La parada de autobús esquina a Goya
Año mil novecientos setenta. En los autobuses urbanos, existía una línea de autobús que era Tendillas-Brillante, y en unas determinadas horas subía hasta la Arruzafa. La parada habitual era la venta frente al Hotel el Brillante, Venta de Vargas. El interior era muy especial -el de la venta-, había sido un café-teatro. Un patio principal y un palco corrido al estilo de las delanteras de Paraíso (gallinero) del Duque de Rivas y un pequeño escenario. La venta estaba casi derruida ya en esa fecha, pero todavía como la dama que lo fue, tenía un cierto empaque.
Hotel El Brillante
Eran muchas las historias que contaba el ventero. El clásico tabernero serio, pero gracioso y ocurrente. Esa venta había sido el refugio de los artistas, toreros y gente de la noche, cuando todo estaba cerrado en la ciudad, en la posguerra. Estaba en las afueras de la ciudad, donde el baile, el cante, la fiesta y todo lo pudiese ocurrir a esas horas ocurría.
Establecimiento actual de hostelería
Fue, dicen, el lugar de la anécdota del Niño de Marchena y Manolete. El Niño de Marchena, bohemio, artista, especial y “desprendío” y el torero Manuel Rodríguez que tenía fama de poco dadivoso. Es posiblemente una de las muchas leyendas urbanas que circulaban.
-Pepe cantate unos fandangos. –le dijo Manuel Rodríguez a Marchena.
–¡Que yo te cante unos fandangos Manuel, te va a costar cinco mil duros!.–le contestó El Niño de Marchena. Manuel Rodríguez echó mano a la chequera y le dijo:
–Toma un cheque por veinticinco mil pesetas. –extendiéndoselo sin inmutarse.
–¡Tabernero!, toma este cheque y échanos cinco mil duros de vino.–dijo entregándole el cheque al tabernero. Dicen que después estuvo cantando toda la noche.
El último ventero vivía en la calle Hnos López Diéguez, y muchas veces lo veía sentado en los escalones de San Andrés, aún conservaba su característico humor de tabernero. Pienso que por su edad y su delicado estado de salud, habrá dejado este "valle de lágrimas". Tenía según una conversación que tuve con él cierto día en el escalón, una colección de fotografía que no quiso ceder a nadie, y que estarían muy bien en el Archivo Municipal, pero...
El último ventero vivía en la calle Hnos López Diéguez, y muchas veces lo veía sentado en los escalones de San Andrés, aún conservaba su característico humor de tabernero. Pienso que por su edad y su delicado estado de salud, habrá dejado este "valle de lágrimas". Tenía según una conversación que tuve con él cierto día en el escalón, una colección de fotografía que no quiso ceder a nadie, y que estarían muy bien en el Archivo Municipal, pero...
La fachada de la Venta de Vargas
La venta soportaba las paradas prolongadas de algunos minutos, de conductor y cobrador de autobús en cada viaje. El coche entraba en lo terrizo, una calle al lado de la venta, hacia la maniobra, y allí se esperaba hasta la hora de salida, para recoger el pasaje en la acera de frente, en le puerta del Hotel el Brillante, dirección Tendillas. Los conductores eran muy peculiares, Castilla y “Tirone Pover” (había solo dos coches por turno).
El primero, un “esaborío” de banderas, que se le parecía a Camilo José Cela en el chasis, no en lo intelectual. De cinturón alto y prominente abdomen. Éste desconocía las reglas de circulación y cada vez que entraba en los apartaderos que había a derecha e izquierda de la avenida para las paradas, salía sin mirar, lo que suponía frenazos y broncas de otros conductores a los que obligaba a hacerlo peligrosamente. El conductor decía que él había puesto el intermitente. Era imposible que comprendiera que el intermitente no le daba derecho a salir sin mirar.
El segundo, bien porque el embrague era duro o porque su conducción era brusca, conducía a saltos, a tirones, por ello lo de “Tirone Pover”. Y porque estaba de moda el actor con lo de la película de Salomón y la reina de Saba de principios de los sesenta -que terminó el calvo Yul Brinner-, y lo del pecho de la Gina. No se sabía "si había muerto de una angina de pecho o de un pecho de la Gina". Y cosa curiosa -el chófer, Tirone-, vendía en sus ratos libres profilácticos, vamos condones, como de contrabando, y eso en los principios de los setenta.
