El buey y el Aguila, Lucas y Juan.
Hay que actualizar el disco duro, que por mor del paso del implacable cada vez está menos duro y menos revestido, es decir que los claros exteriores compiten con los interiores bastante. El amigo Talbanés me aclaró que el colmillo estaba aún en el sitio que ha ocupado desde siempre, y yo tenía la información, posiblemente temporal, de que no estaba, y fui a comprobarlo.
La mañana era como para no haber salido a la calle, parecía que no había llovido nunca. Tenía sólo la media hora del bocadillo. Aproveché para entrar por la puerta del Perdón, dónde observé que había tenido lagunas mentales también: tela metálica de protección; algunas precisiones que no había reflejado. Fotografié el postiguillo desde dentro (no se a dónde da acceso ahora). Me embelesé en los rincones de lo que llamé zaguán, porque los inevitables recuerdos llegaron fácilmente, e incluso intenté llegar al centro de la cruz, que no llegué, a saber para qué, pero si toqué un pequeño agujero que tiene en el centro, y sentí el frío mármol deteriorado. No recordaba los querubines de los rincones de la cúpula. La vista de la escalera desde allí me resultó extraña, y sobre todo la claridad de la galería.
Desde el centro de la estancia -guardando el equilibrio pues no es fácil hacer una fotografía mirando hacia el techo-, vi los motivos florales de la cúpula y los cuatro evangelistas enmarcados en las pechinas –sólo uno está policromado-, el escudo de Salazar y Góngora -el obispo que ordeno su arreglo-, y me pregunté: ¿cómo no me acuerdo desde donde alumbraba la linterna central? sería seguramente desde las habitaciones de la torre.
Nada es como se recuerda, o cuando menos decepciona cuando lo contrastas con lo que tienes almacenado. Volví a contar los escalones y efectivamente eran nueve. E incluso palpé una cosa que había olvidado totalmente, uno de los textos en caracteres árabes de los hexágonos de los batientes de la puerta, por entre la tela metálica de protección. Fue una extraña sensación tocar ese texto. Me acordé las veces que había ayudado a cerrarla de pequeño, y del manojo de llaves de Juanín el marido de mi madrina. Nunca sé exactamente si el empleo de Juanín era el de sacristán Mayor, pero era un personaje, por lo menos tenía las llaves de casi todo.
Fui a las taquillas, que antes estaban en la puerta de las Palmas o Bendiciones, y:
-¿Los cordobeses pagamos? –pregunté al taquillero.
- No señor. - me contestó.
-Evidentemente habrá que justificar el origen ¿No? ¿El DNI? –le dije.
Le facilité el DNI y me dio la entrada. La misma era, según ponía en ella, en su anverso, un obsequio del Cabildo Catedral. Me parece bien, pero a lo mejor es un intercambio con las alícuotas partes de las aportaciones del Estado y Junta. Pero es igual.
Entrada a la Mezquita.
Crucé con una lluvia intensa el Patio y me acerqué a la Puerta de los Deanes, entregué la entrada, que me cortó un vigilante, mientras un segundo me recordó, educadamente, que debía descubrirme, que no se me olvidara. Como no deja de ser un acto que habitualmente hago cuando entro en un sitio cerrado, no me llamó mucho la atención, si por el contrario, el que no hubiera salido de mí. De todas formas cuando has vivido el que, las mujeres tuvieran que ponerse velo, taparse brazos y escote si lo tenían, lo contrario de los hombres ellos tenían que descubrirse, no te debe causar extrañeza esto. Además el propietario pone las normas, que allí están. Pregunté:
-¿Se pueden hacer fotografías sin flash?
-Y con flash también las que usted quiera. –me contestó el vigilante.
Pero cosa curiosa no permiten el trípode, luego el problema no es el deterioro de policromados o pinturas, sino hacer fotografía que pueda ser comercial, posiblemente.
Recorrido nostálgico. Primero lo del colmillo.
-¡Aleluya! –es lo que se dice en un templo, en la calle hubiera dicho ¡cojones!- está colgado.
Nuevamente a castigar a las cervicales. Luego al coro. A muchas cosas no te puedes acercar a tocar, existe un cordón rojo que te lo impide. Me hubiera gustado volver a sentir el mármol del buey. Búsqueda del motivo erótico zoofílico de una talla del coro, que no encontré. De todas formas el dichoso cordón me impidió entrar al lugar donde pensaba estaba la talla. Las misericordias de los asientos.
Detalle de la talla del coro.
