La Torre de las Siete Esquinas.
Tarde del 18 de mayo, a una hora más taurina, las cinco, decidí cumplir mi deseo de acceder a la Torre de las Siete Esquinas. Recurrí a los compañeros de la Bicicleta de Montaña, que tienen pateada -habría que decir “ruedeada”- nuestra sierra, cuestión que yo -que soy aficionado y se de la dificultad de ese deporte-, admiro, y por qué no envidio, esa forma física que permite esas escaladas. Tienen unos conocimientos del territorio fuera de lo común, que se los da la experiencia y el uso, y luego además dejan nota de los recorridos.
Torre y el valle del Guadalquivir al fondo .
Enumerarlos a todos sería complejo y siempre me dejaría a alguien atrás. Lo único cierto es que me he servido de su experiencia, y mezclado con la mía –que es la justa- para conseguir mi objetivo. La cuestión negativa es que lo hago solo y he de reconocer que es complicado y en ocasiones arriesgado, aunque estás más expuesto en la ciudad, por poner un ejemplo; circulando por la calle Santa María de Gracia a pie, a mediodía o a cualquier hora.
Esquina de la casa de los mineros y la torre.
Por fin le tocó a la Torre de las Siete Esquinas. Un paraje precioso con unas vistas del valle del Guadalquivir, para soñar. Y si desvías la vista al horizonte y tienes la suerte de tener un día claro, la campiña y la subbética se te ofrecen también cercanas, así como Sierra Nevada. La ciudad a la izquierda casi en toda su amplitud. Como estás cerca del nacimiento del Arroyo de los Nogales, puedes dibujar con la vista todo su recorrido, señalado de verde, y hasta visualizar el puente califal del siglo X, e imaginar el camino de avituallamiento a Medina Azahara que lo cruzaba.
Lateral oeste .
Un texto consultado dice: “Torre Vigía de Las Siete Esquinas de origen islámico, fue construida alrededor del año 858 para garantizar que el monasterio cercano de Peña Melaria no volviese a resurgir tras su destrucción. Este monasterio, dedicado a Jesucristo, fue fundado sobre el año 825 por los Padres de la Esclarecida Virgen Mártir Santa Pomposa”. No me lo creo desde luego pero así lo dice.
Desde algo más bajo .
No me parece que fuese necesario construir una torre para que no edificaran nuevamente el monasterio “destruido”, es como si ahora hubiese que construir una torre vigía en cada parcelación para que no se construyera ilegalmente ¿No parece una tontería? Los árabes no eran tontos. Con darse una vuelta de vez en cuando la GMUC (Gerencia Municipal de Urbanismo Califal) hubiese sido suficiente.
Lateral este .
El paraje es, después de un invierno pasado por agua, de un verdor insultante. El camino de ida de fácil recorrido, cómodo pues es de bajada, y no tanto el de vuelta que hay que subir lo bajado, pero su corta longitud lo hace permisivo a las diversas formas físicas. Cuando estás llegando se abre el horizonte y, majestuosa aparece la Torre como se puede ver en uno de los vídeos. Otro permite ver el camino, prácticamente en su totalidad, y otro una pincelada de las vistas que desde allí se disfrutan.
Esquina oeste.
Siete Esquinas, siempre el número mágico, cabalístico. Si digo la verdad no conté las caras de la torre, que creo que son siete pero que discutiría –sería cuestión de hacerlo con detenimiento- porque su irregularidad hace que dos parezcan una sola. Yo diría que es -como las calificaciones de los espectáculos de la dictadura basada en la moral de la iglesia católica- heptagonal “con reparos”.
Tirantas interiores.
La misión de la época califal vigilancia. Una época en la que la anticipación a lo que pudiera ocurrir era esencial. En las cercanías existe una zona minera, razón por la que se llama en el plano de 1884, casa de mineros destruida, a la que está junto a ella. A cuyo lateral continúa el camino que va hacia la Huerta de las Ventanas, y cuya pared sujeta una exuberante higuera.
