Tarjeta de la exposición
Una mañana de domingo que, después de visitar a un familiar cercano en un hospital, y de llevarte un disgusto, visitar a mi amigo Manolo, funcionario, que me dice tener un problema laboral, que le puede hacer perder su condición de funcionario municipal, a los siete años de su nombramiento. Inverosímil, funcionarios a los que sin pasar por la Comisión Consultiva del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, les quieren revocar un nombramiento, y dejarlos en interinidad. Una situación rara, muy rara. Pero todo es posible con las mayorías absolutas, esperemos que no se queden quietos y recurran lo que en primera instancia parece una arbitrariedad, por mucha sentencia del Supremo que tengan en la mano, procedente de una reclamación estimamos que justa desde luego.
Luego para acabar de empatar el domingo, visita a la Exposición, Genocidio, Paisaje y Memoria, de Simón Norfolk, nigeriano, de Lagos, pero educado en el Reino Unido, artista para mi desconocido, y pienso que para muchos, pero un excelente fotógrafo. Ya tuve la ocasión de ver la reseña de la exposición en Ars Operandi, una de las mejores web de arte que tenemos por nuestra ciudad. A una hora muy temprana, diez y poco de la mañana de domingo, en la Sala Galatea de la Casa Góngora, no había nadie, por lo que pude disfrutar, si se puede llamar disfrutar, el cierre del periplo dominguero de penas, con las duras fotografías de Simón Norfolk. En Irak, Afganistán, Líbano, Palestina, Bosnia y diversos campos de refugiados de distintos países del mundo, ha recogido unas maravillosas instantáneas denuncia del horror de los seres humanos. Pero bueno es el mundo que le vamos a dejar a las siguientes generaciones.
Texto del comisario:
"Yo, la muerte, reino incluso en la Arcadia. Simón Norfolk, fotografía y memoria
En un tiempo y un espacio, el nuestro, el de las civilizaciones occidentales, donde la pérdida de memoria histórica amenaza con volverse absoluta, donde somos meros receptores de discursos mediáticos construidos con urgencia y esterilidad, la obra de fotógrafos como Simón Norfolk son, además de muchas otras cosas, indispensables para empezar a pensar un mundo que, por razones geopolíticas, es habitualmente intervenido con confusos objetivos, normalmente no bien explicados y con los correspondientes saldos humanitarios.
Las fotografías que se presentan en esta exposición corresponden a varios trabajos que Simón Norfolk ha venido produciendo desde el tristemente célebre 11 de septiembre. Fruto de aquel acontecimiento y sus consecuencias (hegemonía bélica de EE.UU., las guerras de Afganistán e Irak, etc.) surge una reflexión en torno a los conceptos de imperio, historia y memoria. Según la formulación de Norfolk, todo imperio en su momento de decadencia y desmoronamiento, deja detrás de sí las huellas de su esplendor, ahora convertidas en históricas ruinas. De la atenta mirada a toda esta arqueología se pueden sacar conclusiones válidas para la construcción de la memoria histórica.
Su obra se caracteriza por tener al paisaje como tema principal y desarrollar una meticulosa técnica basada en la obtención de imágenes con la tradicional cámara de placas. Sus imágenes muestran paisajes de espacios desolados o, frecuentemente, arrasados por la acción bélica del hombre. Escenas que encierran la capacidad de integrar elementos sensibles y a la vez desgarradores y que son, en definitiva, escenas llenas de dramatismo y belleza que muestran la destrucción y representan el eco de la muerte. La construcción de la imagen utilizando cánones que la ponen en relación directa con determinada tradición romántica que encuentra la belleza en la representación de cierta miseria, la frecuente ausencia de la figura humana, o la deliberada acción del fotógrafo de construir sus paisajes a partir de escenarios configurados en función de su aparente desorden, son algunos de los rasgos que mejor definen la obra de Simón Norfolk.
La obra de Norfolk documenta fotográficamente los edificios, las calles vacías, los espacios devastados, orografías y restos de la acción bélica, en aquellos lugares donde se ha intervenido militarmente en los últimos ocho años. Son auténticos paisajes después de la batalla que delatan la barbarie y lo absurdo de la guerra.
El artista se enfrenta en su obra a un gran problema, a uno de los mayores conflictos éticos que encierra la fotografía que tiene como materia de trabajo los lugares que han sido víctima de la acción militar: el de cómo mostrar la belleza de la crudeza y la destrucción articulando un diálogo respetuoso entre información, dolor y estética.
