Después de bajar de las Ermitas esta mañana de domingo de Ramos, que dicen que, "el que no estrena se le caen las manos", más temprano de lo normal por el cambio de la hora, decidí visitar lo que queda del Convento de San Francisco de la Arruzafa y la famosa cueva eremítica de sus alrededores. De ella dice D. Teodomiro Ramírez de Arellano:
“En el sitio donde la tradición decía haber vivido San Diego de Alcalá(1), y que aquellos religiosos unieron después al convento, echando la cerca más afuera, aún se conservan vestigios de una cueva, que llegamos a conocer completa, revestida de huesos humanos, viéndose multitud de cráneos, muchos de los que en nuestra última visita vimos rociados por el suelo.”
En el libro Casos Notables de la Ciudad de Córdoba, que tan amablemente me regaló el editor, mi amigo Paco Baena, ya jubilado, del que pensé, ¿por qué siempre la gente poco pudiente es la que se embarca en aventuras quijotescas para que quede una obra para la ciudad? ¿Será porque el espíritu quijotesco es patrimonio del humilde pueblo llano?
Concretamente el caso notable número cincuenta dice:
“En la Albaida hay un convento de frailes Descalzos con reputación de grandes santos, y en apoyo de esta opinión tienen unas catacumbas o soterraños hondos llenos de huesos y calaveras de hombres, y esto en tanto número, que todos los huesos juntos de la ciudad no llegaran al que está en aquella santa casa. Tenían en cada apartado o soterraño su altar, donde decían su misa, y todo esto les ayudaba su devoción; esto estaba sin cerca, y así, entraban los que querían a verlo. Sucedió que unos caballeros mozos se salieron de la ciudad una noche, y tratando de cosas que a cada uno le había pasado, llegaron cerca de la Arruzafa. Tomó uno de ellos la mano, y dijo:
-Hagamos una apuesta que no hay ninguno de los que vamos aquí que llegue a la capilla donde están los huesos y traiga uno.
Salieron a la apuesta dos. Al fin, uno, que se tuvo por más animoso, tomó su derrota, quedándose los demás aguardando. Era esto en el peso de la noche; aguardaron un rato, lo que les pareció bastaba para llegar y volver; al fin estuvieron más de dos horas, y viendo que no volvía, sospecharon mal de la tardanza. Trataron de ir a las cuevas; no hubo el ánimo que pedía la soledad de la noche; determinaron de esperar hasta la mañana y saber qué se había hecho el compañero; estuvieron todos temerosos de lo que después sucedió.
Luego, pues, que amaneció, se fueron a los osarios y hallaron a su amigo muerto, que venía con un hueso en la mano, saliendo de la catacumba, o que de sobresalto, o venciéndole el temor natural por salir con su apuesta, o que de parte de los difuntos le hicieron la merced, dando Dios lugar a ello para escarmiento de otros, él se quedó muerto hasta ciento y un año, y lo enterraron los frailes con los demás que allí estaban.
Los religiosos, vista esta desgracia, se determinaron de cercar todas aquellas cuevas, y así está ahora con más reverencia; yo lo he visto, y hartas veces, y en el camino está la camita donde San Diego hizo penitencia el tiempo que el santo estuvo en aquel convento. Yo he preguntado, por curiosidad, de dónde se juntaron tanta infinidad de huesos, y me respondieron que la tradición que ha venido de padres a hijos es que hubo entre moros y cristianos, en aquellas partes, grandes batallas, y como es de ordinario quedarse los cuerpos en el campo deshechos y cada cosa por su parte, después, algunos caritativos, les recogieron allí todos, como se ve que son innumerables, pues de sólo calaveras, hay más de cuatro mil, sin infinidades de cascos y pedazos de otros, y pedazos de brazos y piernas no tiene cuento; hay muchos huesos y calaveras de mucha grandeza que sobrepujan a los que ahora vemos.”
La cueva, aparte de estar llena de inmundicias, tiene unas medidas de seguridad pésimas, que a buen seguro algún alma caritativa ha puesto. Dos palos cruzados invitan a no entrar. Aunque no tiene peligro por su escasa profundidad, con las aguas está escurridiza y puede, uno o una que se aventure a entrar, caer. Hoy en día el asunto de los amigos sería:
-Tío, a que no tienes cojones de entrar y traerte una lata de cerveza de dentro. ¡Venga te esperamos!
¿Cuál sería la diferencia? La lata de cerveza. La juventud la misma. Las intenciones iguales. La diferencia es que no hay huesos y si desperdicios de nuestra sociedad. Bueno en aquella los desperdicios eran los que eran.
Estimo que, si es cierto que en ella estuvo viviendo San Diego, y si para el mundo católico eso tiene algún valor, podrían las autoridades de la Iglesia Católica, preocuparse por instar a los actuales propietarios, que supongo será el municipio, cuando menos a adecentar los accesos y dotarlos de una mínima seguridad, e incluso la iluminación correspondiente.
El marco dónde está, que es en un parque de una urbanización de lujo -y la valoro comparándola con mi barrio-, podría revalorizarse con esa adecuación. Y ahora, olvidándome de la Iglesia católica, la cueva que también forma parte de la historia de esta ciudad y de sus mitos o leyendas, creo que podría ser motivo suficiente para que el municipio se preocupara por ello. Con cualquiera de las subvenciones para publicitar el “dormidiesicei”, la más ínfima, con el sueldo de un mes de la gerente o cualquiera de la oficina, se podría atender a la construcción de un acceso adecuado, e incluso la iluminación pertinente, y antes de todo las medidas de seguridad. Estamos hablando de lugares y hechos del siglo XV o anteriores.
Fotografías de una entrada a la cueva con Abén Alhama y Emilio Fernández el 11-12-13
(1)San Diego de Alcalá nació allá por el 1400 en San Nicolás del Puerto, de cuna muy humilde. Antes de ingresar en el convento de frailes menores de Arrecife (Lanzarote) fue cooperador franciscano y sacristán en Córdoba en el Convento de San Francisco de la Arruzafa o Arrizafa. Dicen que logró muchas curaciones gracias al aceite de la lámpara que iluminaba una virgen. En Fuerteventura fue misionero, dónde fundó un convento. Estuvo en Roma coincidiendo con una epidemia de peste dónde colaboró. La muerte le sobrevino en 1463 en Alcalá de Henares, dónde está enterrado. Lo canonizó en 1588 Sixto V, y su fiesta es el 12 de noviembre.
Bibliografía: Paseos por Córdoba. Casos Notables de la Ciudad de Córdoba. Editorial Paco Baena. Fotos: del de siempre.
6 comentarios :
Que gusto leerte Paco. Buscando información sobre el SL-A93 y la cueva eremita, google me manda directamente a tu blog. Que buen criterio tiene Google.
Amigo Pepe es que miras todo esto con muy buenbos ojos. Muchas gracias.
Un abrazo.
Paco gracias por compartir esta información,es muy interesante
Si señor buena documentación sobre las Cuevas
Gracias a ti Ángel por expresar tu opinión. Un abrazo
Muchas gracias José Ortega.
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