Cierto día, mi buen amigo M. Salcedo, como siempre un pozo de anécdotas a cual más amena, me contó un episodio, que le pasó un grupo de amigos suyos en un día de playa, utilizando los servicios del “tren Botijo”. Evidentemente, no voy a poder trasladar su anécdota, con toda su gama de matices, y de aclaraciones complementarias, porque para eso debería haberla grabado. Pero haré un esfuerzo de memoria y, trataré de argumentarla lo mejor posible ya que muchos pasajes los perdí, por culpa de mi risa.
A saber. Se estaban acabando los tiempos románticos del "tren botijo”, ahora los llaman lanzaderas. Estos eran composiciones de trenes que iban exclusivamente a las localidades de la costa, a llevar a veraneantes por un día, con canasto, fiambrera con tortilla de patatas y filete empanado -el que lo pudiera llevar-, y como no, el "veinticuatro" –vino de Montilla-, y a veces también alguna botellita de aguardiente de Machaco o Cruz Conde, para la ida, por aquello de “matar el gusanillo”.
Un grupo de amigos decidió ir a Málaga a echar el día, bañarse en el “Mare Nostrum” y comerse si era posible algún espeto de sardinas. El trayecto era como mínimo de cuatro horas de ida y otras tantas para la vuelta. Pero como los duelos con pan son menos, los amigos, entre chascarrillos, y trago de aguardiente, y algunas canciones de D. Ramón Medina, consiguieron acortar el trayecto, o cuando menos hacerlo más llevadero. No había que olvidar el consabido botijo de agua fresca que siempre alguien se encargaba de llevar, y rellenar cuando lo requería en cualquier estación.
Un urinario de estación de ferrocarril
Estos trenes, hay que decirlo, no eran un modelo de comodidad, algunos vagones, los de tercera, tenían unas bancas corridas de madera por asientos y, normalmente, no tenían servicios higiénicos incorporados. Para las necesidades fisiológicas, había que tener una próstata entrenada, o en las paradas de las estaciones intermedias, utilizar los característicos “urinarios”, esas casetillas de arquitectura específica, con una celosía en la entrada, y el destino de la misma escrito con enormes caracteres en la puerta. Ahora se llaman “wáter-closet”, o simplemente WC, cuando nuestro rico idioma le tenía asignado el mencionado nombre de “urinario”, para las aguas menores, y “excusado” para aquello de más enjundia.
El tranvía a los Baños del Carmen
Como se dice, la ida a pesar del tiempo de recorrido se pasó en un soplo. Tranvía y visita a los Baños del Carmen en la capital malagueña –Torremolinos aún no era Torremolinos, y ni pensar en la Carihuela ni los Boliches-, que era la playa por excelencia de Málaga. La vuelta entre bromas de chavales solos, el agotamiento del vino de Montilla, la digestión de algunas sardinas malagueñas, y alguna copa del dulce vino de pasa de la tierra, se había echado encima. Vuelta a la estación cuando el sol aún estaba alto. En la hora que los ingleses toman el té, y los toreros hacen el paseíllo.
Se acomodaron en el vagón y, en esta ocasión no fue como a la ida que vinieron a sus anchas, sin nadie más. Ahora un matrimonio los acompañaba, con un niño de unos diez años. Aquello significaba el retraerse en los chistes, en el lenguaje, pero tampoco eran los dueños del ferrocarril. Se saludaron cortésmente, como era habitual, y más sabiendo que eran paisanos y habían de hacer el largo recorrido, de ciento noventa kilómetros, juntos. El tren inicio la marcha y enfiló lo que se llama el Valle del Sol, camino del desfiladero de “El Chorro”.
