Esquina de Consolación con Lineros, El 6, Carlos Rubio y esquina calle D. Rodrigo
donde estuvo el antiguo Bar Los Mosquitos
Hablar de la taberna "El 6 de las Cinco Calles" (1), es hablar un poco de la vida de uno, por lo menos de algunos de los acontecimientos más importantes de mi vida. Es curioso como nuestra vida se liga también de alguna manera a la de las tabernas. Ordenar la serie de vivencias y de anécdotas ocurridas en ese establecimiento me llevará un rato y posiblemente me quedaré muy corto. Son muchos años, hablamos de medio siglo, entre el XX y el XXI. Pero empezaremos primero por hablar del establecimiento. La taberna formaba parte de varias sucursales -hoy se llamaría cadena o franquicia-. Hubieron en Córdoba hasta siete: Cinco Calles; Puerta Nueva; Duque de Hornachuelos; Infanta Doña María; El Brillante; Campo Madre de Dios; Alonso Aguilar. Quedan las dos primeras. Su nombre procedía de 6 plateros que se unieron para crearlas, Miguel Berjillos fue uno de ellos. Tenían bodega propia, concretamente estaba en el Convento de Regina Coeli.
Estas tabernas eran muy clásicas, sólo vino, no había tapas, en todo caso unas patatas fritas o algo de aceitunas, pero el concepto actual de tapas no. En esta taberna la gente entraba a la tertulia, a beber vino, blanco normalmente, o a jugar al dominó, o por la mañana a matar el gusanillo con la clásica de aguardiente. Se daba la circunstancia que los clientes habituales tenían hasta su propio vaso. Algunos el clásico catavinos con peana de plata y todo. Hay que decir que el medio de vino, es la medida de medio cuartillo, 125 ml., ocho medios es un litro. El medio de vino, solo conocido aquí en nuestra tierra, es un vaso característico, lo del catavinos es un modernismo. Por eso cuando la gente pide una copa de vino en catavinos se extraña que se la pongan por la mitad, claro le ponen un medio. Normalmente al catavinos le cogen un par medios, luego cuatro catavinos normales son un litro. Bueno esto parece aquello de la Enciclopedia Grado Medio Dalmau Carlés Plá, el capítulo de pesos y medidas. Hay también que decir que hay diversos tamaños de catavinos, y nos referimos al estándar.
El vaso del medio, equivalente a medio cuartillo, o 125 ml..
El mozo de la taberna era Antonio Aguilar, que la regentó hasta su jubilación. Él vivía en la planta alta de la taberna con su esposa y sus dos hijas. El establecimiento tenía puerta a Lineros y a la calle Carlos Rubio (El Baño) 28, por donde tenía además del portal de entrada a la vivienda. Tenía un arco central que creo sigue, y el mostrador con las botas estaba a la izquierda. Normalmente los precios eran curiosos, con céntimos incluidos, un medio podía costar 1,75 pesetas, dos medios eran 3,50, y entonces para cabrear al tabernero, que en el fondo era un “malange”, le dabas cuatro pesetas y le decías que se quedara con los 0,50 cts. Y te contestaba cabreado y digno, diciendo que allí no se aceptaban propinas. Le pedias perdón, te reías "por bajo cuerda" y a por otra broma. Cuando entrabas con un amigo no parroquiano habitual, antes le decías a éste que le pidiera una tapa. La contestación era:
–¡Aquí no hay tapas!
Tu lo reforzabas diciendo:
–¡Hombre, no te dije que Antonio no tiene tapas, para que pides tapa!
Inocentes bromas y cabreos de taberneros.
–¡Aquí no hay tapas!
Tu lo reforzabas diciendo:
–¡Hombre, no te dije que Antonio no tiene tapas, para que pides tapa!
Inocentes bromas y cabreos de taberneros.
El catavinos, con la cantidad de 125 ml. Lleno contiene 250 ml.