El antiguo viaducto del Brillante
El personal que usaba esa línea era casi siempre el mismo. Por las mañanas el personal de servicio de la Arruzafa, mayoritariamente femenino; Antonia, Carmen, Ascensión, y otras. Se vivía como en una comunidad de vecinos, pero de casa de idem. Como en un pueblo, a pesar de ser ciudad. En cierta ocasión falleció la madre de una de las señoras y todos vivimos la depresión que sufrió esa mujer, que asistía diariamente al cementerio durante mucho tiempo. Luego el tiempo ejerció su cura y se casó, mayor, pero se casó, con un buen hombre precisamente. Alguna vez la veo con su marido y no puedo evitar recordar ese tiempo, todavía conserva esa belleza que la hacía especial.
Algunas mañanas había que vencer la oposición de cualquiera de los dos conductores a esperarse, cuando veíamos correr por la calle Goya a una señora, que se le habían pegado las sabanas y venía tarde. Ya la habíamos echado de menos en la parada. Luego los parroquianos habituales.
Etiqueta del Hotel El Brillante
Había un viaje, hacía media mañana, en el que se subía Conchita, una vendedora de cupones, que siempre se hacía la encontradiza con un buen cliente que le compraba la sabana. Nunca supe cuantos números iguales era la sabana. ¡Iguales para hoy! era una forma de pregonar los cupones. En los viajes de retorno hacia el centro, el pasaje era: algún turista despistado en Hotel el Brillante, o un campista, más habitual por aquello del poder adquisitivo. Como comprenderán no es normal hacer la ficha de todos los pasajeros, sólo de algunos, como muestra, aunque no crean que habían muchos más.
Siempre existía un personaje habitual en algún que otro viaje, era el clásico individuo que procuraba rozarse con la señora que podía. Formaba parte de una sociedad encorsetada en una falsa moral. Era como los “espetaores”, pero cuerpo a cuerpo. La mayoría eran conocidos y muchas veces bastaba una mirada para hacerlos desistir, cuando la prudencia de la mujer sobrepasaba lo admisible.
Había que reconocer que el roce del individuo era más subjetivo que real. Un poco como las hormigas de “Cuando ruge la marabunta” visionada en Francia y contada casi siempre por un vecino emigrante que la había visto allí, y que decía que eran todas señoras en pelotas. O como el polvo de Gregory Peck a Jenifer Jones, en "Duelo al Sol", que no fue polvo ni nada. Hizo ademán de echarse encima de ella, ella le tiro el trapo de fregar y... el corte habitual. Más estaba en la imaginación calenturienta y necesitada de los espectadores que en la realidad del “film”.
Había que reconocer que el roce del individuo era más subjetivo que real. Un poco como las hormigas de “Cuando ruge la marabunta” visionada en Francia y contada casi siempre por un vecino emigrante que la había visto allí, y que decía que eran todas señoras en pelotas. O como el polvo de Gregory Peck a Jenifer Jones, en "Duelo al Sol", que no fue polvo ni nada. Hizo ademán de echarse encima de ella, ella le tiro el trapo de fregar y... el corte habitual. Más estaba en la imaginación calenturienta y necesitada de los espectadores que en la realidad del “film”.
Paso a nivel línea de la sierra en la carretera del Brillante
La Avenida del Brillante, no era lo que hoy. Hacia su mitad, un paso a nivel, controlado por un vigilante, muchas veces era una señora, que vigilaba la línea de Almorchón. Los chalets no eran tan opulentos como los actuales, eran pequeñas casas de recreo, evidentemente vivir en ellos no era como vivir una familia una habitación en una casa de vecinos. No había masificación. Ni apenas coches. Muchos solares vacios a un lado y otro de la avenida, que decían habían construido los plateros en una de sus periódicas “paradas”, por eso lo del Brillante. ¿Otra leyenda urbana? Puede, pero es atractiva.
