sábado, 30 de enero de 2010

ALEJANDRO Y CLAUDIA


Claudia
Claudia Muñoz Muñoz


Claudia
Alejandro Muñoz Muñoz


Esta vez nada de conventos, lugares, anécdotas o personajes. Esta vez unos personajes muy cercanos. Es significativo como ellos te cambian el sentido de la vida.

Claudia tres años, y Alejandro siete meses. Con una memoria excepcional, y unos razonamientos fuera de lo normal, y no es pasión, aunque se pueda interpretar así, Claudia. Es una tónica en los niños actuales. Alejandro aún no dice nada, cuatro palabras sueltas y cuando él quiere. Aquí está de pastor.

Su abuela parece que no tiene más nietos que estos, y es verdad, no los tiene, son los primeros, y su abuelo también, aunque las abuelas parecen ser más especiales.

Así que esta entrada, que confecciono mientras esperamos a unos buenos amigos, va dedicada a los dos, a Claudia y Alejandro o, a Alejandro y a Claudia, aquí si que es verdad aquello de "tanto monta...", en el dicho original quien montaba era Isa.

viernes, 29 de enero de 2010

EL PALACIO DE LOS VENEGAS, ORATORIO DE SAN FELIPE NERI


Fachada Palacio de los Venegas
Fachada del Palacio de los Venegas.


Corría el siglo XIII, Fernando III estaba acampado en los alrededores del Santuario de la Virgen de Linares. En el lugar citado se encontraba una antigua atalaya de origen árabe, aún existente y que forma parte del santuario, donde la tradición dice que, el rey ordena colocar una imagen de la virgen, ofreciendo una misa antes de atacar Córdoba, como si las vírgenes se ocuparan partidistamente de esas cosas. El nombre de la virgen está un poco confuso. Pudiera ser que el sacerdote que dijo la misa fuese un jiennense de Linares, o que el término Linares derivase de las torres vigía, nombre árabe de las citadas torres.

Pero no nos ocupa en este caso ni el Santuario ni la virgen, si no uno de los caballeros que viajaban con D. Fernando y que se llamaba Venegas de apellido, D. Pedro. Los Venegas son oriundos de Portugal su apellido parece haberse cristianizado -cambiorum chaquetorum-, normal en todos los tiempos, y derivar de Ben Egas de raíz musulmana.

Fachada del Oartorio
Fachada del Oratorio.

Pasó el 1236. D. Fernando conquistó Córdoba, no por su poder ni por la Virgen, sino por la descomposición de lo que quedaba del Califato; las traiciones; los advenedizos y todo lo demás. Llegó la hora del reparto y como es normal, los cercanos al rey, y como “el que reparte y reparte…”

D. Pedro echó raíces en esta ciudad, era descendiente de D. Suero Venegas, señor de Lamego, rico portugués, obtuvo las propiedades que “le tocaron” por sus servicios. Fue Alcalde Mayor de Córdoba, guardián y redactor del fuero que le concedió el conquistador D. Fernando a la ciudad.

Un descendiente suyo D. Egas Venegas, siguió el camino ampliando la fortuna familiar, por su cercanía a Alfonso X el Sabio, y a su hijo D. Sancho. Se desposó con Doña Mayor Fernández de Castro. Fue primer señor de Luque.

Otro fue capitán del rey Don Pedro, sirviéndole fielmente hasta su indisposición con los Caballeros de Córdoba, le prestó su apoyo a su hermano bastardo D. Enrique y fue artífice de la victoria de éste contra su hermano Pedro I en el Campo de la Verdad. Se casó con doña Beatriz y ambos, en 1370 crearon o fundaron el Convento de las Dueñas.

Balcon Palacio
Balcón del Palacio .

Otro descendiente fue Obispo de Córdoba, D. Gonzalo de Venegas, y las ramas de este árbol crecieron y crecieron lo mismo que la fortuna de la familia. Se emparentaron con los Fernández de Córdoba, de la Casa de Aguilar. Son muchas las historias verdaderas o de ficción de este apellido, como la que le sucedió a otro D. Egas de Venegas que vivía en la calle Lope de Hoces, cerca del muladar de la Trinidad, en 1510 se cayó desde el balcón porque cedió este y parte de la fachada, muriendo bajo los escombros. Algunos frailes del convento de enfrente, el de la Trinidad, vieron el accidente. Uno de ellos, Fray Nicolás, puede que tan listo como Sor Constanza de Rivera, la “Aramis Fuster de la época” del Convento de Santa Inés, dijo haber tenido la revelación de que D. Egas, por el que había rogado, se le había aparecido para darle, en primer lugar las gracias y después para decirle que se había cortado la lengua en el accidente –a lo mejor en el estado astral no es necesaria la lengua para hablar con los frailes, o se lo diría por señas-, la gente acudió en masa al difundirse la revelación y luego el Obispo, los cuales comprobaron con estupefacción, que el cadáver que llevaron a Ómnium Sanctórum, tenía la lengua partida. La familia le tomó ojeriza a la casa por la desgracia y D. Juan la vendió a D. Martín de los Ríos (Casos raros de Córdoba).

Artesonado
Artesonado .

Frente del cementerio de Ómnium Sanctórum, a finales del siglo XVI se construyó el palacio de los Venegas. Su fachada ha sufrido muy pocas modificaciones desde su creación afortunadamente.

“con dos portadas gemelas, con sendos escudos de los Venegas y dos torreones flanqueando el conjunto. Está datada en 1589 y se atribuye a Juan de Ochoa. La iglesia presenta fachada barroca a la calle S. Felipe, con pilastras de grandes dimensiones. Cubierta: Inclinada de teja cerámica en toda la edificación con balaustrada en fachada.” (Según el Catalogo de bienes protegidos del centro histórico de la GMU).


Otro Artesonado3
Otro Artesonado .

Dentro tiene unos bien conservados artesonados, que no menciona el citado catalogo, posiblemente sólo se catalogue el “ladrillo”. D. Teodomiro Ramírez de Arellano dice:

“En su interior tiene seis preciosos artesonados que llaman la atención de cuantos los ven, y que merecen conservarse con esmero, como en gran parte lo ha sido hasta el presente.”

Entendiendo ese presente como el año de la edición de los Paseos por Córdoba, 1873 o unos años antes.

Tiene también algunos cuadros que, sin ser un experto estimo que pudiera representar uno de ellos la muerte de Alonso de Aguilar, aunque es una enorme pretensión por mi parte decirlo.