El desfiladero de los Gaitanes y a la derecha primer túnel de El Chorro
La señora mostraba una cara de preocupación, que se unía a la de su marido que hacía unos extraños movimientos. El niño, ajeno al problema, jugaba con una pequeña pelota. Ellos se habían sentado en un extremo del vagón, mientras que los amigos ocupaban un par de bancas, utilizándolas alguno como dura litera. A la observación de un mal olor sobrevenido, silencioso por más señas, que significó bromas entre los jóvenes, la señora levantándose les manifestó que estaba muy preocupada, que su marido estaba indispuesto, y tenía fuertes dolores de vientre, que él sujetaba con ambas manos, encorvándose sobre el mismo, y que les pedía perdón por el olor.
El más extrovertido del grupo de amigos, Julián, le preguntó:
-¿Señora que le pasa a su marido?
-Pues verán, como saben hemos venido de Córdoba a traer al niño a la playa, para que la conozca, aprovechando el “tren botijo”, y Pepe –siempre se ha de llamar Pepe- ha comido tres sardinas y seguro que le han sentado mal, el si ven, se siente muy mal, muy mal. –contestó la señora preocupada.
-¿Cuántas sardinas, tres? –volvió a preguntar Julián.
-No, tres espetos de cinco sardinas. –Aclaró la mujer, como quitando importancia.
-¿Quince sardinas? Qué barbaridad señora, no va a estar mal con eso. –le contestó llevándose las manos a la cabeza.
-Sí, porque a nosotros no nos gustan, y claro ya que estaban pedidas… Y se conoce que se le han indigestado. Antes de subir al tren ha entrado dos veces al wáter, pues se le ha soltado el vientre y aquí, sin servicios higiénicos… habrá de esperar a Bobadilla que allí si para el tren. Mientras habrá que soportar de vez en cuando alguna que otra descarga de gases. –explicitó la señora en un tono de disculpa.
-¡Señora, eso no es problema! –dijo Julián, como Arquímedes Eureka- Nosotros nos hacemos cargo, tome este periódico y su marido puede, irse a un rincón, allí en las primeras bancas, hacer su necesidad evacuatoria y, luego, al llegar a el Chorro, por un túnel, se cierra el paquete y por la ventana… Solucionado el problema. –Julián creyó haber dado con la solución aún a costa del sacrificio de sus pituitarias.
Efectivamente eso fue lo que pasó. Tuvieron que soportar unos efluvios nada agradables, pero todo fuera por colaborar. La cara del marido había pasado del rictus a una expresión, mucho más normal. Lió el periódico como pudo y a esperar el túnel. Efectivamente ante la llegada del túnel se le dijo:
-Prepárese señora y una vez entremos… por la ventana. –le dijo nuevamente Julián
Así lo hizo y… cual no sería su sorpresa que se vieron mancillados por el producto de la indigestión “espetaría” malagueña. La ventanilla estaba cerrada para evitar la entrada del humo en el túnel, y el papelón se estrelló en ella, salpicando a todo el pasaje, incluido el botijo que ahora estaba vestido de lunares. La cara de la señora era un verdadero poema, ella había estado en la primera línea del lanzamiento. Con el natural olimpismo aprovecharon todos el agua del botijo para aliviar determinadas salpicaduras que impregnaban el vagón, con el deseo de llegar lo más pronto posible a Bobadilla e ir al urinario, o a la fuente más cercana a lavarse y sobre todo por cambiar de vagón.
E aquí que, el botijo les había ayudado también, no sólo colmando la sed veraniega sino en necesarias y urgentes labores higiénicas. Por algo era un “tren botijo”.
De una idea de M. Salcedo.
Fotos según citas.
Paco que me troncho. Desde luego vaya viajecito aunque no tuviera altercados.
ResponderEliminarSaludos desde Salou donde me he venido unos días, el viaje lo he hecho por carreteras secundarias, para comprobar que Teruel no existe, pero es precioso.
Saludos.
Paco, otra vez provocando recuerdos. La primera vez que me bañé en el mar fue precisamente en los Baños del Carmen, allá por finales de los 50 o principio de los 60.
ResponderEliminarRecuerdo que había unas largas sogas desde la playa al mar y la gente se bañaba agarradas a ellas. Pero lo más increíble es que en esos baños ¡alquilamos los bañadores!. L
Realmente eran otros tiempos
Jesé Vicente me alegro que lo estés pasando bien, y que hayas hecho el recorrido por el mudéjar. Y como es lógico que el viaje lo haya sido mejor que el de los muchachos a Málaga.
