A la derecha el desaparecido Colegio San Eulogio,
la antigua zapatería y taberna La Mezquita, al frente lo que hoy es el hotel.
El domingo pasado tocó paseo por la Mezquita con Conchi, la abuela de Claudia y Alejandro, título superior al de esposa y madre. Después de haber cruzado el Puente Romano, y habernos asombrado con los residuos de la riada, en forma de fango en las cercanías del Molino de San Antonio. Pasado la Puerta del Puente, y subido Torrijos, esquivado a las pesadas del romero, entrado al Patio de los Naranjos, dónde un amable señor –confundiéndonos con turistas- nos explicaba que no se podía acceder a la Mezquita pues era horario litúrgico, cuestión que me hizo ganarme un tirón del brazo para que no despotricara del Cabildo, mientras los japoneses, chinos o coreanos, esperaban pacientes que llegara la hora del levantamiento de la veda turística.
Subidas las escaleras de la Puerta del Perdón, mirada a la cruz de la izquierda, a la que había que llegar en su cruce de brazos con la boca para encontrar el amor, y a la que no llegaba seguro ni Pau Gassol, mirada también a un rincón a la derecha que siempre miro, y nada más que salir a la calle, me encontré a mi buen amigo Pepe “el Largo”, como cariñosamente se le conoce. Excelente técnico del frío y otros artilugios de lo que se vienen a llamar marca blanca, incluida la electricidad de la que también es experto. Le llamé la atención delante de la Puerta del Perdón, y como siempre que coincido allí con alguien hago, le indiqué dónde nací. Esto es una orgullosa necesidad personal, seguramente para presumir de lugar de nacimiento. Nos saludamos, y le comento lo anterior y me dice:
-Pero si yo he estado en el Colegio San Eulogio, que estaba ahí. –señalándome la puerta de la casa de Torres Molina el canónigo.
Inmediatamente le rectifico, y le señalo la verdadera del Colegio, que es la de más abajo, que formaba el trío de casas de la familia Moyano, la del colegio de D. Antonio el maestro, la de Manolo, de la zapatería, y la taberna de Rafalito. Encarnación Criado, su madre, dejó a cada uno de sus hijos una casa, en la c/ dedicada al Cardenal Herrero, frente a la Puerta del Perdón. Manolo Moyano, hijo, afortunadamente aún está entre nosotros con una lucidez mental fuera de lo común, pues ya pasa de los noventa, y con ese humor que era característico en los Moyano, y del que participaba poco D. Antonio -quizá por su ilustración-, cuando le pregunto a Manolo por la salud me dice que bien, pero que una "cosa" no le funciona adecuadamente, bueno por lo menos como el quisiera, a lo que le respondo que eso no le funciona a mucha gente, aunque en las tabernas se presuma de records. Su tío Manuel Criado, hermano de Encarnación, fue el primer propietario de la taberna (1888) que luego continuó Rafalito Moyano. Cuentan que unos malagueños le dijeron en cierta ocasión:
-Señor, ha tenido usted mucha suerte de que le pongan la Mezquita frente a la taberna.
Él haciendo gala de su sentido del humor, le contestó:
-Si, por enchufe de mí cuñado Abderramán
Y qué decir de los elogios de D. Eugenio Noel, al que hasta le pusieron su nombre a un vino.
Prolongando la conversación, le señalé a Pepe la puerta falsa del colegio, que casi nunca se abría y que daba al patio del recreo, que estaba por la Casa del Callejón, cuestión en la que coincidimos, y me recordó el nombre de una maestra suya, a la que yo no recordaba. Lo cierto es que yo estuve poco tiempo en ese colegio, de los cinco a seis años. Y lo que más recuerdo era pinchar unas flores de papel de seda con un alfiler, para que luego éstas engalanaran la fachada de la Virgen de los Faroles, debajo del ovalo cerámico “Si quieres que tu dolor, se convierta en alegría,…”, en la Verbena de Agosto. En la que Luque “Zapatones” y el padre de Manolo Soriano, el campanero, pusieran la luz al halo del San Rafael de la Torre.
La pequeña casita de Manolo el músico, propietario de unas barquillas de las verbenas y ferias de los barrios, bonachón y artista, de educación exquisita, creo recordar que tocaba el clarinete. La siguiente de unos labradores, hoy Burger, o bocadillería americana, del que no recuerdo su apellido -lástima no poder llamar a Loles para preguntárselo-, pero sí que su esposa le prestó a mi madre el vestido de primera comunión de su niña, para que mi hermana pudiera tener un vestido de esa índole, ya que la economía no permitía en mi casa demasiadas veleidades.
