Ayer, al crear la entrada sobre la Ermita de la Concepción, comentaba que una de las calles que confluyen a la Plazuela de Abades se llama Osio. Esta calle fue llamada anteriormente Espalda de Santa Clara, y cuando se abrió en época medieval, dividió en dos, lo que se llamaba “la manzana de la Reina”.
La calle tiene unas bonitas casas, que merecen la pena ser visitadas. La número dieciocho tiene un patio al que se accede desde el zaguán por un arco. Este patio conserva un brocal de pozo musulmán de cerámica, y está empedrado de chino cordobés.
La número diez tiene una entrada renacentista en cuyo dintel está esculpido un cayado episcopal, es una residencia de mayores.
Y luego la número cinco de corte racionalista con una entrada de arco de herradura, con una cancela que permite acceder a un pequeño patio con escalones, todo de finales del XIX. Tiene una azotea almenada que es la que se divisa por encima de la Ermita de la Concepción, sus almenas son merlones imitando al estilo califal, y dos de sus ventanas dan a la Portería de Santa Clara, como comentamos en la entrada de la Ermita de la Concepción.
Casa número 5.
La calle está dedicada a un cordobés ilustre del siglo III y parte del IV, en el que es de justicia detenerse. Nació en Córdoba en el 256 y murió en Sirmio en el 357 con 101 años. Su nacimiento tuvo lugar en una familia romana importante. Con 38 años fue elegido obispo de Córdoba. Posteriormente en época de Diocleciano y Maximiano sufrió destierro.
Estuvo presente en el Concilio de Elvira, en cuyo libro de actas aparece su firma. Dice la historia que fue prudente y estaba dotado de un alto conocimiento de la política. Fue consejero del emperador Constantino I el Grande y parece que influyó en la puesta en marcha del decreto de tolerancia religiosa, que firma el Emperador en Milán en el 313, el llamado Edicto de Milán. Según dicen fue quien bautizó a Constantino.
La lucha de su vida fue contra el arrianismo. Fue enviado a Alejandría, cuna del movimiento, para interceder entre San Anastasio y Arrio. Ante la dificultad de ponerlos de acuerdo se convoca el Concilio de Nicea, de orden de Constantino en el 325. Asisten 318 obispos y la primera firma después de los delegados papales es la de Osio. Osio redactó el Credo Niceno o símbolo de la fe de los católicos.
Corría el 355 y Constancio, que era el emperador, al que le molestaba la gran influencia de Osio, trata de obligarle a condenar a San Anastasio. Osio le responde con una epístola en el 356 -las contestaciones tardaban antes, tanto como ahora un permiso de la dirección del Palacio de Viana para fotografiar el pianillo de la Coja, que está en su cuadra-, que decía:
“Yo fui confesor de la fe cuando la persecución de tu abuelo Maximiano. Si tú la reiteras, estoy dispuesto a padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente ni ser traidor a la verdad. Haces mal en escribir tales cosas y en amenazarme (...) Dios te confió el Imperio, a nosotros las cosas de la Iglesia (...) Ni a nosotros es lícito tener potestad en la tierra, ni tú, Emperador, la tienes en lo sagrado...”
El texto deja entrever por vez primera la separación entre el poder civil y el eclesiástico, lo que no sabemos es cual de los dos pretendía montar en el otro. Constancio sigue presionándolo y lo obliga a comparecer ante un Concilio arriano, dónde dicen que se le atormento y torturó pero no consiguieron doblegarlo a condenar a San Anastasio. Lo destierran a Sirmio y allí fallece con 101 años.
En el año 1926 se propone erigirle en su tierra un monumento, cuyo emplazamiento es en el lugar que está, la Plaza de Capuchinas. El monumento es obra del escultor Lorenzo Cullant Valera, se inauguró el 27 de abril de ese año. El Nuncio de Pio XI, Monseñor Tedeschini, el Obispo Pérez Muñoz y el Alcalde Pedro Barbudo Suárez-Varela, fueron los principales presentes en el acto.
