Fotos del autor, Internet y AMC
Bibliografía variada.
Había calles en Córdoba, que tenían un nivel de ruido mucho más bajo que las demás. Por su casi ausencia de tráfico, por tener una vecindad mayor, y carecer de chiquillería, y por algunos motivos más. Una de esas era la calle Rey Heredia, llamada antes, del Duque.
Esta calle nace, si se le puede llamar nacer a una calle, en Ángel de Saavedra -El Duque de Rivas-, antigua Pedregosa, y deja de serlo en la confluencia de Cabezas -por las siete de los de Lara- Caldereros y Badanillas -un gremio y donde estaba mi “amiga”(colegio)-, y afluyen a ella Encarnación, Horno del Cristo, Corral de Bataneros, Osio y Portería de Santa Clara. Aún siendo interesante la descripción de las calles que confluyen en Rey Heredia, y algunos de los monumentos que contienen, no lo es menos el personaje a quien está dedicada.
D. José María Rey Heredia, falleció el 19 de febrero de 1861, en la casa número 12 de la antigua calle del Duque, desde ese día José Rey, a la edad de 43 años. Era Catedrático de Lógica y Psicología de la Universidad Central de Madrid, y una de sus obras más relevantes fue “La Teoría Trascendental de las Cantidades Imaginarias”.
El Ayuntamiento de Córdoba, que estaba presidido por D. Carlos Ramírez de Arellano presentó, ese mismo día de su fallecimiento, una moción en la que figuraban los siguientes puntos, que fueron aprobados por unanimidad:
“1°. Se concede bovedilla perpetua a su cadáver en el cementerio de la Salud.
2°. Se pagará por la Corporación, y cargo al capítulo de Imprevistos, la lápida que cubra sus restos mortuorios, proporcionando así, y de una manera indirecta, un pequeño socorro a su desconsolada familia.
3°. Se procurará adquirir un retrato suyo, el cual se depositará en la sala de sesiones, donde, a ejemplo de lo que en otras partes se hace, debe procurarse formar una colección de retratos de cordobeses ilustres.
4°. Se mudará el nombre de la calle en que ha ocurrido su fallecimiento, la cual deberá llamarse, en lo sucesivo, Calle de José Rey.”
En las páginas de opinión del diario Córdoba, leí en octubre una –que no tiene desperdicio- que se refiere a la tumba del eminente cordobés nacido en la calle Moriscos.
Hemos expresado nuestro modesto homenaje al joven científico cordobés. Volvemos ahora a su calle y, una vez pasada la portada de la Casa de los Duques de Medina Sidonia, que fue propiedad de Enrique de Castilla, bastardo de Enrique II, casado con la cordobesa Doña Juana de Sousa –casa que hoy en día está anexionada a la Casa del Judío, que tiene una escalera barroca y en el balcón el escudo de los Armenta-, un grupo de tres niños, que entre todos no sumaban veintisiete años, subían en dirección a la de Ángel de Saavedra, y casi debajo de la espadaña del Convento de la Encarnación, dónde se ensancha algo la estrecha calle, en el silencio de la misma, acrecentado por la hora de la siesta, sentimos gritos de mujer, que eran incomprensibles, acompañados de llanto. Buscamos de dónde podían venir y comprobamos que eran de una casa de la acera de los impares.
Los tres mocosos, que nos creímos ser los tres mosqueteros, decidimos entrar en la casa, hasta encontrar el lugar exacto de los gritos. Pasamos un portal que tenía media hoja abierta y nos encontramos en un patio, que también cruzamos, al que daban una serie de habitaciones. De una de ellas, en la parte derecha del patio, que también tenía ventana al mismo, salían los chillidos, que ahora estaban más apaciguados y se habían quedado sólo en llanto. El más tunante -que no es necesario certificar quién era-, se asomó por la ventana y advirtió que en la habitación había dos mujeres vestidas de negro, una sentada, que era la que lloraba, y otra de pie sujetando a la primera por los hombros consolándola, y una tercera persona encima de una cama, destapado, liado en una sabana, con un pañuelo sujetándole la mandíbula y anudado a la cabeza, una nariz aguileña muy afilada, con un color de piel que no se me olvidará nunca.
-¡¡Era un cadáver!! -vamos no éramos entonces tan finos, -era… ¡¡un muerto!!
Un señor mayor –de edad difícil de calcular por un niño-, que además tenía unos algodones que le asomaban por los orificios de la nariz. Y en las mesillas de noche había unas velas encendidas.