Si nos vamos en dirección a la Judería, lo que hoy es la entrada del Caballo Rojo, fue una casa de vecinos enorme, cuyos habitantes dan para una guía telefónica, Moreno el Sastre; Rosi de Calzados Mallorca; “Pelajopos” gitano de casta; Eugenio; Carmela que fue novia de Manolo el Bizco; Gregorio Martínez, policía Armada, procedente de Almería, con cuya hija estoy en muchas fotografías de niño, y muchos más. Esa casa tenía una palmera con una fuente de agua del Cabildo, la más fresca de los alrededores.
Luego la casa de los padres de mi madrina María Rosa, esposa de Juanín el Sacristán Mayor de la Catedral, D. Paco -militar, por el que yo me llamo así- y su mujer Casimira, propietarios de la huerta La Calzada, en las cercanías de la de “la Gitana”. Luego la nuestra y la de la familia Aparicio, propietarios de la finca “La Palomera”, y de ahí en adelante la Judería. La casa de los Frías; la de Manola Ariza prolífica donde las hubiera; la familia y hermanos de mi querida y admirada Isabelita por muchas razones, con unos conocimientos de medicina fuera de lo normal, sin titulación alguna, una valiente "que ayudó" a muchas mujeres sin recursos para viajar a Inglaterra, sin nada a cambio, por poner un ejemplo: en cierta ocasión tuve una hemorragia nasal, no se me cortaba con ninguno de los remedios caseros: que si una llave por el cuello, que si vinagre, que si pon la cabeza para atrás, que si..., la llamamos y ella ni corta ni perezosa, compró una ampolla de Zimema K y me la inyectó, intravenosa y hemorragia solucionada; Isabel, la Chata, Pepito su hermano, chófer de Aucorsa, y Rafalin, que estuvo de camarero en Casa Guerrero de Jesús María etc. y luego la del Sargento Segura.
Pero he aquí que hoy, todas las casas son establecimientos comerciales, destinados al turismo, “ese gran invento”.
La pequeña casita de Manolo el músico, propietario de unas barquillas de las verbenas y ferias de los barrios, bonachón y artista, de educación exquisita, creo recordar que tocaba el clarinete. La siguiente de unos labradores, hoy Burger, o bocadillería americana, del que no recuerdo su apellido -lástima no poder llamar a Loles para preguntárselo-, pero sí que su esposa le prestó a mi madre el vestido de primera comunión de su niña, para que mi hermana pudiera tener un vestido de esa índole, ya que la economía no permitía en mi casa demasiadas veleidades.
Si nos vamos en dirección a la Judería, lo que hoy es la entrada del Caballo Rojo, fue una casa de vecinos enorme, cuyos habitantes dan para una guía telefónica, Moreno el Sastre; Rosi de Calzados Mallorca; “Pelajopos” gitano de casta; Eugenio; Carmela que fue novia de Manolo el Bizco; Gregorio Martínez, policía Armada, procedente de Almería, con cuya hija estoy en muchas fotografías de niño, y muchos más. Esa casa tenía una palmera con una fuente de agua del Cabildo, la más fresca de los alrededores.
Luego la casa de los padres de mi madrina María Rosa, esposa de Juanín el Sacristán Mayor de la Catedral, D. Paco -militar, por el que yo me llamo así- y su mujer Casimira, propietarios de la huerta La Calzada, en las cercanías de la de “la Gitana”. Luego la nuestra y la de la familia Aparicio, propietarios de la finca “La Palomera”, y de ahí en adelante la Judería. La casa de los Frías; la de Manola Ariza prolífica donde las hubiera; la familia y hermanos de mi querida y admirada Isabelita por muchas razones, con unos conocimientos de medicina fuera de lo normal, sin titulación alguna, una valiente "que ayudó" a muchas mujeres sin recursos para viajar a Inglaterra, sin nada a cambio, por poner un ejemplo: en cierta ocasión tuve una hemorragia nasal, no se me cortaba con ninguno de los remedios caseros: que si una llave por el cuello, que si vinagre, que si pon la cabeza para atrás, que si..., la llamamos y ella ni corta ni perezosa, compró una ampolla de Zimema K y me la inyectó, intravenosa y hemorragia solucionada; Isabel, la Chata, Pepito su hermano, chófer de Aucorsa, y Rafalin, que estuvo de camarero en Casa Guerrero de Jesús María etc. y luego la del Sargento Segura.