Otro Artesonado2
Otro artesonado .

El palacio se lo vende D. Luis Venegas de Henestrosa, a finales del siglo XVII a D. Luis Antonio Belluga y Moneada, motrileño, nacido en 1662, que fue Obispo de Almería, que hizo la lectoral de la Catedral de Córdoba y estuvo aquí hasta el 1704, año en el que fue nombrado Obispo de Cartagena, después de empujarle el Cardenal Salazar y el Padre Posadas. El Cardenal Salazar, fundador del Hospital de su nombre, luego de Agudos y ahora Facultad de Filosofía y Letras, lo consagró en el cargo de Obispo de Cartagena y para allí partió D. Luis Antonio Belluga el 19 de abril de 1705.


Obras Oratorio
Obras en el Oratorio.

Anteriormente había fundado el Oratorio de San Felipe Neri en el que vivió con los frailes hasta el 1704. Había construido una pequeña iglesia que fue bendecida en septiembre de 1696. Después se hizo otra mayor que es la que existe en la actualidad y está trabajándose en su puesta en valor por dos escuelas taller. Esta nueva se atribuye a Hurtado Izquierdo. La iglesia tiene planta de cruz latina y una cúpula en el crucero.

Planta capilla
Plano de planta de la Iglesia.

En 1720 fue dedicada a la Virgen de los Dolores, y se celebro un notable acontecimiento religioso, un triduo en el que intervino D. Juan Bautista Alegre del Oratorio de Valencia, costeando los gastos el Cardenal, luego D. Juan Gómez Bravo y el tercer día D. Pedro del Busto.

La Desamortización de Mendizábal, en 1836, afectó también a los filipenses, aunque estos no eran frailes, y a pesar de que se deshizo el entuerto por real orden, no se restablecieron. Decir que el Oratorio lindaba con el Convento de la Concepción, ocupando ambos casi toda la manzana.

En esas fechas su uso fue militar y transformado en Cuartel. Las imágenes se trasladaron a la Trinidad, donde dice D. Teodomiro que existía un San Felipe y San Carlos Borromeo. En 1862, el Brigadier D. Juan Guillen Buzarán, lo dividió, instalándose en él para utilizarlo como residencia, como ocurre aún en la actualidad con el General de la Brigada. En 1876, D. Rafael Carrillo y Gutiérrez, Gobernador Militar restauró la fachada y el interior.

Cuartel
Cuartel.

Hoy en día, el palacio lo ocupan las dependencias de la Subdelegación de Defensa en Córdoba, que aglutina diversas dependencias, como las Áreas de Patrimonio y Reclutamiento, por citar dos de ellas, siendo esta última la que se encarga de hacerle todas las pruebas de acceso a los aspirantes a soldados profesionales. Justo es decir para terminar, que la presencia del Ministerio de Defensa antes de la Guerra, ha permitido que la piqueta no entre a saco en este palacio.


Plano Catastral
Plano Catastral . 2529 mts.2 de suelo y 5034 mts.2 construidos.

Fotografías de la GMU, AHM, Catastro y autor.

jueves, 28 de enero de 2010

PUESTO DE ARROPIAS

Pipas y ALtramuces
Pipas y Altramuces.

¿Quién no ha tenido en la niñez cerca de su casa un puesto de arropías? Entonces proliferaban como proliferaron las videotecas, o hace unos años las inmobiliarias. En mi niñez la cantinela de la casa era ¡Mama dame una gorda “pa” pipas! O en su defecto se aceptaban también las perras chicas. Diez o cinco céntimos de peseta. Puede parecernos ahora, como a mí cuando mi madre hablaba de céntimos de pesetas, un céntimo o medio céntimo. La perra gorda (10 céntimos de peseta) trasladada a euros serían 0,0601012 €, ¡vamos un capital!. Pero lo cierto es que cundía.

Monedas
Monedas de diez y cinco céntimos de peseta.


Delante de mi casa estaba Amalia, una señora con moño, que vivía en el horno de las Pavas. A una de sus hijas la atropelló el pelotón de una carrera ciclista de las que se celebraban en la Victoria, y su hijo, siempre con muy mal color de cara –mi madre decía que padecía del hígado- se comía todas las pipas del puesto. El puestecillo lo ponía en la esquina de la Taberna la Mezquita. Arropías, que era lo que daba el nombre al puesto; Las pipas de girasol; los altramuces –saladillos o chochos-; la harina de algarroba, en sobrecitos como los del azafrán; las algarrobas; las chufas; las almezas; las garrapiñadas; las pastillas de leche de burra; los cigarrillos de matalauva; el regaliz, el palodú de palo –un lugar muy rico en paloduz era el Puente Viejo, bajando la Cuesta de los Visos, en las orillas del río Guadajoz, detrás de la Venta-; el pirulí de la Habana; el chicle Bazooka, Cheiw; los caramelos Pictolín, los Saci; los barquillos… con diez céntimos podías comprar de casi todo.

Bazooka
Chicle Bazooka.

En la calle estaban los vendedores ambulantes, el “coqui chibiricoqui”, al rico parisién, los polos de anilina, y otras golosinas. Los voceaban los vendedores cada producto con su titulillo característico y su sonete singular para cada uno:

“¡Arropías de Turquía, las llevo largas y retorcías, qué ricas y qué buenas llevo yo mis arropías!”; “¡Hay corrucos!” ; “¡Al rico parisién, compre!”; “¡Hay helado, rico mantecado, helado, el polo, helado, el corte, helado, el bombón helado!”; “¡Al rico pirulí de la Habana, chupa, chupa, que chupa, hasta que te dé la gana!”, que vendían clavados en una penca de pita; “¡Piñones, como cabezas de gorriones!”; “¡Almendras de los almendros, los niños las cogen y yo las vendo, peladas y garrapiñadas, oiga!;; luego más moderno el “¡Vamos a vender! de Pepito el de los piñones de la calle de la Plata.


Cheiw
Chicle Cheiw.

El Pirulí de la Habana.

Un caramelo con palo de forma cónica, como un capirote de nazareno, liado en un papel difícil de quitar, como no sea que empieces chupa, que chupa, para despegarlo. El Pirulí fue inventado por un señor llamado José Arechavaleta. Este vasco tenía una destilería de azúcar en La Habana y se le ocurrió hacer caramelos con los residuos, ponerles un palito para agarrarlos y así nació el pirulí. Luego el inventor del Chupa Chups (que se forró) caramelo redondo con palo pero copiado del pirulí, al que siguió la piruleta, caramelo plano con palo, el redondo ya lo terminó de lanzar Telly Savalas el calvo de Kojak.