Puedo perfectamente describir esa imagen, cincuenta y tantos años después, así que nos podemos imaginar cómo estaría de fresca esa descripción, esa primera noche y otras noches sucesivas, si a estas alturas aún no se ha borrado del todo. Ayer por la mañana, cuando iba a fotografiar la Ermita del Caballero de Gracia, pasé por la puerta, rememorando todo. La de veces que tuve que repetir a los demás el episodio, e incluso a otros.
Y lo que significaba subir a mi casa ya anochecido, pasar primero un portal oscuro, una puerta que era la entrada de un tenebroso sótano, en el primer rellano de la escalera que era complicada, con escalones de ladrillo rojo con el filo de madera. Cuando subía pedía a voces, desesperadamente:
-¡¡Mamá, enciende!! -para que encendieran la luz de la escalera.
Pero cuando alguno de mis padres la encendía, yo ya había llegado al primer piso, es decir, tres rellanos de escalera y unos veinte escalones, de dos o tres zancadas y, mucho más rápido aún, si antes había metido la mano en el rincón de la escalera, donde había una percha, y tocado alguna prenda que estuviese en ella colgada. Eso sin que, estuviera también, para acabarlo de empatar, la puerta del sótano abierta.
En fin siempre hay una primera vez, y a mí por la curiosidad insana, que es sana para otras cosas, me tocó ver a aquel señor de tez amarillo terrosa, rostro afilado, nariz puntiaguda, vestido de aquella manera, es decir amortajado, luego me enteré que se llamaba sudario lo que el Sr. tenía puesto, -y digo yo, sudario el que me entraba a mí cuando recordaba el espectáculo-.
Esta Ermita está situada en la calle Encarnación haciendo esquina con Rey Heredia, en los números 1 y 3 de la citada calle, exactamente frente a la entrada del Convento de la Encarnación. Es una pequeña ermita sin espadaña, que fue fundada por D. Francisco de Olid y Vargas.
Tenía allí su sede una Hermandad que se denominaba Escuela de Cristo o Venerable Congregación de Indignos Esclavos del Santísimo Sacramento, que se adscribía a la comunidad de la Encarnación, se dedicaba al rosario y hacía una fiestas dedicadas a Cristo Crucificado que se realizaban en la iglesia del Convento. En el dintel de entrada tiene la fecha de 1743, y encima el escudo de la Orden. A esta cofradía, pero en Madrid, estaban adscritos casi todos los relevantes escritores del momento, Lope de Vega, Cervantes, Quevedo, etc.
Cuando estaba en uso tenía capellán con vivienda en la misma ermita. Desde que se cerró, fecha que desconocemos, sus pertenencias están repartidas por otras instituciones.
Su planta es rectangular, con cabecera plana, como se puede observar en las fotografías. “La nave se cubre con bóveda de arista decorada con yeserías y la cabecera con una bóveda elíptica sobre pechinas ornamentadas con decoración vegetal” dice T. Ramírez de Arellano. El trazado de la Iglesia presenta las características propias de la arquitectura cordobesa de mediados del siglo XVIII.
Su fachada es sobria con una entrada barroca adintelada enmarcada con pilastras. La portada es el paso a una sala intermedia comunicada con el cuerpo central, y tiene un segundo cuerpo de molduras abundantes. Parece ser que su retablo y yeserías están atribuidos a Pedro Duque Cornejo, el primero se trasladó al seminario. Nunca la hemos visto abierta, por lo tanto nunca hemos tenido oportunidad de entrar en ella.
Repasando el plano de 1851, vemos que, en su parte inferior tiene el mismo, la siguiente leyenda:
“CORDOBA, Ciudad de las más antiguas de España, está situada en una deliciosa llanura que media entre las faldas de Sierra Morena y orilla del Guadalquivir; su clima es apacible y sereno, su cielo puro y alegre, y se halla a los 37º.52’ 30’’ de latitud Norte y a los 1º.5’30’’ de longitud oriental del meridiano que pasa por Madrid.
Su altura sobre el nivel del mar es de 282 varas y su circunferencia es 876g.
Para la administración de Justicia se divide en dos juzgados uno llamado de la derecha y otro de la izquierda. El primero abraza la parte que mira al E. contando dividida la Ciudad por una línea que partiendo de la Cruz de Rastro sigue por la calle de la Feria, Librerías, C/Escribanías y Carnicerías hasta terminar en la Puerta del Rincón: el 2º comprende la parte a O. de dicha línea.
