La calle Morería es hoy una de las calles más importantes de la ciudad. No siempre ha sido así, Pío Baroja la citaba por boca de uno de sus personajes, en la Feria de los Discretos, allá por el 1868, como:
“Casas de la Morería/trascastillo y Murallón,/ninfas, dueñas y tarascas, /Baratilleras del amor.”
Hoy es moderna, de variado comercio, peatonal, vía paralela a Gondomar entre Gran Capitán y Tendillas. Antes estaba llena de recovecos y tacones. En ella situamos Casa Camilo, un “colmao”, el clásico establecimiento andaluz, donde además de salón o patio, contaba con reservados para escuchar el cante. Su máximo auge, después de nacer en el s. XIX lo tuvo en la primera década del XX, que es en la que situamos la historia. Cuando la reforma de la Plaza de las Tendillas.
Su origen, el de la taberna que nos ocupa, procedía del “restaurant” –aún no se llamaba restaurante- “El Nuevo Mundo, Restaurant”, que estaba ubicado en la calle San Álvaro, calle que también sufrió el alineamiento que la dejó como está hoy. Este establecimiento, que regentaba Camilo Sánchez Aroca, fue frecuentado por lo mejor del momento: Machaquito; el padre de Manolete; Ricardo de Montis; Carbonell; Sánchez, el comerciante; e incluso el artista Julio Romero, entre muchos.
El Nuevo Mundo fue derribado y Camilo Sánchez Aroca murió. Su heredero y nuevo dueño, Gregorio Sánchez Aroca, lo trasladó a la calle Morería allá por el año 26 del s. XX., en honor a su tío, y en su recuerdo, le puso por nombre “Casa Camilo”. Eugenio Noel, el convencido escritor antitaurino y antiflamenquísta, que no flamenco, la frecuentaba. Una noche, después de una prolongada escucha flamenca, en la que tomaba notas para su libro “Cante Jondo”, le dijeron que había que cerrar, y dijo:
—¡Por Dios, no interrumpan ahora estas soleares, cantadas por el maestro barbero de la Judería, Carreras, que nos transportan a lo más genuino de Córdoba!
Advertido de que los “sifones” —como les llamaban por los cascos que tenían—, o Guardias de Seguridad, no perdonaban el pase de hora, continuó:
—Entonces a la vista de lo dicho, la autoridad es la que manda y mañana podemos seguir.
De Eugenio Noel, seudónimo de Eugenio Muñoz Díaz, que tomó el apellido de uno de sus grandes amores, la cantante María Noel, dijo Ramón Gómez de la Serna:
"Noel es la figura representativa del escritor que pudo ser genial; pero el medio se empeñó en no dejarle, en hostilizarle, en hacerle vivir de precario".
En el 1995, el jienense Manuel Urbano, desentraña la acusada personalidad del escritor en el libro, editado por el Ayuntamiento de Córdoba, “La hondura de un antiflamenco, Eugenio Noel”.
En otra taberna famosa de Córdoba, la de la Mezquita de Manuel Criado, en la calle Cardenal Herrero, que frecuentaba el escritor -a la que se acercó, por su amistad con el maestro barbero citado, cantaor de flamenco amateur, y que tenía al lado de la taberna, su barbería-, bautizó el tabernero Manuel Criado, uno de sus barriles de vino con el nombre de Noel, que la gente pronunciaba Noé como el del Arca.
Frente de Casa Camilo estaba, el restaurante de Casa Miguel Gómez, que después fue Ivory por el 1959, de los hermanos Peña, en esquina a Marqués de Boil, del que se ve su esquina en una de las fotografías. En este restaurante estuvo trabajando el famoso Pepe Aroca, de casa Pepe el de la Judería. También estuvieron en esta calle los establecimientos, La Oficina; Retumba; Chatín, que después se llamó La Verdad; Rancho Grande, y Pelu. El nombre de la calle, lo atribuye D. Teodomiro Ramírez de Arellano —sin un gran esfuerzo—, a las familias árabes que allí vivieron tras la ocupación de Fernando III.
Manolo Carreño, en sus Memorias Tabernarias, que escribía para Diario Córdoba, decía en 1988 sobre la Taberna de Camilo:
"Entrando por la calle Cruz Conde, a la mano derecha, frente al antiguo y de fama mundial restaurante de Miguel Gómez se encontraba esta taberna. La regentaba un sobrino del llamado Camilo, de nombre Gregorio, hombre servicial y callado que ofrecía con agrado sus vinos y aperitivos mirando por encima de unas gafas de armadura metálica, que sostenían sus aguileña y afilada nariz. Digna del famoso soneto quevediano.
Allí había un hermoso patio y muchos reservados propicios para reuniones y amoríos pasajeros. Era frecuentada por tratantes de ganado, enófilos constantes, empleados de banca, oficinistas y comerciantes. Taberna tranquila, sin alborotos ni molestias. Todo era callado y suave como la brisa: sólo se oía un viejo fonógrafo de cuerda con el compás de un tango lastimero y sentimental que estaba de moda en aquel tiempo; y también el agrio chirrido de las canillas de madera de abrirse para dar salida a las soleras.
