Coliseo San Andrés
En esta ocasión el personaje de nuestra ciudad pretendemos que sean al alimón los cines de verano, merecedores de muchas páginas, y el llamado popularmente “ciclimatógrafo”
Hubo una época en la que había una gran cantidad de cines de verano en nuestra ciudad. Para que fuese rentable la misma película se proyectaba en, cuando menos dos cines a la vez, el mismo día.
Como sólo se alquilaba una cinta, existía la necesidad de proyectar primero un rollo en un cine, que empezaba un tiempo antes. En el otro cine, que se proyectaba la misma película, hasta que finalizase el rollo en el primer cine, se demoraba el comienzo de la película con: trailers, anuncios y descanso (visite nuestro “ambigú”), hasta que llegase el rollo primero.
Esto sucedía muchas veces y muchos días por las razones expuestas.
Normalmente el traslado se hacía en bicicleta dada la distancia entre cines. El ayudante de operador, era el que con un morral a la espalda, donde transportaba el rollo, que era una gran caja de aluminio que protegía el celuloide, lo llevaba de uno a otro cine de verano.
El “ciclimatógrafo” –nombre dado al transportador del carrete por L. Melgar- según la ocurrencia popular, era el ayudante de operador que transportaba la película entre cines.
El problema era cuando por cualquier causa se producía un retraso. Los problemas eran variados; una rotura de cinta que obligaba a repararla sobre la marcha al operador, es decir resanar y pegar los trozos. Se empleaba en este menester la acetona, ese producto que las damas emplean para la limpieza de la laca de uñas, que a su vez era un disolvente poderoso del celuloide. Todo era tiempo que se sumaba a la salida del primer rollo y al comienzo en el segundo cine. Otras veces una parada inesperada, causaba la destrucción por fuego de la película, ya que el arco voltaico cuando el motor se paraba no tardaba más de unos segundos en derretirla. Vamos que le pasaba a la cinta como al mapa de Bonanza.
El que haya tenido proyector de 8 mm. sabrá de esto, aunque en estos la reparación se efectuaba con una simple cinta celo. Hay que tener en cuenta que el tamaño del metraje permitían una reparación mejor, procurando la coincidencia de las ventanillas de arrastre y que no quedara mucho escalón para que no tropezara al proyectar.
A primeros de los años cuarenta del siglo veinte, había unos nueve o diez cines en nuestra ciudad, aún no había empezado la moda del cine de verano.
Nueve años después ya existían veinticuatro salas de verano, estaba empezando el boom cinematográfico de verano en nuestra ciudad, para crecer enormemente en número, hasta ir paulatinamente descendiendo y quedar en las salas testimoniales de nuestros días.
Si la memoria no me falla, que sería raro pues sería una de las pocas cosas que no me fallara, voy a tratar de enumerar los cines de verano de esta ciudad, haciéndolo por orden alfabético:
Albéniz (Ciudad Jardín); Alcázar (tuvo una sala de verano en Ronda de los Tejares); Alfonso XII (En la misma calle de ese nombre pero en la salida a Puerta Nueva, era un almacén de materiales de construcción, allí se dieron otro tipo de espectáculos también); Andalucía (Está aún solar, en la calle Alfonso XII, aunque ya parece que le están metiendo mano. Antes de llegar a él desde S. Pedro, una señora en unas ventanas de esa misma acera vendía jazmines, a la que yo le compraba para mi novia); Astoria (Antigua calle Ruano Girón, San Lorenzo); Azahara (Avd. Medina Azahara); Avenida (En la plaza del mercado de Dr. Fleming); Benavente (Santo Cristo. Barrio viejo, Campo de la Verdad, “entrabas con un piojo y salías con veinte” tenía gallinero); Campo Deportes (Beato Henares. Barriada Fray Albino Estadio de Fútbol S. Eulogio); Cañero (Barrio de Cañero); Cervantes (Avenida de Medina Azahara); Cinema Ciudad Jardín (Barrio Ciudad Jardín); Cinema España (c/ Goya, Huerta de la Reina, uno de los más bonitos); Cinema Parque (En el Parque Figueroa); Coliseo San Andrés (Todavía está activo, también fue teatro donde actuaron muchos artistas famosos de la época, y aún se puede ver el escenario); Córdoba Cinema (Arroyo de San Lorenzo, se dieron espectáculos de boxeo y lucha libre, Marcos El Maldito y Sepúlveda); El Rinconcito (Puerta del Rincón, posterior Isabel la Católica, “la caja de muertos” por la configuración de su patio); Electromecánicas (Barriada de Electromecánicas, Estadio de fútbol); Esperanza (c/ Barrionuevo); Estadio Cinema (Estadio del Arcángel, antiguo); Florida (Huerto Hundido); Fuenseca (Todavía activo en la plaza de la Fuenseca); Goya (Ronda de Isasa, al lado del Caño Quebrado, espectador de lujo el tonto Julián, un personaje muy cariñoso); Gran Capitán (Gran Capitán, frente al Gran Teatro); Gran Vía (Arroyo de San Lorenzo); Hollywood (Olivos Borrachos); Infanta (Carretera de Trassierra. Antiguo Margaritas); Imperial (Barrio de Cañero); Iris (c/ Abejar); Liceo (Alfonso XXIII. Círculo de la Amistad); Lucano (Calle Lucano); Macaji (Barrio del Naranjo) Margaritas (Carretera de Trassierra); Maxi (Cañero Viejo c/Conquistador Benito de Baños); Occidente (Barriada de Occidente, Olivos Borrachos); Olimpia (Aún activo c/ Zarco, antes Zarco); Ordóñez (C/ Rivas Palma, el de las sillas de enea más estropeadas del mundo); Parque Recreativo (Avd. Gran Capitán, terraza Duque de Rivas); Piscina (Ciudad Jardín); Plaza Toros (Avda. Ronda de los Tejares); Plaza Toros (Avenida Parque, Plaza de toros de los Califas); Ramos (c/ Santa María de Gracia, parte del Convento); Realejo (c/ Diego Méndez); San Agustín (c/ Plaza de San Agustín); San Basilio (En el Alcázar Viejo); San Cayetano (Avda. de las Ollerías); San Lorenzo (Arroyo de San Lorenzo); Santa Rosa (Barriada de Santa Rosa); Santa Victoria (c/ Santa Victoria); Sur (En el Sector Sur, antes Barrio de la Concepción –que no lo llamó nadie así nunca- que empezaron a llamarle todo el mundo Barrio de la Guita. Los pisos eran “cuchitriles” y las personas medían los lugares para los muebles con una guita, que es la que llevaban, con sus correspondientes nudos de marcas, a la tienda de los muebles); Terraza Duque de Rivas (En una explanada a la entrada, a las espaldas del Gobierno Civil); Terraza Góngora (c/ Jesús María, precioso, silencioso, se subía en ascensor, tenía mecedoras en lugar de sillas, no se podían comer pipas en él y tenía acomodadoras también); Terraza Magdalena (Plaza de la Magdalena, la azotea del de invierno preciosa vista de la ciudad); Valles (c/ Rave); Zarco (Aún activo c/Zarco, ahora Olimpia).
Volvamos a unos de los personajes principales de este modesto artículo, el “ciclimatógrafo”.
Un día en el cine Zarco ocurrió una anécdota, que refiere L. Melgar de la siguiente manera, pues le ocurrió a él. Faltaban algunos rollos para el final de la película, y el ciclista no llegaba con su zurrón y el rollo correspondiente. Pasaron diez minutos, veinte y, una hora, y la mayoría de los espectadores se marcharon, unos hicieron la cama característica con la sillas y otros se fueron al ”ambigú” a tomarse unos medios. Uno de los que se marcharon, se encontró al día siguiente con otro que se quedó hasta el final.
-¿A qué hora terminó la película Manolo?
-¡A las cuatro menos veinte!–respondió.
-¡A las cuatro menos veinte! ¿Y qué pasó?
-¡Imagínate! El ciclista que transportaba el rollo, desde el cine Ramos, era un acomodador porque el ayudante se había puesto malo, pinchó y antes de arreglar la rueda pensó ¡Me voy a tomar un mediecito! Y cuando acordó eras las tres de la madrugada.
Otras veces se producía el retraso, que era una cosa habitual, la gente con una tranquilidad casi oriental esperaba la llegada del ayudante con su morral en el que transportaba el rollo, y casi siempre era recibido con un aplauso de los espectadores porque sabían que en breves minutos volvería a proyectarse la película.
Se dio también el error de cambiar los rollos y proyectar uno de casi al final que la gente asumió sin grandes problemas. En el fondo eso es solidaridad cinematográfica.
De los cines hay muchas anécdotas. Unas son ciertas y otras son fruto de la exageración popular, es decir se quedan en la categoría de leyendas urbanas. Me acuerdo de una que contaban en el Coliseo San Andrés, en el que actuaba Pepe Marchena con su compañía. Un gran cantaor y una mejor persona, pero daba una imagen de divo y engreído para algunas personas. Es verdad que generaba muchas envidias y que revolucionó el flamenco y claro los puristas no se lo perdonaban.
Con su elegancia característica salió al escenario diciendo:
-¡Ahora van ustedes a tener el honor de escuchar unos fandangos por el Maestro de Maestros, Pepe Marchena!
Un espectador que seguramente sería de los muchos detractores que tenía, le gritó:
-¡Chulo!
-¡A ese que “ma” dicho chulo, me voy a cagar en sus muertos! –le respondió como una bala sin perder la compostura.