ResponderEliminarYo vengo de donde hiciste la mili de fotografiar las minas de cobre, es un mundo raro aquel, luego he estado en casa de mi hermana -y de mi cuñado- que tienen una casa allí y ahora en el horno de la Córdoba califal.
Un abrazo.
Yo no he querido ponerlo de las sogas, porque me pareció que no lo iba a comprender nadie, pero mira por donde tu no eres nadie. Era curiosísimo ese sistema de seguridad, y lo del alquiler de bañadores poco higiénico, pero era habitual. Evidentemente tipo "meyba" autorizados por el mando eclesiástico del Cardenal.
ResponderEliminarEfectivamente eran otros tiempos.
Se me olvidaba Eladio.
ResponderEliminarEn mi casa vive un vecino, mayor que yo que, curiosamente se llama Paco Muñoz también, hace muchos años (vivimos juntos 36)me contó la primera vez que llevo a su mujer y sus hijos a Málaga, en un tren botijo, y su hijo el mayor le preguntaba desde la orilla del mar, ¿qué dónde estaba el Campo de la Verdad. El chiquillo (que también se llama Paco Muñoz)estaba acostumbrado a ver el río desde este lado y el barrio viejo enfrente que allí en la inmensidad del mar no lo encontraba.
Efectivamente,creo que no sólo eran tipo meyba sino que también de la marca Meyba. ¿Cómo se le explicaría hoy a nuestros jóvenes estas limitaciones?
ResponderEliminarEladio, no es posible explicarlo, no lo comprenderían. Ellos dirían ¿A mi me van a obligar a ponerme un tipo de bañador! Pero lo curioso es que era en nombre de la moral cristiana, y lo ordenaba un Arzobispo. Como decías en otro comentario, referido a los adelantos técnicos, los cambios que nos han tocado vivir.
ResponderEliminarLa verdad Paco,más que la orden de
ResponderEliminarun Arzobispo y para dejar claro lo
que que ocurría en esos años,no sea
que se pueda pensar en un interes
político-religioso,eran tiempos de
penurias económicas.Me acuerdo de
bañarme en el canal de las Margaritas,la piscina de hombres
de la Huerta María Luisa y en la
"playa" del rio,cerca del molino
y era de los pocos que llevaba un
bañador normal,la mayoría lo hacian
en una especie de taparrabos cace
ros,donde se dejaba entrever las
dotaciones sexuales,de canijos
peludos de potsguerra,hoy día
daria "miedo",ver aquello.Por eso
el interes que había en que se lle
vara un traje de baño adecuado,
cuando el lugar de baño era común
a los dos sexos,caso de la piscina
de Ciudad Jardin o en una playa.
Desde luego el meyba reunia esas
condiciones de discreción.
Porque yo he visto broncas de algún
bañista con otro que se empeñaba en
bañarse en calzoncillos,en lugares
comunes y allí no había ningún re
ligioso que impusiera nada,sino
las normas de prudencia,hoy día
todo esto no tiene sentido,porque
la verdad cada uno se baña como
quiere y desde luego desnudo es
la mejor manera,en los lugares
adecuados.
jajaaj, a mi me recuerda al chiste de Jaimito que tb hizo sus necesidades, no sé si en el tren o en otro lugar, pero liado en papeles por no haber WC. Para deshacerse del "asunto", tiró por una ventana el escatológico paquete y éste fue a caer a una calle por donde en este instante pasaba la procesión del rosario de la Aurora. Todas las beatas, que lo vieron caer del cielo, asombradas, se arremolinaron junto al papelón dejando rezos y cantando curiosas a coro: "qué será que no será?"... con la consabida respuesta de Jaimito.
ResponderEliminarPero vamos, la realidad supera a la ficción, en este caso hilarantemente.
saludos
Lisis, jaja, "será una rosa, será un clavel, será un m.. "pa" un córdobes", muy bueno.
