Por razones de la delicada salud de Concha -que fue mi suegra-, Conchi, la que me lleva aguantando más de cuatro décadas (1), frecuentaba mucho la farmacia. Concretamente la de la plazuela Almagra. Semanas atrás, con motivo de un paseo mañanero de sábado, en el ánimo de bajar el nivel de colesterol y regular la tensión arterial, fuimos expresamente a la farmacia. Conchi la recordaba igual que en los años cincuenta y sesenta, que fueron los que lamentablemente la frecuentó, porque las visitas a la farmacia no son por gusto, aunque esta sí. Recordaba un farmacéutico rubio, y un mancebo moreno, que eran los que la atendían. Al no ser mi zona habitual sólo conocía la farmacia desde el exterior, eso independientemente que frecuento las Cinco Calles desde el 62 del siglo XX.
Nos estamos refiriendo a la antigua Farmacia Villegas, hoy Farmacia Bustos del Río, una verdadera institución en el barrio, y creo que una de la farmacias más hermosas de Córdoba. Una joya que conserva el mismo sabor que cuando se instaló por primera vez. Su fundador fue el punto de partida de un apellido dedicado, salvo honrosas excepciones, al mundo de la medicina y la farmacia. Don Enrique Villegas Rodríguez, que nació en lo que ahora se llama Cuevas de Almanzora, un 3 de abril de 1846. Se licenció en Granada en farmacia en 1876, y obtuvo su título cuatro años después en Madrid. Con 35 años abre la primera farmacia en Plaza de Almagra, 12, frente a la ermita del Socorro, a finales del año 1880. Trasladándose a la ubicación actual, Plaza de Almagra 8, en 1884.
Luego, a lo largo de su vida se crearon otras farmacias de la misma familia, en San Felipe y Gondomar, subsistiendo sólo ésta que citamos, que adquirió Doña Mercedes del Busto en 1991. Y que es la responsable del mantenimiento del sabor del siglo XIX que tiene, con las naturales variaciones para adaptarse a los tiempos pero manteniendo lo esencial.
Los cordialeros, donde se conservaban los remedios más valiosos y costosos. Su nombre puede venir de remedios para el corazón. Dicen que el origen de estos recipientes, como casi todo en nuestro pasado, a pesar de venir de oriente fue una implantación de los árabes del Califato, se colocaban en las altas estanterías, por orden alfabético. Los albarelos, o tarros de farmacia que nos ocupan, están sellados con la firma: Viguier Far. París, loza francesa del siglo XIX. Grabados para las distintas sustancias básicas que contienen. El resto, de cristal, en la estantería de la izquierda, con su etiquetado especificando la sustancia que contienen.
El mobiliario de la farmacia es como las puertas de entrada, de estilo modernista, principios del siglo XX. Una mesa con losa de mármol que tenía un relieve con las iniciales de Enrique Villegas. Una estantería frontal y dos pequeñas a cada lado, extraordinariamente decoradas todas. Todo ello fue obra de un ebanista cordobés de los alrededores, que se llamaba D. Francisco Osuna. Pero si llamativo es lo descrito, lo es más el óleo sobre lienzo que cubre el techo, que contiene una señora volando con una copa y la serpiente en una mano, alegoría de la Farmacia y una corona de laurel en la otra. A su lado un pequeño Cupido alado con un libro y la inscripción Galeno en él. Un jarrón sobre una balaustrada y golondrinas en el cielo. Todo ello obra de Rafael Cruz. Termina de decorar el precioso techo una lámpara que procedía de otro lugar.
Conchi recuerda la caja registradora, a la que se acercaba por ser en aquel entonces un artilugio moderno, que sonaba cuando se abría y registraba los importes. Era de la marca National y de acuerdo con lo máximo que se podría gastar no pasaba de las mil pesetas pues sólo tenía tres cifras. En nuestra visita no le echamos cuenta si está aún, aunque consideramos que hoy en día aún podría servir, su limitación de tres cifras sería equivalente en euros, al haber desaparecido la peseta. Hay que señalar que todo fue amabilidad para permitirnos fotografiarla, cando solicitamos el permiso, decir que no pedimos más información, pero estamos seguros que en base a esa delicadeza demostrada nos la hubieran facilitado.