Contiene esta población 512 calles y plazuelas, 4971 casas, 37793 habitantes, 13 parroquias, una Colegiata, 13 conventos de Religiosos y 13 conventos de Religiosas, 20 Hermitas (sic), 3 Santuarios, 6 Hospitales, 5 Colegios, y 12 Puertas de las cuales sólo la del Puente, Rincón y Nueva son de registro.
El plano de esta Ciudad fue formado en el año 1811 por el ingeniero de minas Barón de Kareminski y el de Puentes D. Joaquín Rillo; Reducido y reformado en el de 1851 por D. José Mª de Montis y Fernández comprobado por el arquitecto D. Pedro Nolasco Meléndez y aprobado por la Real Academia de San Fernando.
Está hecho a una escala de 500 varas castellanas e impreso en la imprenta BACHILLER, Litógrafo de Cámara, MADRID, Veneras nº 7, pral.”
A ambos lado del plano tiene los índices de calles. Para buscar una de ellas hace la siguiente:
“Advertencia: Para encontrar una Calle búsquese el cuadro que está en frente de las letras mayúsculas y minúsculas puestas al fin de cada nombre y en él se hallará el número de la calle a que corresponde.”
Está cuadriculado, en vertical letras mayúsculas, y en horizontal letras minúsculas, con la leyenda ejemplo: HOSPITALES Misericordia, Cm 1.
En sus lados verticales izquierdo y derecho está incluido el índice de calles separado por parroquias, al final del derecho señala los barrios de Tejares y Matadero, y a continuación debajo un índice de la ubicación de:
“Parroquias, Colegiata, Conventos de Religiosos, Conventos de Religiosas, Hermitas (sic), Santuarios, Hospitales, Colegios, Puertas de la Ciudad y Molinos.”
Como se podrá comprobar está todo basado en la Iglesia, no hace apenas referencia a edificios laicos, y sí, sin embargo, da una detallada y exhaustiva cita de los edificios religiosos, que vamos a enumerar:
“PARROQUIAS: Catedral, S. Pedro, S. Andrés, Compañía, S. Miguel, S. Juan, S. Nicolás de la Axerquía, Sta. María Magdalena, S. Lorenzo, Sta. Marina y Espíritu Santo.
San Nicolás de la Axerquia (desaparecida) Ribera c/Badanas. Sta. María Magdalena (desaparecida) Pza. de la Magdalena es una sala de conciertos.
COLEGIATAS: San Hipólito. (Pza. Ignacio de Loyola).
CONVENTOS DE RELIGIOSOS: S. Basilio, La Merced, La Trinidad, Padres de Gracia, S. Pablo, S. Francisco, S. Pedro Alcántara, Capuchinos, Madre de Dios, S. Agustín, El Carmen, S. Cayetano, S. Juan de Dios.”
De estos todos están ubicados en el mismo lugar que cita, salvo el de S. Juan de Dios que estaba en lo que hoy son los terrenos del Matadero Municipal, por tanto desaparecido también.
“CONVENTOS DE RELIGIOSAS: Las Dueñas, El Cister, Encarnación, Concepción, Sta. María de Gracia, Corpus Cristi, Sta. Clara, Sta. Isabel, Capuchinas, Sta. Cruz, Jesús Crucificado, Sta. Marta, Sta. Ana.”
Las Dueñas (desaparecido) estaba ubicado en la Plaza del mismo nombre, que desapareció al construir ésta. Creo que existe un piso esa misma plaza donde reside una comunidad religiosa que ignoro si tiene algo que ver con el mismo, nos obstante lo podemos dar también por desaparecido. Concepción (desaparecido) estaba ubicado en la calle Concepción. Sta. María de Gracia, (desaparecido) queda sólo la portada en la calle a la que daba su nombre en la Plaza Juan Bernier. Corpus Cristi (desaparecido), es ahora la Fundación Antonio Gala. Sta. Clara (desaparecido), ahora lo ocupan unas dependencias municipales; Unidad de Turismo, Consorcio de Turismo, Museos, además de la denominación de Origen Montilla Moriles. El resto siguen ubicados en su lugar de origen aunque se les llame de otra manera en la actualidad. En el índice está equivocada la referencia de ubicación de Sta. Clara, dice Fj3 y debe decir Ff3.