La respuesta de Pepe generó un pequeño revuelo entre admiradores, que eran más, y detractores, pero no llegó la sangre al río. Don Antonio Cabrera, empresario del Coliseo San Andrés tenía en su casa del Coliseo dos fotografías de artistas, la de Pepe Marchena y Lina Yegros, que contrastaban con la multitud de fotografías de artistas que tenía en su despacho del Duque de Rivas. Cuando se le preguntaba el porqué de sólo esas dos fotografías decía:
-La de Pepe porque es amigo mío de siempre, la tengo más a título personal que de artista. La de Lina Yegros como agradecimiento, ya que con lo que gané con sus películas pude modificar y mejorar el Coliseo hasta convertirlo en lo que es hoy, el cine más bonito de España.
Este empresario teatral merece un artículo completo dedicado a él. Una conversación normal al atardecer, entre dos vecinas, sobre el cine.
-¿Qué “penícula” vamos a ver hoy, Antonia?
-¡La que echen en los escalones! –le contestó Rafalita su vecina. Los escalones era la grada del Estadio Arcángel.
-¡Pero anda si es un “pego”, y además muere “él”! –responde Antonia.
-Bueno pues entonces, mejor vamos a ver la del Delicias que es de amores. Aunque sea “contá”.–replicó Rafalita.
El botijo, las pipas, los altramuces –chochos o salaillos-, las pegadizas canciones de los descansos, los manuales pases de anuncios muchas veces. La “tunantá” al chiquillo que vendía agua con el botijo, a una perra gorda y un real la “jarta”. El “quíes” pedía la “jarta”, y de un tirón, compaginando con una técnica especial la respiración y el tragar, se bebía el botijo entero, con la consiguiente molestia del chiquillo que tenía que volver a llenarlo y le empezaba la película.
-¡Ahora van ustedes a tener el honor de escuchar unos fandangos por el Maestro de Maestros, Pepe Marchena!
Un espectador que seguramente sería de los muchos detractores que tenía, le gritó:
-¡Chulo!
-¡A ese que “ma” dicho chulo, me voy a cagar en sus muertos! –le respondió como una bala sin perder la compostura.
La respuesta de Pepe generó un pequeño revuelo entre admiradores, que eran más, y detractores, pero no llegó la sangre al río. Don Antonio Cabrera, empresario del Coliseo San Andrés tenía en su casa del Coliseo dos fotografías de artistas, la de Pepe Marchena y Lina Yegros, que contrastaban con la multitud de fotografías de artistas que tenía en su despacho del Duque de Rivas. Cuando se le preguntaba el porqué de sólo esas dos fotografías decía:
-La de Pepe porque es amigo mío de siempre, la tengo más a título personal que de artista. La de Lina Yegros como agradecimiento, ya que con lo que gané con sus películas pude modificar y mejorar el Coliseo hasta convertirlo en lo que es hoy, el cine más bonito de España.
Este empresario teatral merece un artículo completo dedicado a él. Una conversación normal al atardecer, entre dos vecinas, sobre el cine.
-¿Qué “penícula” vamos a ver hoy, Antonia?
-¡La que echen en los escalones! –le contestó Rafalita su vecina. Los escalones era la grada del Estadio Arcángel.
-¡Pero anda si es un “pego”, y además muere “él”! –responde Antonia.
-Bueno pues entonces, mejor vamos a ver la del Delicias que es de amores. Aunque sea “contá”.–replicó Rafalita.
El botijo, las pipas, los altramuces –chochos o salaillos-, las pegadizas canciones de los descansos, los manuales pases de anuncios muchas veces. La “tunantá” al chiquillo que vendía agua con el botijo, a una perra gorda y un real la “jarta”. El “quíes” pedía la “jarta”, y de un tirón, compaginando con una técnica especial la respiración y el tragar, se bebía el botijo entero, con la consiguiente molestia del chiquillo que tenía que volver a llenarlo y le empezaba la película.
El cine de verano formaba parte de la vida de aquellos años. La vida era algo distinta a la actual, no mejor, sino distinta.
CINES DE VERANO ACTUALES
Fuenseca, Plaza de la Fuenseca, 1 (Tiene salida por los callejones de Santa Marta) (1945)
Delicias, c/ Frailes, 10 (Tiene salida por la c/ Queso) (1945)
Olimpia, c/ Zarco, 14 (Salida calle Zarco) (1947)
Coliseo S.Andrés, Fernán Pérez de Oliva,6 (Salida a la misma calle) (1935)
Plaza de Toros Los Califas, Avd. Parque (Salida misma avenida) (1965)
2 comentarios :
El Macaji se ubicaba en el Barrio del Naranjo (para q se complete la información). Por cierto, enhorabuena por la completos recopilación (con su ubicación, lo q lo hace aún más completo e interesante)
Gracias por la información, lamento no pongas tu nombre. La he incluido y puedes verlo, aunque lo dudo porque al ser anónimo el sistema no te comunica nada. Lo mejor del Blog los comentarios y las observaciones que siempre enriquecen cuando no son ofensivas. Nuevamente muchas gracias desconocido.
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