Piruli
El rico Parisién.

El vendedor tocado de un gorrito blanco llevaba una cesta con una sola mano en postura acrobática y pregonaba: ¡Al rico parisién! e iba que se las pelaba corriendo.

Las pastillas de leche de burra.

Eran unas pastillas muy dulces, de color blanco que en principio se vendían en farmacias como complemento nutricional, luego acabaron en los puestecillos de distintos colores, posiblemente serían una copia. Como curiosidad incluso alimentaban las burras en Francia a niños huérfanos, a lo mejor es una “burrada” pero parece ser que fue así.


Regaliz
Regaliz.

El “palodú” paloduz de palo o regaliz.

Lo vendían cortándote un trozo con una navaja. En una visita al Botánico conocí -luego me documenté más-, las propiedades de regaliz, ya se conocía en la antigüedad su contenido en una sustancia que produce hipertensión y que puede bajar los niveles de testosterona en los hombres, Así que cuidado con el regaliz por la disminución de la líbido, lo mío fue la tensión, no la líbido..., bueno créanse lo que quieran. Lo que sí es cierto es que yo no podía tomar las Pastillas Juanola, estas eran en forma de rombo, negras y su formula era: regaliz, eucalipto y mentol. En cierta ocasión me tomé una caja entera y se me pusieron los labios como a un primo de Obama.

Algarrobas
Algarrobas.

La harina de algarroba.

Eran unos sobrecitos como los del azafrán, que te los volcabas de una vez en la boca, te tapizaban el velo del paladar para todo el día, y no tenías lengua suficiente para quitártelo en seco, se te rajaba el frenillo. Luego estaban las algarrobas tal y como las coges del algarrobo. Duras con cojones.

Chufas

Las chufas.


El coctel de altramuces y pipas de girasol, las chufas.

Una mezcla de las dos cosas era un mezcla especial, el frescor de los altramuces y su humedad y la sequedad y salado de las pipas. Las chufas estaban buenísimas, en un lebrillo con agua.

Las almezas.

Sabrosas y dulzonas y luego a molestar a la gente con el canuto tipo cerbatana, disparándolas, a riesgo de darle al vecino en un ojo.

Y muchas más que se me olvidan, son todas de los cincuenta del siglo pasado, las modernas las he dejado para otra entrega si procede.

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Lo siguiente es un comentario precioso, que merece estar en el cuerpo de la entrada y como tal yo me he permitido hacerlo y espero que a Ana no le importe. Muchas gracias por tu aportación

Comentario de Ana.

"Ayer hablaba de mediados de los cincuenta, yo tendría ocho o nueve años y Periquito muchos, muchísimos, o al menos a mí me lo parecía.

Mi abuela nos decía que por respeto a su edad deberíamos llamarle Pedro, pero a los niños nos gustaba más Periquito.

Normalmente vendía las arropias en su casa, situada en la calle Barrionuevo, por las tardes cuando había fútbol sacaba su cesto a Santiago, lo apoyaba sobre un banquillo plegable y se instalaba frente a la taberna de "Los mochuelos". Unos metros más allá, colocaba su carro con una montaña de caramelos otro vendedor, que pregonaba incesantemente:

- ¡Caramelos Sasi, diez a la peseta, caramelos! ¡Caramelos Sasi, diez a la peseta, caramelos! ¡Caramelos Sasi diez a la peseta, caramelos! -Así se podía pasar horas.

Cuando íbamos una patulea a comprar a casa de Periquito, su mujer le ayudaba, ya que al pobre Periquito le temblaban las manos y sobre todo cuando le pedíamos pipas, rociaba la mitad, su mujer le refunfuñaba y reparaba el daño echándonos "la pasera".

El nombre de ella no lo recuerdo, era conocida en el barrio como "La bien peiná", ya que su peinado y sus ropas estaban siempre impecables, cosa rara y difícil de llevar a cabo por aquellos años.

A mi me parecía raro que para estar en casa calzara zapatos, tenía los pies muy pequeñitos y sus zapatos siempre bien lustrados eran como botines, atados con cordones y tacón alto. A mi me gustaban mucho.

A pesar de su edad era ágil y ardilosa, iba y venía por el pasillo taconeando por las viejas y desdentadas baldosas, que parecían quejarse con sus incesantes crujidos.

Un día hurgando en el baúl de mi abuela, encontré bien envueltos en un paño, unos zapatos idénticos a los de la arropiera, sus suelas estaban limpias, nadie los había usado,me pareció como un regalo de mi hada madrina, sin pensarlo dos veces me los calcé y salí al patio a lucirme delante de las vecinas, que a esa hora cosían al sol escuchando la novela de turno, "El amo" "Ama Rosa" no sabría decir cual. Lo gritos de mi abuela truncaron mis sueños de Cenicienta:

- ¡Quítate esos zapatos ahora mismo! ¡Quítatelos, son para mi mortaja!"



miércoles, 27 de enero de 2010

LA PUERTA DE ALMODOVAR (y II)



Calle Almanzor


En el ánimo de ampliar la entrada de la Puerta de Almodóvar diré en principio que, saliendo por el arco a la izquierda, lo que hoy es la calle Cariuan, era la Huerta del Rey, un descampado hasta el Campo Santo de los Mártires, y eran a su vez los corrales y puertas falsas de las casas de la calle de los Judíos. Ese terreno estaba normalmente anegado de agua, que salía de la Alcubilla de la Puerta de Almodóvar. A la Puerta de Almodóvar la gente del barrio le llamaba "el arco", pero en general, la zona extramuros se ha llamado la Puerta de Almodóvar, aunque también la Cruz Roja. El Hospital se inauguró, me parece, en 1932, -yo como es lógico no había nacido, lo hice algunos años después-, a partir de ahí toda la zona era llamada la Cruz Roja.

Cruz Roja y Fleming
Cruz Roja, la carretera nueva (Fleming) y vistaalegre


Recuerdo que, lo que hoy es la avenida del Dr. Fleming, era una carretera que se abrió desde los Mártires hasta la Cruz Roja, y que los vecinos la llamábamos la Carretera Nueva. Estaba en alto con taludes a los lados, ya que la cota es la que tiene la calleja de la Luna, o el Garaje Alcazár. Todo lo demás es relleno. Luego fueron surgiendo las edificaciones; el arreglo de la muralla; el encauzamiento de las aguas; la desaparición del cine Avenida (lo que hoy es el Mercado, también sentenciado a desaparecer) que absorbió la plaza de mercado que había en las calles de la Judería, Manríquez y Deanes; la finca de Barazona, dónde estaba el león y que era como un zoo en miniatura.