Otra curiosidad. La tapa viene de la necesidad de tapar el vaso de vino para que no le cayeran mosquitos, o cualquier otra cosa. Y normalmente lo hacían con una loncha de queso o de jamón, de ahí el origen de la tapa. Pero aquí en esta taberna, como en muchas, los propios parroquianos, además de tener su propio vaso, tenían una tapadera para éste, algunas de notable calidad artística. Manolo Gómez Carnago primo de Conchi la tenía de filigrana cordobesa tupida, claro era filigranero. Otros de simple madera con un asidero central. Los cierto es que además de los mosquitos, como normalmente estaban en la barra los vasos, casi siempre se depositaban en los mismos las microscópicas y no tan microscópicas a veces, salpicaduras de saliva del contertulio, por eso el taparlos.
Bernabé Álvarez Fernández "Catalino"
De entre los personajes que frecuentaban la taberna, podemos entresacar varios. Unos de una época y otros más actuales, tomando por actuales, los años sesenta o setenta. De los antiguos eran famosos los "picaores" de toros, "Catalino" y Carnago (no era apodo era apellido). El primero, Bernabé Álvarez Fernández, nació el 15 de febrero de 1895 y murió en Córdoba, el 23 de diciembre de 1958. Había picado corridas de Machaquito, Joselito y Belmonte, y finalmente de Manolete. Contaba sus historias, en las temporadas mejicanas, e incluso otros lances no tan taurinos, de esos tan habituales en las tabernas como son los de cama. En las tabernas se pescan los mayores peces, se cazan muchos conejos y se fornica, de palabra, en demasía. Catalino decía haber tenido que saltar en pelotas desde un balcón, porque el marido ofendido de la corrida particular que estaba picando apareció por la casa. Bueno.
Rafael Carnago, el "picaor", José Carnago, el tintorero
Carnago era distinto. Soltero, muy castigado por las distintas caídas sufridas, ya mayor, cuya única y última distracción fue la pesca en la ribera, y la tertulia y el vino en la taberna. Rafael Carnago Rodríguez era hermano de mi suegro José Carnago, el tintorero de Mucho trigo 10. Y como se puede entender tío carnal de Conchi Carnago, mi mujer. Rafael Carnago estaba mal de dineros y habitualmente era invitado. No había llevado una vida cómoda, teniendo en cuenta que los “picaores” antes, al no usarse el peto en los caballos, tenían que soportar la embestida del toro con la puya, para evitar que éste hiriera al caballo. Con todo y con eso morían habitualmente muchos caballos en las corridas por lo que, en ocasiones, tenían que echar mano de incluso los de los coches de caballos. Ahora al tener peto los caballos el picador espera que el toro llegue al caballo con la seguridad de su protección y entonces le pone la puya. Claro antes las caídas desde lo alto del caballo eran mucho más habituales que ahora. Rafael Carnago Rodríguez, que había nacido el 6 de diciembre de 1890, entregaba la pica y la caña de pescar, por una insuficiencia en miocardio y bronquitis crónica, a las nueve de la mañana del 25 de marzo de 1960. Lo certificó D. Emilio Aumente.
Partida de defunción del picador de toros Rafael Carnago Rodríguez
Habían también otros clientes muy peculiares, Lolinet pícaro donde los hubiera, vecino de la calle El Baño, decía haber estudiado derecho, lo cierto es que tenía una habilidad innata, a pesar de no tener la titulación en leyes, para irse abriendo paso con pequeños enredos. Luego estaba Paco Cuevas, practicante, del médico que en aquel entonces trataba a los deportistas, Ortiz Clos. Vecino de mis suegros, en la calle Mucho Trigo, y gran perolero, con una gran afición a la cocina cordobesa. Desgraciadamente en un perol sufrió desprendimiento de retina que le llevó después de un tiempo a la ceguera. Era habitual con unas grandes gafas oscuras.