El interior de la torre con residuos.
En las cercanías citan diversos autores la ubicación del antiguo xenobio visigodo de San Salvador y Pañamelaria, “San Salvador por la dedicación y pinamelariense por el sitio, pues estaba fundado a la falda de una peña, donde desde antiguo formaban las abejas sus panales de miel, los cuales dice San Eulogio Lib.3.capII, que perseveraban en su tiempo” Y Morales en las notas adicionales al mencionado capítulo “expresando distar aquella peña cuatro millas de la ciudad”.
Interior de la Torre .
Cualquier lugar, cualquier construcción, cualquier nombre en esta ciudad, encierra muchos siglos de historia, de mito, o de leyendas. Las vistas son muy espectaculares, como he dicho anteriormente, y a su vez se comprueba el atentado del “quiero y no puedo” parcelista y del constructor venido a menos, como la entidad que lo amparaba y hacia negocios con él. De la obligatoriedad de muchas personas de sentirse burgueses, clase media, a lo que las empuja la sociedad de consumo. Cuando la proletaria es tan digna o más y mucho más rica si necesita menos, como dice el proverbio. Pero siempre tira la cabra al monte y me desvío, aunque lo justifica la razón de que no miras a ningún sitio, donde no hayamos metido la pata los ciudadanos, o el pico, por un lado, y la dejadez institucional por el otro. La zona al pie de la sierra que conocí de pequeño -pues mis padrinos D. Paco y su hija María Rosa, fueron propietarios de un terreno por la Huerta de la Gitana-, tenía muy pocas edificaciones en los alrededores.
Desde dentro de la torre, vista de la casa de los Mineros .
Volviendo a la torre, decir que es un lugar maravilloso, afortunadamente limpio, posiblemente por ser la mayoría de los visitantes personas con conocimiento de la naturaleza. No ocurre lo mismo que en el Mirador de arriba, el del Lagar de las Niñas, donde los y las, en sus incursiones amorosas dejan marcado el territorio, con los desechos de la lid. Amén de los domingueros con sus plásticos y residuos de toda índole. No obstante dentro de la propia torre también como puede verse en una fotografía hay un residuo que no debería estar allí. Se nos habrá colado un sucio visitante, que no será senderista o ciclista.
Plano de la zona de 1884 .
Trece fotografías y cinco cortos vídeos, seleccionados de más de sesenta que configuran la totalidad del reportaje, son una infinitamente pequeña muestra, que no hacen justicia a la realidad. Por lo tanto esto es una invitación a ir personalmente.
Casa de los mineros.
Y como entre unas cosas y otras no he explicado el camino utilizado, decir que: gracias a un plano de caminos de la zona de 1884, Google y las distintas web de Mountain Bike (ahora lo pongo en inglés), no he tenido problemas. Vehículo hasta el Mirador de las Niñas. Aparcarlo allí. Mochila, palo y buenas botas. Volver desde la glorieta hacia atrás y a unos cincuenta o sesenta metros a la derecha, se verá una abertura en la cerca (antes era puerta) y seguir el camino, que ya no tiene pérdida por no tener ningún desvío.
Fotografías y vídeos del autor:
Paco, me acabo de enterar de la muerte de Salcedo. Como sé de la amistad que te unía a él a tí te doy el pésame.
ResponderEliminarNo se me ha olvidado la promesa que te hice de conseguir el romance del Góngora golfo que escribió hace muchos años. Los contactos me han fallado, algunos, sorpresiva, y decepcionantemente. Pero sigo en ello.
