Rótulo antiguo de la calle.
La otra mañana después de la decepción del artilugio de última generación, esa arma letal y silenciosa contra las cucarachas, decidí hacer unas fotos de la calle de la Marquesa de la Puebla Vieja, la actual Pérez de Castro, pero debajo de cualquier ladrillo te sale un asunto digno de investigar cuando menos.
La calle de la Marquesa Vieja es la actual Pérez de Castro, tiene entrada por la Plaza de Ramón y Cajal, en esa entrada es donde únicamente queda el pequeño azulejo con el nombre antiguo, y acaba en Madera Alta, que es la actual Eduardo Dato, político conservador que fue asesinado por fomentar la represión a la clase trabajadora a favor de los patronos y darle el apoyo que le dio a la aplicación de la Ley de Fugas en Cataluña, o por lo menos ese fue el motivo que dieron a su muerte sus asesinos. También Evaristo Pérez de Castro, fue otro político que fue Presidente del Consejo de Ministros 1820/21. Pero esa no es la cuestión.
Antiguo cementerio de Omnium Santorum.
Esta calle, como hemos dicho, empezaba en lo que fue el cementerio de la antigua y desaparecida Iglesia Omnium Santorum, a partir de ahí a la derecha se abre una calle, o azucaque moderno, que en un tramo se llama Pérez de Castro y cuando hace un ángulo de noventa grados, Duque de Fernán Núñez. Continuamos hacia la calle Madera Alta. A la izquierda se incorpora Montemayor, algo más adelante se abre una plazuela que se llamó del Menado, de los Guzmanes y Marquesa Vieja como la calle principal. En esta plazuela había una calle sin salida hasta que en 1887 se abrió la actual Duque de Fernán Núñez, uniéndose a Concepción. A la izquierda de la plazuela citada se abría una calleja que ahora se llama González López y antes se llamó del Cuarto y que desembocaba en Madera Alta.
Calle de la Marquesa Vieja o Pérez de Castro.
Esta calle de la Marquesa Vieja, circundaba el antiguo Convento de la Concepción, que daba nombre a la calle, y que ocupaba toda la manzana, junto con el Convento de San Felipe Neri. Después de la conquista, grandes extensiones de terreno se habían repartido por Fernando III a sus nobles. Estas grandes posesiones urbanas luego las cedieron los propietarios a órdenes religiosas y surgieron patronatos para seguir estos disfrutando de la propiedad.
Calle Pérez de Castro que desemboca a Duque de Fernán Núñez.
Pero vayamos por partes. En la calle Montemayor, esquina a Pérez de Castro, existió un Juzgado que cumplía como Registro Civil. José Muñoz, mi padre, que llevaba a su hijo a todos sitios, cosa no muy normal en el estilo de los cordobeses de ese tiempo, me llevó un día a solicitar una partida de nacimiento a ese organismo. Todavía existía muy acentuado el espíritu de los artículos de Larra con el “vuelva usted mañana”. Después de esperar una cola, un señor detrás de una ventanilla, que a mí me resultó siniestra, con un bigote de hormigas como lo define un amigo, cuando nos tocó se dirigió a nosotros en un tono agrio:
-Que quiere usted.
-Buenos días, quiero solicitar una partida de nacimiento a nombre de mi hijo, es para el ingreso en la Universidad Laboral, aquí tiene el Libro de Familia, su nombre y datos. –le dijo mi padre en un tono de ruego.
-¡Bien!,Tienequevenirpasadomañanacondostestigos, luegolaexpedición tardaráunosdíasmás. –dijo sin levantar la vista siquiera para mirar a mi padre, sin respirar, sin pausas dejando a la vez el libro de familia encima de la repisa interior.
- Sí señor ya lo sé, pero por favor ¿podría mirar usted dentro del libro de familia, por si existe alguna posibilidad de que estuviese antes? –le rogó mi padre en un tono delicado.
El señor del bigotito de hormigas, levanto la vista, ahora si lo miró, volvió a coger el Libro de Familia forrado de papel de periódico para su protección y lo abrió. Una fotografía de Jaime Balmes, que era la que había en el anverso del billete de cinco pesetas se dejó ver. Estos billetes eran del cincuenta y uno, evidentemente emitidos por la Dictadura. El funcionario sacó el libro de familia de la repisa y dejó caer su contenido en un cajón que cerró. Ahora con una sonrisa algo más amable, que dejó entrever un colmillo dorado, y algo de más cortesía le dijo a mi padre:
-Bueno venga usted mañana a primera hora, y no le hacen falta los testigos. Buenos días. –Ahora recalcó las palabras y las pausó adecuadamente.