Por el otro lado estaba la Victoria (Paseo del General Primo de Rivera en ese tiempo) y en general campo tambien. Por los cincuenta se comenzó con la urbanización de Vistaalegre, y la avenida del Conde de Vallellano. Luego ha tenido periódicas y sucesivas urbanizaciones el sector. El primer edificio de pisos fue el que hoy existe frente al Callejón de la Luna actual –ese callejón nunca ha estado abierto-, tiene en sus bajos un bar que se llama El Olivo. Antes era una tienda-taller, “Electricidad Mármol”, procedente de la calle cuesta de Blanco Belmonte, donde hoy está el Conservatorio de Danza.

El barrio no se circunscribe solamente a la plazoleta del Arco, es mucho más grande. La calle de los Judíos pertenecía en parte a la Puerta de Almodóvar; Fernández Ruano hasta la Casa del Indiano; Tejón y Marín y Sánchez de Feria, así como Almanzor hasta el Hospital de Agudos, que ya pertenecía a la Mezquita. Como se entenderá son límites no escritos, señalados por zona de influencia de los vecinos, y la asistencia a sus comercios. En la plazuela del Indiano tenía mi tía Rafaela Carreras un puesto de jeringos, que encerraba en una casa de la plaza.

Mi tía Rafaela Carreras, mi tío Pepe Gallego y el esquimal yo, la bicicleta del fotógrafo, mi padre.

La bodega de Guzmán en la calle de los Judíos; la Sinagoga en la que vivía una familia, a uno de los hijos le llamábamos el “Sinagogo”, que era un poco “corto de luces” y mayor que nosotros. En cierta ocasión consiguieron los mayores que nos enseñara los atributos viriles, después de mucho rogarle, y no sé si por el retraso mental, o por la comparación con los nuestros que…, ni Nacho Vidal.


Fernandez Ruano
Fernández Ruano

En la calle Fernández Ruano estaba -como he dicho en la anterior entrada-, el último puesto de jeringos de Carmela, concretamente en la esquina, luego había alguna pequeña tienda y un comercio de ropa que llevaba, Mario, un "deportista" de la época, que estaba casado con un hija de Moreno, el de la funeraria. Mario terminó trabajando en el Parque del Higuerón. Luego estaba “Juani el Carnicero”. Frente, el personaje por excelencia del barrio “Quinito” el barbero y su jefe, casi en la esquina con Sánchez de Feria, educado donde lo hubiera, en invierno iba con una gabardina con las mangas vueltas un par de veces por lo larga, y saludaba a toda la familia, andaba con paso de torero haciendo el paseíllo, acabó en la Corredera y era procedente del Alcázar Viejo. En el chaflán que hace la otra esquina de Fernández Ruano con Sánchez de Feria, estaba el Estanco. En la calle sin salida de Fernández Ruano, en la casa frontal, una gran casa de vecinos, con dos patios enormes, allí tenía el taller de cincelado y su casa, el artista orfebre Paco Díaz Roncero. También existía un patio en el fondo donde fundía a la tierra Pepito Luque, hermano de Antonio Luque el “Dorador”, suegro de Paco Díaz Roncero y padre de otro de los grandes cinceladores de este país, Pepe Luque. Allí vivía la familia de Juaní Martínez, su padre artista de la fundición de aluminio, su madre y hermanas Pili y Maruja.

No hemos subido aún por la calle Sánchez de Feria (Campanas), donde estaba el taller de escultura de D. Amadeo Ruiz Olmos, en el pequeño jardín frente a lo que hoy es el Archivo Municipal. En esa calle había una vecindad algo distinta a la del otro sector del barrio, entendiendo lo de distinta como de "más posibles". Lo mismo que en el último tramo de Madera, antes de llegar a lo que fue el muladar de la Trinidad, hoy Lope de Hoces y la zona, por donde pasó toda la juventud de Córdoba en aquellos multitudinarios sorteos de reclutas, donde algunos salían de Directores de Fábrica, es decir "directos para África", como decía el chiste. En la calle Sánchez de Feria, en su desembocadura a la plaza del Trinidad murió, en la casa de la esquina, D. Luis de Góngora y Argote.

Sanchez de Feria
Sánchez de Feria (Campanas)

Enumerar toda la vecindad cuesta trabajo, por ello señalo lo más significativo. Antonio Luque “el dorador” también tenía el despacho y taller en Fernández Ruano, entre la Puerta Almodóvar y la Barbería de "Quinito", su hijo, Manolín Luque, ha sido uno de los primeros importadores de perlas japonesas de esta ciudad. En la calle Tejón y Marín existía una gran casa de vecinos entrando a la izquierda, frente el horno de Enrique Fernández. Pepín cuñado de Juaní Martínez, por su matrimonio con Pili, su hermana; Figueroa compañero de colegio; y muchos más eran sus habitantes, luego estaba el palacio en dirección a la Trinidad, y que hoy es colegio.

Si bajamos la calle Almanzor, nos encontramos en primer lugar la casa nº 34 donde nació el poeta Juan Morales Rojas, el 17 de junio de 1918, en la fachada se le dedicó una lápida que dice:

…yo he nacido en esta casa
he jugado en ese patio
en el transcurso de mi infancia.
Cuánto se alegran mis ojos
con esas rosas de nácar,
fueron de mi buena madre
las manos que las plantaran.

Al acto de la inauguración de la misma tuve la suerte de asistir, fue muy emotivo, tuvo lugar a los principio de los noventa -del siglo XX-, en el que sus hijos Álvaro y Antonio y poetas cordobeses leyeron textos en su honor. Como curiosidad decir que, en la Cabalgata de Reyes del año 1951 Juan Morales salió de rey Melchor. El vivió después en la Huerta de la Reina en el colegio en el que ejercía de docente.

Unas casas más abajo, en los años ochenta, tuvo el taller también el citado y malogrado orfebre Paco Díaz Roncero, uno de los grandes artistas de la orfebrería de este país. Paco, tuvo sus comienzos en uno de los patios de una casa de la calle Medina y Corella, allí comenzó su andadura artística, luego fue profesor de Metalistería Artística en la Escuela de Artes y Oficios, y como hemos dicho tuvo su propio taller. Ahora le ha cogido el relevo uno de sus hijos, el mayor, que ha heredado sus genes. Antes, en esa casa, estaba la peluquería de la esposa (entonces novia) del famoso portero del Barcelona Manolín Reina. También fue el puesto de frutas y verdura de Frasco, un agricultor de la vega. Más abajo había una casa que le llamaban de la Miel.

