Para empezar a hablar sobre el Triunfo más monumental de cuantos existen en Córdoba, o sea del Triunfo de San Rafael de la Puerta del Puente, debemos retrotraernos a conocer que fue su solar en un primer momento. Lo más antiguo que se conoce de él procede del presbítero Gregorio Pérez que tenía muchos datos en un folleto que editó en 1712 en la imprenta de Andrés de Sotos en Madrid.
Parece ser que el Obispo Don Pascual, ante la aparición de San Rafael a Simón de Sousa, decidió crear un hospital para los contagiados por la peste de 1278. En el mismo lugar ordenó pintar también un cuadro con la efigie de la Virgen María que luego se trasladó a una de las capillas de la Catedral. Parece que este fue el primer hospital en Córdoba de la conquista cristiana. En él fue enterrado su fundador, que había dejado una provisión de fondos para el caso de que, en el futuro, hubiera de aumentarse la capacidad del hospital.
El Cabildo sin embargo apostó por otro lugar para el hospital, que se construyó en los terrenos del Lavatorio de Almanzor, en la calle del Sol y que dedicó a San Sebastián. Por esa razón el primer hospital de Córdoba, después de un tiempo sólo quedó como cementerio de los Ahogados del río, como parecen situar textos de 1470. Se conservó la iglesia del primitivo y todos sus útiles sagrados hasta el siglo XVIII, que era el edifico más fuerte, habiendo resistido los embates de las riadas.
Eran momentos convulsos en la ciudad, el conflicto entre el Obispo Solier y D. Alonso de Aguilar, choques de intereses entre la milicia y el clero, la matanza de los judíos, etc.. Estas cuestiones y el tiempo, fueron las razones que llevaron a encerrar con una tapia, el abandonado y ruinoso hospital, y enterrar allí todas las personas fallecidas en el nuevo de San Sebastián, hospital que después tuvo otro traslado a la que después fue Casa de Cuna y murió en él nuestro fanático paisano Ambrosio de Morales.
Ante el estado de cosas se sacaron los restos del fundador Don Pascual y se trasladaron al coro antiguo, para posteriormente trasladarlos a la nueva capilla mayor que, Diego Mardones señaló con una inscripción en 1607. El mencionado Hospital de Ahogados o de Nuestra señora de la Guía estuvo hasta entrado el siglo XVI, como enterramiento de pobres de San Sebastián y la iglesia como ermita.
Parece que el obispo Martín Fernández Angulo unificó ambos lugares y la iglesia que estaba donde hoy está el Triunfo que nos ocupa, se destinó a graneros de la Fábrica de la Catedral. Quedó sólo la virgen en la fachada, y quedando el resto del terreno como cementerio hasta 1593, que se ordenó crear otro dentro del terreno del Hospital de San Sebastián. El solar entonces se utilizó para distintos menesteres relacionados con la Catedral y el Palacio Episcopal.
Pasados unos años, en 1735, el Estado le vendió el terreno al Seminario para ampliación. Cuando empezaron a abrir los cimientos para caballerizas y otros, ante la cantidad de restos humanos que salían, ocuparon solo una parte dejando la restante que hoy es el actual recinto.
Teniendo en cuenta la arraigada devoción a San Rafael que había en la ciudad, demostrada por la cantidad de triunfos que se construían en la misma, el Cabildo acordó construir este en el mismo sitio del hospital creado por el Obispo D. Pascual.
Se nombró una comisión formada por el arcediano Juan Antonio del Rosal y al racionero Diego de Manrique Aguayo, los cuales en mayo de 1736 se pusieron en contacto con Juan de Escalera y Mellado, que vivía en Roma, para que encargara el proyecto a el mejor arquitecto de la ciudad eterna.
Se recibió un proyecto sobre el monumento, de amplias gradas y peñascos, de entre las cuales debía salir el agua que representaba el nacimiento del Guadalquivir, esculturas negras de moros que representaban la rendición de estos a San Rafael, rodeados de escudos. La estatua se haría en Roma y lo demás tallarse en Córdoba.
