Se creó la empresa de Autobuses de Córdoba “Aucorsa” allá por el 1953. La flota se encerraba en un garaje de la Avenida de Cervantes, luego se trasladaron a la Avenida de Libia. En aquel entonces la propiedad era de unos gallegos. El presidente del Consejo de Administración, lejano, inabordable, era Martín Moreno. El gerente un tal Eladio Macho -lo de macho no era sólo el apellido-, y creo que el Cabildo tenía alguna participación en la empresa, aunque de esto último no estoy muy seguro, o cuando menos sus "hombres" sí. A principio de los setenta fui cobrador de autobús en ella luego, por aquello del destino, en los primeros años de los noventa, sirvió mi firma para conseguir adquirir los terrenos de las actuales instalaciones, y como curiosidad ni siquiera fui invitado a su inauguración.
Pero como lo que se trata hoy es de citar un accidente de uno de sus autobuses, no de quejas de años pasados, ni de faltas protocolarias, ni de la historia de la empresa que daría para mucho, diré que he buscado por todos sitios y no he encontrado reseña periodística al accidente, afortunadamente sin víctimas. Hay que tener en cuenta que es difícil para mí buscar algo de esta ciudad en las hemerotecas. Con un margen de error de cálculo, estimo que fue a finales de los cincuenta o principio de los sesenta –siempre del siglo XX, porque los del veintiuno los deberán citar otras generaciones, algunos de nosotros no-.
La “flota” estaba compuesta por desvencijados vehículos, cuyas matrículas eran de museo, había un LU1959, creo recordar, reparado, pero esa era la matrícula, número arriba o abajo. Uno de ellos un día, por causa mecánica, que era lo usual, se quedó sin frenos y perdió el control en el Campo Santo de los Mártires, cuando los baños árabes estaban aún debajo del paseo –excavados pero tapados después- desde lo que hoy es el restaurante La Almudaina, entonces colegio, hasta la actual –por poco tiempo lamentablemente- plaza del mercado, entonces cine de verano llamado Avenida. Pasando por el convento Salus Infirmorum que estaba en activo. Con la "carretera nueva" –Avenida del Dr. Fleming- ya funcionando y la Huerta del Rey próxima a desaparecer. El Garaje Alcázar con el símbolo colchonero de los garajes de antaño en sus paredes interiores, e incluso se podía escuchar el rugido joven del león –germen del actual Zoológico, que crió la niña de Juan Barazona- al pasar por la verja de su casa.
Una vez descrito el entorno histórico, no sin antes reseñar la cicatriz de la torre del Alcázar, en forma de uve invertida o tejado a dos aguas adosado a ella, que se visualizó mucho tiempo y lo que era un refugio, dónde acabaríamos los nenes traviesos, según nuestras madres, en el actual jardín, retornaré al autobús. Entonces los autobuses no tenían aún puertas, y llevaban una cadena de quita y pon en ellas. El cobrador iba de pie en el pasillo con un artilugio de madera con palometillas, que sujetaba los billetes de distinto color, principalmente azules y blancos. Para solicitar la parada se tiraba de una cuerda que finalizaba en una especie de campanilla. Cuando el vehículo citado perdió el control, rozó brutalmente dos árboles centenarios de la plaza, dejando en ellos una enorme cicatriz en su corteza arrancada violentamente, que ha estado como testigo de ello muchos años. Luego, afortunadamente, se frenó en la esquina de San Pelagio, afortunadamente porque si hubiera seguido al final cuesta de la Cárcel abajo –hoy Teresa Jornet una leridana santa de 1843- hubiera caído al río al lado de la Albolafia. El conductor era "Pescaito" y el cobrador Ezequiel (del gremio del fútbol modesto cordobés), que saltó del coche. "Pescaito" era de la "charpa" del "Morito", Guillén, etc.Grandes bebedores de vino, amigos de sus amigos y juerguistas por antonomasia.
