Está en la plaza de la Magdalena, bueno estaba, ahora está cerrada por su privacidad. Data su fundación, según D. Teodomiro Ramírez de Arellano, del año 1385, por Doña Mayor Martínez de la Casa de los Córdoba, rama de los Belmonte. Primero fue Depósito de niños perdidos y después Hospital, conocido como de la Santa Cruz. Treinta y un amos después de su fundación, con el fallecimiento de Doña Mayor, en 1416, pasó a su hijo.
Ochenta años después en enero de 1496, Doña Constanza de Baeza ostentaba, la propiedad. Doña Constanza era la segunda mujer y viuda en aquel tiempo, del Caballero Veinticuatro D. Alfonso de Córdoba el de la leyenda de los Comendadores (1). Doña Constanza cedió el Hospital a la Hermandad de San Nulfo. Por esa razón figura como fundadora en algunos documentos ella.
Poco tiempo después se creó otra Hermandad que se llamó del Santo Crucifijo, de la que tomó el nombre la Ermita y la calle posterior, que existía entre la torre de los Donceles y ésta. En 1580 el Papa Urbano VIII aprobó los estatutos de una nueva Cofradía que se llamó de San José, nombre actual de la Ermita.
De la Iglesia dice Don Teodomiro textualmente:
“La iglesia de una sola nave de medianas dimensiones: su altar mayor, de buenas proporciones y de yeso, ostenta en su segundo cuerpo los escudos de armas de los Señores de Belmonte, sus patronos, hoy los Marqueses de Villaseca, quienes han contribuido generosamente a sus reparaciones. Es una ermita puramente de pasión, sus imágenes son, en dicho altar mayor, Jesús Crucificado, la Virgen de los Dolores y San Juan Evangelista, y en lo alto la Santa Cruz, en otros dos, también de yeso, la Magdalena y San José, y en tres nichos repartidos en los pilares, la Verónica, San Dimas y el Mal ladrón; todas salían en procesión la tarde del Viernes Santo, hasta que en 1820 se suprimieron todas las estaciones, refundiéndose en el Santo Entierro que se efectúa algunos años.
Es creencia entre los devotos de aquellas inmediaciones, que dando aceite para la lámpara de San Dimas, están libres de robos, y que cuando falta luz a la imagen, avisa al sacristán para que la encienda, con lo que no sólo ha solido reunir aceite para el santo, sino para ayudar a su gasto, lo que no le habrá parecido muy mal al buen hermano. En muchas ocasiones ha servido esta ermita para colegio electoral, y San Dimas ha tenido la producencia de no reclamar la luz de la lámpara.”
La hermandad estaba en la Iglesia de la Magdalena, con motivo de su cierre en 1956, se trasladó a San Pedro, luego nuevamente a la Ermita y vuelta a San Pedro. Una imagen que se llamó Santísimo Cristo del Amor, de talla anónima del siglo XVI, perteneció a la Hermandad del Santo Crucifijo que estaba en la Ermita. Posteriormente, en 1985, por reparación de la Iglesia de San Pedro se trasladaron a la Ermita. En esa época la Ermita era propiedad particular de una familia de joyeroslos Aguilar (¿?) . Luego adquiere la propiedad de la casa y la Ermita Cajasur –ambas figuran en el plano catastral como una sola finca- y establecen en la casa un taller de restauración. Recientemente le cedieron a la UNED parte del edificio donde trasladó su sede. También está alojada en la finca la Fundación Cajasur. Ha sido imposible entrar en la nave de la Ermita, que está perfectamente conservada. Lástima que nunca se pueda hacer de ella una fotografía completa, sin que ese artilugio de nuestro tiempo que se llama automóvil, ocupe la fachada principal.
(1)Leyenda de la muerte de los Comendadores.
Los hechos o leyenda son los siguientes: Cuentan que D. Alfonso estaba muy enamorado de su mujer Doña Beatriz de Hinestrosa. Cierto día se presentaron en su casa sus primos, los comendadores, Fernando y Jorge de Córdoba y Solier, gemelos, hermanos del Obispo de la ciudad, D. Pedro de Córdoba y Solier, que fueron atendidos por el matrimonio como familiares que eran. A partir de ahí las visitas se hacían cada día más frecuentes. Los servicios de D. Alfonso al rey Don Juan II, padre de Isabel la Católica, lo alejaban con mucha frecuencia a la corte. Los citados comendadores eran cada vez más asiduos de la casa y uno de ellos también de la cama de Doña Beatriz.