Norfolk y su obra forman parte, sin lugar a dudas, de una clase de nuevo documentalismo fotográfico que maneja el concepto, desarrollado por David Campany, de la fotografía tardía. La fotografía nace con un pecado original: la supuesta capacidad de reproducir fielmente lo real, el de ser un analogón de la realidad. Este atributo genesíaco, más que la revolucionaria tecnología en que se basa para obtener imágenes, la configura como medio profético. Lo que enfoca la cámara, adquiere importancia y se volverá relevante a nuestra mirada. La fotografía tiene la capacidad de registrar lo futuro. Este status de la fotografía, que marcó durante décadas la relación de la sociedad con la representación fotográfica, cambia con dos factores importantes en la historia del medio: la irrupción en el mercado de cámaras instantáneas y equipos ligeros que democratizan el medio y su práctica, y, sobre todo, la llegada de las tecnologías audiovisuales, el cine y posteriormente la televisión. La formulación, a mediados del siglo XX, del momento decisivo bressoniano, sumado a lo anterior, modifica notablemente la práctica fotográfica. El fotodocumentalismo y el fotoperiodismo deben de transformarse, en este momento, en ágiles registros de realidades y conflictos, de un presente que ahora tiene una gama más amplia de medios dando cuenta de ellos en el mismo espacio y al mismo tiempo. Sin embargo, en la actualidad, nos encontramos con una gran cantidad de fotógrafos.
Fotografía de bombas de racimo, como para las que reclama el lucro cesante la empresa que fue del actual ministro de defensa español (no sabemos si aún tiene intereses en ella), por su destrucción.
Simón Norfolk es un buen ejemplo de ellos, que no fotografían la huella de un acontecimiento, sino más bien la huella de la huella de un acontecimiento y que como dice Campany, "su fotografía "tardía" es un ejemplo particularmente revelador de un enfoque que se está convirtiendo en un uso tópico del medio". También Campany se pregunta por el significado de esta tendencia a fotografiar las consecuencias de los acontecimientos: campos de refugiados, desiertos devastados, edificios en ruinas, geografías urbanas vacías y arrasadas,... Finalmente, y como apunta Campany, es "una práctica muy distinta de la instantánea espontánea y mantiene una relación diferente con la memoria y la historia." Es una fotografía del pasado inmediato, una forma de mirar sobre lo acontecido que ayuda a empezar a construir la memoria contemporánea.
Cráneos en el altar de la iglesia en Ntarama, Ruanda.
Es también una fotografía de mirada pausada, lenta (de hecho es significativo que muchos de los fotógrafos que la practican vuelvan al uso de la "primitiva" cámara de placas), y que en la mayoría de los casos se inspiran, apropiándose de los cánones de representación, en determinadas escuelas o autores de periodos clásicos de la pintura. Simón Norfolk, en sus escritos, enuncia todo un manifiesto acerca de su manera de entender la ruina clásica y su representación plástica a lo largo de la historia. En particular centra su atención en el clasicismo francés del XVII y se detiene en las pinturas de Nicolas Poussin y Claude Lorraine. Paisajes con escenas pastoriles que tiene como marco naturalezas idealizadas, en las que siempre hay ruinas clásicas enmarcando la escena. Considera estas obras como metáforas de la decadencia de las civilizaciones y de la vanidad de los Imperios y se plantea la necesidad de reflexionar sobre lo que significan las nuevas ruinas que la conocida y hegemónica acción militar actual, deja a su intervención en los diferentes lugares del mundo. Las fotografías de Norfolk guardan no pocas similitudes con el trabajo de Gabriele Basilico, Beirut, al respecto del cual su autor declaraba que las imágenes que había tomado en la capital libanesa pretenden "contribuir, mediante el testimonio de la locura humana, a la construcción de la memoria histórica". Idéntico objetivo se puede rastrear en la obra del fotógrafo inglés.
Laguna de residuos de mineral de aluminio en Petkovici, Bosnia, donde en 1995 fueron asesinados cientos de hombres y niños en el conflicto étnico.
"Simon Norfolk. Genocidio, Paisaje, Memoria" fue originalmente concebida para el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural- Fenosa, en su sede de A Coruña, en el año 2008. Un gran entusiasmo y apuesta por el proyecto de Carmen Rivera, gerente del museo; un equipo humano, el habitual de esta institución, totalmente entregado y más de 2.000 metros cuadrados intervenibles de sala, nos permitieron montar una ambiciosa y extraordinaria exposición tanto por su contenido como por su forma. Supuso la primera gran exposición individual (y con cierto carácter antológico) de Simon Norfolk en España, y además, una de las más importantes realizadas al autor en el mundo. Aquella configuración original nunca más pudo volverse a repetir, desgraciadamente, a lo largo de la vida de la misma, teniéndonos que conformar con montajes parciales y fragmentarios de aquella primigenia. No obstante el montaje y la configuración que mostramos ahora en Córdoba es más que suficiente para conocer y adentrarnos en la obra de un fotógrafo que hasta tiempos recientes, e inexplicablemente, permanecía inédito en nuestro país.
Xosé Garrido
Comisario de la exposición
Genocidio, Paisaje y Memoria.
Simon Norfolk
Sala Galatea. Cabezas, 3.
Del 22 de Junio al 26 de Agosto 2012
L a V de 17,00 a 21,00 h. S de 10,00 a 14,00 h. y de 18,00 a 21,00 h. D y festivos de 10,00 a 14,00 h."
Vídeo de las fotografías
Fotografías y texto del folleto, algunas del autor.
Vídeo de las fotografías