Puerta de Gallegos en 1950
La Puerta de Gallegos ha sido siempre una zona de la ciudad bastante señalada, de mucho paso. Es una de las entradas naturales al centro de la ciudad desde el oeste. En ella estaba el bar El Barril. Éste era el epicentro futbolístico de la ciudad. Su pizarra cambiante las tardes de domingo, a manos del camarero de turno, permitía el seguimiento, como si de una gigante pantalla de plasma actual se tratara, de los partidos de futbol y sobre todo de la quiniela. A su puerta se arremolinaban los aficionados y los necesitados de la diosa fortuna que eran los más, esperando el deseado toque con su varita mágica que los sacara del pozo donde estaban la mayoría de los españoles. Vamos que le tocaran los "catorce".
El entierro de Carbonell por la Puerta Gallegos
La Puerta Gallegos verdad
Poco más allá, en dirección hacia la plaza de Aladreros el puesto o despacho de pan del Horno de Enrique Fernández, cuya encargada era Maruja Guzmán. Este Horno tenía despacho en la calle Cardenal Herrero 32, que lo regentaba Juana Benegas, que a su vez era la madre de Maruja. El despacho principal estaba en el horno, en la calle Tejón y Marín -la calle dedicada al ingeniero que construyó la casa donde vivió su infancia Ortega y Gasset, en el paseo de Cervantes-, que era donde se ubicaba la panificadora y era atendido por la familia del dueño. Para ser más exactos el horno estaba una casa más arriba de la pared donde se situaba la cartelera municipal, entrando por la Puerta de Almodóvar. La primera casa era una tienda de ultramarinos y la siguiente el horno.
En la plaza de Aladreros
(Fotografía de de Griaule Goldner publicada en la Web Hotelviento10)
La puerta de Gallegos y el Bar Victoria
En la mencionada Plaza de Aladreros y por ampliación en la Puerta de Gallegos, había también ubicada una parada de carros-batea que después fue de triciclos de alquiler. Los mozos de carga también tenían presencia por la zona, eran unos personajes pintorescos cuyo útil de trabajo esencial era una gruesa soga de esparto. Su trabajo consistía en trasladar bultos, de un lugar a otro, baúles y cualquier otra cosa para la que los contratarán, eran muy habituales en la estación a la hora de llegada de los trenes. En una gradilla (escalón de la acera para quien no lo sepa) tenía su negocio una viejecita, menuda, vestida de negro, muy viva, que vendía flores. Era la señora madre de “Cagalejos”. El negocio consistía en un puestecillo con las flores, que en la fotografía de cabecera se ve.
“Cagalejos” era un perturbado, yo calculo que en esos años podría tener treinta y tantos años, o algunos más. Su trabajo habitual consistía en forrarse el cuerpo de papeles que se encontraba por la calle. Le asomaban por las mangas, por los perniles de los pantalones, que se cerraba con unas cintas o guitas, para embolsar mejor en ellos, al igual que las mangas. Los bolsillos igualmente los llevaba rebosados de papeles de toda índole. Igualmente le asomaban por el cuello, y entre los botones de la camisa. Y lo más significativo era la gorra, que estaba forrada asomándole por todos lados los papeles. En invierno usaba un gabán cosido por las mangas y con un cinturón que permitía embolsar en pecho y espalda. De vez en cuando su madre que no podía hacer carrera de él le reñía cuando se separaba demasiado del negocio principal.
Un poste de teléfonos en mitad de la plaza
Había un dicho, que aún perdura, pues se lo he oído decir en la actualidad a algunas personas: “anda que le pareces a Cagalejos”, cuando te asomaba algún papel, simplemente el pañuelo del bolsillo, o tenías apretada la correa que dejaba entrever un abultamiento de la camisa.
En aquellos tiempos también había personas que recogían colillas del suelo, que después clasificaban por clase de tabaco, liando con los restos nuevos cigarrillos, bien para venderlos o para su uso particular. Me parece recordar que “Cagalejos” también trabajaba la colilla. Puede que a alguien le resulte exagerado pero era así. La paz del general, como consecuencia de la criminal guerra, conllevaba ésta y otras muchas miserias, sobre todo para los perdedores, que en realidad lo fueron casi todo el pueblo llano, evidentemente excluyendo los de siempre. Estraperlo. Cartillas de racionamiento. Mordida de los escalones inferiores, que podían morder, y a subsistir como sea.
Fotografías de Internet y autores citados
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