ERMITAS: La Alegría(c/ Menéndez Pelayo), El Amparo (c/Amparo), La Aurora(c/ la Feria), Las Ánimas (Bajada del Puente), San Juan de Letrán (Pza. S. Juan de Letrán), S. José (Pza. Magdalena), Sta. Quiteria y S. Crispín (c/Judíos), Los Mártires (Puerta del Colodro), S. Zoilo (c/S. Zoilo), El Socorro (Arco Bajo), Belén (Torre de Belén, Alcázar Viejo), Buen Suceso(c/Buen Suceso), Consolación (c/ Armas esquina c/Tornillo), Candelaria (C/ Candelaria), S. Bartolomé el Viejo (c/Averroes esquina c/ Cardenal Salazar), San Bartolomé el Nuevo (Pza. San Bartolomé), Las Montañas (c/ Montero), La Concepción (Pza. Abades), Caballero de Gracia (C/ Encarnación), Jesús Nazareno (c/ Jesús Nazareno).
En el índice de las Ermitas, se han dejado atrás la de S. Sebastián que estaba ubicada pasando el Barrio de S. Antón, en lo que hoy es la esquina de la Avd. de Barcelona, por lo tanto desaparecida también.
El Amparo (desaparecida) es el solar de la calle del Amparo. La Aurora (desaparecida) en la calle de la Feria. Las Ánimas (desaparecida) en la bajada del Puente romano. S. Juan de Letrán (desaparecida) luego fue convertida en parroquia y desapareció lo mismo. Sta. Quiteria y S. Crispín (desaparecida) actual Sinagoga. Buen Suceso (desaparecida) C/ Buen suceso esquina a Ocaña. Candelaria (desaparecida), c/ Candelaria fundación de Bodegas Campos. S. Bartolomé el Nuevo (desaparecida), Pza. de S. Bartolomé. Las Montañas (desaparecida) c/ Montero. La Concepción (desaparecida) Pza. de Abades.
SANTUARIOS: San Rafael (Pza. de S. Rafael), La Salud, anexo al Cementerio del que toma su nombre. La Fuensanta (Pza. de la Fuensanta).
HOSPITALES: S. Juan de Dios (desaparecido) terrenos del actual Matadero Municipal. Misericordia (desaparecido) anexo al antiguo Manicomio. Jesús Nazareno (desaparecido) hoy residencia de ancianos. Los Dolores (desaparecido) hoy residencia de ancianos. San Jacinto (desaparecido) fue Maternidad y hoy es el Palacio de Congresos. Del Cardenal (desaparecido) antiguo Hospital de Agudos, hoy Facultad de Filosofía y Letras.
COLEGIOS: Sta. Victoria (c/ Sta. Victoria). La Piedad (Pza. de las Cañas), La Asunción (actual IES Góngora), San Pelagio (Seminario-Obispado) c/ Amador de los Ríos. Veterinaria (desaparecido) c/Encarnación Agustina.
Un paseo monumental, exclusivamente religioso, por una ciudad del siglo XIX, con 38000 habitantes que, a pesar de la desamortización de 1836 una enorme porción de su territorio continuaba -y continúa- en manos eclesiásticas, de alguna manera.
El ingenio de los humanos no tiene límites. En las situaciones más insospechadas lo pone en juego y trata de suplir otras carencias de manera favorable. Las normas también son superadas de forma que no se infrinjan, buscando resquicios que permitan conseguir el fin buscado, sin incumplirlas abiertamente o cuando menos dando un rodeo.
Hay una norma que impide autorizar una entrada de vehículos, cuando la calle donde se solicita, tiene menos de una anchura determinada. Cuando alguien vive en una calle estrecha, del ancho del vehículo, sabe que aún haciendo su cochera, difícilmente va a estacionar nadie delante de su puerta pues obstaculizaría la calle, por lo que hace su cochera y no pide el vado permanente, con lo que se ahorra un impuesto municipal. En otras ocasiones el problema sigue, pues aun a pesar de que nadie se le pueda poner delante de su puerta, no puede salir ni entrar por la necesidad del giro. Al ser la calle estrecha hay que suplir el giro ensanchando la puerta, convirtiéndola en un ancho zaguán abierto con el acceso a la vivienda incluido. Ignoramos las normas, en este caso arquitectónicas, que permitan o no semejante proyecto.
Nuestra curiosidad y porqué no, admiración simplemente por lo ingenioso, de la que no diremos la calle donde está, se refiere a un procedimiento de pared basculante, con dos ventanas y puerta incluida, que permite la entrada y salida a un ancho zaguán, en este caso cochera, de un vehículo cuando se vaya a emplear éste, o la puerta solamente cuando la entrada o salida sea peatonal. Reiteramos que no diremos la calle porque no somos policías contra ingenios y sobre todo por que desconocemos si infringe alguna normativa.