Podría contar muchos incidentes similares, una vez perteneciendo a la empresa, algunos jocosos. Como muestra; bajando la calle de la Feria vimos con notable sorpresa como una rueda de nuestro coche bajaba delante de nosotros, antes de que éste se parara, en un alarde de tecnología citroen circulando con tres ruedas. O quedarnos sin aire en el calderín muchísimas veces, que a su vez servía también para abrir el mecanismo de las puertas, y que significaba que los frenos no funcionaban y, el conductor, haciendo gala de su profesionalidad paraba como podía con los "hierros" de la caja de cambios. Otro accidente en la memoria de todos, muy grave, el del río, siempre me recuerda a un amigo ciclista que falleció en el, Cubo de la Rosa. Afortunadamente hoy, el mantenimiento y el material nuevo, de última generación, hacen que la seguridad sea como el slogan de Iberia.
Fotografías del autor.
Y a pesar de la poca seguridad, la gente cogía el autobús, porque entonces no se tenían, como ahora, dos o tres coches y alguna moto, y la ciudad era más pequeñita y pateable.
ResponderEliminarYo recuerdo el "circunvalación", también llamado "Pío XII", que llegaba ¡hasta la Letro!, y, aunque yo era un peque, tengo recuerdos del traqueteo de las chapas y ventanillas, los asientos de madera con dos tornillos como dos ojos de sapo, y las voces de: "¡la próxima!" para la siguiente parada.
¿No había también billetes de color rojo? Recuerdo vagamente billetes pequeñitos de color rojo, azul y blanco, que cobraba el cobrador a la entrada en el autobús desde la entrada trasera.
Un abrazo
Pío XII llegaba desde la calle de idem (Campo de la Verdad)hasta las Tendillas, por lo menos en mi época. Se decía que el colmo de una beata era ponerse de rodillas delante del autobús de Pío XII.
ResponderEliminarCreo que los billetes que tu hablas eran color rosa y eran los que se sacaban antes de una hora de la mañana. Lo cierto es que ha habido muchos cambios. El color de los billetes era blanco para la ida y azul para la vuelta. El cobrador tenía que controlar las numeraciones en una hoja de ruta y luego la inspección comprobaba las mismas.
Y los morbosos, que hay para escribir un tratado o una tesis, que se dedicaban a "sobar" a las mujeres, de ahí una buena gama de chistes:
¡Oiga que me está rozando! -¡Es el bocadillo señora! -¡Pues se le habrá caído el pan pues me está dando con el chorizo!
Y muchos más. Yo cuando trabajaba allí el billete era a peseta.
Había un conductor que le llamaban el Padre Bonifacio, iba todo el camino rezando el rosario. Cierto día el citado conductor super cristiano -pues cuando terminaba el trabajo entregaban el vehículo en cocheras, y quienes lo aparcaban y repostaban eran los maniobristas-, que le había dado un golpe a su coche, volvió de su casa diciendo que había tenido una revelación divina que su coche lo había rozado un maniobrista. Pero no sabía que el maniobrista había comprobado el coche a la entrada con un testigo y reflejado en el parte que venía abollado. Se le salió el aire al cristiano y quedó fatal. Siempre hemos dicho que los beatos/as son los peores.
Tesis de muchas cosas, y unos personajes de lo más variopinto, era la universidad pública de la ciudad.
Paco el tema de los autobuses es tan nostálgico...
ResponderEliminarYo vivía en Ciudad Jardín y recuerdo nítidamente que uno de los autobuses que iba al barrio, concretamente a la calle 7 de Mayo, tenía una gran plataforma trasera, en la parte del cobrador. Cuando la plataforma se llenaba de viajeros, al pasar por delante de la estación de Cercadilla donde había un gran bache, el peso de los viajeros de atrás y el bache hacían que se levantaran un poco las ruedas delanteras como una atrevida atracción de feria. Así que alguno conductores antes de llegar a la zona indicaban a los viajeros acumulados atrás, que abandonaran la plataforma y avanzaran hacia el pasillo.
¡Que tiempos!
QUE INTERESANTE ES TU BLOG AMIGO, CADA ENTRADA ES MAS INTERESANTE QUE LA ANTERIOR. BESOS
ResponderEliminarGracias Carol, pero interesante de verdad es el arte que irradias con tu cámara.
ResponderEliminarSaludos
Eladio, eso que cuentas era muy habitual, la relación pasaje tripulación.Y esos coches eran relativamente pequeños.