Dice el Dr. Toledo Ortiz, en un extraordinario artículo, que tenía en la biblioteca, “las Farmacopeas Españolas, la quinta edición de 1865, otra de 1884, y extranjeras, además de los doce tomos de La Oficina de Farmacia (1880-1886) de Dorvaul”. Continuando con la extraordinaria descripción del Dr. Toledo, dice éste -que me tomo la libertad de transcribir literalmente pues es un dibujo del contenido, como el óleo del techo-, referido al expediente de apertura del establecimiento :
“En el expediente de apertura, y tras la visita de inspección, se recoge la relación de sustancias simples, cuyo número era de 139; la de medicamentos oficinales, todavía escasos en aquella época, en que se contabilizan 188 y, finalmente, el conjunto de instrumentos, vasos y aparatos que eran de obligada necesidad para la puesta en funcionamiento. Las sustancias simples pertenecían tanto al reino animal, como al vegetal o al mineral. En la medicina actual nos sorprenden especímenes como cantáridas (animales enteros), cuerno de ciervo rasurado y esperma de ballena, que nos llevan a consultar las Farmacopeas de la época, donde aún nos asombrarán otras especies animales como ranas, víboras y carralejas. Los medicamentos oficinales en forma de aceites, ácidos, aguas, alcoholes, emplastos, extractos, jarabes, píldoras, polvos, pomadas, tinturas, trociscos, ungüentos, vinos, etc. todos de elaboración manual. Finalmente entre los instrumentos eran necesarios hornos fijos, alambiques, balanzas, morteros, matraces, retortas, cacerolas, peroles, etc. hasta un total de cuarenta elementos. Las Farmacias de la época tenían además de la botica, la rebotica y otras dependencias para cocina, despensa, herbario, laboratorio y hasta pozo si no había agua corriente. Así era la Farmacia de Villegas en 1880.”
Entonces, alejados del control de la farmacopea por las grandes multinacionales, que nos asustan con gripes mortales como la aviar, la A, y nombre raros de virus, que sólo, afortunadamente, han servido para aumentar el capítulo de ganancias de los sensacionalistas periódicos y empresas farmacéuticas, se fabricaban los remedios y fórmulas magistrales en las farmacias en la rebotica. Yo, que he frecuentado la farmacia de Rafael Contreras, ya fallecido –única persona fuera de mi familia cercana, que sabía que el día dos de abril es mi onomástica, y siempre recibía de él una llamada telefónica, hoy hay algunos más-, durante bastantes años, y conocí la rebotica de la farmacia de Sagunto (hoy es una gran farmacia que regentan sus hijos, y en ella aprendí que verdaderamente son muy pocos los principios básicos. Conocí el instrumental elemental que debe tener la farmacia, aunque hoy día, por la técnica, el farmacéutico sólo sea un dispensador autorizado de medicamentos.
Volviendo a la farmacia de la Plaza Almagra decir que, el titular que recuerda Conchi, supongo sería D. Enrique Villegas García, nieto del fundador, de la saga cordobesa citada, que vivía en la hermosa casa de dos plantas, esquina a Carlos Rubio, en cuyos bajos se encuentra esta interesante farmacia que conserva el sabor de las del siglo XIX, y que afortunadamente la propietaria actual ha sabido reconocer y conservar.
Así que, aunque sólo sea para adquirir unos miligramos de ácido acetilsalicílico -remedio extraído de la corteza del sauce, por observación de los animales, y cuya sintetización y nombre comercial es aspirina, y creo que fue el punto de partida del imperio de la alemana Bayer-, importante a pequeñas dosis para la prevención de accidentes vasculares, merece la pena entrar.
(1)Y yo a ella.
Fotografías: Del autor y alguna de Google.
Bibliografía variada, en especial del Dr. Toledo Ortiz.
Estupendas fotografias y estupendo
ResponderEliminartexto,te has informado bien,sobre
propiedades del A.A.A,farmacopea...
Las dos farmacias que nombras las
conozco bien,bueno la de D.Rafael
amortizada ya,desaparecida.En la
de Villegas se hacía buenas for-
mulas magistrales,seguro que Conchi
iria por una de ellas.Un saludo y
gracías por dejar en internet,estas
obras maestras.
