Días pasados tuve la oportunidad de, como consecuencia de un paseo que di con mi primo Paco Gallego, visitar la Casa Árabe. En ella una muestra escultórica de Assem Al Bacha, moderna, a veces con tintes trágicos. Hierro, oscuridad,
" barro refractario, piedra, mármol, madera, vigas de vías de tren, metales de desecho" son los materiales usados para la creación de su obra.
Cuenta en el catálogo José Miguel Puerta Vílchez que lo prologa, que tuvo que enterrar su obra en su ciudad para tratar de salvarla de los horrores de la guerra que existe en Siria. Guerra rara donde las haya, como todas, similar a la de Libia, de la que ya no se habla, una vez conseguidos lo objetivos estrictamente capitalistas. Los pueblos, los derechos humanos, el bienestar de las personas, no cuentan para los instigadores de las guerras, normalmente el gran capital. Sólo el beneficio que le reportan, venta de armas (destrucción), venta de bienes (reconstrucción), expolio de riquezas (pago de las dos cuestiones primeras).
Otras veces son cuestiones geoestratégicas, de terceros, pero en el fondo lo que subyace siempre es el interés de unos cuantos que son los que se logran. Si se quiere saber quién es el asesino en la novela policíaca lo primero es buscar quien se beneficia de la muerte. Entonces se tiene mucho terreno andado para el esclarecimiento de los hechos. De todas formas muchas actuaciones las tratan de disimular con las legislaciones internacional, siempre al servicio de los que tienen el veto en las resoluciones. Y la verdad es que no se tapan mucho, ni disimulan, en declarar sus turbios intereses.
La realidad, aparte de las cuestiones citadas, es el arte de un árabe que lo tiene, lo demás forma parte de otra realidad más cruel a la que nos estamos acostumbrando como con los accidentes de tráfico en las noticias de diario. Y lo lamentable es que el arte es, junto con la población civil, son los primeros que sufren en esas situaciones de barbarie.
Texto del Catálogo
"Estos duros acontecimientos personales y colectivos vienen a ahondar el sentimiento trágico de la condición humana que caracterizaba ya la obra de Assem Al Bacha, un sentimiento que el escultor compensa, no obstante, con una actitud de rebelión permanente materializada con un denodado trabajo en el taller para dar vida y extraer la emoción, a menudo de infortunio y desolación, de la masa informe y difícilmente maleable de lo humano. Así lo percibió su amigo, el conocido dramaturgo sirio desaparecido Saadallah Wannús (1941-1997), a propósito de la serie de cabezas grotescas realizadas por Al Bacha en los noventa (como la “Grosse tête”, 1995, presente en la exposición), producto para él más de un sentimiento trágico que irónico, con el contrasentido -pretendido por el artista- de convertir espesas y sordas moles de barro en “dura expresión de la vaciedad”, tanto material como espiritual. Incluso las obras que consagra a la fertilidad (p. ej.: “Fertilidad irritada”, 1994 o “Fertilidad con flor”, 1995), tema clásico en la estatuaria universal, no son las de una fertilidad gozosa y esperanzada, sino las de la “fertilidad tullida signo de nuestro tiempo (…), cuyo vientre sólo está henchido de aire y vacío”, dice Wannús en su impactante texto sobre Assem Al Bacha titulado “Esculpir el vacío” (tr. en Nación Árabe, nº 41 (2000), pp. 145-151).
Esta impresión de estar frente a una humanidad abatida, incluso agónica o fenecida en el limbo de vacío que hay entre este mundo y el de ultratumba, como a Genet le parecía la obra de Giacometti, que veía dirigida más a los muertos que a los vivos, según trae oportunamente a colación Wannús, quien vincula por su parte, además, las esculturas de Assem, dentro de la tradición siria, con la estatuaria de los mausoleos subterráneos de Palmira, tiene sutil modulación en esa otra humanidad sobreviviente de personajes solitarios, aun en grupo, con facciones e indumentaria indefinida, o en esos impersonales y erráticos rostros de aturdimiento e interrogación (serie “Rostros” de dibujos cerámicos, 2012), y en tantos autorretratos de una pugna con el tiempo perdida de antemano, marcados por las heridas infringidas por el mundo y la escultura, y también en las danzas vacías y sin sentido (“En el limbo”, 2012, título motivado, según el artista, porque “no sabemos si celebra la victoria, o pide socorro o danza para el poder”), y en las inquietantes y rotas máscaras que apenas aprehenden el reflejo de un soplo de vida que se fue, o en esos desnudos desdibujados y amorfos a los que todos vestimos (serie de dibujos cerámicos “Desnudos”, 2012)… En semejante trance de existencia amenazada se encuentran, asimismo, los presos sirios, a quienes el artista trae a la memoria con la obra “Mi hermano y todos los detenidos”, de la serie de dibujos cerámicos “En la cárcel”, que realizó en 2012 durante la revolución siria.
