Óleo de José Cruz Herrera de La Línea (Cádiz)
Nunca valoramos lo suficiente lo que aportó a nuestra sociedad la civilización árabe. Muchas de las cosas cotidianas que nos rodean tienen su origen en esa civilización. La numeración, sin la cual no podríamos calcular cuánto tenemos que pagar de hipoteca, ni los bancos contabilizar sus ganancias. Se imaginan lo difícil que sería hacer cualquier cálculo en números romanos, por poner un ejemplo.
Hace bastantes años, cayó en mis manos un artículo del Sr. Arjona Castro, que trataba sobre la pediatría y la puericultura en la Córdoba del siglo X, basado en el Tratado de Obstetricia y Pediatría, "Kitab jalq al-yanin wa tadbir al-habala wa al-mawludin" del médico árabe cordobés 'Arib ibn Sa'id, Historiador y ministro de Abderraman III y de Alhaken II, que devoré avidamente, y que he releído muchas veces después. Describía los avances en la medicina del siglo X, relativa a la rama señalada, por los doctores del Califato. Dibujaba cuestiones que todavía hoy se tienen en cuenta.
Me viene a la memoria el criterio de un pediatra, que tenía consulta en S. Andrés y que trató a mi hijo mayor cuando bebé, y que se asemejaba al seguido por esos doctores califales. Para ellos la terapéutica estaba concebida de la siguiente forma: primero empleaban la dietética, configurada según cada niño, y si esta fallaba entonces se recurriría a la farmacopea. Ese método seguía siempre el citado pediatra con mi hijo, cuando sufría de cualquier problema habitual de la infancia. Para ello siempre tenía la dieta adecuada, o el remedio natural. Pero en cierta ocasión nos desplazamos a Madrid, y tuvimos la mala suerte de que el niño tuvo una diarrea y el doctor de allí, que seguro desconocía los criterios médicos ancestrales del sur, le recetó una dosis de antibióticos, que hicieron que el color rosado de sus mejillas se quebrara y quedara como color ch... de mona.
En aquellos tiempos, todas las plantas que se usaban en la medicina, estaban recogidas en el Calendario de Córdoba (almanaque de agricultura, hipología y medicina), dónde se señalaban los lugares y el momento de recolección de las plantas conocidas. En la novela "Los Cipreses de Córdoba", se hace una detallada descripción de las virtudes de otra planta muy actual, novedosa en la Córdoba de esa época, que es el Áloe.
Volvamos a lo principal que nos ocupa y que son, los métodos empleados con los pequeños hace once siglos, es decir más de mil años, que se dice muy pronto.
La cuarentena
En ese tiempo la asistencia a los partos normalmente se ejercía por los familiares cercanos, o una experta que ejercía de partera o comadrona. Ésta, en el momento del alumbramiento, procedía a cortar el cordón umbilical, y debía retrasar el corte del mismo hasta que el niño empezase a llorar. En la actualidad se hace lo mismo pues se considera que esa pequeña transfusión extra que recibe de la madre, es fundamental para sus defensas.
El cordón umbilical se debe cortar a cuatro traveses de dedo -el través de dedo es una medida médica que equivale a 5 ó 6 centímetros-, del abdomen. Ligando primero fuertemente para evitar hemorragias. Se cortaba con un cristal o palo afilado, nunca con hierro por considerarlo de mala suerte.
Después se procedía al lavado del nacido en agua, salada con sal, costo, zumaque alholva y cebada, todo menos ojos, nariz, y boca. Después debía de frotarse con agua y un cocimiento de arrayán, para quitar cualquier resto que le quedara. En otras ocasiones se usaba para lavar agua con ceniza. Había que hacer hincapié en el secado, para evitar lo que llamaban perjuicio de la humedad. Importante también la cuna, que debía tener colchón ni duro ni blando, para que no se le deformara la columna y sobre todo que se le aflojaran las carnes. La cabeza debería estar siempre algo más elevada que el cuerpo.
La alimentación.
La primera alimentación debía ser miel mezclada con agua o untada en un dedo. Después le daría una nodriza el pecho cuatro días, evitando recibir el de la madre en este tiempo. Suponemos que sería para evitar que recibiera los calostros. Eso hoy en día está superado por los beneficios que se estima tiene esa primera leche materna sobre todo en materia de anticuerpos.
La alimentación primaria en ese tiempo no tenía más alternativa que la lactancia natural. Si la madre no podía darle el pecho no había más remedio que buscar una nodriza.
