La primera vez que visitamos Zuheros fue una primavera cualquiera, creo recordar que sería por los primeros años de los noventa o en los últimos de los ochenta, la fecha no es un dato significativo, y pluralizo porque siempre he ido con Conchi, salvo una vez. La referencia de la fecha era el modelo de vehículo que tenía entonces, un Renault 12 ranchera, de color verde, de segunda mano como todos los vehículos que había tenido hasta entonces.
El pueblo me resultó muy hermoso. Pintoresco. Me dio desde luego repelús subir a la gruta de Los Murciélagos, no por la gruta a la que no pudimos entrar, sino por la cuestecita para llegar al balcón del Bailón, su desnivel y el respeto que me merecen las carreteras de montaña, bueno es otra cosa pero lo dejaremos en respeto solamente. Y si me causaba respeto la subida no digamos la bajada.
En aquel entonces vivía aún allí el Sr. Fernández, padre de mi amigo Pablo. No sé si a estas alturas vive el Sr. Fernández pero mi amigo Pablo no, lamentablemente. El padre de Pablo era panadero como mi padre, eso me hacía sentir una especial admiración por él. Fue muy amable con nosotros y requirió incluso los servicios del municipal para que nos abriera el castillo. Luego accedió a hacerse una foto con nosotros que, por cierto, tengo que tenerla perdida en algún rincón. Todavía no era la época de las fotografías digitales.
Estuvimos un buen rato en el pueblo disfrutando de sus dibujadas y blancas callejuelas, y observando las sutiles y finas cenefas de cada casa, que son la limitación del espacio entre la pared y el suelo de la calle. Es una curiosidad de ese pueblo que merece observarse.
La siguiente vez que fui fue al sepelio de la madre de Pablo. Esa visita fue muy corta, Iglesia y cementerio. Pero no por ello menos curiosa. Observé que el apellido por excelencia en las lápidas era Poyato. Se daban las circunstancias de que en mausoleos existían generaciones enteras con los dos apellidos Poyato, además de muchas con uno sólo. Se me vino a la cabeza el chiste fácil, pensé, después de conquistar los cristianos la villa, seguro se la darían en pago, como botín de guerra, a un tal Poyato, pero por la descendencia y la proliferación de su apellido, más que Poyato seguro que se debería haber llamado “Polla tó” con doble ele en lugar de y griega.
Luego, tres o cuatro años atrás, hicimos el recorrido andando desde la Nava de Cabra hasta Zuheros, por el Bailón, que bajaba seco en esa época, como casi siempre. El Bailón nace en la nava y discurre hasta llegar a Zuheros por un abrupto recorrido que con el paso de los años él se ha permitido dibujar. El recorrido es cómodo pero tiene unos doce kilómetros. Nos dejó un autobús en la entrada de la Nava, y luego nos recogió en la villa de Zuheros para volvernos a llevar a disfrutar de un perol en la Ermita de la Virgen de la Sierra. Lo que más me impresionó fue la Fuenfría, a mitad del recorrido, un espeso bosque umbrío y que ya Alfonso XI lo mencionaba en su Libro de la Montería, por la caza en ese lugar del oso y el puerco en todo tiempo. ¿Cómo era eso posible? Un rey castellano que recogía en sus libros ese hermoso lugar.
La siguiente vez estuvimos viendo el Museo de Costumbres y Artes Populares Juan Fernández Cruz. Nos gustó mucho, era como trasladarse a la panadería de antaño, o al portal del zapatero remendón, a la farmacia del XIX o principios del XX, que tenía hasta las famosas pastillas de mi infancia, "para la tos Tosiletas", al consultorio del practicante, a la consulta del médico con un aparato de rayos X casi prehistórico, de esos de los que no te puedes olvidar el frío de la pantalla, a una carpintería, o a una casa de la época. Eso sin olvidar todos los utensilios de cocina o domésticos, o de labranza u otras labores agrícolas. Subimos también a la cueva, sin tanto repelús, pero tampoco bajamos a ella. Siempre se nos resistía la dichosa pero importante cueva.
Repetimos un domingo cualquiera, de algún año más tarde, con Mercedes y Emilio. El recorrido el de siempre, subida a la cueva para no bajar, las fotos de rigor en el balcón del Bailón, que como en todos sitios le dicen del Coño, y visita del museo de costumbres y usos populares.
