De chico –me gusta más que de pequeño- sólo conocía a D. Ricardo de Montis porque su calle, una pequeña calleja sin salida, o barrera como las llama D. Teodomiro, que leía todas las mañanas y tardes camino del colegio, cuando coronaba la cuesta de la calle de Blanco Belmonte. A la derecha Rey Heredia, la cochera de Carbonell, el carrillo de Paquito "el de la China", frente los ultramarinos de Pio Gómez, al lado de la lápida, del primer caído fascista en Córdoba, en la calle Barroso antes La Pierna. La calleja Ricardo de Montis tenía al fondo una casa de paso que te permitía cruzar un patio y salir a Leiva Aguilar, al lado de la vivienda de ese gran profesional de la medicina y mejor persona, que fue D. Emilio Maya.
En esos años leía a Julio Verne, mejor devoraba. Engullía también temas técnicos y aprendía teoría y práctica de la radio con mi tío Pepe que reparaba aparatos. Éste había hecho un curso –no recuerdo si Maymó- e incluso tenía una maleta comprobadora de válvulas de vacío en su instrumental. Aprendí las características físicas de muchas de ellas: triodos, tetrodos, pentodos, etc. su funciones, tensiones e incluso sus esquemas. Practiqué la telegrafía, me movía con soltura por los puntos y las rayas que Samuel Morse ofreció al mundo de las ondas. Oía Radio Pekín, con unas locutoras en español con una voz melodiosa; la BBC de Londres, que nos ofrecía seriedad –luego comprobé que mediatizaban igual que todas-, Radio Tirana; Radio Moscú, cuya sintonía era inconfundible; Radio Paris, en la que uno de sus comentaristas en español se llamaba igual que Paco "el de Luisa", el cincelador, Francisco Díaz Roncero un artista de la orfebrería cordobesa. En su casa empecé a trabajar con nueve años de orfebre, Y como no, la estrella de Radio España Independiente, estación Pirenaica –que no estaba en los Pirineos-, y que era el enlace nocturno con la libertad que deseábamos los españoles, bueno una gran parte de los españoles, los no adictos.
Eran años de apagar la radio para que no la fuese a escuchar el inspector, pues entonces se pagaba un impuesto por tenerla. Construí un teléfono con hilos, con sendos vasos de plástico plegables de camping, esos que estaban formados de varios anillos que al extraerlos formaban el vaso, pero que tenían la base plástica a la que se le hacía un agujero con una aguja para meter el hilo que transmitía las vibraciones al otro vaso, igual que los protagonistas de "Novio a la Vista" de Berlanga. Leía entonces a los clásicos rusos y me quedé con Tolstoi, Guerra y Paz me impactó y comprendí entonces la revolución comunista, hay que ir pensando que el mundo va camino de una gran revolución que acabe con los abusos a la clase trabajadora. Me enamoré, como no, de Audrey Hepburn, en el traslado al cine de la novela de Tolstoi, de Ana María Pier Angeli, de Natalie Wood, y de Elizabeth Taylor en la Senda de los Elefantes.
Georges Simenon, su pipa y su comisario Maigret, la Señora Agatha Christie, Sir Artur Conan Doyle, Walter Scott –también estaba guapa Liz Taylor en Ivanhoe-. A todos los autores los mezclaba con los griegos, Iliada, Odisea, etc. También leí después a Fracoise Sagan y a Colette, cuando la testoterona aumentaba de nivel por razones de la edad, y me gustó mucho "Los Organillos" de Henri-François Rey, que después fue al cine como "Los Pianos Mecánicos", con unos jóvenes Melina Mercuri y James Mason, rodada en Cadaqués (Calella) en la Costa Brava, de la mano de Juan Antonio Bardem. Todas estas vueltas que estoy dando, son para explicar que no había empezado a enamorarme de mi ciudad aún. Sabía de sus rincones por el programa que Manuel Salcines hacía en EAJ24 Radio Córdoba, la única emisora que había en la ciudad y que tenía por director al Sr. Algarra padre. El programa se llamaba Paseos por Córdoba y estaba basado en el libro de D. Teodomiro Ramírez de Arellano. Pero no los había leído ni a él ni a Montis. Mi amigo Miguel Serrano me prestó el libro y lo tuve mucho tiempo. Ahora es mí libro de consulta, en el plano digital, en el busco una referencia, una fecha, o una leyenda. Ramírez de Arellano fue historiador y Montis poeta y sobre todo periodista. Sus artículos que describen la vida de la Córdoba de finales del XIX y principios del XX, contienen muchas referencias que después se pueden confirmar en otros textos, pero sobre todo dejan clara la vida diaria de la ciudad desde su óptica moralista, con un tinte –a mí modo de ver- muy religioso.