Sabemos quién tiene de muchos años, las placas de entrada y salida de carruajes falsas, hasta el extremo que han reparado las aceras y el propio municipio (en este caso la empresa de la reparación del acerado) le ha hecho el rebaje de la acera, es decir le han hecho el rebaje a una placa ilegal, sin comprobar este extremo por incompetencia o por excesiva competencia, al ser amigo el que determine que hay que hacer un rebaje, sin exigir la documentación pertinente.
También sabemos del incumplimiento sistemático de determinados conductores, aparcando encima de las aceras, en los pasos señalizados de peatones, en los carriles bici, delante de los rebajes para disminuidos, sin que sientan el peso de las normas y ley en muchos casos. Acostumbrados a que nos les ocurra nada, y al hablar de ocurrir nos referimos a que les duela el bolsillo, que es el único idioma que entiende el tunante. Pero esa no es la cuestión, aunque los hechos merecen inundar de fotografías de vehículos incumplidores en espera de que la autoridad cumpla con sus obligaciones.
La cuestión que nos ocupa es, lo ingenioso del procedimiento de introducir el coche en la cochera, en una calle estrecha, haciendo bascular toda la fachada que es de imitación. Como el que tuviese una grúa en la azotea, para subir el coche a la misma como si de una lancha de salvamento en un barco se tratara. Aunque seguro que todo tendrá que estar reglado en, cualquier página de cualquier norma, de las muchas que existen y que no se cumplen por la desidia generalizada que nos inunda.
Cuando pasé la otra mañana por la calle Sevilla, desde la puerta del aparcamiento público de esta calle, vi las espaldas del Cine Góngora y parte de su antiguo escenario. Me llamó la atención la estructura que están montando en lo que fue esa tranquila y moderna terraza de su sala de verano. No me paré a pensarlo y hice unas fotos. Luego pensé, voy a ver la fachada principal, y lo fotografié también por Jesús María. Una enorme grúa estaba soportando la estructura metálica de la terraza.
D. Alberto Villar Movellán, catedrático, dice de él y de su obra cordobesa:
"...dejó una obra singular en el tejido urbano del casco antiguo, el Cine Góngora, en la calle Jesús y María. Es una sala de espectáculos que en su fachada recoge el repertorio plástico característico de lo mediterráneo: arcos de medio punto, pérgolas, antepechos de retícula, etc... pero cuyo interior se expresa en términos de absoluta modernidad, con elementos ornamentales muy sobrios que tienen como función impeler la atención del espectador hacia la pantalla, que es la protagonista del espacio. Con el interior del cine Góngora penetramos en la esfera del racionalismo, que tuvo en Córdoba escasa consistencia".
Nuca se puede olvidar su terraza, a la que se accedía por dos cómodas escaleras y por dos amplios ascensores, de los primeros que se instalaron en esta ciudad. Además lo significativo del silencio de ésta, contrastando con el ruido de otras salas de verano, y sobre todo sus mecedoras en lugar de sillas. Allí de pipas de girasol nada de nada, por lo que tampoco se oía el clic clic de su apertura. La nota discordante, la luminosidad de los anuncios de la Tendillas (Entonces Plaza de José Antonio) que molestaban a la pantalla, y que se solucionó en parte, poniendo una celosía azul, que se engalanó con plantas trepadoras y jazmines, para paliar la molestia de la luz de los anuncios. Luego otro incentivo más, el aroma. Y sus taquillas y taquilleras, que formaban parte del conjunto por la duración de las mismas en el empleo. Su empresario merece una entrada aparte, el Sr. Ramos que falleció en 1972 con sesenta y siete años, a consecuencia de una caída a la salida del cine. ABC lo reflejaba así:
Siendo a partir de entonces y hasta 1997, año en el que se cerró definitivamente, Sánchez Ramade el empresario que lo gestionó. Y su nombre no podía estar mejor buscado, Góngora, homenajeando así al paisano que también fue semilla de la generación del 27, en los actos de la conmemoración de los trescientos años de su muerte.
Esperemos que las nuevas generaciones puedan disfrutar del remozamiento del Cine Góngora, que nos deleitaba a las antiguas con esos excelentes reclamos publicitarios, salidos de artísticas manos, que eran sus carteleras pintadas a mano y que colgaban de su fachada, y que luego conservábamos coleccionándolos en los folletos de mano. Y sobre todo que las antiguas generaciones que hemos disfrutado de él podamos verlo acabado, ya que permítannos dudarlo, ojalá no ocurra como con el Palacio del Sur, aunque en esta ciudad no es nuevo esto; la obra del Murallón, el Teatro al Aire Libre, etc. etc.
