jueves, 27 de mayo de 2010

DEVOCIÓN CIUDADANA DE QUITA Y PON.


Hornacina o alacena con el San Pancracio.

Tenía dudas en cuanto a la ubicación exacta de la Librería de D. Andrés Sierra, y escribiendo su nombre en Internet me salió un texto de la Librería Anticuaria Almedina, y ni corto ni perezoso cogí el teléfono y llamé. Tuve la oportunidad de hablar con… se me olvido preguntarle su nombre al Sr. que me cogió el teléfono a pesar de la amabilidad con la que me atendió, y del rato que estuvimos hablando, y la de recuerdos que alimentó en mí. Es una descortesía imperdonable por mi parte. Pero de cualquier manera es un amable responsable de la Librería Anticuaria Almedina, que está sita en la calle Conde de Torres Cabrera 8. De ella dice su página Web:

“Esta librería comenzó su andadura de forma continuada, a partir del año 1985, honrándonos en considerarnos como sucesores de la vieja y prestigiosa Librería Anticuaria de Andrés Sierra de Mendoza que estuvo situada en la calle Diario de Córdoba de esta capital, y de la que, durante muchos años, fuimos colaboradores”.

Pues bien la que nos interesa es la “vieja y prestigiosa” ya desaparecida, y concretamente D. Andrés Sierra de Mendoza, que la regentaba, y que estaba en la calle (Librerías), actual Diario de Córdoba. Nunca mejor colocado el nombre a la calle pues había en ella bastantes templos de la sabiduría escrita. Una de la de más solera de la época, la Librería Font, bajando la Cuesta Luján a la derecha. La que nos ocupa estaba a la izquierda, nada más pasar la Floristería Cordobesa. D. Andrés falleció el 23 de enero de 1987. La librería ya llevaba algún tiempo cerrada, por la enfermedad de su dueño.

Pero muchos años antes sucedió una anécdota graciosa y curiosa, que me comentó mi amigo Miguel Salcedo, fallecido también hace unos días -no le pongo el Don a Miguel, del que es merecedor, por tener su licencia-. Me contaba cierto día -en el intervalo de un acto en el que coincidimos, cuando el protocolo había terminado su encorsetada disciplina, y estábamos disfrutando del refrigerio de Montilla-Moriles-, que tenía una estrecha relación con D. Andrés Sierra, progresista librero, cuando el progresismo estaba perseguido en esta ciudad, relación no sólo profesional sino de amistad.

Corrían los años setenta y los inmuebles que ocupaban la esquina de Claudio Marcelo con Diario de Córdoba, habían sido derruidos, en espera de la edificación de los actuales. Miguel dijo que había observado una serie de personas en actitud devocional, ante uno de los solares y le llamó la atención. Preguntada una de las personas, le dijo que estaban rezando a un San Pancracio que había aparecido en el solar, en una especie de hornacina o alacena que había en una pared que no había sucumbido a la piqueta, y que era muy milagroso.

Aquello le sorprendió, yo le dije que, igual que los retablos que aparecían emparedados y además con candiles encendidos, de milagroso aceite, en alguna ermita de la ciudad –sé de varias- como el “farol fenicio que sacó encendido del mar” el Beni de Cádiz. Como habitualmente pasaba por la librería, lo requirió D. Andrés Sierra, y con un misterio no acostumbrado le pidió exponerle un asunto que le preocupaba. Pasaron a la “relibrería” y D. Andrés abiertamente le confesó que, a él se le había ocurrido la broma de poner una noche en la alacena mencionada, el San Pancracio de marco dorado que tenía como antigualla en la librería, con una vela, además de acompañarlo de unas flores.

La “devota ciudadanía" había depositado flores y alguna que otra vela más, por lo que aquello que empezó como broma, se estaba convirtiendo en un problema público, que podía terminar como Fátima o Lourdes, bromas aparte. Además como él, de por sí, era conocido por su poca afección al régimen, si alguien se enteraba de que era el bromista, podría pensarse que era una burla a la iglesia, y perjudicarle seriamente. Evidentemente le tranquilizó Miguel diciéndole que no se preocupara, que tratarían de solucionar aquello.