ResponderEliminarCreo recordar que las líneas que iban a Ciudad Jardín –si hablamos del mismo tiempo, que creo que sí- eran el cuatro, cuatro a y cuatro b, y cada uno paraba en un lugar del barrio. Mis padres, y yo como es lógico, vivíamos en José María Valdenebro y allí finalizaba una de ellas. Uno de los conductores le llamaban el “Enamorado”, tenía gracia cuando lo escuchabas una vez, pero cuando estabas con él ocho o doce horas, ya no era tan gracioso porque el repertorio no cambiaba mucho. Otro también bastante pesado, “el Alúas” que era como se refería al público al llegar a una parada y haber mucho personal esperando. Muchas veces, como dije en otro lugar, el sobón de turno era el culpable de que no pasaran los pasajeros de la plataforma por estar parado ejerciendo su oficio en el pasillo. Muchos de ellos se ganaban algún que otro guantazo, pero por regla general sólo quedaba en acoso y búsqueda de un lugar lejos del morboso individuo, por parte de la acosada. Otras veces te dabas cuenta y forzabas la situación preguntándole a la señora si la estaban molestando, y ella en un alarde de prudencia decía que no, pero el individuo desistía al saberse observado.
Línea de Las Palmeras, D. Gregorio, “Marqués de Cantarranas y Vizconde de las Palmeras” que era su alias, era uno de los conductores de la línea, y un personaje muy peculiar. Era un barrio complicado entonces, pero la fama era superior a la realidad. El autobús no arrancaba y D. Gregorio le decía al pasaje que se bajaran a empujar, empujaban, arrancaba y vuelta a subirse el pasaje. Vamos como una escena del neorrealismo italiano. Y así la mayoría de las cosas.
Pues yo recuerdo cundo pusieron la
ResponderEliminarlínea que acercaba las Margaritas
con el centro(las Tendillas).Era
un autobús muy pequeño y muy viejo,
con entrada sin puerta y cadena.
Un olor a gasoil y loneta vieja de
los asientos,aún tengo el recuerdo
del olor en las fosas nasales.
El conductor luchaba en cada servi
cio,con las marchas y los pocos
frenos que disponia.La frecuencia
era,el paso cada hora.
Claro era un choteo para los parra
quianos,del bar el Pireo,propiedad
del padre del torero del mismo
nombre,que salian a gritarle al
conductor cada vez que pasaba el
autobús,por el lugar,que nunca fue
de una hora.El conductor,personas
del autobús y parroquianos con
catavinos en manos,entraban en
"piropos",a gritos sobre la veloci
dad del servicio.Como el bus lo me
nos pasaba a 15 km/h,daba tiempo
para gritar y dialogar.Luego los
guasones volvian a su "trabajo"
copa en mano al mostrador a espe
rar hasta hora y media que volvie
ra a pasar otra vez el bus.
De eso se disfrutaba en los prime
ros años 50.No se hablaba de enfermedades coronarias
Que interesante Ben, recuerdo la linea tres que iba del Sector Sur a las Margaritas y se quedaba en las casitas del Patronato. Claro el tema del Pireo era de película de risa. Luego la flota se modernizó, estaban los chatos con el volante a la derecha de la calle Toledo, el Pegasin del Carril de la Huerta de los Arcos, que lo conducía el "Tostao", y luego entraron los del Naranjo al Palo ya automáticos, creo que fueron los primeros.
ResponderEliminarEs cierto eso de las coronarias, pero también lo es que decían ¿De qué se ha muerto? y la contestación era ¡De repente! Que era de lo que moría la mayoría.
Pues no sólo es interesante la anécdota que nos cuentas, sino todos y cada uno de los comentarios q completan el recuerdo de este medio en aquellos años. Yo recuerdo muy vagamente lo de los asientos de madera, pero poco más, obvio, yo no vivía en la capital, por tanto no usaba el servicio de autobuses.
ResponderEliminarMuy feo el detalle de pedirte la firma y luego pasar de ti a la hora del acto de inauguración de las nuevas instalaciones.
Lisis lo de la firma era mi obligación, lo feo es que el protocolo no funcionó. Eso me pasó también con el segundo parque de Bomberos de Córdoba, fue un invento de un funcionario colaborador muy amigo y mío -más del funcionario desde luego, que era un fenómeno-.
ResponderEliminarLisis es lógico, seis leguas suponen algo, pero muchas veces el provocar los recuerdos de los demás es lo que más te enseña. Has visto José Manuel, Eladio y Ben como "desembuchan" los suyos. Pues eso es lo mejor.