Manuel Ortas, en representación del Ateneo de Córdoba, hace la presentación habitual de todos los miércoles y aprovecha para explicar una vez más la mecánica del debate posterior a la finalización de la conferencia, de la Serie la Córdoba Vivida, ésta dedicada al siglo XVIII, “Desde Hernán Ruiz III al Cardenal Salazar”. Cede la palabra a Jerónimo Sánchez para que haga la presentación de la conferenciante de hoy.
Manuel Ortas, presentando la conferencia.
Jerónimo da la gracias a todos por su presencia y al igual que en todas las anteriores conferencias la hace extensiva al Ateneo de Córdoba y Fundación Bodegas Campos por su patrocinio y colaboración, además de por el incomparable marco. Dijo a continuación que para él presentar a Ana Cristina Cuadro era un enorme placer, por muchas razones, y que hacer un breve currículo de su carrera, a pesar de que como había dicho de otros ponentes tenía una insultante juventud, es complicado. Continuó diciendo que la ponente es una de las pocas especialistas cordobesas en el tema de la Inquisición. Con varias becas nacionales y extranjeras a lo largo de su carrera. Actualmente desempeña un puesto de profesora de enseñanza secundaria en la ciudad de Ecija. Dijo que lo más importante de su currículo es lo que no dice, y es, su importantísima honestidad científica y que es muy buena amiga de sus amigos. Dijo tener que agradecerle el estar hoy aquí para dar una charla que estima será muy interesante, basada en la Edad Moderna pero sobre un momento de esa época que es el siglo XVIII, material muy trabajado por Ana Cristina. De ese mismo tema la Fundación de la Capitalidad Cultural, le encargo un volumen, un monográfico, sobre este siglo, que se puede encontrar en la actual Feria del Libro. Sin más preámbulo –dijo- le cedo la palabra.
Jerónimo Sánchez presentando a la conferenciante Ana Cristina Cuadro
Ana Cristina Cuadro trazó un escenario en el que situó a una serie de viajeros y autores que venían a Córdoba en esos años, y a los que se le enseñaban sólo los sitios más usuales y tópicos; Mezquita y poco más. Se deba la paradoja que la plaza de la Corredera, única plaza porticada de Andalucía, equiparable a la Mayor de Madrid o Salamanca, guardando las distancias, no se enseñaba, no formaba parte de ninguna ruta, lo que es de deducir que así estaría la misma para no querer enseñarla.
Continuó haciendo una semblanza de los distintos monarcas contemporáneos del siglo XVIII, que reinaban en el país, y que por una u otra razón tenían puntos en común con la historia de los acontecimientos que se sucedieron en Córdoba. Luego describió una serie de calamidades que, si soy sincero a mí me dejaron “hecho polvo”, tenía una sensación similar a la que sientes cuando por alguna razón, estás más tiempo del deseado en un hospital de visita. Piensas que el estado normal de la gente es la enfermedad cuando es todo lo contrario. La realidad es que el panorama descrito tenía poco de halagüeño y esperanzador, sólo al final y durante el debate y a expensas de la pregunta de un oyente, cerró la puerta de la desesperanza y cito algunas grandes obras modernas efectuadas en la ciudad. Esto no quiere decir que no tuviera verosimilitud lo que exponía, es que no estamos acostumbrados a escuchar posiblemente las verdades del barquero así de directas.
Sin salir el corazón del puño, donde se nos había metido a alguno, siguió hablando de las penurias de una población escasa, diezmada, miserable, que ya habían citado algunos autores. La miseria y las grandes diferencias de la pirámide social, con un opulento clero, para no perder la costumbre, y una decadente nobleza, pero asquerosamente rica, y por contrapartida un pueblo enfermo, débil, sufriendo todas las calamidades conocidas y otras nuevas.
Se paró citando algunas anécdotas, de una ridícula y esperpéntica monarquía y sus problemas endogámicos. Cuando citó los datos clínicos del informe del embalsamamiento de Carlos II, uno de ellos, que ocurrió el 2 de diciembre de 1700 concretamente, dijo:
“Le han hallado todas las entrañas, hígado y bazo de tan mala calidad que era imposible vivir, sin sangre, con una piedra en la vejiga, y el corazón consumido y seco que ha manifestado bastantemente el trabajo que ha padecido Su Majestad [...] de los dos testículos tan solo apareció uno y era negro como el carbón.”
A la vista del informe lo importante era saber cómo había vivido algún tiempo. Comentó la inmensa superstición a la que estaba sometido el pueblo, y posiblemente también los poderosos. Superstición controlada por el poder eclesiástico en su beneficio, ya que eran personajes santos a los que se invocaba, teniendo por lo tanto las “patas de cabra” todas las bendiciones necesarias. Como el asunto del cráneo por el que hacían pasar el agua para santificarla y librar a los campos de las plagas, cráneo de un individuo fallecido en 1040, que llevaba casi setecientos años otorgando favores.
Hizo una parada algo más amplia con el terremoto de Lisboa, además de otros. Hablo de las consecuencias del primero en la ciudad y provincia. Y relacionó la causa del mismo con la marcha de una plaga de langostas que estaba asolando el campo cordobés. Riadas, sequía, Heladas, nevadas, rayos, vientos huracanados, plagas, enfermedades, viruela, peste… y explicó lo que entonces se consideraba la teoría de las “miasmas”, que no eran sino los efluvios de la descomposición de muchos cientos de cadáveres a poca profundidad en los anexos de la iglesias. ¡Uf! Hasta que llegó la modernidad de mano de los ilustrados franceses que los prohibieron y sacaron a la fuerza fuera del casco urbano. Citó el gran problema de Santa Marina por el estado insalubre que presentaba con los cadáveres.
Se generalizaron sonrisas, que eran necesarias para romper el estado emocional de algunos, que de seguir explicando el siglo XVIII, hubieran acabado por tirarse por los barandales de la Ribera, como aquél que al suicidarse dijo desde lo alto de pretil al público que lo miraba:
-¿Queréis algo para Sevilla? -Y se tiró.
Digo se generaron sonrisas, cuando comentó el encamamiento de un rey, ya en las últimas, con una momia de un “santo”, algo parecido a lo que dijo un asistente a la conferencia ocurrió con un señor, apellidado Franco, que dormía con el brazo incorrupto de "Tere de Ahumada", y se restableció, el rey, el otro hacía falta mucha reliquia para mejorarlo.
En fin, una etapa de la ciudad que no merece volver a recordar, que como es natural tocó a los mismos de siempre, y que la orondez clerical –siempre me acuerdo del cantar de Goma Espuma “si los curas comieran chinos del río no estaría tan gordos los tíos joíos”- seguro no sufrió esos avatares en la misma medida, seguro no por la cercanía con lo celestial, sino con el tintineante sonido del dinero y el poder. Un total de una hora y veintiún minutos; tres de presentación, cincuenta y seis de exposición y veinte de debate.
Ana Cristina Cuadro
Video de la exposición
Fotografías: Paco Muñoz.
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