Pensaron que, del mismo modo que se había puesto el cuadro, había que hacerlo desaparecer, con la misma nocturnidad que se uso para su emplazamiento. Cual fue la sorpresa que, cuando efectuaron una disimulada visita, comprobaron que había aparecido un platillo metálico donde la gente depositaba monedas. La cosa acrecentó el temor y la preocupación de D. Andrés, pues ya no era una simple broma, y al intervenir el dinero y podía interpretarse una estafa. Decidieron no demorar la retirada y establecer un plan, y así lo hizo D. Andrés, una noche retiró el cuadro y todos los útiles sin ser visto. Útiles que pasaron según lo planeado a ocupar distintos lugares del establecimiento, y San Pancracio escondido debajo de un montón de libros. Pero el problema que escocía a D. Andrés eran las ochocientas y pico pesetas de la recaudación. Miguel le dijo que como había sido una cosa de índole devocional, creía que le correspondía cuando menos a una orden religiosa su restitución y decidieron, por tanto, llevárselas anónimamente a la Hermanitas de los Pobres del Buen Pastor.

Lugar donde estuvo ubicaba la Libreria Anticuaria de D. Andrés Sierra, en la calle Diario de Córdoba (foto de Google)

Así fue como una broma del intelectual y progresista librero quedó saldada moralmente. ¿Y la gente? Pues como siempre, igual que entra la devoción sale, de quita y pon, nadie preguntó, por lo menos no se tuvo de ello noticia, y al ver el lugar vacío pensarían que había sido llevado el milagroso San Pancracio a algún lugar más acorde con su rango celestial, que la alacena u hornacina del solar de la casa de Claudio Marcelo con Diario de Córdoba -antes Librerías-, y que su paso por la misma había sido igual de temporal como la estancia de todos por este valle de lágrimas, terminología acorde con la situación.

Sirvan estas líneas para recordar a dos amigos del ámbito de la cultura, lamentablemente ya desaparecidos, que solucionaron lo que hoy nos puede parecer gracioso pero en cierta época era un considerable peligro, y que posiblemente estén los dos en el espacio estelar de la buena gente, recordando esta u otra anécdota. Cuando menos nosotros dejamos constancia de ello.

Fotografías del autor.
Según una anécdota de M. Salcedo.

6 comentarios :

ben dijo...

Los años 70,años de crisis económica,como los de ahora
no es raro que ante un San
Pancracio en un muro la gente
se parara a pedirle salud y
trabajo,de ese trabajo que tan
to necesitamos.Estupendo tra
bajo el tuyo,Paco,todo con mu
cha sensibilidad...."ben"

harazem dijo...

Yo comencé a visitar la librería de don Andres por el año 68 ó 69, cuando yo rondaba los 13. Mi padre tenía, entre los cerros de novelas de la editorial Molino que consumía, un par de ejemplares de comedias de Muñoz Seca en la editorial la Farsa de los años 30. Me descoyuntaba de la risa leyendo las astracanadas de don Pedro. Cuando se acabaron mi padre me llevó a aquella librería y me regaló un ejemplar más, pero me advirtió que los próximos los adquiriría yo mismo con mi dinero. Un duro el ejemplar concretamente. Cuando conseguía reunir uno de ellos me alargaba a la librería que me pillaba muy cerca de la Academia Espinar donde estudiaba y me pillaba uno. Alcancé así a reunir una colección de unas 13 ó 14 comedias que luego he ido perdiendo. Don Andrés me preguntaba cosas, que quién me recomendaba la lectura y otros asuntos de los que no me acuerdo. Estando ya en 4º mi excelentísimo profesor de Literatura don Pedro Pascual que conocía mi avidez lectora me recomendó particularmente la novela “Sin Novedad en el Frente” de Erich María Remarque. Así que me fui directamente a la librería donde don Andrés mirándome fijamente me aplicó el tercer grado acerca de quién me lo había recomendado. Entonces le dije, bocazas de mí, que me lo había recomendado don Pedro. Afortunadamente y ahora me entero don Andrés era un progresista porque tal vez podría haberle buscado un problema a mi respetado benefactor literario. Se fue entonces al fondo de la librería y sacó un ejemplar. Edición reencuadernada de 1929. 50 pts. Volví a mi casa, pedí un préstamo a mi padre que tardé varias semanas en devolverle, lo adquirí y me llevé además la advertencia de don Andrés que no se lo mostrara a nadie porque era “ un prohibido”. Lo devoré en una sola tarde. Después lo volví a leer varias veces más y no podré negar que fue ese libro el que despertó en mí un profundo sentimiento antibelicista que aún me dura y que probablemente me ayudara a encontrar más fácilmente la senda del izquierdismo que me estaba destinada. NO me extraña que el régimen del Sapo Iscariote lo hubiera prohibido.

