Posada del Potro (Ed. Arribas)
Desde el principio de los tiempos, Córdoba ha sido cruce de caminos entre el norte y el sur, el este y el oeste. Asentamientos de grandes civilizaciones, que dejaron su impronta en grandes monumentos, pasados periodos de mucha prosperidad y otros de decadencia, los últimos cantados por los escritores románticos. Ello fue motivo para que en todas las épocas florecieran establecimientos de hospedaje de toda índole. Hoteles, mesones, posadas paradores, fondas, y el último escalón quizás más humanizado, la casa de huéspedes.
Posada del Sol (patio)
La posada ha sido siempre el establecimiento por excelencia para el hospedaje circunstancial. En la época de referencia, s. XIX e incluso la primera década del s. XX, este tipo de establecimientos variaban muy poco de los de antaño, traduciendo el antaño por varios cientos de años. De las más afamadas y conocidas eran las de El Potro y del Sol. La primera recibe su nombre de la plaza que la contiene y la segunda de la calle donde se ubicaba. La de El Potro ya la citó D. Miguel de Cervantes y Saavedra en su obra, vecino por otras señas del barrio en temporadas cuando su labor le trajo a esta ciudad. La segunda la de El Sol, por sus ilustres visitantes, entre los que podemos citar a Cristóbal Colón, en la época de sus ajetreos de la preparación del viaje a las Américas, al creador de los Tres Mosqueteros, Monsieur Dumas, o Chateaubriand. En ambas posadas había habitaciones especiales que separaban a los “ilustres” de; rufianes, arrieros, trajinantes, mercaderes, etc. que eran los habituales.
Lugar donde estaba la Posada del Sol (c/.Magistral González Francés)
La posada del Sol estuvo activa hasta casi los años setenta del siglo pasado. En ese lugar datado como hemos comentado en el s. XV, estuvo la Alcaicería o mercado de la Seda, y el antiguo Hospital de San Sebastián, que después se trasladó a los aledaños del palacio episcopal, y que después fue Casa de Expósitos, Maternidad y Casa Cuna, y hoy en día tiene repartidas sus dependencias entre el Palacio de Congresos, la filmoteca de Andalucía y un tablao flamenco.
Posada del Potro
Había otras tan antiguas como las señaladas, por los alrededores de la Plaza Mayor o la Corredera, por ser las calles más frecuentadas, mercado, alhóndiga, industrias diversas, y otras en la vía de penetración a la ciudad desde el este, y que era la que partiendo de la Puerta de Baeza discurría pos Santiago D. Rodrigo y Lucano para adentrarse luego camino de la Catedral de Santa María, pasando por la Mancebía, es decir una ruta que contenía el descanso, el placer y el perdón de los pecados.
Ambiente en la Posada del Potro
En la zona de esa vía citada tenemos la posada de Vencesguerra, en la calle D. Rodrigo, que toma el nombre del famoso caño ya citado en siglos pasados que parece fue un cloaca romana. La de la Herradura en Lucano, también vigente en los sesenta del s. XX, ahora aparcamiento, con acceso por Lucano y la Ribera. Entre las citadas hubo otras dos desaparecidas a finales del s. XIX, que se llamaron La Espada y La Madera. Volviendo a la Corredera, allí estaban las del Toro, la de la Puya, y S. Antonio. Cercanas la de S. Rafael en la calle Pedro Muñoz y la de las Yerbas en la calle del Juramento.
Hotel Suizo
Hubo otros lugares más actuales, con otro “visíto”, como el Mesón de San Antón en el campo de este nombre; el de San José, en la Plaza de Colón; así como el de la Merced, que se ubicó en la calle Alfaros. Las posadas cordobesas no tenían singularidad que las diferenciara de las de otras poblaciones. Sus características esenciales eran; grandes entradas con portalón, patios enormes, asiento de obra en estos últimos, empedrados, pajar y inmensas cocinas, pilón abrevadero y destartalados habitáculos, salvo los especiales. Emblemas en sus fachadas, en las que algunas tenían imágenes de San Rafael, disecadas cabezas de toros, en la del Sol una imagen del astro rey pintado, etc.
Hotel Simón al lado de San Hipólito
Luego estaba la parafernalia que las rodeaba de, aventuras y leyendas, que a medida que se las contaba se iban incorporando a la historia real. O en la mayoría de las veces no se podía discernir la realidad histórica de la leyenda, la mayoría con resultados trágicos. Como la del Potro con el mesonero descuartizado por orden de Pedro I de Castilla, que se pierde en la noche del tiempo. O la de la de San Rafael, en la que unas bestias derribaron una pared y, en el hueco que dejó el derrumbe, apareció un cadáver que por sus ropas se pudo identificar, resultando ser un miembro de la familia apellidada Barrena que había desaparecido hace mucho tiempo de su domicilio. También el de Vencesguerra sucedió el asesinato de la Tizná, por su antiguo y celoso amante.
Etiqueta del Hotel Simón
Simón Amposta, a mediados del s. XIX creó un parador que se convirtió pronto en uno de los más solicitados, Con el favor del público fundó una fonda que se ubicó en la calle Gondomar y después dio el salto al famoso Hotel Simón, que estaba en el Gran Capitán, en el edificio que ahora es el BBVA, y fue uno de los importantes de esta ciudad. Otra famosa fonda fue la de Rizzi, italiano afincado en Córdoba, que estaba en la calle Ambrosio de Morales, donde estuvo el café suizo. Tenía todas las comodidades del momento. Daba, por un lado a la calle de la Feria, entrada fácil donde podían parar los carruajes en la puerta, y por la citada de Ambrosio de Morales, usando la primera se evitaba la subida escalonada de la Cuesta Luján.
