Dentro del programa Arqueología somos todos, tocó realizar la visita al Templo romano de Claudio Marcelo. Desde nuestro punto de vista fue bastante emocionante poder entrar en el recinto. Simplemente la apertura de la reja generaba un interés inusual en las personas que configurábamos el grupo.
Estábamos dirigidos por la arqueóloga Dª Maribel Gutiérrez, que fue una de las últimas profesionales que ha actuado en la excavación, con la separación de estructuras parásitas de construcciones contemporáneas que cubrían los restos. Vamos todo un lujo.
El recinto es para los cordobeses un completo desconocido. Las perspectivas que se tienen desde dentro no tienen nada que ver con las que estamos acostumbrados a ver desde fuera. Ver las antérides o muros de contención en abanico, que habitualmente no vemos. La muralla republicana al fondo del patio interior, entre el Ayuntamiento y la mole del templo. Una inmensa cantidad de restos de material marmóreo, que desde la antigüedad estaba aflorando, o se estaba expoliando. A esa zona se le llamó por ello “de los Marmolejos”.
Lástima que no se pueda visitar habitualmente. Y lo comprendemos, considerando que requeriría la vista una ruta protegida de imprudencias, ya que las alturas que tiene en determinados lugares son considerables. Sobre todo la de la “cella”, por su profundidad. La “cella” era el lugar sagrado por excelencia de los templos, es el “ádyton” griego o “lugar en el que no se puede entrar”, el espacio reservado para las cuestiones religiosas de los sacerdotes que, al ser aquí subterránea podría estimarse como una cripta.
En 1951 Samuel de los Santos Gener, entonces director del Museo Arqueológico, inicio las primeras prospecciones arqueológicas, ayudado por D. Félix Hernández. A partir de 1958 fue cuando se precisó que la excavación correspondía a un gran templo romano, elevado sobre un pódium. Este descubrimiento se le debe a Antonio García Bellido. En el 1985 se reanudaron las excavaciones dirigidas por José Luis Jiménez Salvador.
El sistema de construcción conllevó que para hacer la enorme terraza, que salvaba el desnivel que existe entre la calle del Arco Real (Maria Cristina) y Capitulares, que puede verse, hubo de construirse un gran muro de contención de toda esa gran masa de tierra que rellenaba el conjunto construido, que a su vez era el amortiguador del conjunto. Para ello se construyeron las antérides, recomendadas por Vitrubio, y que consisten, como se mencionó antes, en esos muros en abanico, inmensos y poderosos, que pueden tocarse incluso.
Félix Hernández, arquitecto, pudo calcular gracias a las escaleras, altar y pavimentación original, la cota desde la que arrancarían las basas de las columnas. Por no coincidir la cota, se recuperó el volumen de cimentación construyendo pilares de ladrillo, como podemos ver en la actualidad, sobre los que se apoyan las columnas. Todas ellas a excepción de tres capiteles, son reconstruidas. Se emplearon núcleos de hormigón armado, siendo las estrías de los fustes o los capiteles corintios construidos con moldes.
El templo se construyó en “opus cuadratum”, usándose en la escalera el “opus caementicium”. Sin necesidad de hacer alardes imaginativos, habría que ver la visión que presentaba el conjunto desde la vía Augusta a los viajeros que llegaban a la ciudad.
Una inmensa mole del templo y los pórticos laterales, las seis columnas frontales (hexástilo) y las diez en las laterales. Sería posiblemente uno de los edificios más importantes de los siglos I y II d.C. fecha en la que se estima su construcción, comenzando con Claudio en el 41-54 del s. I d.C y terminando con Domiciano por el 81-89 d.C..
Los restos de capiteles y fustes, han estado y aún quedan algunos, repartidos por plazas y jardines de la ciudad (ocurrencia de algún dirigente municipal), como podemos recordar en las plazas de las Doblas y Jardines de los Patos, no pudiendo precisar si también son los de la Plaza de Jerónimo Páez. Se sospecha de la existencia de algún templo o edificio mayor, pero no está confirmada su existencia.
Los materiales fueron de mármol, posiblemente de Carrara, como nos manifestó Maribel la arqueóloga que nos ilustraba, para columnas y muros. La calidad de los tallistas, por el trabajo realizado, denota la categoría de los mismos, lo que demuestra no se escatimó en la obra. Maribel nos explicó también con detalle, las serie de casi invisibles guías para el desarrollo de las tallas que tenían los bloques de mármol, así como una serie de hendiduras para el transporte.
Si observamos los límites de las distintas fincas en el plano catastral, nos podremos hacer una idea del tamaño del edificio religioso. El rincón de la calle Diario de Córdoba, establece un ángulo recto muralla y pórtico sur. Ese rincón en lo sucesivo se llena de edificaciones que, formando la curva actual de la calle buscan la línea de la muralla para adosarlas. Una antéride y restos de muralla están en el sótano del edificio de la esquina de Claudio Marcelo con Diario de Córdoba.
Por el lado norte pasa lo mismo. Lo que fue la Plaza del Salvador es el lateral del Pórtico norte, que configuraba otro ángulo recto que, con la Puerta de Roma, a mediados del último tramo de Alfonso XIII. Luego los nuevos edificios fueron en épocas sucesivas adosándose a los muros y cambiando la fisonomía del conjunto. Pero siempre queda esa línea de la propiedad, fosilizada, que señala la muralla.
Fotos del autor y vídeo del mismo, dibujos de simulacra romae,
Bibliografía variada de distintas publicaciones y trabajos científicos
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