La Plaza de Capuchinas es un recoleto lugar del centro de la ciudad, que lo sería aún más sin la enorme circulación de vehículos que soporta la plaza, a pesar de haberla limitado algo. El Monumento está emplazado en un pequeño jardín, flanqueado por la casa convento de Jesús Crucificado (esquina Alfonso XIII), ocupado por las Hermanitas de los Pobres y a su espalda el de San Rafael o de las Capuchinas, de las Franciscanas.
Relieve izquierdo.
El monumento tiene en sus cuatro caras unos relieves, pero nos vamos a centrar en el que figura en la fotografía, que es el que está mirando hacia la calle Torres Cabrera. Se compone éste de cinco ancianos togados, tres de pie y dos sentados. De los dos sentados el primero por la derecha, está tocándose con una mano la cabeza, y todos tienen el brillo natural del continúo manoseo generacional de distintas chiquillerías o adultos sobones. Cuando de nenes visitábamos el monumento la historia era la siguiente:
El viejecito de la mano en la cabeza decía:
-¡Me han dado una “pedrá” en la cabeza ¿Quién habrá sido?
El que está en el centro de pie señalaba:
-¡Por allí va corriendo!
El primero de la izquierda con mucho genio, y cerrando el puño decía:
-¡Como lo coja se va a enterar!
El otro sentado con el brazo flexionado sobre su pecho y el puño cerrado con el pulgar hacia dentro, parecía decir:
-Si te han dado una “pedrá” que te jodan.
Y el tercero de pie, primero por la derecha, que no se había enterado de nada permanecía “impasible el ademán”.
Todos se reían del cuento, que se repetía la mayoría de los domingos y… con la música a otra parte.
También Osio, como se puede comprobar está señalando, con el dedo en alto y por ello quedó el titulillo para las dificultades “Esto va a suceder cuando Osio baje el dedo”, lo que ocurre es que no sabemos si el dedo de Osio está en posición de señalar algo, o es el anular el que tiene extendido, lo que supondría un gesto como de examen prostático, dicho de una forma fina, por no llamarlo groseramente “a tomar por el c…”.
3 comentarios :
Si no recuerdo mal, Ramírez de Arellano señala a la casa número 5 como un mercado, y que era parte del convento de Santa Clara.
Ya que mentamos a Osio, recordarte que en Cañero existía también el Cine Osio, en la Plaza principal de Cañero, y hoy sede de la Asociación Carnavalesca. Yo recuerdo haber visto en el cine Grease, La Guerra de las Galaxias, y un tostón de película que me llevó mi madre y que era sobre Sissí Emperatriz.
Si efectivamente eso del mercado lo dice D. Teodomiro. El Convento era enorme. La calle Osio era del convento que fue el primero de monjas de Córdoba, algunas tienen unas historias muy bonitas. Y en otro sitio dicen que estaba la momia que creían era de una de las mecenas.
Cine Osio de butacas de madera plegables, era copia del Séneca del Campo de la Verdad. Barrio, Iglesia, Cine, Mercado, era el prototipo de barrio, pero no era malo. Detrás estaba el de verano en el patio del colegio. La última pelicula que ví allí, fue la de Marlon Brando y Maria Schneider , El último Tango en Paris, un drama de soledad del ser humano. Aparte de la mantequilla, que era lo que llenaba.
Romy Schneider, tenía un hijo que se le mató saltando una verja, se escurrió y se clavo la lanza en el cuello. Yo en Pinos Puente, salte una verja similar, porque nos perseguía un perro, meescurrí y me quedé colgado del saquito de borra, y tuve suerte al echar la cabeza atrás, y todo delante de mi madre, que estab delante de la acequia, luego mis gluteos probaron su zapatilla. Un número en el 1956 o 57.
Pues después de eso no esperes que te toque la lotería, porque tu cupo de suerte ya lo gastaste en ese momento. Aunque te diera luego con la zapatilla, seguro que tu madre lo pasó (de diferente forma) peor que tú.
Por cierto, en el cine de verano del patio de mi colegio, recuerdo haber visto Ben-Hur y el Ataque de los Muertos sin Ojos, aparte de alguna que otra de Bruce Lee. ¡Qué tiempos!
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