Había otra muy parecida en la calle Sevilla, casi esquina con Emilio Luque. Pero creo que está cerrada, al menos yo la he visto cerrada últimamente. Creo además que en frente han abierto otra, que me imagino que debe ser la misma. Tengo que fijarme la próxima vez que pase.
ResponderEliminarLa farmacia de la plaza Almagra de la que hablas es la nuestra desde hace muchos años y no sólo por su aspecto.
Precioso reportaje.
Gracias Ben, me alegra que conocieras a D. Rafael era una buena persona. El Dr.Villegas tuvo un laboratorio en el que tenía varios productos -bastantes-, comercializados. La mayoría de las plantas venían de la finca el Salado, junto a la Balanzona, que era de su propiedad. En sus productos estaba el jarabe Benzo-Balsámico (con clorhidrato de heroina) que también lo tenía la Bayer.
ResponderEliminarLo dejó de utilizar cuando no le servían al materia prima de Ámerica. El Elixir estrumol Villegas, Emulsiones de aceite de Hígado de Bacalao, etc. etc. etc.
En la siguiente dirección verás como un famoso vino lo tomaba hasta un pontífice, pero tenía en su composición cocaína. En fin no me he querido extender mucho, pero podría haber sido algo más extenso.
Muchas gracias, ha habido que buscar en la memoria personal y en la de algunas personas, además de bibliografía.
Manuel en la que te refieres de la calle Sevilla, había un mancebo que se llama José María, estuvimos juntos en el 68 en Lepanto, de voluntarios. José María se marchó y se hizo representante de farmacia, ahora tiene un asunto de seguros. Si conocía la que tu dices.
ResponderEliminarEn Zuheros en el museo de allí hay una montada bastante bien.
http://notascordobesas.blogspot.com/2009/10/muchas-visitas-al-pintoresco-zuheros.html
Manuel creo que el siglo XIX fue un siglo muy importante, faltaban muchas cosas por hacer y a partir de ahí, ha sido todo geométrico. Mi primera emisora fue con válvulas de vacío y ahora la integración, ya ves como va en la telefonía, por poner un ejemplo simple. Hicieron un vuelo los hermanos Whrigt y en nada de tiempo los viajes espaciales. Julio Verne fue de ese siglo.
Gracias Manuel
(perdona por no poner el enlace bien y que lo tengas que copiar igual que Ben, el próximo lo pondré)
Ben la dirección que cita lo de la cocaína en el vino y heroína en productos de Bayer es esta.
ResponderEliminarY Manuel lo de la farmacia de Zuheros es esta.
Tres veces lo he tenido que repetir seré torpe.
Mi madre me decía: "Vete a Villegas y te traes una caja de octalidón (no sé si se escribe así)". No decía la farmacia, sino que daba por hecho que todo el mundo sabía que ir a Villegas era ir a la farmacia. Como lo del yogur y el Danone.
ResponderEliminarY me daba una botella vacía y decía: "Y luego te pasas por la bodeguilla y te traes una cuartilla de vino blanco". Supongo que sería para tragarse el octalidón ese.
Magnífico artículo, Paco. Nuevamente me has vuelto a recordar mi infancia. Pasaba todos los días delante de esa farmacia (por la calle del Baño) para ir al cole. Cuando no pasaban casi coches. Siete u ocho añitos tenía yo... ¡hay que ver!
P.D. Que sepas que aunque no participe mucho últimamente, no dejo de leerte, así como en otros blogs, pero es que mi albañilitis está pasando a ser de aguda a crónica.
Paso mucho por la farmacia que hay
ResponderEliminaren la calle Sevilla,la reformaron
pero aprovecharon algun mobiliario
modernista.
Lo del vino,del papa,supongo que
lo harian macerando buen vino con
hojas de coca,resultando un buen
estimulante,pero no creo que lo hi
cieran con su alcaloide la cocai-
na,uf,me imagino el colocón del
Papa,si fuera asi.
Mi mujer,que de pequeña iba a la farmacia de D.Rafael,dice que se
hartaba de aceite de higado de bacalao,jajajja,era la moda,ante
el hambre que se pasaba
José Manuel, me ha dado alegría leerte. Creo que le falta una pe al optalidón, grajeas rosa.