Yo la frecuentaba en mis años de bachillerato con otros compañeros de curso y siempre tuvimos mucho respeto al señor Gregorio, con aquella mirada de jesuita observador. El inmueble era propiedad del arquitecto Enrique Tienda, que la derribó para construir una nueva edificación; por cierto, que en las excavaciones para cimentar se halló una magnífica estatua romana que Tienda conservaba en su nueva vivienda.
No era extraño encontar mosaicos y restos romanos por estos lugares que, según Luis María Ramírez de las Casas Deza, se ubicaba el sector aristocrático de la Córdoba romana.
Esta taberna, como tantas otras, pasó como el viento, yo le dedico este pequeño recuerdo, con el sentimiento de no poder volver a vivir aquellos ya idos."
Manolo Carreño, en sus Memorias Tabernarias, que escribía para Diario Córdoba, decía en 1988 sobre la Taberna de Camilo:
"Entrando por la calle Cruz Conde, a la mano derecha, frente al antiguo y de fama mundial restaurante de Miguel Gómez se encontraba esta taberna. La regentaba un sobrino del llamado Camilo, de nombre Gregorio, hombre servicial y callado que ofrecía con agrado sus vinos y aperitivos mirando por encima de unas gafas de armadura metálica, que sostenían sus aguileña y afilada nariz. Digna del famoso soneto quevediano.
Allí había un hermoso patio y muchos reservados propicios para reuniones y amoríos pasajeros. Era frecuentada por tratantes de ganado, enófilos constantes, empleados de banca, oficinistas y comerciantes. Taberna tranquila, sin alborotos ni molestias. Todo era callado y suave como la brisa: sólo se oía un viejo fonógrafo de cuerda con el compás de un tango lastimero y sentimental que estaba de moda en aquel tiempo; y también el agrio chirrido de las canillas de madera de abrirse para dar salida a las soleras.
Yo la frecuentaba en mis años de bachillerato con otros compañeros de curso y siempre tuvimos mucho respeto al señor Gregorio, con aquella mirada de jesuita observador. El inmueble era propiedad del arquitecto Enrique Tienda, que la derribó para construir una nueva edificación; por cierto, que en las excavaciones para cimentar se halló una magnífica estatua romana que Tienda conservaba en su nueva vivienda.
No era extraño encontar mosaicos y restos romanos por estos lugares que, según Luis María Ramírez de las Casas Deza, se ubicaba el sector aristocrático de la Córdoba romana.
Esta taberna, como tantas otras, pasó como el viento, yo le dedico este pequeño recuerdo, con el sentimiento de no poder volver a vivir aquellos ya idos."
Fotografías de Córdoba de Ayer a hoy, de Fco. Solano, Cordobapedia y del autor.
Bibliografía de Cordobapedia y el citado libro.
9 comentarios :
Paco: Estas entradas tuyas sobre la Córdoba del siglo XX son impagables, al menos para mí. Me recuperas una Córdoba que, en parte, yo debí haber conocido y no conocí. Gracias
"...con el sentimiento de no poder volver a vivir aquellos ya idos", como van cambiando los tiempos en pocos años.
Noel está lleno de anécdotas en cuanto lees algo de él o sobre él, es mucho lo que vivió y mucho también lo que escribió, y quizá también a pesar de lo escabroso de su muerte y entierro, lo hizo en el momento justo, no llegando a ver la que se venía encima.
Rafael, muchas gracias. La primera parte no la conocimos ninguno, hasta la mitad del siglo XX eramos proyectos, que digo proyectos menos, de ciudadanos. Pero la siguiente parte si, cuando Ivori en Morería, y otros establecimientos desaparecidos.
Hasta para morirse tuvo mala sombra, se quedó el cadáver en una vía muerta -también-, camino de Madrid. Y este hombre estaba sólo en tiempos complicados, contra viento y marea. Y tuvo suerte morirse antes de la hecatombe, porque seguro hubiera sido de los primeros en montarse al camión.
fantastico blog que he encontrado por casualidad, por favor no deje de hacer aportaciones. Gracias.
Muchas gracias Lola por tus palabras, esperemos que no decaigan las aportaciones. Un saludo
PD:El índice del Blog está en la entrada única del año 2007.
Gracias Paco por esta entrada.
Camilo era mi abuelo y en la familia guardamos muchas fotos y documentos de la taberna.
Tengo que ponerme a recopilarlo y escribir algo antes de que se pierda.
un abrazo.
Gracias por esta entrada maravillosa.
Camilo era mi abuelo y guardamos muchas fotos y documentos en la familia. Tengo que ponerme a recopilar y escribir sobre ello.
un abrazo
Pues mi abuelo Rafael, junto con Eugenio Noël, han pasado muchas noches de cate en Casa del tuyo, cosa que me congratula. Muchas gracias y sería muy interesante conocer más de ese personaje de nuestra Córdoba.
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