Paradas de; Huerta de la Reina, la Primera, el Camping, el Puentecillo y la final, en la venta, frente al Hotel el Brillante, y la extra de la Arruzafa. Antes de ellas se había pasado por la estrechez del Viaducto del Brillante, hoy desaparecido. Casi al final el Sanatorio de la esquina del Calasancio y ya está el trayecto acabado.
Había un lugar muy significativo que servía para la protección de la inclemencia invernal y la protección contra la veraniega. Al atardecer era lugar de espera de novios, y servía para las líneas que bajaban de Toledo, Carril y Naranjo, sin olvidar el Brillante. Eran esas paradas cubiertas que han sufrido muy pocas modificaciones desde su implantación, y que posiblemente solo quede la que reflejamos en las fotografías. Hoy está dotada de la pantalla electrónica de tiempos de llegada de los coches, bastante más moderna que antaño, y es lógico, pero igualmente refugio de enamorados y protectora de las inclemencias meteorológicas.
Por ello el "personaje" no humano pero no menos entrañable, que recordamos hoy es: la parada de autobús de la Avenida del Brillante (esquina Goya).
La parada del Brillante
Añadido Marzo de 2018
Esta entrada en el blog se realizó en agosto de 2009, hace nueve años, la parada lleva allí de cuando yo trabajaba de cobrador de autobús en esa empresa, aún no era municipal. Corría el año 1969, y ya llevaba unos años. Javier Palero, un atento amigo, me ha remitido un correo que transcribo íntegramente, junto con dos fotos. El progreso ha acabado con la simbólica parada de autobús. Según dice Javier " estorbaba para un "presunto" carril bici.", no tengo nada en contra de los carriles bici, es más son un firme defensor de estos, pero ¿No se podría haber dejado la parada como símbolo de lo que fue, de la de veces que ha guarecido de la lluvia y del sol a los usuarios, y de los recuerdos de enamorados que algún beso furtivo se dieron a su sombra. La piqueta es sombría, y quienes cumplen ordenes cuando la usan carecen de sentimientos patrimoniales. La parada de autobús de la carretera del Brillante ha sucumbido miserablemente a un progreso que no lo es del todo si no se respeta el pasado.
Antes (Foto Javier Palero)
Después (Foto Javier Palero)
El correo de Javier:
"Como escribiste una entrada en el blog sobre ella, al pasar el otro día por allí y ver que ha sucumbido a la piqueta me acordé de ti y hoy he hecho una foto. También han cortado varios árboles. Tiene pinta que estorbaba para un "presunto" carril bici.
La entrada de tu blog y sus fotos quedarán para la historia. Fotos de antes y después.
Javier."
Fotos del autor de Internet y de Javier Palero.
8 comentarios :
Me comenta Manolo Ortas, un amigo:
"Muy interesante Paco, allí, en esa parada tomaba yo diariamente el autobús junto con un grupo de amigos y amigas en los años 80, para ir al Instituto Séneca, forjando amistades que perviven a dia de hoy. Más adelante, nos sirvió de punto de quedada con mi novia, -hoy mi mujer- pues estaba a mitad del camino de la vivienda de ambos, yo en Santa Rosa y ella en la carretera de trassierra. Muchos recuerdos entrañables de la Parada, ya que en aquella esquina, en la calle Goya, estuvo el estanco «La Constancia» cuyo dueño, de apellido Pozo tenia un descapotable rojo, (probablemente un seat 850 spider), también estaba el bar del mismo nombre haciendo justo esquina entre la calle Goya y la Avda del Brillante. Allí en la calle Goya vivían mis abuelos maternos y mis tíos, en un edificio ya derribado (actualmente solar) propiedad de la Viuda de Victoriano Villar, que vivía en el único bloque que había al final de la Avda de Medina Azahara, antes de que se construyera el paso subterráneo de Ibn Zaydun. A ese solitario bloque, en cuyos bajos había un Juzgado alojado hasta que se ha construido la moderna Ciudad de la Justicia, iba mi abuelo todos los meses a pagar el alquiler del piso. Hoy el bloque esta perfectamente integrado entre el resto que se ha construido durante la época del expansionismo ladrillo, válgame la expresión. Horas y horas he estado yo esperando el autobús en aquella parada de obra, que resguardaba perfectamente de la lluvia y del sol, esperando primero el autobús y luego a mi novia. La verdad que me ha supuesto un quebranto anímico el verla derribada. Por cierto que en la Venta de Vargas se inventó el Vargas, el tinto con casera, esa es el verdadero origen del genuino Vargas cordobés y no la deformación reduccionista del «Valgas» de Valdepeñas y gaseosa, pues aquí nunca se le ha dicho Valgas. Fue el ventero a quien se le ocurrió en verano echarle al vino caliente del estío cordobés, unos cubitos de hielo y un poco de gaseosa para acompañar, en una mezcla genial que llevará su nombre para la posteridad, aunque muchos prefieran la leyenda del origen lingüístico, mucho menos probable. Me ha encantado tu artículo Paco. Me has hecho revivir un tiempo pasado que siempre fue feliz. Un abrazo.