Esquina Lineros, Carlos Rubio
Estamos en los años sesenta del siglo veinte. Comienzos de noviazgo y después de pelar la pava en la esquina o dar un paseo la reunión en la taberna. Mi buen amigo de entonces, casi mi hermano mayor, era el “Pegoletes”, Joaquín Ruiz ya desaparecido, y nos veíamos en la taberna. Cierto día nos atrevimos a jugar al dominó con dos famoso jugadores de la casa; el Bombero, y otro que le llamaban el profesor de matemáticas. Aquello fue apoteósico les ganamos, pusimos un “mandil”, como se dice en el argot del dominó. Dos chavales le habían puesto un “mandil” a los mejores del 6. Muchas palmadas en la espalda y felicitaciones. Lo que no sabían es que habíamos hecho trampas, Joaquín y yo teníamos un código de comunicación muy sofisticado, y lo que empezó por una broma, se nos fue de las manos, y aunque no quisimos llegar al extremo de dejarlos a cero nos fue imposible. Las últimas jugadas se precipitaron y perdieron. No les dimos la revancha. Dejamos la cosa ahí. Mejor no volver a tentar la suerte, las manos del bombero eran descomunales. Y ahora desgraciadamente no podré jugar más al dominó con Joaquín, pues falleció. El delito de las trampas ha prescrito.
Una vista de la casa
Los noviazgos antes tenían un ritual marcado, para entrar en la casa de la novia había que obtener la autorización del padre de ésta. En complicidad con Manuel Gómez, primo de Conchi, planeamos que sacara a su tío al 6 y allí me lo presentaría para solicitar la autorización. Todo el mundo estaba al tanto de lo que iba a suceder, pero todo el mundo guardaba las formas. Manolo Gómez dijo a su tío Pepe:
–Tito Pepe, aquí te presento a Paco, que pretende a tu hija Conchi.
Nos dimos la manos después de la presentación y sin darle tiempo a reaccionar tomé la palabra:
–Como está Vd. Pepe, Conchi y yo hemos nos hemos hecho novios y yo quería solicitar su permiso para ello y para poder entrar en su casa.
–Bueno, pues por mi parte no hay problema. -contestó- A mí no me gusta la calle para los novios.
A mi suegro, que aquello le venía más gordo que a mí, dio la autorización que se cerró con unos medios. Después nos fuimos a su casa a cumplimentar al resto de la familia que estaba en ello. Antoñita la mujer de Manolo Gómez -una excelente filigranera-, fue la cómplice principal, y Concha mi suegra, esperaban la culminación de la autorización. Se había cubierto el protocolo con éxito. Se acabaron las esquinas. Fue el comienzo de una década hasta el 1973, fecha de la boda y de verle la cara a Julián Caballero, el párroco de San Pedro, segunda comunión mía y hasta hoy. Bueno le vimos la cara otra vez en el 1975, en el bautizo de Paco nuestro hijo mayor.
Más de una vez, coincidí en la taberna con el barbero que tenía la barbería en el local que colindaba por la calle Lineros, era muy amigo de Manuel Gómez. Ahora ese barbero, Pepín Muñoz, es mi consuegro, motivo por lo que mis nietos son de apellidos, Muñoz al cuadrado. Somos de la misma edad. Pepín tiene ahora el negocio en Ciudad Jardín y como he dicho es el suegro de mi hijo Paco. Además como barbero de barrio es una enciclopedia de vivencias del barrio. Manolo Gómez y Antoñita Arenas, su mujer, se fueron a vivir con sus hijas que viven y trabajan en el Puerto de la Cruz (Tenerife), y allí murieron. Magdalena, casada con Juan Antonio, canario, y Mari soltera, con las que mantenemos un contacto habitual, el año pasado sin ir más lejos nos visitaron.
La esquina de la izquierda El 6, en el portalón de la derecha estuvo el bar Los Mosquitos.
