“Libreando” en mi biblioteca, me he encontrado una obra de 1981, que tuve la suerte de estar presente en su gestación. La obra es “Lososotrosandaluses” de Fernando González de Requena. Se imprimió en la copistería o Gráficas Demos, un local anexo a la Iglesia de la Compañía, que le tenía alquilado a la empresa, Joaquín Canalejo, el párroco, para más señas hermano del Alcalde de Belméz, Rafael Canalejo, el que ganó aquel programa televisivo en blanco y negro todavía, “Un millón para el mejor”.
La obra merece la pena, es de 1981, pero tiene la validez perpetua de las cosas bien hechas. La pretensión, homenajear al autor, sacar del olvido una obra que si bien muchas personas de la época recordaran, otras, hace 28 años posiblemente serían muy jóvenes y otros ni eso.
Fernando era una buena persona. Fue fraile en Montserrat (Cataluña) y luego sacerdote. Tenía unas extraordinarias dotes para el canto y sobre todo para la música, dominaba el lápiz y la pluma, y disponía de una gran sensibilidad para denunciar los problemas endémicos de nuestra tierra, Andalucía.
Fernando con otro grupo de sacerdotes del momento, le echaron un fuerte pulso al poder eclesiástico. Entre otras cuestiones, solicitaron casarse sin dejar de ejercer su ministerio. Perdieron la batalla contra la gerontocracia vaticana. Eran muchos en la lucha. Por citar unos nombres: Antonio Granadino, un luchador nato del movimiento ciudadano, y una no menos excelente persona. Se casó y tuvo que abandonar su carrera. Daniel Navas, uno de los principales componentes de la empresa Gráficas Demos. Con este último tuve la suerte de trabajar con él ya que en esas fechas yo era colaborador de la imprenta. Creamos el laboratorio de la misma y trabajábamos en él y en la composición de textos. Si ese tipo de sacerdotes fuese mayoría en la iglesia católica otro gallo le cantaría al Vaticano. En aquella batalla había muchos. Los que no echaron, siguen al pie de su cañon, como simples sacerdotes, pero la verda es quenunca habían aspirado a más. En muchos de ellos se vengó el poder, pues no les permitió casarse por el rito católico.
La imprenta era el punto de encuentro de muchas organizaciones vecinales y de toda índole. Siempre había un precio especial para la que no podía. Eran épocas de mucha ilusión, de lucha y de esperanza, luego los profesionales de la política asesinaron la ilusión de muchos, anularon la lucha de otros y acabaron con la esperanza de todos. La empresa la componían, el citado Daniel Navas, Juan Perea, otro sacerdote y mejor amigo, Antonio Carmona, Paco Mayorga, y luego se incorporó Antonio Gavilán -cuando me marché yo- y finalmente Manolito, que con Juan fueron los que cerraron la empresa.
Tengo una imagen de Fernando que son de esas que se quedan indelebles en la memoria. Daniel falleció joven, dejando un hijo, idéntico a su padre y a María Victoria su viuda, otra buena persona. Ese día, Fernando estuvo un rato a solas con Daniel su amigo, ya fallecido, hablándole en silencio, despidiéndose de él. Eso me impacto. Esas cuestiones hacen que aunque no seas creyente, sientas un enorme respeto por quien tiene cualquier tipo de creencia sincera.
Yo seguí, después de dejar la imprenta, relacionándome con Fernando, en este caso comercialmente. Era tomador de seguros y todos los de mí casa los tenía con él. Luego, lo de siempre, lo que no perdona a nadie, le tocó a Fernando, primero un ictus cerebral. Mientras no pudo valerse, su mujer otra buena persona, le estuvo llevando materialmente el negocio. Luego el adiós definitivo. Creo desde la perspectiva de no creyente, que el cielo de los cristianos es el recuerdo agradable y añorado de las personas que han sido buenas y han dejado huella. Y el infierno el recuerdo desagradable de otras y el sentir que debían haber desaparecido antes. Normalmente las buenas personas se van primero y los miserables se nos hacen eternos.
Volviendo al libro, creo que merece la pena leerlo. He fotocopiado sus páginas y lo he convertido en un video para más comodidad. Simplemente cuando lo lean o vean, les pido que en homenaje a su autor, a Fernando González de Requena, se acuerden que lo escribió un sacerdote cristiano, a miles de años luz de Rouco y compañía, que dejó de serlo, por ser fiel a sus convicciones y que tenía un espíritu crítico y mordaz con su tierra, crítica cuya validez es actual. No ha cambiado nada, bueno sí, posiblemente el patrimonio de algunos políticos profesionales que son los mismos de hace 28 años.
La “Aclarasión” lo dice todo:
“Estoé una denúnsia de lo male de los andaluse probe (losostrosandaluses) noé la forma dablá der pueblo, sino un desplante contracurturá. Éun libro pasé leío en vóárta. Estai ustede avisao”.
Y la fecha significativa
“Andalusia, 30 de febrero”.
Enhorabuena Fernando.
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