Recuerdo que, en terrenos que hoy son de la Facultad de Filosofía, en su entrada por Almanzor, y que fueron antes solar, había una fábrica de ampollas para laboratorios, cuya elaboración se veía desde las ventanas, la gente le llamaba la “casa de los fideos”, por las finas varillas de cristal. Más abajo, en la esquina de la calleja Enterradores, estaba el chalet de Llorente, con el níspero en la puerta del jardín (hoy es un restaurante y aún está el níspero) y la cochera del único coche del entorno. Con el matrimonio Llorente vivía Alicia una sobrina, una nena muy guapa y delicada, de la que estábamos enamorados algunos, evidentemente de una forma platónica -teníamos ocho años- y sin ser correspondidos desde luego. En ese tiempo se estaba proyectando “Alicia en el País de las Maravillas” y la asociábamos a la protagonista.

Apuntar algunos vecinos de la casa del fondo de la citada calleja; Pedro el “Sillero” -echaba culos de enea, "anea" a las sillas como decíamos- y su familia, Pepa, Rafalín Pedrín y su hermana; Curro, que trabajaba en “Rodríguez Hermanos” con el transporte de aceite en carro y traslado a pulmón, Ana su mujer y sus tres hijos, Luís, Loli y el “dientes”. El Lotero, padre de Puri, que siempre está igual a pesar de los años, Paco y su otra hermana. Amparo la de los huevos, de la plaza de mercado de la Mezquita y Enrique su marido. En esa casa vivió también Carmela la Jeringuera y su familia. Era también vecino el “Bizco”, un guardia municipal rubio con gafas, que hacía pareja con un tal Zacarías, rechoncho y malcarado, de la calle Almonas, que eran el terror de las bicicletas, eran como la secreta de los municipales pues siempre iban de paisano, claro con los coches no se atrevían no fuese que dieran con un capitoste.

En la calle Almanzor, había un radioaficionado muy antiguo, del que nos llamaba la atención la antena, y un médico. También el taller de Villafuerte, dónde se elaboraban los mejores buriles –herramienta para los grabadores- de España. Y muchas y muchas familias, que configuraban ese barrio de nuestra ciudad. El riesgo que se corre es no citarlos, y sobre todo al contrastar memorias, cometer los lógicos errores de apreciación, para los que pido disculpas y dejo abierta la posibilidad de rectificación.

Ayer escuché a un psiquiatra que estaba estudiando que, muchas veces creemos son verdad las cosas que no han ocurrido, es decir las recordamos como nosotros quisiéramos que hubieran pasado. Eso es normal y pasa siempre con los recuerdos, estos se mezclan con nuestras propias aportaciones o deseos. A mí por ejemplo me hubiera gustado decir que fui el novio de ocho años de Alicia, pero no, no pudo ser, se quedó en mí carpeta onírica.


Plano barrio
Plano del barrio

La puerta de Almodóvar I

Fotos de Cordobapedia y AHM, plano de Google

lunes, 25 de enero de 2010

LA PUERTA DE ALMODÓVAR



Puerta de Almodóvar
Puerta de Almodóvar


La Puerta de Almodóvar era y es, un barrio de bastante solera en nuestra ciudad. Nos vamos a circunscribir a la pequeña plaza que configuran la confluencia de las calle Tejón y Marín (Madera), Fernández Ruano, Almanzor, y Judíos.

Vamos a iniciar un breve recorrido por el corazón del barrio de la Puerta de Almodóvar y sus gentes. Antes de entrar al Arco, mejor dicho pasar la puerta, que es de origen árabe, llamada Puerta del Nogal (Bab al-Chawz), decir que en el siglo XIV la reformaron. Bóveda de cañón en altura, cuyo arco estuvo cegado en el XIX por un muro, hasta que se abrió después para mostrar la adintelada actual. Su fábrica es de sillería y ladrillo y tiene el adarve bien conservado.

A la derecha antes de entrar estaba la "jeringuera" de la zona, en el rincón que formaba el quicio derecho de la Puerta con la parilla sobre la Huerta del Rey, lo que hoy es la calle Cariuan. Doña Teresa Moya, madre de José Gálvez, panadero del horno de Salmoral, que se casó con Carmela López, hermana del famoso “López” el chatarrero del sótano de Cardenal González, del que hablaremos en otra ocasión pues es un personaje digno de una sola entrada. Carmela, una vez su suegra, Doña Teresa murió, se hizo cargo del puesto de jeringos, cuestión que podemos interpretar como el traspaso a una segunda generación de jeringueras. Digo jeringueras, no churreras, ya que esa palabra no es cordobesa, aunque ahora sea el nombre que queda. Jeringo es una derivación de tejeringo, por salir la masa de una especie de jeringa, y churro es sinónimo de ello, y también buñuelo, pero en Córdoba han sido siempre jeringos, sujetos por la enea. Ah, y la masa de los churros no es de patata, es de harina y agua lo que pasa es que en su elaboración parece que es patata.

Pepe Gálvez, Carmen López y Carmeli

Carmela López era una agradable mujer, oriunda de Dúrcal (Granada), el pueblo granadino camino de Motril, nada más pasado el Suspiro del Moro, del que la malograda Roció Dúrcal tomó su nombre. En los últimos años de su vida se puso muy gruesa, que era lo significativo, pero eso la hacía más agradable, porque la expresión de las personas gruesas siempre la he considerado de felicidad. Claro luego están las goteras de la salud y Carmela lo pasó muy mal hasta que se marchó, Pepe su marido lo hizo antes. Ellos tenían dos hijos Pepín y Carmeli, la segunda el vivo retrato de su madre. El puesto pasó luego, todavía con Carmela López al rincón de la izquierda, una vez pasado el arco. En ese sitio, cuando el puesto de jeringos se trasladó a la primera casa de la esquina de la calle Fernández Ruano con Almanzor, se instaló un puesto de arropías, que estuvo hasta hace poco, entendiendo ese poco por algunos años. Los jeringos, para terminar con esta familia estuvieron muchoas años en la nueva ubicación, Carmela se retiro por cuestiones de salud y se hizo cargo la tercera generación, Carmeli su hija, hasta su cierre.