Pero he aquí que hoy, todas las casas son establecimientos comerciales, destinados al turismo, “ese gran invento”.
Mi amigo Pepe me reveló que frecuentó la hermosa casa de la calle Torrijos, propiedad de Antonio Moreno Ardanuy, familia de ganaderos de Palma del Río -en cuyo corralón cercano al ayuntamiento del pueblo, fue asesinado en la guerra civil medio Palma proletario y republicano-, casa a la que llamábamos “de la Loba”, por un hermoso ejemplar que tenían de perra de esa raza, de fiereza cero, pues cuando entrabas al portal de hermosa escalera y patio, donde predominaba el mármol, se acercaba el animal al cancel del zaguán, e incluso era capaz de darte un lametón en la mano, evidentemente a aquel que hubiera sido capaz de acercársela, por mucha fama de mansa que tuviera, porque la presencia de la loba generaba respeto.
A la señora de la casa, la llamaba mi amigo Pepe su madrina. La madre de éste, colaboraba en las tareas de la casa y por ello le permitían a él entrar en ella y corretearla, e incluso acceder al Ford o Dodge, negro inmenso, como de gánster de película americana, que se encerraba en la cochera de Medina y Corella, y que seguro gracias a la pericia del chófer podría salir de allí en dirección a la calle Torrijos. Pepito, el heredero de la casa, coqueteó con la niña de los Aparicio, la hermana de Manolín, ya fallecida que se casó con un piloto, que conducía el primer Dodge Dart que se vio en el barrio, muerto en accidente aéreo. Hoy, esa casa unida a la de Doña Paca -se ve en el balcón con su hija, en la foto del pleno eclesial-, y María, madre de Juani y José Mari, que se mudaron a Sevilla a la calle Castellar. Juani se cayó de cabeza desde las columnas del Arco del Triunfo al empedrado y todo quedó en un susto con abundante sangre desde luego.
En los bajos de esa casa estaba la Farmacia de la Catedral, del Licenciado Herrero y trabajaba el mancebo “Manolón” -no hace falta explicar el porqué de lo del aumentativo-, donde curaban a mi hermana cuando se quemó en nuestro balcón jugando con cerillas. Sus lamentos durante las curas, inundaban todo el barrio. Y a la de Juana “la Jeringera” -la que decían los nenes que tenía las tripas pegadas del calor del perol de los jeringos, y sus hijos Paco y Pepe -este último celebró su boda en la azotea de la Sociedad de Plateros de María Auxiliadora-, esquina a la Judería. Todas esas casas conforman el hotel Maimónides.
A la señora de la casa, la llamaba mi amigo Pepe su madrina. La madre de éste, colaboraba en las tareas de la casa y por ello le permitían a él entrar en ella y corretearla, e incluso acceder al Ford o Dodge, negro inmenso, como de gánster de película americana, que se encerraba en la cochera de Medina y Corella, y que seguro gracias a la pericia del chófer podría salir de allí en dirección a la calle Torrijos. Pepito, el heredero de la casa, coqueteó con la niña de los Aparicio, la hermana de Manolín, ya fallecida que se casó con un piloto, que conducía el primer Dodge Dart que se vio en el barrio, muerto en accidente aéreo. Hoy, esa casa unida a la de Doña Paca -se ve en el balcón con su hija, en la foto del pleno eclesial-, y María, madre de Juani y José Mari, que se mudaron a Sevilla a la calle Castellar. Juani se cayó de cabeza desde las columnas del Arco del Triunfo al empedrado y todo quedó en un susto con abundante sangre desde luego.
En los bajos de esa casa estaba la Farmacia de la Catedral, del Licenciado Herrero y trabajaba el mancebo “Manolón” -no hace falta explicar el porqué de lo del aumentativo-, donde curaban a mi hermana cuando se quemó en nuestro balcón jugando con cerillas. Sus lamentos durante las curas, inundaban todo el barrio. Y a la de Juana “la Jeringera” -la que decían los nenes que tenía las tripas pegadas del calor del perol de los jeringos, y sus hijos Paco y Pepe -este último celebró su boda en la azotea de la Sociedad de Plateros de María Auxiliadora-, esquina a la Judería. Todas esas casas conforman el hotel Maimónides.