Enlaces a noticias de prensa local:
http://www.eldiadecordoba.es/article/cordoba/209489/teatro/gongora/tendra/una/segunda/sala/la/azotea.html
http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=489556
http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=489554
http://hemeroteca.abcdesevilla.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/1972/05/24/050.html
Esta segunda entrada sobre el Convento surge como consecuencia de que, una compañera virtual, Saqunda, muy profesional en la materia, nos ha facilitado el acceso unas imágenes y fichas de las mismas, procedentes de la Web del Museo Arqueologico y Etnologico Provincial de Córdoba, que nos aportan más datos a la entrada del Convento de la Victoria, que creemos la enriquece.
La imagen en cuestión, es una escultura de la Virgen de la Victoria que estaba en una hornacina en la entrada del Convento. La otra pieza es un escudo Heráldico de la Orden de Mínimos que también estaba en el mismo lugar.
En la fichas del Museo extraídas de la página Web del mismo, nos dan los detalles técnicos de ambas piezas.
Empezaremos por la escultura de la Virgen de la Victoria, según la ficha técnica. Está datada en 1510 y su estilo es manierista. Es una escultura de 133 cm. de altura por 95 cm de anchura. Dice estar realizado en tres sillares superpuestos y esculpidos, con acabado de policromía. Se da la circunstancia que como estaba en una hornacina, la parte posterior está sin labrar. La figura está sentada en un pedestal cúbico. Está vestida con una camisa o túnica y con un manto encima. Está girada a la derecha y la mirada la dirige a la izquierda, ligeramente caída. En los brazos sostiene la figura de un niño por su cadera, estos están en actitud un poco forzada. La figura de la imagen conserva parte de la policromía del rostro, las pupilas, y parte del cabello que es de color castaño y la camisa roja. La parte inferior de la túnica azul y restos dorados y, encima de estos verde. El niño sólo conserva parte de la encarnadura. En el pedestal hay restos de color rojo.
Su procedencia siempre según la ficha, es del Convento de la Victoria, que estaba en el campo del mismo nombre (actual Paseo de la Victoria), junto a la Huerta "La Camila". Parte de los terrenos que ocupó el Convento se calificaron en 1947 para la construcción del edificio del Instituto Provincial de Higiene. Éste es el actual edificio de Sanidad en la Avda. de la República Argentina.
“Según D. Samuel de los Santos, antiguo director del Museo, está pintada al agua cola sin imprimación más que en la cara y por haber estado en un patio al aire libre perdió todo su color.”
“Según consta en la documentación existente en el Museo, fue adquirida por acuerdo del 26 de mayo de 1866 en virtud del cual el Cabildo Municipal la entregó al Museo Arqueológico de la Comisión de Monumentos, en propiedad, al ser demolido el convento, por considerarla de interés artístico y arqueológico.”
Escudo heráldico de la Orden de Mínimos de San Francisco de Paula.
La siguiente pieza y según los datos de la ficha del Museo es: un escudo heráldico de arenisca, de 74 cm. de altura por 74 cm de anchura, en forma oval que representa el de la Orden de Mínimos de San Francisco de Paula (última Orden religiosa propietaria del Convento de la Victoria). Su construcción lo fue en relieve sobre un frontal de un sillar en forma de clave de arco. La erosión sufrida por el tiempo le ha hecho perder detalles.
“Siguiendo la descripción de D. Samuel de los Santos, presenta dos angelotes o querubines de medio cuerpo con la parte inferior figurada con roleos de follaje y alados a modo de sostenes. Sobre su cabeza sostienen una corona ducal con perlas y florones. Tras esta corona ondea una cinta en la que se lee la inscripción MILITIA NOSTRA. El campo del escudo presenta bordura. En el centro del campo se dispone una cruz latina y a sus lados los monogramas de Jesús y María. Bajo la cruz hay un sol inflamado con el monograma HNS y la mano de Dios entre nubes.”
Se considera también que debió formar parte de la portada o fachada principal del Convento. Su adquirió por el museo es en la misma que la de la virgen de la Victoria citada anteriormente.
Bibliografía y fotografías de la Web del Museo Arqueológico y Etnológico Provincial de Córdoba. Según aporte de Saqunda.