Puerta de Almodóvar desde el interior
Desde el interior


Si seguimos por esa acera de la izquierda del arco, lo primero que nos encontrábamos era el puesto de Doña Anita, madre del Barbero al que cariñosamente llamaban “el chato”, nos podemos imaginar el porqué. Luego había una casa de vecinos que formaba parte de la muralla. De los vecinos de esa casa sólo recuerdo a Pepe Sánchez su esposa e hijos, que tenía en la calle Cabrera una pasamanería, "Mercería Sánchez", y que todavía la tienen sus herederos concretamente la lleva su nuera María Dolores y su hijo Pepe, en principio la tuvo también en el Campo de la Verdad. Luego estaba el portal de la barbería -ya hemos citado antes al barbero-. La barbería era el centro, como en todas, de la información del barrio. La farmacia; otra casa de vecinos y la panadería de Carmen que luego regentó su hija Remedios, viuda. A continuación Manolín “el Boca”, que tenía el bar de la esquina con la calle Tejón y Marín (Madera), que después fue el bar de Salinas. Manolín fue jugador de futbol, era tío político del famoso portero Manolín Reina, sobrino carnal de su mujer. Manolín le traspasó el Bar al padre de “Pepete” Salinas, que lo ha tenido hasta hace poco y con mucha clase. Manolín se hizo cargo del kiosco, que tuvo muchos años, que había al lado de los servicios de la Cruz Roja, junto a la parada de taxis, frente al “Palas”.

Cruzamos la calle Tejón y Marín (Madera) y en el frontal, que a la izquierda tenía en la pared la clásica cartelera municipal, estaba la tienda de ultramarinos de Joaquín Aguilar. Giramos otra vez en dirección al arco, y en la esquina de Almanzor estaba casa Paco Bravo, otra taberna de solera, que se trasladó después a los Mártires. Ahora sigue con otros titulares creo que su hijo. A continuación el portal de zapatero remendón del yerno de “Manolito el Loco”, un personaje que siempre lo veíamos sentado en la puerta, en invierno dentro con su lata de picón, y en el verano en la acera, creo que invidente, al que le preguntábamos las mayores tonterías y como es lógico nos contestaba con mayores aún que nos hacían reir. Luego la mercería de D. Francisco Diéguez, después el portal de una casa de vecinos, dónde estaba la peluquería de Tere, la esposa de Paco Encuentra, buen amigo, ya fallecido, luego se mudaron a la calle Cariuan. En esa casa vivía también Caparrós. A continuación Casa Paco Rubio, la más importante taberna de la zona, en ella Pepe Salinas, el citado anteriormente de la taberna Salinas, aprendió el oficio.


Otra vista antigua de la Puerta
Otra vista antigua de la Puerta


En esa casa existe una lápida, en la fachada de la calle de los Judíos, en el número 1, que nos decía a los cordobeses que allí el día 3 de febrero de 1879 nació el ilustre Don Antonio Jaén Morente, profesor del Instituto Provincial, en la II República, Gobernador civil de Córdoba y Málaga y embajador del Perú y Filipinas. Fue Diputado a Cortes por Izquierda Republicana y murió en Puerto Rico, donde se exilio, al terminar la guerra Civil, en 1964. La "Historia de Córdoba" de Don Antonio Jaén Morente es una excelente y amena recopilación de la historia de nuestra ciudad. Este libro lo terminó en 1935 y se lo dedicó a la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. Luego se editó en 1976 por los hijos de Luque (Librería Luque), otro enamorado de esta ciudad y republicano de pro. Tuve la suerte de tener un ejemplar editado en la República que perdí. Decía que: “los puntos cardinales de la constelación lumínica de esta ciudad eran, Séneca, Osio, Averroes y Maimónides, que aunque te cuenten de otros, pues la matriz es ubérrima, en fin de cuentas sólo hallarás el gran surco de los cuatro.”


Placa nacimiento D. Antonio Jaen
Placa nacimiento D. Antonio Jaén.


Terminamos en el otro rincón interior del arco. La tienda de recuerdos de Manolita, que tuvo que pasar un aviso de derribo de la casa por haber infringido las normas, que afortunadamente se resolvió satisfactoriamente, y que tuvo la solidaridad de los vecinos del barrio. Allí tuvo un cuñado suyo al que llamaban “Malacara”, un bar.

Y estamos de nuevo en el Arco, del que hemos visto a lo largo del tiempo como ha cambiado su fisonomía para mejor, y de su entorno, muy poco entorno, para lo importante de sus habitantes, la mayoría de los citados que ya no están, y los que quedan son abuelos casi todos, pero en el que se condensaba prácticamente la vida de esa agradable zona de la ciudad, alrededor de una de sus puertas de entrada.


Una vista antigua con la alcubilla a la izquierda
Una vista antigua con la alcubilla a la izquierda.


Fotos de AHM, GMU y varios autores

viernes, 22 de enero de 2010

UN ASESINATO EN EL BAÑO


Norman Bates Psicosis
Norman Bates, Psicosis.


Llegó a su casa a una hora no habitual, entendiendo lo no habitual por más temprano de lo normal. Casi siempre es lo contrario, eso significa llegar más tarde y por la noche, y a ser posible con dos copas de más. No había nadie en casa, era media mañana. La puerta del baño estaba entreabierta, en el suelo había unas pequeñas manchas rojas que identificó como sangre.

Entrada al baño
Entrada al baño.

Muchas de ellas luego, una vez dentro, se repartían por todo el baño, sanitarios, paredes, cortinas y en la estantería de las toallas. Se le alteró el pulso. ¿Qué había pasado aquí? Siguió mirando y en la estantería de las toallas en un rincón, la cantidad de sangre viscosa que había, era una exageración.

Lavabo
Lavabo.

Lo primero que pensó fue llamar a su mujer por teléfono, pero a la vez también pensó que sería inútil, ella era difícil de contactar, nunca lo contestaba, bien por falta de batería o llevarlo apagado. No obstante la llamó. Lo dicho, no contestaba. ¿Y si llamaba a la policía? Pero pensó… como está el patio lo más probable es que se convirtiera en el principal sospechoso, me detendrían hasta que apareciera el cuerpo. ¿Pero… -se preguntó nuevamente- el cuerpo? ¡En qué estoy pensando! Vamos a ver, tranquilidad, si la vecindad no había visto nada anormal, si la vecina cotilla –si, en todas las comunidades la hay- no le había dicho nada, es que la cosa no había sido exagerada. O su mujer se había cortado e ido a urgencias. ¿Pero cómo? ¿Sin que la vecindad se hubiera apercibido –pensó. Claro si el accidente era de poca monta, no tenía porque darle cuartos al pregonero.