- Muchas gracias y con Dios. -Le contestó mi padre y nos fuimos.
Cuando alguien hable de países sudamericanos o africanos, de las "mordidas", u otros en los que aún no hayan pasado a los temas de alta corrupción, deberá saber que es cuestión de tiempo, o sólo con preguntar a quién haya vivido en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo XX, cuando estábamos recién salvados de las “hordas rojas” y aún éramos “la reserva espiritual de Occidente”, que se lo dirá.
Lugar donde estaba el Juzgado de Primera Instancia o Registro.
El mencionado convento de la Concepción comenzó a derribarse en 1887, antes había pasado a propiedad de su antiguo patrono el Duque de Fernán Núñez. Se había quedado un inmenso solar en el centro de la ciudad. El derribo era fruto de la desamortización. San Felipe Neri estaba en poder del ramo de la Guerra. El enorme solar no tenía salida con ese tamaño y se pensó en la parcelación. Se recurre a una forma en nombre del progreso y la comunicación, a crear un azucaque con salida, una nueva calle que se proyecta que enlace la de Concepción con la de la Marquesa Vieja o Pérez de Castro, con ello se permite la parcelación de solar del Duque. Dicho solar se divide en doce parcelas de distinta superficie, que por su ubicación y consiguiente precio sólo pueden ser adquiridas por familias pudientes de la nueva burguesía. De entre los propietarios que las adquieren, y como para muestra sirve un botón, figura el Sr. Conde de Torres Cabrera.
Plazuela de la Marquesa Vieja, de los Menado, de los Guzmanes, etc..
Ahora sigue una demostración de cinismo, aprovechamiento y sumisión del consistorio. El Duque de Fernán Núñez cede gratuitamente la calle al Ayuntamiento, el cual la empiedra y dota de los servicios necesarios. Además tiene que expropiar una casa que faltaba para la total apertura a la salida a la plazuela de la Marquesa Vieja, según figura en un pleno del 25 de junio de 1891, que era propiedad de la Sra. Viuda de Illescas. Como la señora no estaba de acuerdo con el justiprecio, protesta y al final le pagan 8675 pesetas del siglo XIX.
Del Cuarto o González López.
La “donación” costó al erario público un pellizco considerable, entre la urbanización de la calle y la expropiación de la casa –ahora viene lo de la sumisión-, pero todo ello fue acogido por los señores capitulares con muestras de júbilo y gratitud para el Duque, hasta el extremo de que, en sesión de 24 de mayo de 1890, fue aprobada la moción de “perpetuar la memoria de un acto tan patriótico“ instalando dos rótulos con el nombre del Duque de Fernán Núñez en las entradas de la calle. "Vivan las cadenas".
Tramo de Pérez de Castro que se llamó Empedrada por ser de las primeras en estarlo en la zona.
Un ejemplo evidente de cómo no hay nada nuevo bajo el sol, de cómo la desamortización, el negocio inmobiliario y la especulación iban de la mano, y bendecidos sus flecos por el erario público, vamos que no es de ahora. No sólo hace el Duque el negocio del siglo, sino que además se le inmortaliza con una placa. En ciudades costeras se nombran avenidas, plazas y estatuas, con nombres y efigies de próceres hombres de negocios.
Calle del Duque de Fernán Núñez, motivo de la patriótica acción.
Buscando en los orígenes de la calle de la Marquesa Vieja, que pudiera ser de cualquier familia oriunda de Castilla, venida con “san” Fernando III, te encuentras historias que merecen ser conocidas.
Bibliografía: Córdoba en el siglo XIX. Cristina Martín.
Fotografías del autor.
8 comentarios :
He descubierto su página web y me encanta, y estoy disfrutando conociendo cosas de nuestra querida y amada Córdoba.
No hago ni caso a los comentarios de política parda, que frecuentemente y de manera burda, realiza. Se ve que es producto de la pedrada que le dieron cuando chico.