ResponderEliminarEs verdad, o la Turmix y la Olla Laster.
Una cuartilla, lo que es lo mismo dos medios. La gente no dice la calle del Baño ya.
Esta mañana José Luis Arranz en Facebook me dijo que había nacido en el 63, posiblemente en tu casa.
Rafael Guerra, el torero, estaba pensativo echado en la barrera de la plaza de toros durante una corrida, creo que era en San Sebastián, un miembro de su cuadrilla se le acercó y le dijo:
-D.Rafaé, ¿le preocupa la “corría”, no?
A lo que contestó el maestro:
-¡Qué va hombre, la “corría es pan comío”, lo que me preocupan son los albañiles que tengo en la casa de Córdoba. A ver lo que me encuentro cuando vuelva!
Me hago cargo.
Ben, tengo que reconocer que he entrado mucho en esa farmacia de la calle Sevilla, y ahora paso obligatoriamente dos veces al día, salvo que siga por Gondomar y baje por San Nicolás, bien es verdad que la primera vez es de noche y la segunda a horas que debe estar cerrada, y no me he fijado en eso. Mañana voy a ir.
ResponderEliminarLo del vino creo si miras la entrada a la que te remito, veras que posiblemente su fabricación sería como dices, pero la heroína no es macerar hojas, y como veo que eres experto y conoces la materia no hace falta decir más.
Por eso el pontífice, le dio al fabricante hasta una medalla, e incluso lo hubiera propuesto primero beato y después para el segundo escalón, la santidad, y claro el plural mayestático “Nos” sería cierto porque vería a toda la corte celestial con el reconstituyente, que le ayudaría además a soportar la dura carga de ser el pastor del rebaño.
Supongo que te refieres a Rafael Contreras, creo que sí. Y sí, el aceite era muy normal, para calmar el hambre que mencionas. Había otro preparado como complemento alimenticio, que me parece todavía está en el mercado, que se llamaba Ceregumil. Aunque no se puede comparar lo sintético a la toma directa de lentejas, garbanzos con la natural “pringá”, el jamón etc. (que te daban cincuenta gramos sólo cuando estabas enfermo).
–Deme cincuenta gramos de jamón, que es para un enfermo.
Lo malo es que te regalara tu jefe un jamón, eso era señal de: o que el jamón estuviera echado a perder, vamos para tirarlo, o que te quedara muy poco tiempo de vida.
Pero qué grande eres Paco, dedicarle una entrada a la farmacia de la Almagra. Nunca he entrado, pero más de una vez me he quedado embobado desde fuera intentando ver lo de dentro. Creo que de la otra que habla Manuel, la de la calle Sevilla, aún sigue abierta.
ResponderEliminarAhora le tocaría, si es que no lo has hecho ya, otro reportaje a la tienda de frutos secos de la misma plaza, otra institución del comercio cordobés.
Gracias Amalgama, pues sería interesante tu propuesta. Lo que pasa es que de los más importantes no es en sí ese, ya está cerrado el que era el número uno. Y otro comercio era un intercambio de tebeos y novelas de Marcial Lafuente Estefanía, al lado de la Confitería California (ahora se llama de otra forma me parece), u otra tienda muy curiosa de la calleja el Toril, que regentaba una señora.
ResponderEliminarUff,paco,se me abren las carnes cuando te leo,jajjaja,porque mue
ResponderEliminarves enormes sentimientos estancados
en mi,La cantidad de horas que he pasado leyendo tebeos en ese pequeño local,los devoraba.
Recuerdos y secretos de esa confiteria y tambien secretos
de esa tienda que insinuas de la
calle Toril.He vivido por ahí cerca
He estado comprobando que la farmacia a la que se refiere Manuel Harazen, en la calle Sevilla está cerrada, creo que es una inmobiliaria (como no podía ser de otra manera, cerrada también), la que ocupa su lugar y la farmacia de la acera de enfrente es de nueva hechura, e ignoro si tiene elementos modernistas dentro.
ResponderEliminarYa me extrañaba a mi no haberla visto pues la que conozco es la que está cerrada.