El agua debía venir del sobrante del Patio de los Naranjos, para verterla a un abrevadero o pilar junto a la Puerta del Puente. Esto se considero poco realizable, además de que no había agua bastante para ello, por lo que se desechó el proyecto hidráulico. Se encargó otro proyecto a Domingo Esgrolis, pintor, y a Simón Martínez escultor. Estos diseñaron un nuevo monumento.
Éste se componía de un zócalo de tres gradas, encima un peñasco abierto con una gruta, un león con una inscripción, trofeos militares, y otras alegorías, una torre con almenas y una columna con capitel con la imagen de San Rafael arriba. Y una altura de unos 24 metros, 29 varas castellanas. Llega el 26 de marzo de 1738, se hacen los cimientos 8 varas de profundidad, casi siete metros, otros tantos de anchura y 9 de largo. Se pensó en una columna de 5 metros que se había encontrado en la Cárcel de la Inquisición (actual Alcázar de los Reyes Cristianos). Mueren los miembros comisionados para el monumento y éste se queda en los cimientos.
Corre el 1756 y arriba a Córdoba Martín de Barcia como Obispo. éste retomó el proyecto, y se ofreció a construirlo a su expensas. 23 de febrero de 1765, el Cabildo dio el visto bueno y comisionó al canónigo Pedro de Cabrera para agradecer al Obispo su idea, el 28 de abril empezaron los trabajos, se profundizaron los cimientos llegando al agua del río. Hubo que estacar el entorno para protegerse del agua y poder continuar los trabajos.
Muere el Obispo Barcia y otra parada de las obras. Antes había sido encontrada en la excavación una tapa de enterramiento que decía "Don Pascual, Obispo de Córdoba". Se busco una urna que servía de fuente en San Agustín, y se colocó unida al monumento. Este obispo estuvo enterrado en ese lugar.
Ahora era el director de la obra, Don Miguel Verdiguier. Se cree hizo ligeras reformas del proyecto original y lo concluyó. El monumento contiene varios mensajes e inscripciones. Sobre la base existe un monte de mármol negro, figurando varias breñas (Tierra quebrada entre peñas y poblada de maleza.). 33 metros de circunferencia con una cavidad central.
Encima una torre castillo encarnada de jaspe, de 5,16 m. de altura, y 7,52 m. de circunferencia, con almenas y cercos de puerta de adorno, de jaspe blanco. Sobre el castillete una columna de mármol veteado de 9,19 m. de altura, con basa y capitel compuesto y encima la estatua de mármol blanco de San Rafael de 2,5 m de altura, que arrojan una altura del monumento de 27,72 m. de altura.
Fotos del autor y antiguas de archivos.
Bibliografía variada, principalmente de T. Ramírez de Arellano.
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Buenas tardes, amigos. Paco, magnífico trabajo. En varias ocasiones por hacer uso de mi rapidez de reflejos me libre de una “hostia de maestro” Una fue cuando dije que gracias al Obispo Fitero, que dijo que la catedral había que construirla dentro de la Mezquita, tenemos Mezquita, si no habría corrido la misma suerte que las de Sevilla, Jaén etc. La otra cuando dije que la historia estaba, como estaba, por tener cronistas como Ambrosio de Morales. Bueno, Paco, ya somos más que pensamos lo mismo. Las fotos son muy buenas, sobre todo esa que titulas una perspectiva inusual. Esta fotografía es un magnifico contrapicado. Con tu permiso me la guardo para mi, claro está, poniéndote como dueño de la misma. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Patxi, y en cuanto a las fotos son públicas, lo de poner el autor es a tú albedrío. Yo también opino eso de la Mezquita, aún a mi pesar, pero la realidad es así seguro. Y D. Ambrosio era un fanático religioso, hasta su padre le dijo a su madre -Hemos tenido por hijo un loco. Cuando tuvo que asistirlo por la mutilación genital. Un abrazo.
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