El Árbol de la Vida, de Ramón García Romero (Museo Arte en piel, en la web Artencordoba.com)
En nuestra ciudad hubo una industria que fue floreciente en su momento, y que estaba dentro de las más importantes de la época, hoy en día desaparecida, y que era la del curtido de pieles y una de sus elaboraciones posteriores que era la guadamacilería, de notable implantación y fama en Córdoba.
Curtidores en Montilla (MontillaUrbium.com)
En la segunda mitad del siglo XIX, había en Córdoba bastantes industrias de ese ramo. Estas normalmente estaban ubicadas en los barrios extremos como, S. Lorenzo, San. Nicolás de la Axerquía y del Campo de la Merced (este último barrio tenía en sus cercanías el llamado del matadero).
El procedimiento de curtido, comparado con el actual, era bastante primitivo, con muy buenos resultados en cuanto a la calidad y duración del producto, por su elaboración artesanal. Desde la compra al ganadero, hasta la entrega a zapateros, guarnicioneros y otros artesanos, conllevaba un largo proceso.
Curtido y tintado de los cueros
La parte más ingrata de este trabajo era la del arranque del pelo y carne adosada, el mal olor era materialmente inaguantable, cuando la cal, que cubría la carne, descomponía esta; después se introducían las pieles en pozos de agua que, a su vez, contenían cortezas de diversos árboles, algunos tropicales; la mimosa, el quebracho y el castaño, así como algunas raíces. En estos pozos estaban bastante tiempo; luego venía el secadero; el zurrado con mazos, el engrase, alisamiento e igualación; y al final el teñido de las que lo necesitaran, otras quedaban en su primitivo color, y el uso de la alcaparrosa, anilinas y otros productos químicos.
Desde el comienzo de la labor hasta el final, podía transcurrir, por término medio, un año. Sobre todo el material destinado a la industria del calzado o la guarnicionería; los corambres (odres o pellejos) para vino y aceite tenían una elaboración más breve, pues no necesitaban igualación, ni teñido, ni engrase, sino simplemente recibir una mano de pez para aumentar su consistencia e impermeabilización.
Los "pelambres" en el río (plano de 1851)
Las distintas tenerías cercanas a la ribera tenía la suerte de disponer abundante agua, que era más difícil en las que nos estaban cerca. Cerca del Molino de Martos y la Puerta del Sol, en lo que se llamaba Plaza del Peso, a la desembocadura de la calle Mucho Trigo, en el plano de 1851, puede verse una pequeña islita adosada al muro, que la denominaban “Pelambres” y, como en las actuales obras de la ciudad, con la presencia de ingenieros o arquitectos del Imserso, no faltaban curiosos que, desde el barandal del muro, sacrificaban su pituitaria por la curiosidad, dado el olor a putrefacción que generaba el trabajo.
Las pieles a curtir eran, por regla general, de caballo, becerro y cabra, siendo de estas últimas de donde se sacaban los cordobanes, cuyo nombre les fue dado en honor a la ciudad que los creó, y a la que afamaron aún más por la elaboración de estos productos.
Cordobán (foto de cordobanes.blogspot.com)
La selección previa era muy importante, a la hora de comprar las pieles. Las que no tenían defecto alguno se destinaba a corambres, los llamados pellejos para vino o aceite. Se comentaba también que eran, para algunos labradores, cajas fuertes o de caudales, donde sus dueños guardaban los llamados “peluconas” o “napoleones”.
Los labradores llevaban a curtir sus pieles de cerdo, para confeccionarse zahones o polainas, y los cazadores, las de jabalí o venado, incluso gatos monteses, para usarlos como alfombras o camas. También eran elemento de adorno en zamarras y otras prendas campestres o las botas para el vino, siempre útiles en las fiestas campestres o peroles.
El pelo se utilizaba también para asientos y butacas. La carnaza para colas de carpintero, y las corambres viejas, ya inservibles, los utilizaban los piconeros en la elaboración del picón, cuando llevaban en ellos el agua para apagar las hogueras que hacían el picón. Había muchos pellejeros y boteros como se denominaba a los curtidores a pie de calle. Un trabajo mal remunerado y penoso, y mucho más en el invierno por tener que estar en permanente contacto con el agua.
Cédula del oficio de curtidor.
Estos artesanos, en nuestra ciudad, eran un gremio importante, con una ordenanza muy “sui generis”. Formaban la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en el Huerto, que residía en San Nicolás de la Axerquía. Luego, con la ruina del citado templo, se trasladó a San Francisco.
En mi niñez recuerdo que, en el barrio de la Mezquita (antes Mezquita), en la que se llamó calle de la Grada Redonda (Magistral González Francés), antes de llegar a la Plazuela de Santa Catalina, estaba Curtidos Varo, que luego se trasladó a la calle Alfaros. En este comercio había un olor muy característico, en el conseguíamos el trocito de badana, como lo llamábamos, para el tirador (ahora tirachinas), o incluso, para el que fuera más habilidoso repujar y hacer una pequeña obra de arte, e incluso alguno una vaina para la espada de madera.
Trabajando el cuero (cuerosghadames)
En Córdoba existen extraordinarios artesanos del arte del cordobán o guadamecíles, e incluso un museo que está en la esquina de la calle Céspedes, con la antigua cuesta de Blanco Belmonte, que se puede visitar y ver las artísticas obras que en él se exponen. En la magnifica Web Artencordoba.com se puede comprobar el extremo que aquí se cita.
Según un artículo de R. de Montis
Fotografías de Artencordoba.com, cordobanes.blogspot.com, montillaurbium.comy tintadoycurtido.com
ENHORABUENA POR EL ARTÍCULO.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. En Montilla está el barrio de Tenerías, todavía quedan vestigios de esta famosa industria montillana de curtidos como las fachadas de las antiguas Tenerías del Duque, varios noques y muchas herramientas en particulares. Saludos. Montillano.
Me alegro Montillano, encontré esa fotografía y me pareció oportuno ponerla, claro está citando la procedencia, como siempre y es muy interesante lo que dices, lo desconocía.
ResponderEliminarSaludos.
Muy interesante e instructivo, como todo lo que pones en tu blogs.
ResponderEliminarSaludos.
Paco
o de los pelambres siempre me llamó la atención en los planos de Córdoba, en el de 1811 y 1851, y mira por donde era de la industria del curtido. Un abrazo
ResponderEliminareste articulo es algo poco común y un ejemplo para valorar la Córdoba que tenemos y sus artistas que pasan desapercibidos en el silencio de una ciudad que en sus rincones guarda talleres de este noble arte de los cueros como el mio propio http://artedecor-cuerosdecordoba.blogspot.com/
ResponderEliminarSiempre que se puede se aprovecha para ello, para difundir lo que no tiene difusión donde debiera. Gracias a vosotros por mantener este arte, a pesar de los pesares.
ResponderEliminarUn saludo y mi reconocimiento pleno.