Pasaba el viernes 30, por San Andrés, buscando el sustento de mediodía, antes de jugarme el tipo por Santa María de Gracia, con gente que ha olvidado, o no sabe de las normas no escritas de circulación de los peatones, ni el Libro de la Urbanidad, que te obliga a bajarte continuamente de la miserable acera, a riesgo de que un autobús te derribe o te dé un golpe, con uno de esos retrovisores gigantescos vistos desde abajo. Pues bien tuve la alegría de encontrarme a D. Manuel Barrena, sino último, de los últimos mozos o venteros de la Venta Vargas, entonces se llamaba Venta el Brillante, que sucedió a su padre D. Marcelino Barrena.
La venta la visitaba yo por ese tiempo, por cuestiones de trabajo, unas siete veces diarias, así fue durante varios años. Tenía cuando la vi por primera vez un estado lamentable, casi derruida la parte trasera del salón del teatro, en el que se vislumbraban unos palcos que, a mí se me antojaron parecidos a los que tenía el antiguo Duque de Rivas, como la delantera de paraíso. Un desvencijado escenario, todo ello casi derruido. Se estaba acabando la década de los sesenta, estábamos en el erótico año sesenta y nueve, y la placita de toros ya estaba desaparecida.
Hablando con D. Manuel, tan jovial y “dicharachero” como siempre , me comentó su delicado estado de salud que, las siete operaciones sufridas, la implantación de los "muelles" arteriales, y que a pesar de todo lo pasado, disgustos, fallecimiento de su esposa, etc. presentaba a mi vista un buen aspecto. Siempre me acordaré de sus anécdotas sobre la Venta, unas a lo peor leyendas urbanas y otras posiblemente ciertas. Hay que tener en cuenta que estoy hablando de hechos acaecidos hace cuarenta años, cuando él tenía cuarenta y cinco y yo veintitrés.
El establecimiento era un poco como el refugio de los artistas y bohemios después de su actuación en Córdoba. Como un “abierto veinticuatro horas” de ese tiempo. Conservaba el sabor de principios del siglo XX, o de los dichosos veinte de ese siglo, para mi percepción desde luego. D. Manuel, tan amable como siempre, me habló de los problemas legales que los llevaron a marcharse de allí, él dice que los echaron, dijo el Gobierno, por la declaración de ruinas del establecimiento, y me dijo otras cosas de índole económica referidas al consistorio que no entendí y que lo catalogué de posiblemente malentendido.
A mis preguntas me dijo tener muchas fotografías de la Venta, pero que no se publicarían, que sus hijos hicieran con ellas lo que quisieran después de su marcha. Que incluso se las había pedido la alcaldesa, “esa señora que se fue”, y que él se había negado a que salieran de su casa. Es una forma de pensar, aunque yo considero que las cosas, por muy mal que te hayan tratado, “el estudio o la ciencia que estudia los hechos o fenómenos (de todo tipo y de toda duración) trascendentes de la vida de la humanidad, en todas sus conexiones, tanto sincrónicas (con hechos de la misma época), como diacrónicas (con sus antecedentes y causas, y con sus consecuencias)” o sea la historia, es la historia, y si el titular tiene todo su derecho a no publicarla, el pueblo llano tiene también todo el derecho del mundo a conocerla, porque forma parte de nuestros recuerdos, algunos o la mayoría, sin documentar, en este caso por lo menos, por mi parte, de los míos.
Me llevé una enorme alegría volverlo a ver pues guardaba un gran recuerdo suyo. Me recordó su admiración por Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, recalcó que éste era un caballero del que guardaba muchos recuerdos personales; creo que dijo que un pantalón y una gorra, digo creo porque la conversación se desarrolló en la acera, y con los parroquianos saludándolo constantemente y preguntándole por su salud y el muy amable atendiéndolos.
La Venta de Vargas se disputa el origen del vino tinto con gaseosa o sifón. Unos dicen que es un invento con el apellido del propietario, D. Federico Vargas, y otro que viene de Valdepeñas y gaseosa. A saber.
Me explicó que en el escenario montaron el horno. Y que su casa estaba en lo que después fue el sanatorio de Calzadilla, San Francisco de Paula. La Venta estaba situada en la carretera del Brillante, que el la recuerda de tierra, la que construyeron los plateros cordobeses en una “parada” brutal de las muchas que sufría el oficio, evidentemente que sólo afectaba a los que trabajaban a sueldo, no a los magnates que podían siempre superar todas las crisis, en el cruce con la Actual Avenida de la Arruzafa, o como la llamábamos antes camino del Cañito Bazán. Frente estaba el Hotel el Brillante, que fue venta también anteriormente .
Dice de la Venta la memoria cordobesa de José R. Solis en la publicación Córdoba en Mayo, de 1986:
“Tenía la Venta un encanto singular, siendo la carretera muy estrecha, disponía delante de una buena explanada donde había, lugar para aparcar tanto los coches de caballos, automóviles, los primeros autobuses, y espacio para poner cantidad de veladores con sillas para que otro tipo de público, pudiesen tomar el sol mientras saboreaban una «maquinilla» de café sobre todo los domingos y festivos. La Venta tenia de todo, no faltándole ni el salón de invierno, ni pista de baile, ni palcos, ni escenario para la orquestina Estevarena. Ni por supuesto faltaba la montera de cristales que daba luz al mostrador, reservados, servicios, etc, dando paso al llamado «Salón» de Verano, que lleno de bombillas y anuncios de vinos jerezanos y cordobeses era una gran pista rodeada de jardín y lindos merenderos floreados, que servían de reservados en las preciosas noches estivales de nuestra Córdoba querida. Pero lo que le hacía única era, su Placita de Toros, con entrada por la parte de detrás que daba al camino que conducía al Molinillo de Sansueña.”