Hombre si que lo apreciaba. Gracias. Ahora vengo del Tanatorio. Cuando se lo pedí me dijo que era muy difícil que encontrara en sus notas algo, y ya estaba ciego para más inri. De memoria bien pero sus ojos eran su mujer. Ochenta y siete, no está mal. Mi padre fueron cuatro menos y mi madre siete. Lo que yo no se es donde se puede buscar eso que tu dices. Ahora su archivo, será su hija o yerno quien lo controle, y dudo mucho que lo tenga ordenado, pues siempre utilizaba la memoria que le ha funcionado bien hasta última hora.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Hola, Paco! Buscando sobre la Torre de las 7 esquinas en tu blog, que sigo desde hace tiempo, he leído estos comentarios. Ya hace años de esto y quizás llegue tarde y ya lo tengas, pero te copio el poema que me parece que andabas buscando:
ResponderEliminarPLIEGO DE DESCARGO PARA EL OBISPO PACHECO (1965) Miguel Salcedo Hierro Han dicho a su Señoría que rara vez voy al coro. Que entro, salgo, hago porfía y sin guardar mi decoro, en él hablo cada día. Que me llena de alegría ver desjarretar un toro en las doradas arenas donde el sol clava rejones. Que trato vidas ajenas en corrillos y ocasiones, bajo las piedras serenas del Arco de Bendiciones. Que vivo, en fin, como mozo; que hablo entre burlas y veras; que ello me causa alborozo, pues frecuento, sin embozo, casos y cosas ligeras. Que a cómicos y danzantes trato de muy buenas ganas y que estos representantes, a través de mis ventanas, suelen entonarse cantes con las letrillas profanas que yo les he escrito antes. Quiero que sepa Vuecencia cuán amargo me sabe este pliego largo que me mueve a penitencia. Respondiéndole en conciencia con un pliego de descargo, le diré que mi asistencia al coro catedralicio tal vez no haya sido tal que merezca mi servicio un elogio episcopal, mas por lo menos, igual que otros asistí al oficio. Y si dejé mi sitial y salí y entré unos días, no fue por gozarme en ocios ni darme a bellaquerías, sino por propios negocios y… necesidades mías. ¿Hablar en el coro? Por Dios que este punto no cedo. ¿Cómo llamarme hablador si en el asiento me quedo entre un sordo y un cantor? Aunque quisiera, no puedo. ¿Qué gusto conversaciones y juntas escandalosas? Si el Arco de Bendiciones pudiera contar mis cosas, veríais que en mil razones, con personas virtuosas con las que cambié opiniones pasé unas horas preciosas, tal vez por gozar los dones de un patio que, por blasones, tiene azahares y rosas. Asistí en la Corredera a una gran fiesta de toros, mas también Córdoba entera quiso hallarse entre los oros de la muerte y la quimera, pues allí se demostró que en las largas balconadas hubo varones de pro, ya con las testas nevadas, más o menos tonsuradas y más órdenes que yo. ¿Que a cómicos suelo hablar? ¿Qué ellos vienen a entonar coplas que tienen puntillas? No me quieran achacar las puyas de esas letrillas. Y si alguna hizo mi mano que vuecencia no se queje. De teólogo no me ufano y así, aunque coplas bosqueje de pensamiento profano, más me valdrá ser liviano que ser tratado de hereje, ¿Que me gusta el alborozo? ¿Que huyo de los desengaños? Yo no tengo tantos años como para no ser mozo. Si he de elegir, venga un trozo de vida, de sol, de dar un río que no se agote de esa gracia popular que en toda Córdoba es brote. Y quede como estrambote de este pliego singular el ruego particular con que, por salir a flote, sus manos pide besar el digno capitular Luis de Góngora y Argote.
¡Un saludo!
Cris se queda escrito, muchas gracias, quien me lo requirió por ser amigo de Salcedo fue Manolo Harazem que nos dejó hace unos meses. LA petición la hizo hace algunos años (10) pero nunca es tarde si la dicha es buena y lo es, solo por la intención, a lo mejor lo lee Manolo Harazem. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarAy, ¡pues siento haber llegado tan tarde!
ResponderEliminarUn beso.