Me comenta Bartolomé Olivares, un amigo:
Buenos días vaya si la ví cuando la estaban derribado y como todo en esta ciudad ... imparable la ignorancia y falta de respeto a nuestra historia.... así nos va.... Todo es un reflejo de los mismo.
Me dice Lucho, un amigo:
"Qué pena lo de la parada del bus!"
Comenta Teresa, una amiga:
"Que memoria la que tienes amigo y gracias por traer a la mía recuerdos muy entrañables, yo también utilicé esa línea porque me gustaba subir al brillante hasta su última parada y al volver bajaba en la parada c/ Goya, pues esa época vivía en Marqués de Guadalcázar ( Huerta de la Reina)"
Ángel Martos, otro amigo me dice:
"Junto había un bar que se llamaba "la Constanza""
Mi buen amigo Paco Guerra me comenta: "Buenas noches amigo, Paco. El artículo sobre la parada del autobús de la carretera del brillante, esquina con la calle Goya es muy bueno y me has hecho retroceder a mi más tierna infancia. A su alrededor había más cosas tales como: el antiguo colegio de la Fuensanta, de Juan Morales Rojas, junto al palacete del colegio en la calle Goya, estaba la consulta y vivienda de don Joaquín Sama, y frente a esta estaba la botica de Zurita. Dos portales más abajo dirección hacia la vía de la sierra había un taller donde hacían magníficos vidrieras, me tiraba muchos ratos mirando como lo hacían. Se comentaba que habían restaurado algunas vidrieras de la Catedral de Burgos y León. No me extraña eran magníficos. Un abrazo y gracias por ser el guardián de nuestros recuerdos."
Hola,
Buscaba información sobre la llamada "posesión del Brillante", a un kilómetro de Córdoba, que alrededor de 1870 era "casa de recreo", y que pasó a ser la sede del "Hogar Buen Pastor", casa de acogida para jóvenes que dejaban la prostitución en 1875, a cargo de nuestra Congregación de Filipenses Hijas de María Dolorosa; y me he encontrado con su foto del "Hotel el Brillante"; pero no soy capaz de saber si corresponde con el edificio que nosotras dejamos para asentarnos en el centro de Córdoba, en la calle del Buen Pastor, donde aún hoy nos encontramos.
¿Sería posible ponerme, de alguna manera, en contacto con usted, para que me ayude a localizar el antiguo hotel?
Muchas gracias.
El antiguo Hotel el Brillante, estaba ubicado en el lugar que hoy en día contiene un establecimiento de restauración. Su ubicación es en la esquina de la Avenida de la Arruzafa, o antigua carretera de las Ermitas y la Avda. del Brillante, en la acera de enfrente de la Avda. del Brillante estaba la Venta de Vargas. No conocía yo esa referencia que me dice del Hogar. el del Buen Pastor si lo conozco, porque me crié en ese barrio. Le concreto, si el edificio era lo que después fue el Hotel no hay otro con ese nombre. Por lo tanto debe ser ese. No obstante veré si puede mirar en algún otro sitio con las referencias que da.
Mi correo framucar2(arroba)gmail.com, la arroba se la he puesto en letra para evitar la lectura de direcciones de correo de los robots. Un saludo
Publicar un comentario