Grueso de la sangre
Grueso de la sangre.

A cada pregunta que se hacía, menos respuestas tenía. Decidió llamar a casa de su hijo. No estaba. Otra preocupación más, la situación se le estaba poniendo como al del chiste, aquel que necesitaba un gato para arreglar la rueda pinchada del coche en una noche lluviosa, a altas horas en medio del campo con una sola luz en muchos kilómetros a la redonda. Sentía que la situación se cerraba y se le escapaba de las manos.

Cortina
Lugar donde se agarró la mujer al ser acuchillada...


Había que metodizar. Hizo un nuevo examen de la situación. Sangre en el baño. Podría haber sido un pequeño accidente doméstico y como la sangre es tan escandalosa… pues eso. Su mujer había tratado de cortar la hemorragia y al no poder, habría decidido ir a un centro médico, y como la cosa era sin importancia no le había dado tres cuartos al pregonero -entendiendo el pregonero por la vecina citada-. Pero no se le iba del todo la idea del asesinato. Lo cierto es nunca había sido muy positivo. Entonces ¿y llamar a los centros médicos? Pero si las manchas se circunscribían al baño, y en el resto de la vivienda no había manchas. Lo cierto es que era todo muy extraño.

Pensó nuevamente en llamar a la policía, pero otra vez lo desechó por la razón lógica expuesta antes que no sabía nada y tendría que dar explicaciones que desconocía, y lo principal es que sería el sospechoso número uno, y tal y como está la psicosis colectiva con la violencia de género suponía que sería peor. Volvió a llamar a su mujer a ver si ahora podía atender el teléfono. Y suerte, esta vez contestó.

-¿Qué te ha pasado? –le dijo sin darle tiempo a contestar- ¡el baño está lleno de sangre por todos sitios!

-¿Cómo sangre? –le contestó su mujer extrañada.

De momento no estaba asesinada, ni sufrido un accidente que ya era algo, Pero… ¿qué habría pasado?

-¿Entonces que crees será esto? -volvió a preguntarle.

-No se pero ¿estás seguro que es sangre? –le contestó su mujer.

-¡Hombre, de un rojo rutilante y viscosa! No la he probado pero al tacto me ha dado esa impresión.

-Yo he salido de allí hace como una hora, y lo último que hice en el baño fue teñirme el pelo…
-¿Teñirte el pelo? –no la dejó terminar.

-Si –le contestó.
-Y el producto del tinte ¿dónde lo has dejado?

-En la estantería de las toallas.

-Es que el grueso de la sangre está allí, donde lo has guardado.

La cosa estaba cambiando. En el lugar habitual donde normalmente estaba la caja de los tintes, era dónde había una mayor cantidad de sangre, bueno ya no estaba tan seguro que lo fuera.

Efectivamente volvió a mirar en el rincón y allí estaba el bote del tinte reventado, era el epicentro del “asesinato”, mejor dicho dónde había explotado. Luego toda la “sangre” esparcida por el cuarto de baño era tinte para el cabello. Cortó la conversación y se dispuso a limpiar. Cuando su mujer llegó se aclaró todo. El tinte para el cabello se compone de dos productos químicos; el colorante y el glicol revelador, que hay que mezclar a partes iguales, pero en un recipiente distinto, no en el mismo bote, y menos dejar el sobrante en el bote con su reacción química y taparlo. Su composición normalmente: Peróxido de hidrogeno(agua oxigenada), Acido etidronic (biofosfato), Methylparaben (parageno de metilo).

¡Elemental querido Watson! Eso fue lo que pasó. Cuando subió la presión por la reacción y supero la fortaleza de las paredes del frasco reventó, llenado de “sangre”, digo de tinte, todo. Menos mal, a pesar de lo escandaloso del rojo, de haber manchado muebles, toallas, cortinas, sanitarios, suelos y paredes, no había sido un “asesinato”, ni siquiera un accidente, pero el rato no se lo deseaba a nadie.

Lo mejor de todo era que, había pasado de sospechoso de asesinato, sin cuerpo del delito, a ejercer de chica de la limpieza de los restos de una reacción química, por no mirar las instrucciones de uso de un tinte para el cabello.

miércoles, 20 de enero de 2010

MAPAS EN EL SUELO DE LA JUDERÍA


Mapa símbolo de la Red


Hace unos días un lector o lectora, llamado Séneca, nos preguntaba ¿qué eran los mapas que había en el suelo de la Judería? Pues bien estos mapas son la marca de la Red de Juderías, una asociación pública sin ánimo de lucro que tiene como objetivo la defensa del patrimonio urbanístico, arquitectónico, histórico, artístico y cultural del legado sefardí en España, que aglutina una serie de ciudades españolas que tienen una Judería definida en su casco urbano. No sé a los demás, pero a mí me cogió como vulgarmente se dice, no lo sabía, luego después hice la oportuna consulta, conocí de primera mano todo, y se lo comuniqué a Séneca que tiene un blog muy interesante.


Detalle de la ubicación


Los símbolos de la Red están distribuidos por diversos sitios de la ciudad, cercanos a la Judería. Tienen la peculiaridad que son fáciles de llevar y algunos han desaparecido (como siempre el vándalo que se lo lleva), por eso no citamos los lugares.

Consisten en los caracteres hebreos: samej, pe, resh y dalet, que juntos y por este orden configuran el contorno de la península ibérica, y en el fondo de los caracteres fotografías de juderías de esas ciudades.

Las ciudades que componen la Red de Juderías son: Ávila, Barcelona, Besalú, Cáceres, Calahorra, Córdoba, Estella-Lizarra, Girona, Hervás, Jaén, León, Monforte de Lemos, Oviedo, Palma, Plasencia, Rivadavia, Segovia, Tarazona, Toledo, Tortosa, Tudela.

La fotografía de la cabecera y la central es de uno que está delante de Santa Clara. No es un lugar muy acogedor, y ya está marcado territorialmente de sobra por los canes de la calle, como se podrá observar.


