El sistema de protección a la salud que tenían los trabajadores civiles de la Administración militar en los años cincuenta y parte de los sesenta, era muy simple, casi de Beneficencia. Cuando se necesitaban de los servicios médicos, te tenías que desplazar al hospital militar de San Fernando, en la carretera de Almadén, esquina a Fuensantilla y en un lóbrego semisótano de uno de sus pabellones, con bancos de maderas de tablas, en lo que se podía suponer una sala de espera, que antecedía a un frio e inhóspito despacho, con una mesa y dos sillas, te atendía un médico militar que en nuestro caso era un especialista de la piel. Si la cosa requería otro tipo de examen te enviaban a la consulta privada de unos señores con los que tenían un tipo de concierto, que en función del trato que te dispensaban, estimamos sería económicamente miserable.
Antiguo pabellón del Hospital Militar y puerta de la consulta
¿A qué viene esta introducción? pues simplemente, a que habitualmente desde el barrio de la Mezquita, en el que vivíamos, teníamos que desplazarnos cando necesitábamos atención médica, andando, casi de madrugada, pues la consulta era a las ocho de la mañana, cruzar la ciudad, pasar por las Tendillas, San Miguel, calle Osario y salir por la Puerta título de esta entrada al Campo de la Merced, deleitarte con los angelotes de las piscinas, pasar por debajo de la Torre de la Malmuerta, ver al aficionado de guardia de circulación en subido en la gradilla torre, y recorrer toda la zona industrial de Ollerías que antes tenía el nombre de un obispo cómplice con el golpe de estado fascista.
Angelitos de la fuente del Campo de la Merced
La Avenida de Ollerías era una suma de múltiples olores; aceite, maderas recién aserradas, industria de fundición, café, etc. y asustarte con las variadas historias que decían ocurrían detrás de las descarnadas paredes de la Casa de los Locos. Historias de escapadas de internos, que serían perseguidos por los loqueros y sus inhumanos, a veces crueles, sistemas de reducción de la psiquiatría “lopeziboriana” del régimen “autoritario no totalitario”, que gobernó éste país cuarenta años, según historiadores trasnochados e interesados.
En ese recorrido, como menciono dos párrafos atrás, pasábamos por la Puerta de Osario. Luego, ya de mayor, frecuenté el lugar porque con frecuencia iba a Repuestos Osario, esquina a la calle Julio Burell, donde me surtía de repuestos para mi Lambretta y bicicleta de carreras. A medida que iba pasando el tiempo fui conociendo la historia de la Puerta, deleitándome con fotografías y grabados antiguos, que te permitían trasladarte a esa época pretérita que no volverá, y que no es ni buena ni mala, solo distinta.
Cita de Miguel de Cervantes del lugar
D. Teodomiro Ramírez de Arellano dice de la Puerta de Osario:
“Nos encontramos en la Puerta del Osario, que da salida de la ciudad al Campo de la Merced. Está abierta entre dos hermosas torres, hechas o reedificadas después de la conquista, y aún tuvo a la derecha, saliendo, otra muy hermosa, de la que aún se encuentran vestigios, y que debió tener comunicación por unos arcos que aún se ven en la antigua muralla detrás de las nuevas construcciones de aquel lado.
No sabemos de quien fue la peregrina idea en 1831 de dárselas a los ermitaños del Desierto de Belén para ampliación de la hospedería que hicieron al lado, pues volteando entre ambas torres un arco muy rebajado le hicieron perder todo su mérito. De este tiempo son también los cuadros que están en el interior, representando un Santo Cristo con la Virgen, San Juan y la Magdalena, San Pablo, primer ermitaño, y San Antonio Abad.
A la salida hay una fuente con dos caños, surtida de tres pajas del agua de Ojamaimón; data de 1664, pero su actual forma y pilar de mármol se la dieron en 1799.”
“En tiempo de los árabes y mucho después no había casas ni corrales alrededor, viéndose la muralla de la ciudad con sus torres y almenado. Posteriormente se fueron concediendo terrenos y se hicieron las casas entre la Puerta del Rincón y torre de la Malmuerta.
En estos últimos años se han enajenado los solares hacia la puerta del Osario y se han construido almacenes de maderas, los baños y otros edificios, dejando hueco necesario para una calle que dará frente a la del Silencio, ocupándose el lugar donde los franceses fusilaron a tantos españoles –cuyos nombres publicamos en el barrio de San Pedro al ocuparnos de la antigua cárcel- sin que nadie se cuidase de colocar siquiera una lápida que lo hiciese recordar a las futuras generaciones.”
Restos actuales de la muralla en el rincón.
Y D. José Manuel escobar Camacho, en su trabajo sobre las murallas y puertas de la ciudad dice:
“Puerta de Osario: Situada en el lienzo septentrional de la muralla de la Villa, era una antigua puerta romana y califal denominada por Ocaña Jiménez para la última etapa musulmana con el nombre de puerta de León, de los Judíos o de la Recta Dirección. El topónimo Fonsario u Osario, con que se conoce en la Baja Edad Media proviene de la existencia en sus proximidades de un cementerio. Se encontraba “abierta entre dos hermosas torres hechas o reedificadas después de la conquista y aún tuvo a la derecha, saliendo, otra muy hermosa,… y que debió tener comunicación por unos arcos… en la antigua muralla”. Esta puerta, que da salida al Campo de la Merced, tenía a su izquierda una torre albarrana, que fue demolida al igual que la puerta y esta parte de la muralla a finales del siglo XIX y principios del XX, llegando, sin embargo, su topónimo hasta nosotros.”