Dicho lo anterior, le doy la enhorabueba, por su magnifico trabajo, que hace que nuestro amor a Córdoba, se acreciente, cada día mas.
Un saludo y que Dios guarde a Vd, muchos años.
D. Luis, en primer lugar como no me tutea, me veo obligado, aún a mi pesar, a tratarle de usted.
No puedo negar sentirme halagado y orgulloso de contribuir a acrecentar en usted, el amor a nuestra querida ciudad. Yo siempre que puedo manifiesto estar enamorado de ella. Mire que bien, en eso estamos de acuerdo.
Como es natural hace bien respecto a determinados comentarios personales, coge lo que le interesa y lo que no lo obvia, eso demuestra que es libre y piensa. Mi intención es expresar lo que siento personalmente, no adoctrinar a nadie, que cada cual con su pan se lo coma. En el casi interminable régimen anterior, no se podía expresar nada, ni incluso pensar.
Afortunadamente gracias a las dos pedradas –no fue una D. Luis, sino dos-, desperté de la pesadilla y empecé a pensar, por aquello de que “no hay mal que por bien no venga”.
Le reitero mi agradecimiento por sus agradables palabras y recuerde, no fue una sino dos las pedradas, que afortunadamente realizaron el efecto contrario.
Además de tu conocimieto de lugares, patrimonio y urbanismo, me agradan tus comentarios costumbristas y su encaje en una época, en un tiempo. Lo del juzgado Municipal, que esta era la categoría, lo recuerdo perfectamente.
Marti, es que yo he estado en él, eso no es sacado de documentación alguna, es del disco duro que estaba ahí. Eso me llamó mucho la atención, pero no era mejor ni peor, era fruto del momento que se vivía.
La idea principal es que, algún comentario despierte algún recuerdo que tengas en un rinconcito dormido, y aportes alguna cuestión que se haya quedado en el tintero. Fíjate si te acuerdas de aquel Juzgado, ya es para darse por satisfecho. Recuerdo otro que había en el Huerto de San Pedro el Real.
Un abrazo y gracias
Ave María Purísima:
Estimado amigo Paco, confieso que estaba equivocado, creí que había sido una pedrada, y resulta que han sidos dos.
Te confieso, que el que suscribe en su niñez recibió tambien mas de una pedrada, pero por lo que se vé y por los efectos producidos, debió ser en un lugar de la cabeza opuesto al tuyo.
Reitero mi reconocimiento a tu Blog, y al gran trabajo que hay detrás de él, cosa que nos une, por lo menos dos veces al día, que son las veces que consulto tu blog.
Recibe mi consideración y que Dios te guarde.
Enhorabuena.
Sin pecado concebida.
Pues nada, a mejorarse. Muchas gracias.
Un saludo
Cojonuda la conversación con el funcionario y el cambio que le produce ver el verdor acaramelado del billetito fresco. Estas son las cosas que forjaron la leyenda de los funcionarios y que hoy pagan los que ni se lo guisan ni se lo comen, y sin embargo siguen fomentando los que un carguillo recibieron.
Felíz recuerdo de una nomenclatura urbanística que muy pocos conocíamos, y que a partir de hoy provocará un asqueo vomitivo especial cuando pase por la calle (prometo a los vecinos no soltar la papilla in situ)
¡Hostia! ¡Qué dolor me está dando en este lao de la cabesa! Yo pa'mí que debe ser la pedrá que también recibí de chico. Hay que ver cuánta gente la recibimos, ¿eh?
En fin, que enhorabueba (si, es correcto: "enhorabueba" es la nueva palabra realacademiaspañolizada admitida para quienes no recibieron la susodicha pedrada en la testuz)
¡Hun habrasso, Pako!
¡Ay, qué dolor tengo en este lao!
Eso es como te lo he dicho, pero no eran sólo los funcionarios, era todo el mundo, era el sistema, la necesidad, estraperlo, hambre, muchas cosas. El viejecito con el raíl del tren, que le dijeron -¡Que Dios le ayude abuelo! Y no le ayudó, porque si le ayuda acaba con la RENFE.
Oye ¿qué es ese lenguaje? Es gracioso.
Cuando a los nenes los pelaba mí abuelo o tío Fernando, casi a rape, raro era el que no tenía varias cicatrices fruto de las piedras. Era muy normal.
Un abrazo José Manuel
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