Como hoy es la fiesta católica de la Nochebuena me acordé de uno de sus cortos, del 1918, que titula Nochebuena Triste, en el que escribe sobre un 24 de diciembre, que dato por los acontecimientos que cita, por el 1904 ó el 1905. Ese día estaba con otro gran personaje en el Café Gran Capitán -que ubico por lo que después pudiera ser Labradores, o quizás el Mercantil, pero cerca de San Nicolás-, su amigo Pedro Alcalá Zamora, prieguense, novelista, articulista, hombre de mundo, que firmaba con el seudónimo “Luis Estremera” sus artículos y cuentos, y como “Lamparilla” sus crónicas taurinas, que merece una entrada exclusiva. Después de estar en el bar los amigos, deciden ir a la Misa del Gallo a San Nicolás, y al salir de ella cae el diluvio universal sobre Córdoba, se van entonces a refugiar al Casino de la Peña, en los alrededores, que aún estaba abierto y allí, esperando el cese del diluvio, se mezclan con otros dos personajes y un adormilado camarero.
“Cuando la lluvia y el viento amainaron un poco, todos nos dispusimos a retirarnos a nuestros hogares, quedando súbitamente deshecha la inesperada reunión. El joven de la barba negra y el rostro pálido exclamó al despedirse, con una amargura infinita: ¿dónde estaremos la Noche Buena del año próximo? Aquel infeliz, hijo de una buena familia de desahogada posición, a quien el vicio impulsó a dedicarse crupier de las casas de juego, el 21 de Diciembre del año siguiente ocupaba una cama de un hospital, donde murió poco tiempo después. El individuo que escuchaba a sus contertulios y apenas intervenía en la conversación, se hallaba en el calabozo de una cárcel, a dos pasos del patíbulo; era uno de los protagonistas de las espantosas tragedias del Huerto del Francés; el tristemente célebre Muñoz Lopera. Los demás seguíamos rodando por el mundo, incansables en la lucha que para la mayoría de la humanidad representa esta vida, llena de sinsabores.”
En un bar, el Casino de la Peña, después de la medianoche de un veinticuatro de diciembre de 1904 ó 1905, nuestro genial articulista D. Ricardo de Montis, su famoso amigo Alcalá-Zamora, un desgraciado “niño de bien”, y un criminal, participe de los crímenes del Huerto del Francés en Peñaflor, que junto con Juan Aldije alias “El Francés” formaron parte de la España negra de principios del siglo XX, Lopera engatusaba a los incautos, en partidas de cartas, luego los robaban y mataban, enterrándolos en el huerto, en total seis cadáveres estaban allí enterrados. De ahí aquello de ¿Qué me vas a llevar al huerto? Es una llamativa urdimbre de la vida. Precisamente el pasado día 18 estuvimos en Peñaflor con unos amigos y preguntamos, como no, por el Huerto del Francés, y dónde estaba. Ahora parece que hay un polígono industrial. Hoy la tristeza en la fiesta nos viene a todos por la situación a la que nos ha llevado el Gran Capital y el neoliberalismo internacional y sus crímenes económicos con el mundo.
Fotos de www.prieguenses4.blogspot.com, AMC, y de ABC
Bibliografía de la red y de R. de Montis.a
Te deseo unas felices fiestas, a tí y a tus familiares.
ResponderEliminarRecibe in fuerte abrazo.
Igualmente para ti y los tuyos y gracias Rayiv. Un abrazo
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