En una entidad cordobesa, de cuyo nombre no procede acordarse, se decidió en una reunión de directiva, hacer una galería pictórica de óleos de todos sus presidentes. Se poseía una fotografía o un grabado de todos, menos de uno. Éste fue soltero, ya había fallecido y no se tenían de él nada más que referencias en la memoria de algunos directivos de avanzada edad. El problema se presentaba algo irresoluble. Pero he aquí que en las situaciones de dificultad, o de hambre –pero no era esta última- un inteligente directivo que no pasaba por ello desde luego, dijo:
-D. Fulano de Tal tenía, creo, una hermana monja, podríamos preguntarle si tiene alguna fotografía de su hermano.
-¡Buena idea! –apuntó el Presidente- Encárguese Vd. mismo Martínez, por favor.
Nuevamente otra reunión de directiva. Martínez expuso el resultado de su gestión.
-¿Bueno y ahora que hacemos? -dijo el Presidente- estamos como al principio. Al final se nos quedará la galería coja, verás.
-¡Un momento! Se me ocurre otra idea –eso no era posible Martínez en tan corto espacio de tiempo manifestaba dos ideas, pensaron la mayoría.
-¡Diga usted Martínez! –le preguntó el presidente denotando una gran curiosidad.
-Pues Sr. Presidente y señores directivos, pienso que le podemos pedir una fotografía suya, pues nadie mejor que ella se parecerá a su hermano. –expuso.
-¡Pero hombre Martínez! –Dijo otro directivo, cuya calidad intelectual no se le suponía, como el valor al militar- ¿usted cree qué las monjas se hacen fotografías?
-Y por qué no Peláez. –interrumpió el Presidente- Estimo Martínez que debe de ir nuevamente al convento, y como ya conoce a Sor María de la Concepción, le pide una fotografía suya, pero para evitar un nuevo viaje se lleva una maquina fotográfica o le acompaña un fotógrafo y le hacen una a la monja, en el supuesto que no tenga ninguna. –sentenció.
Así hizo el diligente y ocurrente vocal. Se presentó en el convento, le expuso nuevamente la dificultad de que no pudiera haber cuadro de su hermano, por no tener una fotografía de él, y le pidió una suya a la monja, que tampoco tenía –no porque las monjas no se hagan fotos, que se las hacen, sino porque no tenía verdaderamente ninguna- sacó la máquina y le hizo un par de instantáneas. No sin antes poner alguna pega Sor María.
Revelado de los documentos gráficos –no existía la fotografía digital-, nueva reunión del gabinete de crisis galería pictórica, y nuevas directrices a la directiva:
-Bueno Sres. –dijo el Presidente- Con estos documentos, nuestra memoria, y el arte de Pepito López, vamos a tratar de aproximarnos lo más posible al parecido de D. Fulano de Tal, que en gloria esté.
Pepito López, que era un artista, se puso manos a la obra y, a pesar de sus grandes dotes, no podía despegar del parecido de la fotografía, pues con los bocetos no estaban conformes ninguno de los directivos, siempre el mayor parecido acababa en el de su hermana. Y eso que Pepito López, dotó al boceto de elementos masculinos, entendiendo estos como traje, corbata, corte de pelo, etc.
Otra vez Martínez:
-¡Si, lo elemental, el bigote! –era verdad el bigote era un rasgo significativo, por no decir el que más, de la cara de D. Fulano de Tal.
-¡Pues, manos a la obra Pepito! –ordenó al artista el Presidente.
Toda la Junta esperaba que, el pintor después de parsimoniosamente hacer una mezcla de color en la paleta, pintara el bigote en la cara de Sor María de la Concepción.
El artista dotó de un bigote a la monja, que hizo exclamar a todos.
- Aquí D. Menganito; D. Zutanito y… -al llegar a D. Fulano de Tal, decían- una monja con bigote.
-¿Una monja con bigote?, vamos no sea usted bromista. –contestaba casi siempre el invitado, y seguían con la visita.
Según anécdota de M. Salcedo Hierro.
Antonio Santos Alcaide era un verdadero “prenda”, tenía multitud de antecedentes por agresiones y robos de toda índole. Mantenía relaciones con Josefa Torralbo “La Tizná”, prostituta
habitual, cuyo apodo parece ser que le venía por un “antojo” que tenía en forma de mancha. La pareja vivió primero en la calle de la Carne, y luego en la de Mucho Trigo, 25. El individuo era el clásico chulo, que en el fondo la explotaba ejerciendo ella el oficio más antiguo del mundo. En el año 1911 tenían un capital de doce duros (sesenta de las antiguas pesetas).