En el fondo los bares, eran un poco el como foro romano de los barrios, casi todos los asuntos se culminaban allí. Desde la copa festejando un nacimiento, o el inscribir en el registro un nacido, hasta el cierre natural del episodio de la vida, después de un entierro. Según aquello de que: “el que va a un entierro y no bebe vino el suyo le viene de camino”, y por lo que por lo que tronara el sepelio se despedía en la taberna. El 6 de las Cinco Calles fue el foro de esa parte del barrio, que antaño fue de la collación de San Nicolás de la Axerquía, y hogaño de San Pedro. Desde que Antonio Aguilar dejó el establecimiento, lo tienen otros propietarios, los parroquianos son otros también, y parece que va medianamente bien. Este barrio como muchos del centro de la ciudad se han visto despoblados.
(1)El nombre de las Cinco Calles es porque son cinco las que confluyen allí. Lineros (antigua Coronel Cascajo); Carlos Rubio (antes del Baño, por unos baños árabes que existen en ella); D. Rodrigo; Mucho Trigo y Consolación.
Fotografías del autor y Wikipedia.
Bibliografía de la vida misma.y algunas notas de M. Carreño
me ha encantado, enhorabuena
ResponderEliminarGracias Anónimo. Saludos.
ResponderEliminarLo que me gustan esta historias, son vivencias de toda una vida.
ResponderEliminarUn saludo.
Vaya,cuando te sale la vena costumbrista,es una delicia leerte.
ResponderEliminarEsperemos que se te pase el "comecocos" político y antireli
gioso y vuelvas a escribir,como lo haces en esta entrada.
Actualmente,esta taberna, se defien
de con algunos vinillos y un menú
baratito,pero casero.
Saludos.
Emilio, gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Anónimo, en primer lugar muchas gracias. Eso me dijo el tabernero un día que la visité, pero lo habitual que yo conocía no es desde luego.
ResponderEliminarNo tengo ningún “‘comecocos’ político y antirreligioso” pasajero, es que considero necesario denunciar lo denunciable. La religión se mete, sin que tu se lo pidas, en tu vida y trata de cosas que solo le debe recomendar a sus seguidores. Se financia, o mejor dicho se la financia, con los impuestos de todos los españoles, y se expone a la crítica de quien la quiera criticar, o no “comulgue” con eso.
El concepto política con tu observación lo rebajas –espero y deseo que no seas de esas personas que dicen ser “apolíticos”-, yo considero que política es todo en la vida. Tu recomendación que considero cariñosa, no deja de ser una opinión, -de una persona que a lo mejor conozco, pero no sé quién es, luego existe por tu parte alguna ventaja-, y es principalmente política. En realidad quien desmerece de categoría a la política son determinados políticos, no la política en sí. Igual que a la Iglesia la desmerecen determinados comportamientos individuales y colectivos, no la Iglesia en sí que predica amor, y ser buenas personas, claro dentro de unos cánones que ella misma establece, pero si te quedas con la nata son aceptables las recomendaciones básicas.
Muchas gracias “Anónimo” de todas formas.
¡Menos tabernas y más bibliotecas!
ResponderEliminarPues no, hombre, algunas tabernas, como la que traes aquí son bibliotecas en cierto maravilloso modo
Recuerdo a Felipe que regentaba el bar los mosquitos, y la peluquería Raso en la C/Lucano, con Ransubi a la cabeza.
ResponderEliminarUn saludo.
Y muchas gracias por su magnifico trabajo.