Ben la chica (es un poner), estaba un poco ... así y me parece que tenía un hermano que estaba peor.
ResponderEliminarExageradamente pintada.
Peor de lo peor,el hermanito.Aún
ResponderEliminarse le recuerda por las abuelas,que
entonces eran jovencitas.Inimajina
ble hoy día.
Pienso,Paco,que esa farmacia,que
estaba en la inmobiliaria cerrada,
se trasladó a la que está enfrente,
pero con otro titular.La nueva
tiene una decoración moderna,pero
algún mobiliario Modernista en pre
ciosa caoba.
¿Una cuartilla de vino? ¿En una botella?
ResponderEliminarSe nota que estabais montaos en el dolar.
Mi abuela me mandaba a Los Mochuelos a por una peseta de vino en un vaso, decía que era para el guiso, pero se lo trincaba ella.
Yo le he salido a mi abuela, me encanta el pirriaque.
Las botellas las utilizábamos para cambiarlas por globos.
Mi madre reservaba algunas bien escondidas para en Nochebuena ir a las bodegas de Perez Barquero a comprar anís y coñac a granel.
A los niños nos daban "palomitas", agua con anís. ¡Que tajas!
El vino de Santa Catalina, también estaba muy bueno, la canonizaron con razón. Al igual que a San Clemente que fue un santo varón, doy fe.
Te daban un vaso de esos vinos y te comías las lentejas con gorgojos y todo sin rechistar.
ben-->Te imaginas,Ana,hoy día una
ResponderEliminarniña con un vaso comprando vino y
luego llevandolo por la calle.Di-
rian una menor!.Ja,jaja,como cam-
bian los criterios de los tiempos.
En mi caso,tambien me tocaba com-
prar el vino,que era de Perez Bar-
quero,un tal "rey de oros".o algo
asi,era dorado como el oro,según
mi padre alimentaba,jajajaja,que
comentario delante de un menor.
Ben Mañana voy a mirar en la que dices, que efectivamente es nueva. Los de la calle el Toril, creo que estaban como cabras los dos. No consigo acordarme del nombre de ella, era bastante mayor que yo. Seguro que mi mujer se acuerda, luego le preguntaré.
ResponderEliminarAna ¡Dos medios en una botella! ¡Como para emborracharse! Y luego a cambiarlas al “feo de los globos”, ¡que era un rato raro! En las Cinco Calles estaba el Seis. Allí sólo se bebía vino, muchos de los parroquianos tenían su vaso –el clásico vaso del medio de vino, de un octavo de litro-, o catavino, con peana, y algo muy curioso una tapadera para el vaso que quedaba en el mostrador. Cuando ibas a pagar decías: –¿Que le debo Rafalito? –y te contestaba (no se los precios) por ejemplo: -2,25 ptas. -Y le decías quédese con la vuelta, poniendo sobre el mostrador una moneda de 2,50 ptas. Y muy enfadado te contestaba: -¡Tenga el real aquí no se aceptan propinas! Y si ya querías cabrearlo del todo le pedías una tapa (que no tenía).
Mi padre compraba el vino en Cruz Conde, en la calle de la Bodega. Allí le daban unos vales para en la Nochebuena canjearlos por Anís la Cordobesa, Coñac Solariego y algún producto más. Antes habíamos pasado por Caramelos Hispania, en la Avenida de Cervantes, con un escaparate que te dejabas los ojos allí. Íbamos desde la Mezquita dónde vivíamos. De chico para los catarros te daban; una pastilla de Okal, un vaso de leche (que había que esperar subiera) y un chorreón de coñac y sudabas como una bestia, pero se te quitaba el resfriado.
Los tiempos, pero ya veis como añoramos aunque fueran malos, seguro porque no vuelven. La gente sin hipotecas de pisos, o lo que es lo mismo sin estar hipotecados. Con tus zapatos Gorila para los domingos, y las sandalias de goma, esas que te dejaban al final del día las marcas de… aquello en la piel. Y una radio de válvulas (lámparas) el que la tuviese.
¡Ay la nostalgia Ana y Ben!
Os dejo dos entradas de esa época que pueden servir para cualquiera.
Historias de la Judería
Que relación guarda mi visa con la de Manolete