Ampliación de la libreta o block, símbolo del ditero
Esta mañana un programa de TV me recordó una profesión desaparecida que en tiempos fue muy floreciente, el Ditero. El Ditero era esa persona que vendía a plazos y cobraba semanal o mensualmente una módica cantidad hasta saldar la deuda. El R.A.E. dice de la Dita, deuda (‖ obligación de pagar)
dita 1.
(Etim. disc.; cf. it. ant. ditta, detta, cosas dichas, debidas; cat. dita).
1. f. Alb., Am. Cen., Chile y Méx. deuda (‖ obligación de pagar).
2. f. And. Pago a plazos, en pequeñas cantidades, fijadas por el comerciante o por el cliente y, en ocasiones, con incremento del interés sin el conocimiento de este.
3. f. desus. Persona o efecto que se señala como garantía de un pago.
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Y en Andalucía, pago a plazos, en pequeñas cantidades, fijadas por el comerciante o por el cliente y, en ocasiones, con incremento del interés sin el conocimiento de este. Y del Ditero, persona que se encarga del cobro de la deuda aplazada. Fue en tiempos de crisis una institución, siempre los veíamos con el “isocarro”, el carrillo, o la furgoneta, haciendo la venta, y posteriormente, con esas enormes libretas o ficheros, y su lápiz procediendo al cobro periódico a domicilio. Algunos llevaban una especie de mandil con bolsillos donde guardaban la recaudación. Importante ya que esa casi siempre iba en moneda.
En el barrio donde vivía, la Mezquita, no se daba, pero en el Campo de la Verdad donde trabajaba sí. Yo me compré incluso un “cuero” –chaquetón de cuero- por medio de ese sistema, pagando un duro “cinco duros” a la semana, que quieran que no, eran dineros. Creo recordar que el chaquetón costaba 125 pesetas. Claro la ganancia estaba en la demasía o el interés que le ponía el Ditero al precio real, que normalmente desconocías.
Mi madre como muchas familias de la época, nunca compraba al contado, primero porque no disponía de efectivo para ello, y segundo porque en el fondo no se estilaba aún la compra a plazos y no la permitían los comercios. Sí, sin embargo, había unos individuos que tenían ese crédito en el gran comercio y eran los usureros intermediarios. Había una señora, esposa de un militar, que vivía por la zona de la Plaza del Moreno, que le daba unos vales a mi madre para ir a Martín Moreno, a comprar lo que necesitara hasta un límite.
El ditero con el block y sus ayudantes (Foto Imanolsanlucar)
Para luego, periódicamente, ir a casa de la susodicha señora y pagarle mensualmente a plazos con el consabido sobrecargo, su ganancia más el descuento que le hiciera el comerciante por pagar al contado y llevarle clientes. Era una señora educada, de hablar bajito, enlutada, hasta se permitió aconsejarle a mi madre que me apuntase a los Campamentos del Frente de Juventudes. Mi madre le pidió los datos para hacerlo y le dio las gracias por el consejo. Al salir a la calle, le dije, ni pensarlo, yo no voy a esas tonterías.
Le hablaban a esta gente con el mismo respeto que se le podría hablar a un director de banco, y en el fondo sólo eran usureros que se servían de la necesidad de los demás para ganar dinero, y posiblemente los márgenes serían efectivamente usura. Pero otras instituciones hacían lo mismo como el Monte de Piedad, y no entraba en sus fines primigenios eso. Y además la usura era un “pecado” para la Iglesia. Nunca se me olvida el llanto de mi madre, cuando en la oficina de Manríquez le subastaron la colcha ¡su colcha de novia! porque no pagó a tiempo los intereses de renovación ¡Una colcha!
Diteros callejeros (Foto Gentedelpuerto)
El ditero, en realidad, era un usurero de poca monta, un vendedor a plazos simplemente, al cual muchas veces le dejaban de pagar y se las veía negras para cobrar la deuda. Aunque por otro lado, muchos han hecho grandes fortunas con ese método. Por poner un ejemplo: Francisca, había comprado al ditero un aparato de radio a válvulas. Como es natural no tenía dinero para pagar los plazos que semanalmente trataba de cobrar el ditero, casi siempre le daba puerta, o no estaba, o estaba en el médico, o no le abrían.