Mención especial requiere su monumento en homenaje a los agricultores de la Vega de Granada instalado en Purchil, del que aquí se presenta una de las pruebas preparatorias titulada “Pareja en espera” (2005); es, sin duda, una de sus obras más emblemáticas y apreciadas por el autor, en la que idea y técnica alcanzan el ápice de conjunción y expresividad: una figura femenina junto a otra masculina, sin tocarse, juntos a la vez que separados, en actitud de aguardar paciente, resignadamente, la lluvia, o el sol, o un sustento, sin celebraciones, con el cuerpo deformado, pura masa en movimiento contenido, impulsado por una tensión y temor interiores tan comunes al campesino andaluz como al sirio o al de cualquier otra geografía. Pero en su obra aparece también una humanidad en lucha, como en su “Homenaje al defensor del medioambiente” (1995), fornido y atlético desnudo con espíritu prometeico cruzando, en tenso escorzo, una penetrante mirada con un desamparado pajarillo, y enfrentado tal vez a una causa perdida, o en sus “Manifestantes” (2012), en honor a los miles de sirios que se atreven a salir en las ciudades y pueblos de su país desde 2010, con frecuencia con el pecho descubierto retando a la muerte, para pedir libertad, justicia y dignidad, y a los que el escultor acompañó en las calles de Yabroud.
En la trayectoria de Assem Al Bacha se observa una amplia gama de materiales, procedimientos y registros: barro refractario, piedra, mármol, madera, vigas de vías de tren, metales de desecho que luego convierte en portentosos tótems cuadrangulares, como revividos de una civilización ancestral y reafirmando el dominio que sobre la mente humana siguen poseyendo esas enigmáticas y primigenias formas de nuestra relación con lo oculto (serie “Totems”, 2003).
Esta significativa muestra de Casa Árabe reúne, en fin, valiosas obras de uno de los mayores obreros de la escultura árabe, aunque no a modo de retrospectiva, porque ello es ahora imposible, al haberse quedado la mayor parte de su trabajo en Siria, oculto y expuesto a un incierto futuro. En efecto, tras verse afectado el taller de Yabroud por los bombardeos del ejército hace unos meses, y una vez que el escultor hubo convencido con suma dificultad a un operario de la localidad para que, en aquellas circunstancias, cavara de noche una fosa, muchas de las piezas fueron sepultadas con el fin de salvarlas. Esperemos, pues, que emerjan pronto de su noche subterránea y contradigan una vez más, aunque sea para recordarnos la cara absurda, dolorosa y frágil de la existencia, la idea de aquellos filósofos pragmáticos norteamericanos que negaban vida propia, y la categoría de arte, a una escultura hundida, o sepultada, por no entrar en la red de la cultura (de los vivos, suponemos que pretendían, o quizá, sin decirlo, de los poderosos). Ojalá que aquellas piezas, como las de esta exposición, y sobre todo los humanos sobrevivientes, tengan una nueva oportunidad sobre la tierra como no la tendrán ya los caídos por las torturas, las masacres y los bombardeos contra este otro pueblo hermano abandonado a la destrucción.
José Miguel Puerta Vílchez
Assem Al Bacha nació en Buenos Aires en 1948, hijo de la emigración siria, aunque regresó con su familia a Siria cuando sólo contaba diez años de edad. Estudió en la facultad de Filosofía y de Bellas Artes de Damasco, licenciándose, más tarde, en 1977, por el Instituto Superior de Artes Plásticas Surikov de Moscú. Tras una primera estancia en España entre 1981 y 1983, se instaló definitivamente en nuestro país en 1987. Desde 1991 reside en Granada y, además de corrector estilista de la Sección Árabe de la Agencia de Noticias EFE, fue Director del Departamento Cultural de la Fundación El Legado Andalusí entre 1999 y 2001.
Ha expuesto su obra en exposiciones personales y colectivas en Damasco, Alepo, Moscú, Budapest, Berlín, París, La Habana, Santiago de Cuba, Madrid, Barcelona, Gerona, Granada, Málaga, El Cairo, Abu Dabi, Dubai, y en otras ciudades árabes y europeas. Además de escultor y pintor, cuyo estilo se reconoce por una particular sobriedad e intensidad expresivas y por su honda poeticidad, Assem Al Bacha es también un estimado traductor y narrador árabe, habiendo publicado varios libros de relatos y novelas como ... wa-ba`d min ayyam ujar (... y algo de otros días, trad. de Juan Jiménez, Madrid, CantArabia, 1991), más sus reflexiones sobre el arte y la vida recogidas en al-Shami al-ajir fi Garnata. Yawmiyat fi l-mashgal wa-kitabat tasannat (Último sirio en Granada. Diario del taller y otros escritos que se dieron), Abu Dhabi, 2001 (Premio Ibn Batuta en la modalidad de “Diarios”, 2008-2009).
La exposición permanecerá abierta en la Casa Árabe de Córdoba, del 6 de junio al 30 de septiembre de 2013. Samuel de los Santos Gener, 9 -14003
De lunes a sábados de 11:00 a 15:00 y de 16:00 a 19:30 horas y Domingos y festivos de 11:00 a 15:00 horas"
Fotos y vídeo del autor, una del catálogo.
Bibliografía del catálogo