Amigo Lansky, en Córdoba hay un refrán que dice:”Córdoba la sultana, Córdoba la bravía, la de las mil tabernas y una sola librería”. No es verdad del todo ¿Pero… dónde no hay mil tabernas? Si tiene Córdoba una buena red de bibliotecas la ciudad, y archivos para investigar fácilmente. Todos los centros cívicos tienen una y la central está en el antiguo cuartel de Lepanto, se cambiaron las armas por los libros. Luego el gobierno Central, el anterior, proyectó una destrozando una hermosa rosaleda, en los jardines de la Agricultura, o Bajos o de los Patos –se pueden llamar de las tres formas-, pero con la estafa bancaria –me niego a llamarla de otra manera-, sin eufemismos, veremos cuando habrá presupuesto para la cultura, y a eso le sumo que no veo yo a la derecha muy culturizante, como no sea esa cultura de la falacia constante, que hace mella en la gente, de los medios cavernícolas. La biblioteca proyectada es ahora, por el contrario, un excelente y tupido museo del jaramago.
ResponderEliminarUn abrazo Lansky y gracias
Si señor Anónimo –podrías poner al final del comentario por lo menos tu nombre de pila así habla uno con alguien- y luego cuando compraron la casa, se trasladó más arriba del 6, en Carlos Rubio y creo que está aún. Lo de la peluquería no lo conozco, si la taberna de los Portalillos que ahora es una tienda. Su propietario era Rafael Millán que tocó la platería, y creo que Miraflores, por un problema de simulación de robo. Tuvo taller en la calle Grajea y su hermano en Maese Luis. Este segundo fue el artífice de que una noche, que estábamos en Los Mosquitos, Manuel Gómez que lo cito, mi cuñado Rafalin, y mi amigo Joaquín Ruiz fuésemos a Casa de la Felipa en la carretera del Aeropuerto, una odisea, sobre todo para mi amigo Joaquín que pensaba era una casa de prostitutas y luego era María Antonia, como quería que se le llamara, homosexual, educado y discreto que había sido “amiga”, del amigo artífice de la visita. Siempre estaba abierto a cualquier hora, ese día era de madrugada y lo abrió exprofeso para nosotros. La decepción fue de mi amigo Joaquín que no sabía el bar de quién era y se quiso venir andando hasta Córdoba. Aunque de Lucano de lo que más me acuerdo es del cine de verano, después de invierno y ahora Centro de Salud, aún a cargo de la Seguridad Social, ya mismo de Sanitas, Adeslas o cualquier otra, si no lo remedia nadie, y siguen esta familia asustándonos los viernes. Y la posada de la Herradura, ahora aparcamiento. En fin.
ResponderEliminarPreciosa la entrada, Paco, costumbrista, como ya ha dicho alguien, lo que no quita para que, en cierto modo, sea también política y hasta religiosa, cosas ambas que no debes dejar, aunque yo sé que no es necesario que nadie te lo ruegue. Qué cantidad de recuerdos con esta entrada. No del Seis directamente, aunque pasara muchas veces por su puerta, sino de otras tabarnes de sus proximidades. Yo vivía entonces en el siete de la calle Almonas (me niego a llamarla Gutiérrez de los Ríos) y enfrente tenía Casa Pepe, que frecuentaba mi padre, y ya en la plaza de la Almagra, el Bar Azul, y casi enfrente La Parra, ambas dos también frecuentadas por mi padre. Al lado de casa Pepe tenía mi tío Miguel su barbería, que también era un buen centro noticiario y de tertulia (aquellas barberías de entonces) Cuando se tiene un padre demasiado aficionado al cristal de las tabernas, éstas no resultan tan atractivas. Por eso yo no empecé a frecuentarlas hasta que no fui bastante mayor, cuando ya había cambiado la fisonomía y, sobre todo, el paisanaje que la frecuentaba. Eso que me perdí. En aquellos tiempos, como recordarás, las mujeres tenían vetada la entrada a las tabernas. ¡Cuántas veces vi y oí a la mujer de un pintor de brocha gorda, de nombre Juan, gritarle desde dos metros de la puerta: ¡Juan, ya está bien, venga, vamos pa la casa! Y el Juan daba su último trago al medio y salía con la cabeza gacha detrás de su mujer, una mujerona de las de pelo en pecho.