Francisca tenía un yerno municipal y además formaba parte también, de una organización franquista que se llamaba la “Guardia de Franco”, una especie de somatén armado -pues tenían pistola-, o de comisariado fascista de personajes muy “sui generis” por su bajo nivel cultural, en suma un conglomerado de chivatos de barrio. Dio la casualidad que el ditero llegó a tratar de cobrar la deuda, la puerta estaba abierta y Francisca dentro, no tenía posibilidad de huir o esconderse. El cobrador le increpó que llevaba varias semanas que no le pagaba nada, ella no podía articular escusa salvo la que de que no tenía dinero.
Hojilla de la cuenta, si perdía el ditero la libreta adios.
El cobrador dijo que se tendría que llevar la radio, una dación en pago tipo americano. A esto salió, Cortés el yerno, vestido de municipal, y pegándole voces al ditero le dijo que si se atrevía a reclamarle otra vez a su suegra el dinero, le iba a pegar un tiro y a “llevárselo para arriba” –era la clásica expresión de denuncia del franquismo-, e hizo ademán de sacar la pistola de la funda. El pobre ditero, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, salió corriendo como alma que lleva el diablo, cruzó el puente romano, como la Pantera Rosa, a una velocidad endiablada y nunca más se volvió a saber de él por esa casa, y creo que también por el barrio. Posiblemente fue sustituido por otro y Francisca quedó libre de su deuda. Ese fue un acontecimiento muy sonado.
Estos personajes tipo Robín Hood, en este caso, eran bastante peligrosos en otras ocasiones, y habían creado problemas graves a las personas. Una noche, después de salir de trabajar estaba con Juli -un compañero de trabajo, eramos cobradores de autobus-, en un bar tomando una copa y criticando –bajito con miradas previas a un lado y a otro antes de hablar- al régimen. Un individuo que estaba en la barra, que además era bizco, se acercó a nosotros y sacando un carnet de la Falange, se presentó como de la Guardia de Franco y nos dijo que estábamos detenidos, que le acompañáramos al cuartelillo de la Magdalena.
Yo fui a intervenir de una forma radical. Pero lo que pasó fue surrealista, Juli que si había estado en eso del Frente de Juventudes llevaba un carnet que decía que era Jefe de Centuria y el bizco era inferior en grado. Le hizo el susodicho a Juli el saludo fascista con la mano derecha extendida, le llamó camarada, creo que dio hasta un taconazo, y aclaró que no había problema, que él no había oído nada de la conversación. Era una escena típicamente de una película de Berlanga, pero pasó así. Es un ejemplo de lo que ocurría con esta gente.
Libreta del ditero, hojas cosidass con dos espárragos, palomillas y madera, porel grosor
Pero como lo que nos interesa son los Diteros, aunque todo esté relacionado, tenemos que decir que desaparecieron, como desapareció el estraperlo, o la cartilla de racionamiento, y entramos en la sociedad de consumo, a la vez que en los planes de desarrollo, que curiosamente llevaban el nombre de los quinquenales soviéticos, régimen al que tanto odiaba el general. La venta a plazos se implantó en muchos comercios, la firma de muchas letras de cambio entró en liza, y se estaba germinando también la puesta de largo de la Tarjeta de Crédito, situación que, prescindiendo de los casi románticos diteros, nos estaba llevando al abismo en el que muchas familias se encuentran hoy en día, sobre todo eso de la globalización maldita y Maastrich. Ya no quedan diteros, tan sólo el del Círculo de Lectores y el del Ocaso o Santa Lucía.
Esta profesión, que en verdad, sacó de apuros, o permitió a muchas familias disponer de lo que no podrían disponer de otra manera, se estaba acabando. Muchos diteros montaron su tienda, dejaron la venta a domicilio, y ésta actualmente ha quedado para Avón, las ollas, los robot de cocina, y cosa curiosa para artilugios de índole sexual, sí, se hacen reuniones en casas con maleta artilugios sexuales, y tienen bastante éxito.
El ditero ha muerto, larga vida al ditero.*
*Me he dejado llevar por la frase que está mal expresada. Los ingleses emplean la frase long life to the King que traducido como suena es, larga vida al rey, pero en realidad lo que significa para los anglosajones es como nuestro ¡viva! Aunque es una contradicción, si ha muerto, no podemos desearle larga vida, aunque sí eterna.
Fotografías de varias páginas especialmente Gente del Puerto
Bibliografía de la vida.