Pepe continuó hablándome de su casa de la calle Antonio del Castillo. De como jugaba en el Patio de los Naranjos de la Mezquita de niño, en el que seguro habríamos coincidido más de una vez sin saberlo. Jugar de niño, pero es que en eso nos habíamos convertido en un momento los dos, en los niños de aquel tiempo, recordando lugares, nombres y acontecimientos, unos con más acierto y otros con menos, porque en estas cuestiones de la memoria, las historias o los recuerdos se graban unos en Cinemascope y otros en blanco y negro, desenfocados o nítidos, en función de cómo estuviera el soporte de celuloide o el pulso del cameraman. Otro tirón -diplomático- acabó con la conversación que podía durar aún.
Fotos del autor, y una del Diario Córdoba.
Fotos del autor, y una del Diario Córdoba.
Amigo Paco
ResponderEliminarTe felicito, bonito articulo, muy descriptivo de lo que era aquella Córdoba, que se debatía entre el hambre, los curas y la solidaridad.
Personalmente recuerdo al Manolo, el simpático musico de la Banda del Municipio.
Tenía unas "barquillas" que todos los años las instalaba muy cerca de la casa de tu amigo Miguel el "sacristán".
En una ocasión el "pollo" (José Moyano), vecino del "Pirulo", se montó en ellas vestido de monago y ante el estupor de todos, empezó a dar vueltas y vueltas. Tuvo que salir "Bojollo" y pedir que le dieran "tableta" para que parase.
Al hablar de "Pelajopos" tengo que decirte se le decía también en Córdoba a dos personas.
Rafael Alcaide Infante, que fue "picaor" entre otros de Zurito, y un gran peñista de "Puertanueva".
Es de la personas ya fallecidas que más peroles ha podido echar en la finca "Eñ Negrete".
Francisco Luque Obispo, una de las mejores personas que hubo por aqui
y se cansó de ser querido. Vivió en la Fuenseca, pero su casa era "La Beatilla", donde obtuvo el Diploma de BUENA PERSONA.
Luego se mudó a Santa Rosa. Allí en Casa Ramón, un pequeño Bar que puso el padre de José García Marin, se ganó el Doctorado en cordobesismo y gente de bien. Por expreso deseo suyo "sus cenizas" están enterradas "en el paraje de las Ermitas" (Muy cerca de Corazón de Jesús), por flores le pusimos una madroñera.
Paco Luque Obispo. Sus cantes por el Caracol, su amor a Córdoba y su familia, fue la gran herencia que nos dejó.
Saludos
Muchas gracias por tus palabras Manuel.
ResponderEliminarUn saludo
Amigo Paco
ResponderEliminarAntonio Moreno Ardanuy, Los García (Indalecio, Gregorio), Los Courtoy, los Pedro López, todos vinieron de Soria, y aquí se hicieron ricos.
Saludos
Una invasión de sorianos, luego estaban otros ricos, pero aparentemente miserables, había uno en el Portillo que tenía una tienda de ultramarinos que daban ganas de darle una limosna.
ResponderEliminarInteresante foto,como muestra de una época.
ResponderEliminarHe pasado tanto tiempo,por ese lugar,tantas cosas.Pero bueno,si la
cosa da ya iremos comentando,siem
pre hay tiempo.
El sacristán mayor,me acuerdo su prisa por terminar los oficios re
ligiosos de la mañana,cerrar las
puertas y montar su mesita,con
las entradas a la Mezquita.Luego
hubo rumores sobre malas cuentas,
siempre ha sido un tema el dinero
del cobro de la entrada al edifi
cio.
No sé si en la foto aparece,el canónigo Don Juan Jurado Ruiz,ex
celente profesor de religión,muy
culto,fui su alumno en la Academia
Espinar.
Saludos
Ben, esa foto fue con motivo del nombramiento de Romero Menjibar como Obispo de Jaén, Está Hidelbrando Antoniutti, el Nuncio de ese tiempo, Narciso Tibau, el machote de Gonzalo Garzón, José María Padilla, Torres Molina, José Rufo, y alguno más. Juan Jurado a quien te refieres fue en el 50 el párroco de la Compañía, y en el 55 Magistral, por lo que en la fecha de la foto no era de la dirección. Tendría entonces 48 años. Pienso que en la foto no está. Como curiosidad, me parece que sirvió en el Ejército constitucional de la República en Sanidad hasta el 39. Aunque la realidad es que yo no soy un experto en la materia.
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