bonito.
Cuento "El bañado en los Pelambres" (facilitado por Guadalupe Gómez)
Pelambres: Mezcla de agua y oxido de cal con el que se pelan los pellejos
La chispa la encendió Guadalupe Gómez Muñoz, Arqueóloga
Fotografías y vídeos del autor.
Bibliografía de D. Teodomiro Ramírez de Arellano.
Paco, un 10, sin palabras.
ResponderEliminarUn saludo.
Paco, excelente trabajo el de Guadalupe, y el tuyo. Un saludo.
ResponderEliminarEmilio porque ibas con el ejecutivo si no te hubiera dicho vente. Muchas gracias.
ResponderEliminarManolo gracias. El mérito lo tiene Guadalupe, es una profesional de categoría. Un abrazo.
ResponderEliminarBuenos días, amigos. Paco, magnifica lección. Un abrazo.
ResponderEliminarRedondo, Paco. Con la de veces que me he bañado en el Molino de Martos y no tenía ni idea de todo lo que cuentas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Patxi muchas gracias a ti. El primero que aprende soy yo. Un abrazo.
ResponderEliminarRafael salen las cosas de casualidad, si Guadalupe no enciende la mecha no nos enteramos de nada. Un abrazo.
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