Dibujo de la Puerta
Como podemos observar por los textos de D. Teodomiro Ramírez de Arellano, se habla de la puerta de Osario como que está entre dos hermosas torres, y que a la salida hay una fuente o pilar que se construyó en 1664 y dieron forma posterior y pilar de mármol en 1799. Nuestro dibujo de la muralla completa, es de 1752, cien años después de instalar la primera fuente y cuarenta antes del pilar. Comenta también que se veía todo el lienzo de la muralla y sus torres, porque no había nada edificado delante, y que después se había dividido el terreno de la hoya y montones, como dice el grabado de 1752, en solares e incluso dejado el hueco necesario para la salida de la calle del Silencio, actual Torres Cabrera.
Se derribó la Puerta de Osario en 1905, cuando la piqueta destructora del patrimonio, hizo de las suyas y fue la última que sucumbió, no se tiró ninguna más, entendiendo que las que quedaban en pie, eran la de Almodóvar y Sevilla que estaba derruida, porque no podemos incluir el arco del Triunfo. Es muy interesante la descripción que de ella hace D. José Manuel Escobar Camacho, con muchas similitudes a la de D. Teodomiro cuyo texto cita entrecomillado.
Dibujo de las murallas y terreno delante de ellas
La congregación de Ermitaños de Nuestra Señora de Belén, hace un ofrecimiento de su propiedad, que era la Puerta, diciendo que la misma es un obstáculo y que deben primar los intereses del vecindario, en la higiene y viabilidad. Pero tanto desprendimiento debió alertar a los munícipes, porque después como contrapartida a su “generoso” ofrecimiento, pidieron un solar resultado de la alineación de la calle del Caño y una indemnización de siete mil pesetas. D. Teodomiro Ramírez de Arellano fue el único concejal que se opuso en el pleno al derribo.
Abrevadero de la Puerta Osario 1904
Como curiosidad, y ya que hemos visto el lienzo completo en el grabado, conocemos la existencia de parte de la muralla, aquella que se veía desde el Campo de la Merced completa, y que ahora solo se ve en la Puerta del Rincón, en un patio posterior de la casa número dos de la Plaza de Colón, y en el sótano de la número nueve, también de Plaza de Colóncomentaremos porque desapareció el paño completo que permite la salida de la calle Torres Cabrera a Colón.
En un Pleno municipal del 23 de febrero de 1877, se dice:
“…apertura y alineación de la calle del Silencio, cuya obra la creo de urgente necesidad, porque debiendo hospedarse S.M. el Rey a su estancia en esta población en el Palacio del Excmo. Sr Conde de Torres Cabrera que está situado en dicha calle, esta mejora proporcionará una fácil y cómoda salida al Campo de la Merced…”
Es decir que, se derriba el lienzo norte de la muralla de la época republicana romana, en una gran longitud para que el monarca pueda tener una salida más cómoda al Campo de la Merced, ni más ni menos. Se expropian cuatro casas por un importe total de 25.653,37 pesetas cuya superficie era de 762,65 metros cuadrados.
Fotografías: del AMC, la del angelito de Colina, otras de diferentes libros y del autor.
Bibliografia: T.Ramírez de Arellano y José M. Escobar Camacho.
4 comentarios :
Y nos quedamos sin puerta y sin muralla, pero el Rey paseó su infame trasero por donde mejor le venía.
¡Qué solo se debió sentir don Teodomiro!
La vista del Convento de la Merced es de cuando el convento ya no era tal, sino hospicio, lugar siniestro por el que pasaron bastantes niños de Córdoba. Y luego, eso malditos destructores que arrasan con todo lo que pillan sólo para beneficio de un solo individuo. Son de la misma calaña de los que hoy están arrasando el planeta entero. Sólo con lo que se ha destruido en Córdoba en el último siglo y medio podía construirse una ciudad que llenaría de asombro a sus visitantes.
Es cierto José Manuel la soledad de mucha gente, la de Romero Barros cuando luchó por que no derribaran muchas cosas, tuvo un buen atranque con la casa de los Bañuelos. Y Ramírez de Arellano ya vez votó en contra, el único. Es cierto que posiblemente fuese necesario compaginar ciertas cuestiones para progresar, pero se podría haber progresado extramuros. Lo cierto es que es complicado el equilibrio.
Como yo me he movido por la Mezquita, cuando los niños de San Jacinto o la Casa Cuna crecían, pasaban al Hospicio, que no era ya convento efectivamente, lo que se es si seguían los frailes. Allí había una imprenta y algunos talleres más. Tuve un compañero de trabajo que estuvo en el hospicio, y observé que todos tenían el síndrome de Estocolmo, esto lo vi también en otras personas no expósitos. El compañero que te dije le mataron, asesinaron a sus padres, y se refugió en unos tebeos del régimen, tipo Roberto Alcázar y Pedrín, que si malo era el guión peor el dibujo, que se llamaban Flechas y Pelayos, con el nombre ya te puedes imaginar. Pero nunca criticó lo que le pasó a su familia, y de mayor, bastante, todo su afán eran volver a encontrar esos tebeos, que era lo que le quedaba de su infancia. Es lo que se llama un perfecto lavado de cerebro.
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