Luego estuve yendo por la librería hasta que cerró, no recuerdo el año, para gastar en ella todo lo que pillaba. Me encantaba merodear por los estantes entre las pilas de libros antiguos, algunos del siglo XVI con sus lomos de piel amarilla rotulados con tinta canela que algunas veces me dejaba abrir.

Paco Muñoz dijo...

No lo pongo en duda Ben, es verdad, en el setenta era yo cobrador de autobús y ganaba lo justo para pagar la mensualidad del piso que ahora habito, una cosa que se llamaba ahorro vivienda, de la Caja Provincial de ahorros, creo que rondaba las casi tres mil pesetas mensuales, todo el sueldo para el piso.

Y es cierta también, la necesidad de la gente de agarrarse a cualquier tabla, eso sumado al constante “machaconeo”, que afortunadamente estaba remitiendo ya, era la tónica. Yo he tenido la suerte de no estar parado nunca, desde los nueve años hasta la fecha, y haber recorrido como D. Juan Tenorio toda la escala… laboral. Pero hay muchas personas que lo han pasado en esas fechas mal, y otras lo están pasado en estas peor.

Mientras hoy he leído como el Sr. Fdez. Ordoñez que pide a boca llena que se abarate el despido para que los mercaderes europeos ganen más, gana la friolera de ciento y pico mil euros anuales, o lo que es lo mismo dieciséis mil setecientos millones de pesetas. Como es posible que esto ocurra y nos quedemos tan “panchos”.

O como Caja Madrid, saneada con los dineros de los españoles le presta al Florentino ese, para comprar un entrenador y no le dan crédito a los que verdaderamente lo necesitan, para no tener que cerrar su empresita de autónomo, y seguir viviendo.

Y nosotros tan contentos con el futbol, con el “patriotismo” de sus figuras con los tejes y manejes económicos de publicidad en paraísos fiscales, y otras cuestiones. etc.

Paco Muñoz dijo...

Manolo.

Me siento feliz de haber contribuido en algo al conocimiento de esas personas que son lo que eran pero no lo aparentaban, jugándosela a diario. Suerte también que Miguel era un intelectual, sino se la juega D. Andrés de todas todas. Una librería contagia, lo contrario sería la excepción de la regla, caso por ejemplo de Luque, padre y Rogelio después -que yo conocí-, en una palabra los libros no los queman los libreros sino los cafres.

Mi padre salvó de la quema varios de Dumas (ya ves lo revolucionario que sería Alejandro Dumas) porque decía tu vecina, la señora que vivía en casa de mi tía Encarna que estaba excomulgado, así como el “Tribunal de la Sangre” de Ortega y Frías (un estudio excelente de los entresijos del Escorial y D. Felipe II). Bueno pues la Librería “sustituta” que hago referencia parece que sigue la tónica, por lo menos eso dicen, aunque puedes ver las existencias en la web, hay de todo, también religioso.

Tienes un especial currículo de lector selecto Manuel, y te envidio, yo me he movido siempre en terrenos de literatura algo más “científicos” como Julio Verne, y salvo los clásicos rusos y poco más, tengo la sensación de haber perdido el tiempo, pero esa sensación a estas alturas la tengo de muchas cosas, que sería una lista larga de enumerar.

Cerraría en el ochenta y cinco pues definitivamente “cerró” su capítulo vital en enero del 1987. La amable persona que cito que hablé con ella, me dijo que tenía algunas fotografías y sería oportuno ver si tiene algunas de este señor. Me alegro haber contribuido a remover buenos recuerdos en ti.

Eladio Osuna dijo...

Pues al ser casi de la misma quinta, tenemos los mismos pecados. A mi también me necantaba al salir de la Acedemia Espinar, donde solo estuve un año, mi última oportunidad de aprobar la reválida de 4º, pararme a curiosear por la Librería Anticuaria. La de horas que eché allí buscando no sé bien qué libros. Pero lo cierto es que en mi biblioteca figuran aún varios ejemplares allí comprados.
Gracia Paco por recordarnos una de las fuentes donde bebimos en aquellos años tan escasos en fuentes culturales.

Paco Muñoz dijo...

Te digo lo mismo que a Manuel, la satisfacción -además de ser casi del mismo reemplazo.Manuel es más joven- es de haber estimulado esos recuerdos que estaban ahí pero en el disco duro. Un saludo.