El Rey había regalado a D. Alfonso un anillo para su esposa, que en cierta ocasión se lo vio D. Juan a uno de gemelos en una de las visitas de éste a la corte. El rey le recrimino a D. Alfonso que su regalo lo tuviera uno de sus primos. Este asunto puso en ascuas a D. Alfonso, y junto con la información recibida de uno de sus criados, hizo que regresara a Córdoba y comprobara la infidelidad de Doña Beatriz. Ni corto ni perezoso la mató, a sus primos los Comendadores, a la novia del otro, y a algún criado cómplice. Huyó a Antequera donde se refugió, hasta que el rey conocedor de lo ocurrido lo perdonó, y volvió a Córdoba, casándose con Doña Constanza de Baeza.
7 comentarios :
En el plano catastral se nota que la ermita se añadió a la posesión nobiliar y que no formó parte del solar original.
Hubiera estado bien que consiguieras haber entrado en la ermita, más que nada para consolidar la información (fidedigna, por otro lado) de que Don Miguel le había echo un enorme bujero suficientemente grande como para acoger su voluminoso cuerpo cuando le llegue la hora de la espera del Gran Juicio (¿llevará abogados como suele?) arrullado por el sorbeteo primaveral del puesto de caracoles de enfrente.
Si es cierto Manuel. Lamentablemente no sé lo del "bujero", ni creo que eso fuese legal, creo que fue el modernismo francés de primeros del diecinueve el que sacó los enterramientos de la ciudad, aunque si la "voluminosidad" se queda reducida a ceniza a lo mejor sí, pero ya puestos mejor hablar con D. "Bene" que le deje un "sitito" en su pisito romano, que en el modesto habitáculo de Doña Mayor Martínez.
Mira ya que sacas el tema podrías hacer un post sobre eso. Investigar un poco. Yo te aseguro que don Miguel se ha hecho un bujero en esa capilla y no precisamente para meter un bote del tamaño de uno del colacao. Y te aseguro otra cosa además. En la Mezquita se sigue enterrando gente. Gente no eclesiástica. Miembros de familias que poseen capillas privadas. A los musulmanes siempre les dio mucho asco eso (bueno, salvo si el muerto era santo, claro) y de hecho, como los romanos, siempre hicieron los cementerios en las extramuros. Aquí no se prohibió enterrar intramuros, en los cementerios de las parroquias, hasta el XVIII, que es cuando se construye el cementerio de la Salud.
Pues es una buena idea, aunque ya se sabe, pero se intentará. De acuerdo con la prohibición del XVIII, también hay una cripta en San Nicolás, pero me parece que sólo se guardan cenizas. Lo de la Mezquita no lo se. Pero si te digo la verdad yo que he vivido por allí, no recuerdo ningún entierro. Eso no quiere decir nada desde luego. Gracias Manuel.
Manuel, en San Nicolás se entierran cenizas, tiene 171 nichos la cripta. Lo puedes mirar aquí
http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=85152
1200 euros por cincuenta años.
Como apunte curioso puedo decir que yo he vivido un entierro nobiliario en la mezquita allá por el 2003, en una de las capillas de la fachada oeste si mal no recuerdo. Yo creo que si preguntas a los vigilantes quizás te puedan decir algo.
(Paco te leo asiduamente aunque no comente mucho.)
Muchas gracias por tus aclaraciones, siempre precisas y sobre todo por tu presencia.
Me imagino que serán cenizas, aunque como desconozco la normas, a lo mejor existe alguna ley que permita a los propietarios de criptas hacerlo, pero en el fondo esta la Ley general.
Caso San Nicolás, sólo pueden ser cenizas, no restos, y con un permiso previo del Obispado, es lógico por ser el "propietario", pero hay que tener en cuenta que de lo que hablamos es un casa, es una propiedad privada, dejó de ser Iglesia y Ermita en su momento, por lo que la dependencia no existe. En este caso serían las normas generales para ese tipo de asuntos. Suponiendo que exista alguna para la Mezquita.
Le preguntará a mi amigo Manuel, el hijo del último campanero, que aunque otros tiempos la reglamentación no habrá cambiado mucho, por aquello de que en la institución los periodos de adaptación son de "siglos".
Gracias siempre.
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