ResponderEliminar(Me equivoque de contestación se la dirigi a Eladio y era a Ben)
ResponderEliminarBen, no había caído yo en ese razonamiento, dejado llevar por situaciones en Cádiz allí si controlado el tema por la religión, por lo menos eso es lo que he leído.
Ayer hablaba con Conchi lo de la soga de los Baños del Carmen y al final terminamos con los baños aristocráticos de San Sebastián con carromato incluido dentro del agua en raíles.
Has mencionado una serie de piscinas de antaño, la del Barrio María Luisa, playa del río y otra que fui en alguna ocasión pero más peque, a la de Los Mudos, detrás de Noreña. Esta era, creo, para mujeres y niños.
Amigo Paco:
ResponderEliminarEfectivamente el "tren-botijo" era una solución de aquellos tiempos para viajar y bañarse en la playa.
Pero también hubo bastantes trenes-botijo organizados para ver el fútbol de primera.
En aquellos tiempos 1955-56, se organizó un "tren-botijo" a Jaén para ver al Atlético de Bilbao eur jugaba en la ciudad del Santo Reino.
En San lorenzo, y en Casa Miguel Cosano (después Gamboa), había una gran afición por el equipo vasco, eran los años de Mauri-Maguregui.
Vicente Soler, el confitero, organizó un viaje para ver dicho partido a medias con el "Bizco" Manolo Cerezo.
Mi padre Pepe Estévez, como "Paquirri", "Barrilero", "Rios", Federico "El Coco", "Parritas", etc. fueron a dicho partido y disfrutaron con las diabluras que le hizo "Piru Gainza" al "Pajaro Carpintero".
Terminó el partido todo bien, pues ganó el Bilbao, que era lo que ellos querían.
A la vuelta para acá todos solían comptrar de una vez para otra, una caja de dulces y con eso se "justificaban". El amigo "Parritas" que por aquellos tiempos estaba soltero y bebía cuanto le apetecía, se subió al tren de vuelta un poco "cargado" de tono. El tren arrancó para Córdoba y el se dirigió para el servicio o Water, en donde al parecer no solamente durmió la "mona" sino que al llegar el tren a Córdoba, continuó hasta Málaga.
Allí tuvo que ir su compadre "Salvador" El de los platanos, (del Realejo) con su moto MV a recogerlo.
Aquella anécdota estará siempre unida a la historia de los trenes-botijos.
No puedo menos que decirte lo de siempre, estás muy documentado y te funciona la memoria de maravilla. La anécdota es de película, vamos un numerito.
ResponderEliminarMi padre, que era un forofo del Fútbol, no pudo conseguir que a mí me gustara. Después con el tiempo disfrutó con mis hijos, sobre todo con el mayor que iba con él al campo. Él no era aficionado a salir fuera a ver el fútbol, tenía un número de los cien primeros de socio, no me acuerdo con exactitud pero tenía dos cifras. E iba con él al campo y me entretenía allí leyendo tebeos o algo que tuviera letras, o incluso con otra cosa.
Si recuerdo muchas cosas que ocurrían en el campo, e inclusive las alineaciones, pero no era aficionado y no lo soy, y ahora mucho menos con la miseria que hay en el mundo y ver esos señores como ganan el dinero a espuertas, que además lo considero inmoral. En aquellos tiempos eran aficionados puros o casi.
Cierta vez traté de buscar datos sobre esos entremeses que había antes o después del partido, los malabaristas que antes de empezar hacían malabares con la pelota, etc. En este caso uno que era un avión acrobático que hacía piruetas sobre El Arcángel, eran los tiempos de la aviación deportiva de exhibición. Te digo esto porque no he encontrado nada y el otro día en un programa de televisión vi un nodo, fue un flash, y hablaron de este señor el Marqués de Santacuzano, que supongo no sería Marqués ni nada pero que me alegró al saber que no me lo había inventado yo. ¿Tú te acuerdas de este hombre Manolo?