Está arreglada la grieta del terremoto de Lisboa. Unos asiáticos copaban en grupo el coro y me impidieron fotografiar la tumba de Pedro Duque Cornejo, el tallista. Pero fotografié la de Pedro Gómez, escribano, 1563, no tiene nada que ver, pero bueno.
Sepultura de Pedro Gómez. Escribano, 1563.
Lo cierto es que la Catedral es majestuosa, sin entrar en si está bien ahí, o si no, eso es secundario, también habría que preguntarse lo de San Vicente, pero no es la cuestión, cada vez se cansa uno más de criticarlo todo. Uno de los órganos está desmontado, el otro entero, otros... para la jubilación. Me llamó la atención lo cuidado de todo, lo limpio, lo adecuadamente correcto. Incluso las lápidas dicen ”...sacerdotes muertos en la persecución religiosa del 1936”, ahora es menos cínico el texto. ¡Ah! ha desaparecido el cuadrito de la Madre Teresa de Calcuta en el trascoro. Bonita la nave de la antigua Capilla Real, llena de tumbas oscuras. El artesonado mudéjar interesante. El Mihrab y la cadena desde el techo sin lámpara, "que era de oro pero que la habían ido cortando los curas". Otro cuento.
Urna de Luis de Góngora, que fotografié. La capilla de mármol rojo de la Purísima, no se podía acercar uno tampoco. Visualice un mosaico que dicen que es donde estaba San Vicente, la basílica de alquiler primero, y compra o desahucio posterior. Y me acordé de San Cristóbal y del Cautivo, y volví allí. No veía bien a la virgen entre la pierna y el palo del gigante, pero no es porque no estuviera en estado de gracia, que no lo estaba ni lo estoy seguro, es que cada vez veo menos y estoy requiriendo una graduación a voces. Al final la "gracia" vino a mí y la fotografié. La columna marcada de perras gordas y monedas extranjeras, casi destruida. El cautivo me hizo sentir vergüenza ajena, un cuento elevado a realidad de letras doradas y textos latinos. Luego modifique su entrada en este Blog, la del Cautivo, con nuevas fotos y texto, al igual que la del Colmillo y la de la Puerta del Perdón.
A la salida me encontré con un amigo, jubilado, un guía de turismo, y el yerno de mi madrina Mari Rosa, hablamos y criticamos los cuatro. Es lo normal, en este caso al Vaticano y su almacenamiento de riquezas. Hablando con ellos, con el guía que cada vez le parecía mas a su padre, con Manolo que es un pozo de conocimientos, me sentí disminuido psíquico, admiré sus conocimientos en la materia, los envidié y me deprimí un poco. Hablamos de cosas que son complicadas de publicar, los intrigulis... eclesiales. Pregunté si el Postigo de la Leche estaba abierto para evitar, aunque fuese un tramo, la lluvia que no había parado, me dijeron que sí, me despedí y me marché, no sin antes rogarle al yerno de mi madrina que si la veía le diera un beso de mi parte.
Órgano. No esta la grieta.
2 comentarios :
Sí, Paco, resulta que los cordobeses entramos en la Mezquita por "obsequio del Papa", que vive en el quinto carajo. Y a casi todos nos provoca una pequeña mueca en el borde de los labios, asemejando una sonrisa forzada cuando lo leemos.
La Catedral, que ocupa el centro de la Mezquita, es una maravilla, con una cúpula que invita a la contemplación, y un coro que es una de las mejores obras de arte de todo el barroco español, y un espacio místico que se mezcla con la historia y la religión, y que conmueve y emociona.
Un ejemplo de simbiosis que desgraciadamente no todo el mundo entiende, especialmente sus actuales dueños, y que ha costado que a los que realmente pertenece se sientan distantes de lo que es suyo, porque no lo sienten así.
Esta es una de tus mejores entradas, y debo felicitarte por ello.
Es cierto. Entramos los "paganinis" de favor y menos mal...
A mi cada día me gusta más, desde el punto de vista arquitectónico claro está, y como digo cada vez me gusta criticar menos que si está bien ahí que si no está. Tengo la impresión que esto es igual que lo de la tolerancia. La tolerancia es cuestión de personas no de civilizaciones.
Salí de la visita tocado, me di cuenta cuando hablé a la salida con el profesional lo poco que sabe uno de nada, y me fui comiéndome el coco.
Un apunte insignificante, lo que más me activó el disco duro, fue el rincón de la Puerta del Perdón, con la pequeña e inocente historia que me recordó.
Gracias.
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