Es muy curioso y significativo el retrato que se hacía de la nodriza, como debía ser: primero joven, entre la segunda o tercera década de la vida, de piel blanca o pelirroja, con tiempo de haber parido, multípara, que ya hubiera criado a varios y que no estuviese embarazada. Existía la creencia de que el embarazo corrompía la leche. Sin embargo Mahoma, decía por otra parte que, el había visto a muchas mujeres persas o bizantinas criar estándolo y no perjudicaba a sus hijos. La cantidad de recién paridas que perdían a sus hijos por la gran mortalidad infantil, permitía que hubiera muchas nodrizas o posibles amas de cría libres. Debía tener el ama de cría -continuamos con la descripción estándar de ésta- buen color, y también su carácter. Los pezones de mediano tamaño, para evitar dificultades al lactante. Su leche debía ser blanca, dulce, con aroma, ni fluida ni espesa, sin mucha nata. El método de comprobarlo poner una gota sobre una uña. Su régimen alimentito debía estar controlado, no comer picantes, salado o ácido, evitar los puerros, el apio, la cebolla y el ajo. Me atrevo a pensar que todas estas prácticas estaban más dirigidas amas de crías y a niños de familias de un nivel elevado.
Decían que, durante la menstruación no debía coitar para que la leche no se corrompiera. El mejor alimento eran ubres de cabra o cordero y mucha leche. El vino mezclado con agradables especias -la prohibición del alcohol no sería aún efectiva-. Debía frotarse lo pechos a diario con aceite de alholva. La duración de la lactancia debía ser de al menos dos años o treinta meses. Así se protegería al niño de una serie de enfermedades infecciosas.
El destete debería ser progresivo, para que el niño se fuera acostumbrando a ingerir sólidos. Los primeros sólidos consistían en unas bellotas de harina de sémola, azúcar y leche para chupar, e ir acostumbrándolo a masticar y deglutir. Después se le podía dar carne de pollo o de perdiz tierna, para ir pasándolo paulatinamente a otros alimentos. Tras varios periodos se suspendía definitivamente el pecho.
Enfermedades habituales de la cuarentena.
Ulceras o aftas.- A estas se las llamaba al-jurr, traducido alhorre o costras. Había tres formas principales: blancas, rojas y negras. Para las rojas se espolvoreaban éstas con un compuesto de pétalos de rosa, azafrán, creta, azúcar y mirra -en un anuncio de TV en que le regalaban un móvil a S. José, éste pregunto ¿Y esto para qué? Y le contestaron ¿Y la mirra, para qué? Pues ya lo sabemos-. Las negras con toques de zumaque, arrope de frutas verdes y piedra azul (sulfato de cobre).
Vómitos o tos.- Se creía entonces que la tos era causada por el aire frío que le penetró a los pulmones después de salir del vientre de la madre. Ésta se trataba con ajo -daba calor- mezclado con leche, hinojo hervido y colado. También se le administraba un eluctario o mejunje; goma arábiga, tragacanto, regaliz y alfeñique. En el siglo XV se empleaba idéntica formula, recogida en un tratado editado en Zaragoza. Para la tos se bañaba al niño con agua caliente, se le frotaba la cabeza con miel y se le provocaba el vómito, apretándole la base de la lengua con el dedo para que echase las flemas, que se suponía producían también la tos. Hasta hace poco se le daba jarabe de ipepacuana.
El insomnio.- Para esta afección se usaba el jarabe de adormideras (jashjash) que también quitaba la tos. Este remedio fue introducido por los árabes pero está datado de bastante antes. En el Papiro de Ebers se le recomienda para ello. Hay que tener en cuenta que de la papaver sonniferum se extrae el opio, y de lo que estamos hablando es posiblemente de una infusión de pétalos, o semillas, cuyo poder es infinitamente menor. Hasta hace poco se ha utilizado como remedio casero.
Otras patologías.- Había otras patologías del periodo que estamos señalando, como la inflamación del ombligo, el dolor y la supuración de oídos, las costras y pústulas en la cabeza o cara, llamadas sa'fa o ribba , que hoy se llama impétigo. Para lo primero era la opinión del doctor rapar la cabeza, con una pasta depilatoria y un ungüento a base de almártaga (o litargirio= protoxido de plomo), albayalde, ceniza de cepa de vid, aceite de rosas y cera blanca, todo ello disuelto en yemas de huevo, También describe en este capítulo la llamada enfermedad de la cabeza gorda, que posiblemente englobaría las hidrocefalias o el céfalohematoma del recién nacido.
Hasta aquí, de forma lo más escueta posible, lo referido por nuestro paisano 'Arib ibn Sa'id, al primer periodo de la vida del niño. Continúa detallando el segundo periodo, que va desde la cuarentena hasta la erupción dentaria del séptimo u octavo mes. El tercero lo señala, desde el octavo mes hasta los 6 ó 7 años, terminando con la aparición de la pubertad.
(Publicado en www.callejadelasflores.org) (Fotografía del óleo del pintor de la Línea (Cádiz, D. José Cruz Herrera)
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