En su círculo de “honorables” amistades, tenían una que era José Antonio Soto Molina “El Luquilla”, que tenía mucho ascendente con Josefa. Tantas veces fue el cántaro a la fuente… que un día decidieron huir juntos. Josefa se llevó todo el capital y sus cosas y se marchó con José Antonio. Antonio Santos cuando llegó a la casa y se enteró de lo ocurrido por la vecindad, montó en cólera y juró acabar con ella. Lo que le dolía según dijo, no era el amancebamiento de su amigo con su compañera, sino el robo, pues comentó que a él no le robaba nadie. La pareja estuvo viviendo en Villaviciosa, lejos de la capital. Pasado un tiempo tuvieron que hacer una gestión en Córdoba y volvieron, se hospedaron en la Posada Vencesguerra, que estaba en la actual calle Lineros (antigua Emilio Castelar), se inscribieron con nombres falsos, en el ánimo de protegerse, pero habían sido vistos por Manolito “Corrientes”, amigo de Santos, el cual se lo comentó, aunque no podía precisar donde estaban alojados.
A Antonio Santos, aquello le hizo peregrinar por diversas tabernas preguntando por ellos. En su búsqueda, con una media borrachera ya, llegó a la citada posada de Vencesguerra y preguntó por la pareja al portero, éste no tuvo ocasión de contestarle, en ese mismo momento sonó un golpe de tos y una voz en la planta alta, que Santos reconoció como de su amigo “El Luquilla”. Subió a grandes zancadas la escalera y derribó la puerta de la habitación, entrando en ella donde los encontró encamados. Sin pensarlo dos veces disparó cuatro veces un revólver casi a quemarropa. José Antonio “El Luquilla” recibió un impacto de bala en el cuello que le seccionó la médula, muriendo en el acto. Josefa en este primer envite tuvo suerte, un disparó le penetro en el pulmón por el pecho. Posiblemente se hubiese salvado de esta herida, pero Santos sacando una navaja de muelles, la apuñaló varias veces en el abdomen, heridas que le causaron la muerte. Los otros dos disparos no hicieron blanco. Los cuerpos fueron trasladados para su autopsia al cementerio de la Salud.
El criminal salió corriendo, por la calle Consolación buscando la Ribera, la que recorrió para por la puerta del Puente entrar en la calle Torrijos, no sin antes haber arrojado la navaja y el revólver al río. Luego entró en la casa número 2, de Medina y Corella, donde trabajaba su madre de criada, en el ánimo de pedirle dinero y marcharse de la ciudad. El propietario de la casa donde trabajaba su madre le aconsejó que se entregara, cosa que no fue necesaria porque en ese momento dos municipales que lo habían seguido lo detuvieron.
En la obra “El Bandolerismo Andaluz”, de B. Quirós, conocido criminalista, se refleja la descripción de la asesinada, por el citado autor, de una forma barroca y floreada, si cabe hablar de flores en esto: “…sobre la mesa de disección del depósito, el montón de carne lasciva de la pecadora, en plena inercia, muestra bajo el seno izquierdo una gran herida abierta de donde la sangre, seca en sus fuentes, se coagula en una madeja de hilos tortuosos adaptados al moldeado de los músculos…”. Vamos que D. Constancio Bernaldo Quirós se quedó descansando, porque el esfuerzo considerable que le supuso la descripción seguro lo cansó en extremo.
A finales de marzo de 1913 fue juzgado Antonio Santos Alcaide, por el Magistrado Sr. Summers, actuando en nombre del Ministerio Público el fiscal Sr. Restituto Fernández y como abogado defensor D. Antonio de la Iglesia. El fallo (profesionalmente descrito por los Sres. D. José Cruz y D. Antonio Puebla, coautores de la “Crónica Negra en Córdoba”) fue de dos cadenas perpetuas.
Le defensa entendió que lo acaecido era constitutivo de dos delitos de homicidio, con la eximente de enajenación mental transitoria por el alto grado de embriaguez que tenía el autor de los hechos, por lo que solicitó la absolución. Además se dio la curiosidad que había realizado una pregunta que figura en el sumario, y que convertía a los agredidos en agresores. La pregunta, más o menos fue: ¿Es culpable José Antonio Santos de haber mantenido en sus manos el revólver y la navaja con la que le amenazaron los fallecidos, después de habérselos quitado y usado en su contra? Aquello no se mantenía en absoluto por lo que no fue tenido en cuenta. Sí sin embargo lo fue la atenuante de embriaguez, cuestión que obligó al fiscal a modificar la pena de muerte solicitada, por la de dos de cadena perpetua.