Hotel Suizo
En la calle Ambrosio de Morales, donde tenía D. Francisco Lubián su sastrería, hubo otra pensión cuyas propietarias eran dos hermanas, tenían una ganada fama de pulcritud y profesionalidad con la clientela, y se conocía la casa como la Casa de las Mariquitas. Su clientela era estable y formal, militares retirados, pensionistas y algún sacerdote, y en ella gozaban de una cierta tranquilidad familiar. Fue de las más renombradas pensiones por las virtudes patronales expuestas.
Los hermanos Putzi, en 1860 construyeron una fonda, en parte de un solar denominado de la Encomienda, del antiguo convento de los Caballeros de Calatrava. Durante la construcción de los que se llamó fonda u Hotel Suizo después, estuvo provisionalmente en la calle Diego León 5. En ella se alojó el príncipe marroquí Muley el Habbad, embalador del Sultán de Marruecos, allá por el mes de noviembre de 1861. Luego terminada la construcción fue un edificio noble que ocupó lo que hoy es la plaza de las Tendillas, con fachada a Diego León y a la calle Paraíso que hoy es, en un tramo, Duque de Hornachuelos. Tenía un patio con arcos y columnas y capiteles árabes, del antiguo convento. Los capiteles se labraron, según las inscripciones, por un tal Abderraman Ban Mohamad.
Este fue el más famoso alojamiento de la ciudad durante bastante tiempo, en el centro de la misma. Gran comedor, suntuosa escalera y todas las comodidades del momento. Genaro Cavestany, escritor, lo cita en su obra “Memorias de un sesentón sevillano”, narrando un rapto del hijo del propietario de la Fonda Madrid de Sevilla, diciendo que el Suizo y la Madrid eran las mejores de España. Finalizar con la fonda Oriente del Paseo del Gran Capitán, propiedad de los hermanos Reynaud, desaparecida como todas las citadas.
Ya en el siglo XX se llenó Córdoba de establecimientos hoteleros de toda índole de gran calidad la mayoría, que se ha culminado en el siglo XXI, con hoteles de cinco estrellas.
Ya en el siglo XX se llenó Córdoba de establecimientos hoteleros de toda índole de gran calidad la mayoría, que se ha culminado en el siglo XXI, con hoteles de cinco estrellas.
Fotos del AMC, Ed.Arribas y otros,una del autor.
Bibliografía según artículo de R. de Montis 1918.
Amigo Paco
ResponderEliminarTe felicito de todo corazón, eres una persona encomiable, que estás divulgando Córdoba, con todo el amor del mundo.
Enhorabuena.
Saludos.
Gracias amigo Manuel
ResponderEliminarPero en cuanto a divulgación del terruño, mejor decir, estamos.
Un abrazo.
Paco,en esas fondas tenían la sana
ResponderEliminarcostumbre de servir en su comedor,
menús para personas que no se hos
pedaban.Incluso podías utilizarlas
para la siesta,a un precio intere
sante.
Habían personas,que venían de los
pueblos por la mañana,arreglaban
asuntos en la capital o compraban
género y luego hasta que salían sus
autobuses podían disfrutar de una
siesta y arreglarse en la fonda.
En mi caso,con mi padre recuerdo
de haber ido a comer en alguna,por
que mi madre había ido al pueblo.
Un menú normal,pues era por ejemplo
alubias con chorizo y luego pesca
do frito,todo casero y del día,no
recuerdo el precio,porque no paga
ba,claro.Ah! Y una buena telera en
la mesa y vino.
Saludos.
Estimado Ben
ResponderEliminarMás o menos como determinadas ofertas hosteleras de la actualidad, de poner a tu disposición habitaciones para la siesta, y lo presentaban como una novedad. Y en cuanto a la comida era en plan rancho o casera para todos. Y eso que tú hablas de nuestros tiempos, pero me imagino que en tiempos de carruajes de tracción animal, llegar a una parada significaba un descanso largo que requería un tiempo.
Saludos
Muy señor mío, soy Rafael Simón, biznieto de Simón Amposta. Muchas felicidades por su block. Me gustaría conocer más cosas de mi bisabuelo, fundador del Gran Hotel Simón.
ResponderEliminarRafa muy gracias y es un honor que un biznieto del fundador del Hotel Simón, que fue un referente en Córdoba piense que nosotros los aficionados pueden saber más de su Bisabuelo que tú mismo o tu familia. Hay poca literatura y lo que existe es sacado de articulos de prensa y referencias ligeras. Rafa una anecdota de otra entrada "Los espetaores" http://notascordobesas.blogspot.com.es/2009/07/los-espetaores.html , pero que se refiere de rebote al Hotel Simón: " Cuenta en una anécdota para comenzar, referida a la cafetería Dunia, que estaba situada en el Gran Capitán, en el tramo entre Góngora y Conde Robledo. Aperturista establecimiento, donde empezaron a exhibirse en su terraza, generosamente, piernas femeninas interminables a lo Marlene Dietrich, que obligaba pasar y repasar por delante de ellas a toda una corte de disimulados mirones, espetaores. Luego por las noches estos mismos mirones, se sentaban en la citada terraza para espetar las ventanas del Hotel Simón, ubicado en lo que después fue el Banco de Bilbao. Todavía no se había inventado el aire acondicionado, y los calores veraniegos obligaban a dormir con las ventanas abiertas a los incipientes turistas que nos visitaban -eso del turista un millón, ni pensarlo-, y desde la cafetería se veía casi toda la habitación." Un abrazo y si me encuentro algo por ahí no dudes que te lo haré llegar.
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