Más de tres mil años avalan la presencia del ser humano en Osuna, la posterior Urso. La refundó Marco Antonio con veteranos de guerra, y le concedió el Emperador, el estatuto de “colonia de ciudadanos romanos” y un nombre “Colonia Genetiva Iulia. Importante su ley colonial, la Lex ursonensis, de la que se conserva una tablilla de bronce. Plinio el Viejo la nombra como la colonia Genetiva Urbanorum Urso.
Es la Oxona de los árabes. Y Fernando III la conquista en 1.239, buen año este para Fernando. Se crea la Encomienda de Osuna por la Orden de Calatrava que es quien se hace cargo de la ciudad. Es tierra de frontera con los nazaríes de Granada durante un tiempo, y su rica campiña la hacen muy apetecible para los ambiciosos castellanos. En el siglo XV la ceden los caballeros de la Orden a D. Pedro Téllez de Girón, cuyos herederos reciben de Felipe II el Ducado de Osuna.
Hemos visitado la ciudad tres o cuatro veces. Pasear por sus calles, sobre todo porque son un escaparate de fachadas a cual más ostentosa, lo que demuestra como el dinero se movía entre las clases poderosas, por la multitud de casas señoriales, más bien palacios, que tiene, con unas portadas que nada tienen que envidiar a los de estos. Es una razón importante para conocer lo que no debe ser.
En el siglo XVI, el IV Conde de Ureña, fundó la Insigne Iglesia Colegial de Nuestra Señora de la Asunción, después consiguió una bula papal para poderla convertir en Colegiata. Su exterior es bastante severo, construida de sillares de canteras cercanas, con cuatro contrafuertes en su fachada y su torre inacabada. Tiene tres puertas para acceder a ella. La Puerta de la Cuesta está situada frente al Monasterio de la Encarnación -exquisita confitería-, y desde ella se entra a la nave del Evangelio. Luego está la del Sol que es la entrada directa a la nave de la Epístola.
Una obra de importante factura del renacimiento es el patio del Panteón, del siglo XVI. Columnas de piedra sostienen dos claustros, cuyos arcos se apoyan en ábacos decorados con grutescos. Y debajo pilastras jónicas con claro acento plateresco. Desde ahí se entra a la Sacristía del Panteón y a la Capilla de la Virgen de Granada.
Los panteones están debajo de la Colegiata y Capilla del Santo Sepulcro. Están compuestos de varias salas con un minúsculo coro cuyos asientos están dotados de “misericordias” para quedar sentados los usuarios cuando la obligación era estar de pie. Tallas de Juan de Mesa y obras de José de Ribera “El Españoleto” decoran las paredes, sin olvidar algunos Zurbarán, que era un protegido del Duque.
El Duque es quien nos interesa, pero principalmente el que vivió en el XIX, concretamente desde 1815 a 1882. Mariano Francisco de Borja José Justo Téllez-Girón y Beaufort-Esportin -claro como era rico, los pobres según Miguel Gila sólo se podían llamar Pedrito o Juanito-. Lo cierto es que me repele escribir de esta gente, con fortunas conseguidas a costa del sudor y de muchos glóbulos rojos de españoles. Lo que ocurre es que la “cicerone” de la Colegiata te explica la historia de este “Grande de España”. Ello me ha hecho indagar en diversas fuentes y completar la anécdota que la señora le cuenta a todos, después de tocar una salve rociera en el pequeño órgano.
-Mirad como estoy en Rusia.
Su familia le devolvió otra fotografía en la que estaban desnudos, con el texto:
-Mira como nos estás dejando.
En 1881 representó a España en la boda del Kaiser Guillermo II. Se casó, ya mayor, con una señora veinte años más joven que él, y murió en la ruina, con 67 años, sin descendencia -posiblemente en lugar de espermatozoides tenía las madres del Wodka-. Su muerte generó un largo pleito judicial, para el reparto de los títulos. Y este era un “Grande de España y parte del extranjero” dónde gastó todo lo que pudo y más.
Fotografía de la cabecera de Micheo.
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