Relaciona con la Venta a un pasodoble de Concha Piquer de título Venta de Vargas: “Venta de Vargas, guitarra, celos…”, pero estimo está referido a otra Venta de Vargas, posiblemente a la de San Fernando, ya que habla de manzanilla y no es habitual la bebida en Córdoba. Escuchando la letra del pasodoble de Doña Concha, se observa que no hay ni la más mínima referencia a nuestra ciudad.
Sí corrobora –siguiendo con el artículo del Sr. Solís- lo de la plaza de toros, donde toreó de muy joven, el entonces promesa, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” de ahí la admiración de D. Manuel Barrena por él, ya que siguió frecuentando la venta, cuando era el “monstruo” del toreo, cuando se hizo famoso. También cita la plantilla de camareros "Curro Chicote" y "Ligero", seguro que este último lo de ligero le venía por lo contrario, pues es bien sabido los problemas de pies de la profesión -alguno estuvo después en el Montes de frente a la estación de ferrocarril-, y el encargado de la venta Morales, que se fue después de “roll manager”, como se dice ahora, con el Niño de Marchena, D. José Tejada Martín, que la frecuentaba asiduamente cuando estaba en Córdoba.
De allí se cuenta la anécdota de:
–¡Pepe cántate unos fandangos! –dijo en el transcurso de una fiesta, Manolete a Marchena.
-El que yo te cante unos fandangos te va a costar cinco mil duros.
Fue la contestación del "cantaor". La respuesta, Manolete extendiendo el cheque. Y la entrega del documento bancario del Niño de Marchena al tabernero diciendo:
–¡Toma échanos cinco mil duros de vino!-
Verdad. Leyenda urbana. Ahí está en el libro de las anécdotas.
Pensé volverme cuando nos despedimos y hacerme una fotografía con él, pero ya lo había molestado bastante aunque, por su amabilidad posiblemente no aparentaba sentirse molesto, por lo que puede que fuese era una suposición mía. Esperaré a verlo otro día y documentar gráficamente su recuerdo que forma parte de la Venta Vargas.
Solar actual de la venta.
D. Manuel y quien suscribe en San Andrés año 2010
Así lo hice en otra ocasión y aquí está la fotografía de D. Manuel con quien suscribe en el poyo de la Iglesia de San Andrés. No puso reparos en hacernos la fotografía juntos.
D. Manuel y quien suscribe en San Andrés año 2010
Fotos de AMC y autor.
Bibliografia del recuerdo y de D. Manuel.
6 comentarios :
Siempre me había preguntado dónde estaba exactamente esa venta.
Te he copiado el plugin para escuchar las entradas. Muy bueno para favorecer la accesibilidad en los blogs.
Saludos.
Me alegro Miguel, y que el plugin te interese, es como escuchar al un robot pero peor es no escuchar nada.
Y todo ello cerca de la finca de El Duende (precioso nombre) o de las Canteras de Olmo, del arroyo del Moro, del acueducto de las Aguas del Cabildo, de la vereda del Pretorio, del encinar...
Hace poco quise ir por allí por gusto y lo único que vi fueron vallas de chalets por todos sitios guardadas por perros agresivos (que, lo reconozo, me dan cierto miedo)
Y tantos y tantos sitios...
Hace un tiempo subí por la Castilleja, camino de los Morales, y luego seguir hacia San Cristóbal que aún está semivirgen la zona. Pues desde ahí un camino por la Huerta de Hierro hasta el Cerrillo.
para seguir si quieres por La Cuesta de la Traición.
El Duende era todo campo, pero lo curioso de esto, ahora que se quejan tanto eso ha sido una urbanización ilegal de siempre. Que les pasa como en las FFAA, a los suboficiales que critican a los oficiales y sus medidas discriminatorias y una vez ascienden se convierten en lo mismo.
En fin que vamos a hacer....
Es curioso que nadue mencione wue en el nombre de esta venta estuvo el origen de nuestro " vargas" (vino con gaseosa) y no en esa forzada invención Valdepeñas + gaseosa, con rebuscado rotacismo de la L en R. Es así fe sencillo: en la venta de Vargas inventaron nuestro "vargas".
Rafael muchas gracias por tu aportación, que aquí queda. Nadie lo dice, me imagino porque se da por hecho que deriva de Valdepeñas + gaseosa. En Córdoba nunca ha habido vinos tintos, sin embargo en Valdepeñas imperan los tintos sobre los blancos, y me imagino, yo no soy un experto que eso acerca más a Valdepeñas.
En una bodega que había en la calle Reyes Católicos, en el tramo de Doce de Octubre a Gran Capitán, que de llamaba Toledo Moraleda, había una bebida que se llamaba "Ligaos", mitad vino de Málaga y mitad de blanco, eso fue luego el "Fifti-fifti", mitad y mitad anglófilo.
Un saludo
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