ResponderEliminarGracias Rafael, yo también la llamo Almonas (de las fábricas de jabones), no he entrado en casa Pepe, pero si mucho en Casa Rafalito, casi frente a la calle Fernán Pérez de Oliva. Cuando estaba en los autobuses al final siempre parábamos allí Julián Palomino y yo. Juli era nieto de Palomino Olalla un republicano de pro. Bar Azul, La Parra, etc. la verdad es que son muchas las tabernas y pocas las librerías. En mi casa siempre ha habido barbería y era el centro de las noticias del barrio. Qué bien has dibujado a la mujer y sus prohibiciones, pero con mando en plaza. Entrar en una taberna era un cierto desmerecimiento personal. Qué cantidad de normas no escritas. Gracias
ResponderEliminarUn abrazo
¿Cómo es posible que yo abandonara la calle Mucho Trigo con siete años y todavía tenga recuerdos de aquel lugar? Supongo que en gran parte porque tú últimamente me la estás recordando de vez en cuando, y se me avivará el seso, como dice el poeta. Gracias por ello.
ResponderEliminarDices que es un bar en el que no había tapas, pero sin embargo yo me estoy viendo ahora mismo comiendo pescaíto frito con mis padres y hermanos un domingo de ramos cualquiera en este local, o quizás fuera en Los Mosquitos, ya me pones en duda.
Hablas de un barbero, y yo recuerdo que a mi casa venía a pelarnos a toda la familia un peluquero que se llamaba Lucas, y al que había que ir a avisar a su "oficina", o sea, al Seis. Quizás no tengan relación, pero no deja de ser coincidente.
La puerta de ese bar la pasaba cada día en mi camino al colegio, y la calle del Baño era para mí el paseo diario de ida y de vuelta. Quizás pronto me anime a sacar mis recuerdos infantiles de ese camino al cole que hacíamos mi hermano mayor y yo de la mano. Mientras tanto, prefiero deleitarme con tus recuerdos, que en gran parte, son también míos.
Un abrazo, enhorabuena y gracias.
JOSÉ MANUEL
JOSE MANUEL FUERTE DICE:
ResponderEliminar“¿Cómo es posible que yo abandonara la calle Mucho Trigo con siete años y todavía tenga recuerdos de aquel lugar? Supongo que en gran parte porque tú últimamente me la estás recordando de vez en cuando, y se me avivará el seso, como dice el poeta. Gracias por ello.
Dices que es un bar en el que no había tapas, pero sin embargo yo me estoy viendo ahora mismo comiendo pescaíto frito con mis padres y hermanos un domingo de ramos cualquiera en este local, o quizás fuera en Los Mosquitos, ya me pones en duda.
Hablas de un barbero, y yo recuerdo que a mi casa venía a pelarnos a toda la familia un peluquero que se llamaba Lucas, y al que había que ir a avisar a su "oficina", o sea, al Seis. Quizás no tengan relación, pero no deja de ser coincidente.
La puerta de ese bar la pasaba cada día en mi camino al colegio, y la calle del Baño era para mí el paseo diario de ida y de vuelta. Quizás pronto me anime a sacar mis recuerdos infantiles de ese camino al cole que hacíamos mi hermano mayor y yo de la mano. Mientras tanto, prefiero deleitarme con tus recuerdos, que en gran parte, son también míos.
Un abrazo, enhorabuena y gracias.
JOSÉ MANUEL”
José Manuel porque lo primero que se graba en el disco duro es lo que mejor se graba. Aunque con siete años ya “eras un hombre”, con dos más ya estaba yo trabajando. Posiblemente el bar fuese Los Mosquitos, en el 6 no había tapas. No, este barbero no es el que yo digo. Pepín Muñoz, mi consuegro, tenía la barbería inmediatamente al lado del bar.
Gracias José Manuel