La última o penúltima, con Juan y Pepi, de vuelta de la visita a la Alhambra de noche en éste año 2009, que nos resultó una estafa de marca mayor. Todo un día de espera para entrar en los palacios nazaríes sin luz ninguna, tropezando por todos sitios, y menos mal que había algo de luna -qué diferencia de esa visita a la Alhambra que la realizada por mí con mis padres hace cincuenta y pocos años-, “Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciego en Granada”, camino de la Torre de la Vela. Subida a la cueva sin entrar, visita al nuevamente al museo y en este caso almorzamos, muy bien por cierto, en el restaurante de la plaza del Castillo.
Zuheros es un pueblo precioso de visitar, con unas hermosas vistas, con una cueva, la de Los Murciélagos (que no hemos visto), el balcón que hemos disfrutado varias veces, menos la primera, pues yo no tenía arrestos para olvidarme de la subida y dejar de pensar en la bajada. Es merecedor de dedicarle un día completo, y prefijar de antemano la entrada a la cueva. Y por qué no, almorzar en el restaurante citado o en cualquier otro de la zona.
4 comentarios :
Pues me has puesto melancólica del tirón, he cerrado los ojos y me ha pasado un jornada inolvidable ahora mismo delante de mi, pues hace 20 años lo menos, estuve trabajando en Luque e hicimos alguna excursión a Zuheros del q tengo fotos preciosas (al menos a mi me gustan). El día fue francamente mágico y de ensueño, pues era la primera vez q conocí el pueblo y me impresionó cada rinconcito, precipicio, ventanuco, la cal hasta el límite q marcan las cintas ("cenefa q marca la limitación del espacio entre la pared y el suelo de la calle"), yo creo q más q impresión fue sobrecogimiento (me sucede cuando veo en directo espacios q ni puedo imaginar, una especie de síndrome standhal). luego he ido dos veces más, ya con cámara digital y tb tengo otra bonita colección de fotos de ese lugar de cuento.
y yo, al contrario q algunos miedicas q andan pr ahí sueltos, si subí a la "cueva de los murciélagos" y bajé a sus estalactitas y estalagmitas y vi sus pinturas rupestres (ya no me dejaron hacer fotos)
Quien va a Zuheros vuelve encantado en todo el sentido literal y figurado de la palabra.
un saludo cordial Paco y a preparar el débito a esa "Cueva de los Murciélagos" ejejej
Como siempre no tengo más remedio que rendirme ante la sensibilidad que demuestras. Incluso encajando los sutiles disparos a eso que yo llamo "respeto". Me imagino las fotos, pues el lugar es como de nacimiento. Blanco, limpio, hermoso, y pintoresco. Si en lugar de mirar hacia arriba lo haces desde el balcón de la plaza, el mar de olivos de Machado a tus pies, que se pierde en el horizonte. A la izquierda un monte que en Doña Mencia le llaman la Oreja de la Mula, por su similitud con los apéndices auditivos (que cursi)del animal.
La realidad es que es de ensueño. El miedica le da miedo el avión, y ha volado en la cabina de los pilotos, donde no le da miedo, a Valencia, con aterrizaje incluido, y a Ginebra. Ha bajado a las cuevas más importantes de Andalucía, Nerja, Aracena, Y Gibraltar (que es subir primero), y en el coche ha sido incapaz de pasar por el puerto de Las Palomas de la sierra de Grazalema. Y no te digo en Canarias en Santiago del Teide, que subí pero dije bajais ustedes que yo lo hago andando. Luego bajé pero descompuesto. Siempre digo que no me fío de las máquinas, pero la verdad es que algo tiene que ser, jindama desde luego.
Ole por mi pueblo. Me alegro que te gustase. Un saludo
Es maravilloso Ego. Salvo el tema de la cueva que la he visto virtualmente, el pueblo y su gente es una delicia. No se si conocías a Pablo Fernández Varo, que falleció el año pasado. Eramos muy amigos.
Precisamente en el Museo entablé una conversación con la persona que estaba allí antes, ahora creo que se ha dedicado a la política local, y estuvimos comentando anécdotas muy graciosas.
Una cosa negativa, al Sr. Panadero, padre de Pablo, que se casó de segundas cuando quedó viudo, lo aburrieron los pesados de sus amigos con las bromas. Después enviudo otra vez y se vino a Córdoba a una residencia. Pesados los colegas.
Un saludo
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