Cartel de la Red

Información de la Web www.redjuderias.org

UN BIGOTUDO SACRISTÁN Y UN OBISPO

Fray Ceferino, Obispo de Córdoba


Fray Ceferino González y Díaz Tuñón, fue nombrado obispo de Córdoba en 1875, había estado mucho tiempo en Filipinas, siete años. Nació en El Campal en la parroquia de Villoria en el concejo asturiano de Laviana, en 1831. Por poner un ejemplo de que era una persona interesada por la ciencia, mencionamos dos de sus muchos trabajos “Los temblores de tierra” (Manila, 1857) y “La electricidad atmosférica y sus principales manifestaciones”. Defendió las tesis tomistas en la España del siglo XIX, con su obra Estudios sobre la Filosofía de Santo Tomás, 1864. Fue nombrado Cardenal en 1883 y Arzobispo de Toledo en 1885. Murió en Madrid en 1894.

Fray Ceferino era un hombre cumplidor y cuando tomó posesión de la silla que fue antaño de Osio, decidió hacer un primer recorrido por la diócesis, tratando de escuchar y corregir lo que pudiera ser corregible, hasta la última menudencia.

Llegó una tarde a un pueblo de nuestra provincia, el otoño estaba avanzado. Ninguna de las fuerzas vivas del pueblo sabía aún de su presencia, pues se fue directamente a su alojamiento. Al día siguiente, una vez amanecido, él que era un hombre madrugador, le dijo a su acompañante:

-Llégate a buscar al sacristán de la parroquia, porque quiero decir misa dentro de media hora.

- Señor Obispo, si todavía no ha amanecido. –Le objetó el acompañante.

- No tiene nada que ver, –contestó el Obispo- quiero llegar de incognito, que la gente vaya a la misa por curiosidad más que por obligación.

El ayudante cumplió lo ordenado y al rato estaban en la parroquia del pueblo, él, el Obispo y el sacristán que ayudaba en la misa, nadie más. Una vez terminada la misa el Obispo con las débiles luces que existían en el templo, se fijó en el sacristán que lucia un abundante bigote, y dijo bajito como para él:

- ¡En mi vida he visto yo un sacristán con bigote!

A lo que en el mismo tono bajo contestó para sí el sacristán:

- ¡Ni yo un sacristán que no haya cobrado en veinte años ni un duro!

No se intercambió ninguna palabra más entre ambos. El sacristán recogió, ayudó a desvestirse al Obispo y guardó las ropas en el mueble, el Prelado se marchó y el sacristán a lo suyo. Cuando Fray Ceferino llegó a su alojamiento apuntó en su libro de notas: en el pueblo tal existe un sacristán con bigote que no ha cobrado hace veinte años.

Una vez terminó el viaje pastoral, y regresó a la sede episcopal en Córdoba, ordenó que se le presentara el bigotudo sacristán. Días después apareció en el Palacio el sacristán.

- Te oí, cuando estuve en tu pueblo, decir por lo bajo que no habías cobrado en mucho tiempo, veinte años creo recordar, y querría saber como es eso que dijiste. –preguntó el Obispo al sacristán.

- Señor Obispo –respondió tembloroso el sacristán- yo era el monaguillo de la iglesia, cuando murió el sacristán, el Sr. cura me propuso que le sustituyera, a cambio me cedió un portal para que pusiera la zapatería y hasta hoy.

- Bueno, –dijo Fray Ceferino cogiéndose la barbilla con el índice y el pulgar, en pose de meditación- vas a ir a una barbería a que te afeiten el mostacho, después vuelve que yo te vea, y luego te podrás marchar a tu pueblo.

El sacristán bigotudo y zapatero remendón, beso el anillo del Prelado y se dispuso a cumplir el mandato de este. Fue a la barbería se quitó el bigote, pasó el examen visual de Fray Ceferino y se marchó a su pueblo.

Fue en su pueblo motivo de comidilla por la nueva imagen, pero no soltó palabra a nadie. Días después recibió una cantidad de dinero, equivalente a lo que hubiese cobrado durante el tiempo que no cobró, es decir los honorarios de ese tiempo de sacristán gratuito, que lo más seguro es que alguien hubiera percibido por él.
Idea de un artículo de R. Montis

lunes, 18 de enero de 2010

PUENTE ROMANO DEL ARROYO DE LINARES


 Puente romano del arroyo de Linares
Puente romano del arroyo de Linares


Llegamos al Santuario de Linares, antes hemos pasado por la Puerta de Alcalá-Gómez, monumento mausoleónico, no sé si premonitorio de los excesos, y feo con “cojones”. Una vez llegamos a la curva que sube para el Santuario giramos a la izquierda y subimos por un camino con el arroyo a nuestra izquierda. El arroyo de Linares, que nace en Torreárboles. A la izquierda, por la otra orilla, va otro camino que termina en el cortijo de los Velascos. A la derecha se bifurca el camino y sigue uno hacia el cortijo de las Pitas, siguiendo el curso del arroyo de la Balanzonilla que trae también las aguas del Salado y Parrón. A la izquierda, majestuosas las piedras del puente romano, posiblemente de los siglos III ó IV, con la cancela del cortijo de los Velascos al otro lado. El camino sigue hacia la Loma de los Escalones (Cañada Real Soriana) y en el centro el sendero señalizado que sube a unirse arriba con el de la Loma.


 Tablero del Puente romano del arroyo de Linares
Tablero del Puente romano del arroyo de Linares


El abandono del puente es más que manifiesto, aunque a pesar de ello hay que pensar en su edad arqueológica. Creo que las fotos son más que significativas. En esa zona creo recordar haber visto un trozo de calzada. Las fotos aéreas son de Bing, desde los cuatro puntos cardinales, el resto de mi cosecha del año pasado.


 otra vista del Puente romano del arroyo de Linares
Otra vista del Puente romano del arroyo de Linares


Otra prueba de la desidia de la administración cultural cordobesa. La suerte, que está demasiado lejos el lugar para robar sillares, bueno hurtar, pues sería sin violencia, y eso a lo mejor lo ha salvado. Pero... hasta cuando.


y otra vista del Puente romano del arroyo de Linares
Y otra vista del Puente romano del arroyo de Linares

 vista este del Puente romano del arroyo de Linares
Vista desde el sur del Puente romano del arroyo de Linares

 vista este del Puente romano del arroyo de Linares
Vista desde el norte del Puente romano del arroyo de Linares, a la derecha el camino de las Pitas y el arroyo la Balanzonilla.

 vista norte del Puente romano del arroyo de Linares
Vista desde el este del Puente romano del arroyo de Linares

 vista sur del Puente romano del arroyo de Linares
Vista desde el oeste del Puente romano del arroyo de Linares

Fotos aéreas de Bing.